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13:22 Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a
Jerusalén. -No iba directamente hacia Jerusalén para llegar pronto,
pero aunque enseñaba en muchos pueblos, El iba hacia Jerusalén y la cruz,
su destino final aquí en la tierra.13:23 Y alguien le dijo: Señor,
¿son pocos los que se salvan? - El que le hizo esta pregunta tal vez
pensaba, “¿Serán salvos todos los judíos y solamente los judíos?”
-- Y él les dijo: 24 Esforzaos a entrar por la puerta angosta; --
No dice “entrar por la puerta automática”, sino por “la puerta
angosta”. En lugar de preocuparse por cuántos serán salvos, nos conviene
estar seguros que seremos salvos nosotros mismos. Luc. 9:23-26 explica
porque la puerta es angosta, como también Sant. 1:22.
El Señor nos ofrece una puerta angosta y hay tiempo limitado para
entrar por ella para ser salvos. Al pasar por ella uno “cierra la
puerta” a la vida pasada y entra en una vida bendecida y dichosa con la
esperanza de heredar la vida eterna.
Esta palabra indica dificultad. Enseña que es difícil ser
discípulo de Cristo. Es imposible dar otro sentido a este término. Su
significado es obvio. No es fácil obedecer tales textos como Mat.
5:22-24; 5:28; 5:33-37; 5:38-48. Pregunte al joven rico si el camino es
angosto o ancho. ¿Quién puede leer Mat. 10:34-37 y concluir que es
fácil ser discípulo de Cristo? Pregunte a los apóstoles si era fácil "dejar
todo" y seguir a Jesús.
Por eso, la puerta angosta excluye a muchos. No admite a los
desobedientes. No admite a los que meramente “profesan” obedecerle (6:46;
Mat. 7:21). No admite a los que no nacen otra vez (Jn. 3:5). La enseñanza
de Jesús, comenzando con el Sermón del Monte, se compara con una puerta
estrecha y un camino angosto. Isaías (35:8) profetizó diciendo, "Y habrá
allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad". Lucas se
refiere a este camino en Hechos 9:2; 18:26; 19:9, 23; 22:4; 24:14, 22.
"Esforzaos a entrar". "agonizomai, luchar (castellano, agonizar)".
Se traduce "luchar" en 1 Cor. 9:25, "todo aquel que lucha, de todo se
abstiene"; "luchar como en una competición, forzando todos y cada uno de
los nervios para alcanzar el objetivo, Lc 13:24; dar el todo en el
esfuerzo, involucrando penalidades, Col. 1:29". Se traduce "pelear" en 1
Tim. 6:12, "Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna".
También en 2 Tim. 4:7, "he peleado la buena batalla". Vemos, pues, que el
Nuevo Testamento emplea términos relacionados con las carreras y aun con
la guerra para enfatizar lo serio y lo intenso del conflicto contra
Satanás y, por lo tanto, lo difícil de ser incluido entre los pocos que se
salvan. ¿Cuántas personas quieren esforzarse tanto, como para correr una
carrera, o aun para pelear como soldados en una guerra? 1 Cor. 9:27, "golpeo
mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre". Pablo emplea términos del boxeo
para indicar lo intenso de la lucha para ser salvos. Es lucha entre la
carne y el Espíritu (Rom. 8:6, 7; Gál. 5:17). 1 Ped. 4:18, "Si el justo
con dificultad se salva, ¿en dónde aparecerá el impío y el pecador?" La
Biblia dice claramente que con dificultad el justo se salva. No dice que
es "fácil" ser cristiano. Es camino angosto. Requiere el emplear todas las
fuerzas.
Una pregunta interesante: Si la Biblia enseña que una vez salvos no
podemos caer de la gracia, ¿por qué esforzarnos?
¿Por qué, pues, dice Cristo (Mat. 11:30) que "mi yugo es fácil, y
ligera mi carga"? Y ¿por qué dice Juan que "sus mandamientos no son
gravosos"? (1 Jn. 5:3). En primer lugar, obsérvese que Cristo habla de su
yugo, como también de su carga. Su "yugo" se refiere a su
autoridad; debemos someternos completamente a ella. Su "carga" son sus
mandamientos, los cuales no son gravosos, pero El requiere una justicia
mayor que la de los escribas y fariseos (Mat. 5:20; 23:4). El requiere
servicio que procede del corazón puro, y no solamente los actos externos.
Pero su servicio es agradable. El es Maestro exigente, pero también
bondadoso. No es abusivo. No maltrata a sus seguidores. El maestro abusivo
es el pecado.
La puerta es estrecha y el camino angosto porque tenemos que
cambiar. Mat. 16:24; Luc. 9:23, "Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, y tome su cruz (cada día), y sígame". Es muy difícil
someter nuestra voluntad a la voluntad de otro, aun a la voluntad de Dios.
Todo el mundo quiere hacer su propia voluntad. Quiere hacer lo que él
mismo quiere hacer. El trabajo principal de criar hijos es el de sujetar
la voluntad de ellos a la voluntad de sus padres (Efes. 6:1-4). Otro
problema grande en el hogar es que la mujer no quiere sujetar su voluntad
a la voluntad del marido (Efes. 5:22-24). El significado básico de la
palabra "manso" es la sujeción a la voluntad y al control de Dios.
Requiere el arrepentimiento, que significa cambiar. El
mandamiento básico predicado por Juan el Bautista (Mat. 3:2) y por Jesús
(Mat. 4:17) era el arrepentimiento. Cuando Jesús comenzó a predicar
el evangelio del reino (Mat. 4:23), El insistía en que los judíos tenían
que cambiar, y les era muy difícil cambiar. Jesús dijo, "si no os
arrepentís, todos pereceréis igualmente" (13:3, 5). Dijo a Nicodemo (Juan
3:3, 5) que tenía que nacer otra vez. Es decir, tenía que comenzar su vida
otra vez como si fuera un infante, apenas comenzando a vivir.
Cuando Jesús murió y resucitó, entregó el mandamiento a los apóstoles
de que "se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de
pecados" (Luc. 24:47). El libro de Hechos dice que lo hicieron. Obsérvese
cómo se predicó el arrepentimiento según Hechos de los Apóstoles:
Hech. 2:38; 8:22; 17:30. Tanto judíos como gentiles tenían que cambiar.
Tenían que dejar el judaísmo, el paganismo, la filosofía humana, la
superstición, y toda forma de sabiduría humana. Para el judío el evangelio
era tropezadero, y para el griego era locura porque chocaba con sus ideas
humanas.
Obsérvese cómo las cartas del Nuevo Testamento enseñan el
arrepentimiento: Rom. 2:4; 2 Cor. 7:10; 2 Ped. 3:9; Apoc. 2:5.
¿Cambiar de qué manera? De carácter. Léase Mat. 5:1-10, las
bienaventuranzas. Con estas palabras Jesús comenzó el Sermón del Monte.
Con estas palabras El explicó a los judíos y explica a nosotros cómo
tenemos que cambiar. Hay que haber cambio de corazón (Mat. 5:8, 22, 28,
44; 12:34; 15:19). Tenemos que cambiar, dejando todas las características
carnales de la vida pasada para desarrollar un carácter espiritual. Con
las bienaventuranzas Jesús introduce el tema que es dominante en todo
el Nuevo Testamento de que los verdaderos discípulos de Jesús son aquellos
que van transformándose a la imagen de Jesús (Rom. 8:29; 12:1, 2; 2
Cor. 3:18; Gál. 4:19; Efes. 4:23, 24; Col. 3:10; 2 Ped. 1:4, etc.). Este
proceso es difícil. Es necesario meditar a diario en las cualidades o
características divinas, y esforzarnos para que lleguen a ser las
características de nuestras vidas. ¿Cómo es el reino? ¿Cómo son los
ciudadanos del reino de Dios? En Mat. 5:1-10 Jesús describe las
características de los que pueden entrar en el reino de los cielos: los
pobres en espíritu (los que reconocen sus faltas), los que lloran (por sus
pecados), los mansos (los que están sujetos al control de Dios), los que
tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los de limpio
corazón, los pacificadores (los que hacen paz con Dios y con los hombres
por medio del evangelio de paz), y los que sufren por causa de Cristo. ¿Cuántos
quieren poseer estas cualidades? Pocos. ¿Por qué? Porque tienen que
humillarse y someterse a la voluntad del Señor para desarrollar este
carácter (el de Cristo), y la mayoría no lo quiere hacer.
De religión. La ley de Moisés que era "ayo" (tutor, guardián)
para llevar a los judíos a Jesús fue cumplida cuando Jesús murió en la
cruz (Col. 2:14). Comenzando el día de Pentecostés (Hech. 2) los judíos
deberían dejar la religión antigua (la de la ley de Moisés) y aceptar el
evangelio.
Hubo cambio de culto. Hubo cambio de ley (Heb. 7:12). Ya no se
enseña el diezmo, y no se usan instrumentos mecánicos de música en el
culto.
Vemos en Mat. 5:32; 19:9 que la enseñanza de Jesús es distinta de la
ley de Moisés sobre el matrimonio y el divorcio y segundas
nupcias. Actualmente hay muchas parejas que están mal en su matrimonio
según lo que dice Jesús en estos textos: "cualquiera que repudia a su
mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el
que se casa con la repudiada, adultera". Es muy difícil disolver tal unión,
pero si alguna pareja está cometiendo adulterio por no tener el derecho de
unirse en matrimonio, ¡desde luego tiene que dejar de cometer adulterio!
Algunos lo hacen, pero la mayoría no quiere cambiar.
Además, los judíos habían inventado muchas tradiciones para
aumentar su piedad, pero la religión de ellos era humana y vana y tenían
que dejarla. Pero la mayoría no quería hacerlo. Su religión era externa,
y no del corazón (Mat. 23:23-28). Jesús les dijo que tenían que cambiar.
Tenían que limpiar el corazón y acabar no solamente con el adulterio, el
homicidio y el hurto, sino también con los malos pensamientos, la avaricia,
la maldad, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la
soberbia y la insensatez (Mar. 7:21-23).
Sin embargo, la mayoría de los judíos no quería cambiar su religión ni
su vida personal. Era un pueblo muy orgulloso y estaban satisfechos con su
religión y con su forma de vida. Muchos se justificaban a sí mismos (Luc.
16:15; 18:11, 12). Por eso, no querían cambiar; creían que eran muy
religiosos, porque en algunas cosas iban aun más allá de lo que ley de
Moisés requería. Habían inventado muchas tradiciones (reglamentos humanos)
para aumentar su religiosidad (Mat. 15:1-9), pero Jesús les dijo que tal
religión era vana.
Otros cambios. Debe haber cambio de actitud, de
disposición, de costumbres, y de amistades. Muchas veces se requiere
cambio de empleo (o de negocio). Es necesario dejar algunos aspectos de la
cultura porque están en conflicto con la enseñanza de Jesús.
Todo aquello que no está de acuerdo con la voluntad de Cristo debe ser
"amputado" (Mat. 5:29, 30; 18:8, 9). Es necesario dejarlo para que no nos
destruya.
El pensamiento principal de este texto es que es difícil arrepentirse o
cambiar. Esta verdad se ve en toda la Biblia, de pasta a pasta. La
obra principal de los profetas no era simplemente la de predecir el futuro,
sino la de predicar el arrepentimiento y rogar al pueblo a que se volviera
a Dios.
Otros aspectos de lo angosto del camino:
La puerta es angosta porque la verdad es angosta. Muchos piensan
que cualquier cosa que la gente crea o practique es verdad para ellos,
pero la verdad no es subjetiva sino objetiva. Judas 3 habla de “la fe” que
fue entregada a nosotros. Es la fe que tiene que ser obedecida, Hech. 6:7.
La puerta es angosta porque requiere el bautismo. Mat. 28:19;
Mar. 16:16. Muchos rechazan este mandamiento. Compárese Luc. 7:30. Los "evangélicos"
dicen que no es necesario para la salvación. No es un mandamiento popular.
Está en conflicto con la voluntad humana y, por eso, se considera muy
angosta la predicación que lo requiere.
La puerta es angosta porque hay solamente un cuerpo (una
iglesia). Dice Jesús (Mat. 16:18), "edificaré mi iglesia"; dice Pablo (Efes.
1:22, 23) que la iglesia es el cuerpo de Cristo: "la iglesia, la cual es
su cuerpo", y dice también que hay un solo cuerpo (Efes. 4:4, "un cuerpo").
Por eso, el camino es angosto, porque no caben en el camino de Cristo las
iglesias humanas.
Se requiere la santidad. 2 Cor. 7:1, "perfeccionando la santidad en
el temor de Dios". 1 Tes. 4:3, "pues la voluntad de Dios es vuestra
santificación". Heb. 12:14, "Seguid la paz con todos, y la santidad, sin
la cual nadie verá al Señor". Es otra razón por la cual se dice que el
camino es angosto, porque no todo el mundo quiere apartarse del pecado (santificarse).
Se requiere la sujeción al gobierno, Rom. 13:1-8; 1 Ped. 2:13-17.
Esta es otra restricción que no es popular.
-- porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. 25 Después
que el padre de familia (el amo o dueño de la casa; aquí se refiere a
Cristo, v. 26) se haya levantado y cerrado la puerta, -- Cuando se
hacía fiesta, los convidados tenían que llegar a la hora indicada. Los que
llegaban tarde, encontraban la puerta cerrada y no se admitían. Esto se
enfatiza en Mat. 25:10. Los preparados son los que aprovechan la
invitación y llegan a tiempo. Los que preparaban fiesta y enviaban
invitaciones no decían “vengan a la hora que les sean convenientes”. No
decían “Aunque lleguen tarde, no hay problema, siempre serán abiertas las
puertas”. Los que llegaban tarde despreciaban la fiesta y al que les
invitaba.
Cuando Cristo venga (1 Tes. 5:1-3), la puerta será cerrada. Cuando uno
muera (Heb. 9:27), la puerta será cerrada. Para los salvos la puerta
cerrada significará seguridad eterna.
-- y estando fuera empecéis a llamar (tocar la puerta con mucha
persistencia y ansiedad) a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos,
él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois. - De esto habla Jesús en
Mat. 10:32, 33. Al confesar a los suyos dirá, “Estos son míos”. A
los que no le confesaron dirá “No os conozco; ni sé de dónde sois.
Apartaos de mí, no tengo nada para vosotros”.
Compárese Mat. 7:23; 25:11, 12; 2 Tim. 2:19; conocer significa "aprobar".
Los no preparados cierran la puerta en sus propias caras cuando deciden
que no vale la pena servir al Señor o no quieren llegar a tiempo. Se
acercan al Señor tal vez, pero lo hacen “a medias”, con desidia e
indiferencia.
De la misma manera los que llegan tarde al culto de Dios lo desprecian.
Creen que no vale la pena esforzarse para llegar a tiempo. Para los tales
otras cosas son más importantes.
13: 26 Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y
bebido, -- ¿Cómo huéspedes, invitados, vecinos? De alguna forma se
habían asociado con él, habían comido con él. Es como hubieran dicho,
“Pero ¿cómo dices que no nos conoces? Éramos conocidos y amigos.
-- y en nuestras plazas enseñaste. - ¿Quieren ser admitidos
simplemente porque habían escuchado sus enseñanzas? Con estas
palabras quieren ganar el favor del Señor, pero en realidad se condenan
solos porque están admitiendo que habían escuchado su invitación (Mat.
11:28, 29) pero que no la aceptaron. Compárese Mat. 7:22.
13:27 Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí
todos vosotros, hacedores de maldad. (Sal. 6:8). - Mat. 7:23. Eran
“hacedores” de maldad. La maldad era su empleo. Se ocupaban en eso.
13:28 Allí será el llanto (el lloro inconsolable e interminable)
y el crujir de dientes, -- Mat. 22:13; 25:30, la expresión más gráfica
del espantoso sufrimiento, remordimiento y miseria que no se pueden
describir. ¿Por qué no se cree esto? ¿Por qué los hombres no temen el
infierno? ¿Por qué no es más fuerte nuestra fe en esta enseñanza? Jesús
habla de personas en agonía insoportable, retorciéndose en dolor y miseria,
gritando, crujiendo los dientes, pidiendo misericordia. Rom. 2:8,
“tribulación y angustia para toda alma humana que hace lo malo”. Jesús
vino a la tierra y murió en la cruz para evitar que el hombre fuera al
tormento eterno.
Gran parte del mundo religioso ya no cree en el castigo eterno, y si lo
cree, su convicción es muy débil y no lo predica. Muchos de los que
profesan creer la Biblia no creen en el infierno. No solamente los
materialistas (testigos, adventistas, mormones) sino también los muchos
modernistas que ocupan los púlpitos de iglesias que en años pasados sí
lo predicaban. Últimamente varios predicadores de la iglesia de Cristo (por
ejemplo, Edward Fudge, Homer Hailey) han publicado estudios negando que el
infierno sea lugar de eterno sufrimiento de los perdidos.
La falta de enseñanza sobre este tema es una de las causas principales
de la decadencia moral en este país.
Hay enfermedades y accidentes que pueden producir dolor fuerte. Casi
todos conocen algo del tormento de un agudo dolor de muelas. La
migraña (jaqueca) es un tormento insoportable. Muchos sufren por años
por causa del cáncer. ¿Cuál es el sufrimiento más agudo que usted
conoce o que ha observado?
Desde luego, aquí en este mundo, gracias a Dios, tenemos fuertes
remedios para tales dolores. Hay anestesias que nos permiten
aguantar la intervención quirúrgica aunque ésta dure por horas.
Pero no habrá anestesia, ni morfina, ni siquiera una aspirina para aliviar
el dolor y tormento en el infierno. Lo “insoportable” será soportado, no
solamente por una hora o por un año, ni siquiera por solamente cien años,
sino para siempre. Algunos ahora viven noventa o cien años.
Imagínese cómo sería si tuvieran que sufrir intensamente toda su vida,
sin ningún remedio para su dolor. ¿No habría aun aquí en la tierra mucho
del “llanto y el crujir de dientes”?
Los hombres son capaces de inventar medios horribles de suplicio
(tortura), por ejemplo para castigar o sacar información de los
presos de guerra. Por ejemplo, el instrumento de tortura llamada el
potro en el que se amarra el cuerpo y se estiran el brazo o la pierna
de su coyuntura. También se usa el toque eléctrico y, desde luego,
los golpes duros. Pero el medio más temido es la quemadura,
porque no hay nada que pueda producir un vivo dolor físico más
intenso que la aplicación del fuego al cuerpo. Cuando los hombres más
crueles emplean las torturas más horribles para afligir a sus víctimas y
por fin les aplican fuego, esto siempre produce aun más agonía. El
fuego es, simplemente, el símbolo más terrible del sufrimiento que la
mente humana sabe. De hecho, es imposible imaginar algo más severo y más
horrible que el ser quemado con fuego.
Por lo tanto, con toda razón Jesús explica repetidas veces que “allí
será el llanto y el crujir de dientes” porque en texto tras texto Jesús
dice “fuego … fuego … fuego … fuego” (Mat. 5:22; 13:42, 50; 18:8, 9;
25:41; Mar. 9:43, 48; Luc. 3:17). El rico dijo (Luc. 16:24), “estoy
atormentado en esta llama”. 2 Tes. 1:7, Jesús viene “en llama de fuego, 8
dando retribución a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al
evangelio de nuestro Señor Jesucristo”.
La imaginación humana ejercida al máximo no podría producir un cuadro
de la agonía y desolación más horrible que este que Jesús menciona a
través de su ministerio. Es un cuadro tan desagradable que casi nadie se
atreve a meditar sobre ello. En realidad, aun entre los que profesan ser
cristianos, hay un infinitésimo número de personas que muestran en su
vida que en verdad creen esta doctrina del sufrimiento que provoca
el lloro y el crujir de dientes en tinieblas, sin esperanza del reposo o
del alivio. En cuanto a la más horrible tortura física, la víctima
puede esperar que pronto será inconsciente o muerto, pero en el infierno
nunca habrá reposo. Apoc. 14:11, “el humo de su tormento asciende por los
siglos de los siglos; y no tienen reposo, ni de día ni de noche”. ¿Qué
sabemos de un sufrimiento o tormento interminables? Jesús y Pablo
hablan del dolor del parto. ¿Qué mujer podría imaginar el sufrir
así toda la vida, y aun eternamente?
Si de todo corazón creyéramos esta doctrina, no habría problema alguno
con respecto a crucificar la carne, llevar una vida santificada, buscar
primeramente el reino de Dios y su justicia y trabajar fervientemente para
salvar almas. ¿Quién no haría grandes sacrificios para rescatar a una
persona del sufrimiento causado por un incendio? En Nueva York cuando los
terroristas destruyeron las torres gemelas (el 11 de septiembre de 2001),
muchísimos bomberos y otros dieron sus vidas para tratar de rescatar al
pueblo de esa conflagración. Pero ¿cuántos miembros de la iglesia de
Cristo se esfuerzan para tratar de rescatar al pueblo del incendio eterno
que les espera si no obedecen al evangelio? 2 Tes. 1:7-9. Aquí está la
evidencia o la falta de evidencia de que somos en verdad “fervientes en
espíritu sirviendo al Señor” (Rom. 12:11).
Y si no estamos preocupados por los perdidos, ¿los amamos? Y si no los
amamos, ¿no estamos en peligro de tener que enfrentar la misma condenación
nosotros mismos? Es obvio, pues, que nuestra fe en esta doctrina es muy
débil. Si nos preguntan, decimos que sí la creemos, pero ¿de todo corazón?
Compárese nuestra actitud hacia los otros peligros. Si creemos de todo
corazón que hay vidas que peligran por causa de un ciclón o un incendio o
una víbora, etc. ¿no hacemos todo lo posible por advertirles? Entonces, ¡cuánto
más debemos advertir a las multitudes que están en marcha hacia el
sufrimiento indecible, indescriptible que Jesús llama “el lloro y el
crujir de dientes”!
En realidad casi todos haríamos algo para ayudar a otros para
proteger este cuerpo físico, pero en el día final, todos tendrán
cuerpos incorruptibles, y en ese cuerpo incorruptible los perdidos van
a sufrir las agonías del infierno. Se requiere mucha fe para evitar tal
fin y lo más importante es que los verdaderos cristianos tengan una fe
fuerte, no fingida y no superficial, sino una fe activa, obediente y
fervientemente trabajadora, en lo que Jesús dice. Cometen suicidio
espiritual todos aquellos que rechacen esta doctrina (testigos,
adventistas, mormones, y hasta algunos miembros de la iglesia de Cristo) y
también los miembros de la iglesia de Cristo que no muestran por sus obras
su fe en esta doctrina.
-- cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en
el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos (echados fuera, LBLA). 29
Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur,
(gentiles de todas las naciones, Isa. 49:6; Efes. 2:17) y se sentarán a
la mesa en el reino de Dios. --Mat. 8:11-12.
Se refiere a la conversión de los gentiles. Para los judíos el
esperado gozo en el reino mesiánico sería como fiesta con los
patriarcas, pero la mayoría de ellos no aceptaron el mensaje de los
profetas acerca de Cristo, ni tampoco de que los gentiles iban a
participar en esa fiesta. El primer converso entre los gentiles fue otro
centurión (Cornelio, Hech. 10). Pablo fue escogido para ser apóstol de los
gentiles (embajador de Cristo entre ellos).
“Día triste viene” para los hijos o herederos del reino (los que
deberían haber pertenecido al reino de Cristo pero no lo hicieron). Cristo
vino al mundo para buscar a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mat.
15:24). Su ministerio se dedicaba a ellos. El evangelio fue predicado
primeramente a ellos (Hech. 1:8; Rom. 1:16), pero lamentablemente la
mayoría de los judíos no aprovecharon esta gran bendición y los que
rechazan la invitación de Cristo serán “echados fuera”. En lugar de
disfrutar la fiesta con los patriarcas estarán en las tinieblas de afuera,
muy decepcionados, llenos de remordimiento y con furia.
Sin embargo, los judíos no son los únicos que deberían pertenecer al
reino. Los que han oído al evangelio deberían pertenecer al reino,
pero si siguen posponiendo y descuidando su obediencia, serán echados a
las tinieblas de afuera junto con los judíos desobedientes.
También los que han sido criados en hogares de cristianos y
saben perfectamente lo que deben hacer pero no obedecen si no obedecen
serán echados a las tinieblas de afuera. Dios no tiene nietos; los hijos
de los miembros no “heredan” la religión.
¡Y cuántos millares de gentes que tienen Biblias serán echados
fuera en aquel día! El simple hecho de tener una Biblia no les da el
derecho de sentarse con Abraham, Isaac y Jaco en el reino de Dios.
Muchos de los que están “cerca del reino” nunca entran en el reino.
13:30 Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y primeros que serán
postreros (Mat. 19:30; 20:16). - Los judíos habían de ser los
primeros. El ministerio de Jesús era para ellos. Los apóstoles habían de
predicar primeramente a los judíos y lo hicieron (en cada pueblo siempre
llegaron primero a la sinagoga). Pero los “primeros” que no obedecen al
evangelio serán “postreros”.
Es fácil suponer que los hermanos más reconocidos, más prominentes (p.
ej., apóstoles, profetas, ancianos, evangelistas) serán los primeros, pero
ante los ojos de Dios los más humildes y los más serviciales, sean
personas prominentes o no, son los más grandes. Recordemos los ejemplos de
la pobre viuda (Mar. 12:41-44), de María (Jn. 12:3), de Dorcas (Hech.
9:36, 39), de Febe (Rom. 16:1), de Aquila y Priscila (Rom. 16:3,4), de la
casa de Estéfanas (1 Cor. 16:15, 16), y muchos otros “pequeños” que
humildemente sirvieron al Señor. Tal vez ante los ojos de algunos sean “postreros”,
pero sin duda ante los ojos de Dios serán “primeros”.
13:31 Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete
de aquí, porque Herodes te quiere matar. - Como mató a Juan (9:9). En
muchas ocasiones se ve que los fariseos eran enemigos de Jesús, pero en
esta ocasión fingen la amistad. Lucas es el único que relata esto y él no
explica los motivos de Herodes y los fariseos.
13:32 Y les dijo: Id, y decid a aquella zorra: -- LBLA dice “el
zorro”, pero literalmente la palabra es femenina. ¿Qué tenía en mente al
llamarle “zorra”? Los de habla griega entendían la palabra “zorra” como
todo lo contrario a lo valiente.
-- He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones - ¿Qué hacía
Jesús en el territorio de Herodes? Ayudaba a sus súbditos, echando fuera
demonios y sanando a muchos enfermos.
-- hoy y mañana, -- el tiempo para su ministerio era corto (compárese
Jn. 11:9). El punto es que Jesús seguiría llevando a cabo su obra y nadie
podría evitarlo. El no obraba según el calendario de Herodes, sino según
el calendario de Dios.
-- y al tercer día termino mi obra (cumplo mi propósito, LBLA).
- El “tercer día” es el tiempo indicado para terminarlo. El punto es
que, a pesar de las amenazas de Herodes, Cristo no tuvo miedo de él,
porque estaba seguro que iba a terminar su obra y que no iba a morir en
Galilea sino en Jerusalén. Cuando dijo, “consumado es” (Juan 19:30) esto
indicó el cumplimento de su propósito.
13:33 Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga
mi camino; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén. -
No había peligro de que Herodes lo matara en Galilea porque Jerusalén
era el lugar designado en el plan de Dios. Cuando apenas comenzó su
ministerio los de Nazaret de Galilea querían matarlo (Luc. 4:29) pero no
era posible matarlo “fuera de Jerusalén”. Solamente en la “santa ciudad”
podían hacerlo. Allí la “Corte Suprema” (el Sanedrín) lo había de juzgar y
sentenciar a morir en la cruz.
Además, tuvo que morir en Jerusalén porque era el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo (Heb. 9:11-15; 10:1-10; 13:10-14). El vino al
mundo para morir en Jerusalén como nuestra “Pascua” (1 Cor. 5:7).
Aquí otra vez observamos que Jesús estaba resuelto a terminar su obra.
Véanse Jn. 9:4; 17:4 y compárese 2 Tim. 4:6-8.
13:34 ¡Jerusalén, Jerusalén, -- Se repite para dar énfasis.
Compárense 1 Reyes 13:7, “altar, altar”; Luc. 10:41, “Marta, Marta”; Luc.
22:31, “Simón, Simón”;
-- que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!-
-- ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus
polluelos debajo de sus alas, (Deut. 32:11; Rut 2:12; Sal. 17:8; 36:7;
57:1; 91:4),- ¿Quién no ha visto gallinas recogiendo a sus
polluelos debajo de sus alas para protegerlos de algún peligro? Con estas
palabras de ternura y compasión habla de la ciudad que gritaría
“¡Crucifíquele! ¡Crucifíquele!”.
-- y no quisiste! Este es el obstáculo principal; Jesús
ofrece la salvación a todos, pero la mayoría simplemente no la quiere.
Hech. 13:46; Juan 5:40, “y no queréis venir a mí para que tengáis vida”.
13:35 He aquí, vuestra casa os es dejada desierta - Dentro de unos
cuantos años los romanos llegarían para poner sitio a Jerusalén para
destruirla junto con su templo. Quedaría desolada. Compárense 1 Reyes 9:7,
8; Jer. 12:7; 22:5; 26:6; Ezeq. 10:18, 19; 11:22). Muy pronto Dios
iba a abandonar no solamente el templo, sino también la ciudad misma. Luc.
19:41, “Cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella”.
23:39 Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis:
Bendito el que viene en el nombre del Señor. {Sal. 118. 26.} - “El que
viene en el nombre del Señor” es el Mesías. Los únicos que dicen esto son
los que creen en El y obedecen al evangelio. Estos “ven” a Cristo (Jn. 3,
“3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”). Desde luego,
todos los que obedecen a Cristo deben amar su segunda venida. 2 Tim. 4:8.
Todos estos (judíos y gentiles) dirán, “Bendito el que viene en el nombre
del Señor”.
La Biblia no explica este texto. Si el “ver” es literal, será hasta el
fin del mundo. Si es figurado sería la conversión de algunos de los judíos
comenzando el día de Pentecostés, pero no puede significar lo que enseñan
los milenarios (premilennialistas). Estos son los que enseñan que cuando
Cristo venga la segunda vez, establecerá su trono literal en Jerusalén
para reinar sobre la tierra por 1000 años. Por ejemplo, dicen los
comentaristas B-S, “Con esta expresión solemne y dolorosa, el Mesías
Salvador se despide de su pueblo, hasta el momento de su segundo
advenimiento, en que será recibido con gozo con esa aclamación que resonó
a su alrededor cuando entró en Jerusalén (21:9; Sal. 118:26) y que
resonará nuevamente cuando el pueblo de Israel convertido salude al
Salvador que vuelve en la gloria (Rom. 11:25 y sig).” Dicen los
comentaristas JFB, “Cuando aquellas ‘Hosannas al Hijo de David’ con que
las multitudes le dieron la bienvenida en la ciudad, en vez de causar
indignación a los escribas y fariseo (cap. 21:15), saldrán de las bocas de
toda la nación, como alegre aclamación a su Mesías una vez traspasado,
pero finalmente reconocido. Que tal ocasión vendrá es evidente por lo que
dicen Zacarías 12:10; Romanos 11:26 … etc.” Y así dicen muchos
comentaristas evangélicos, pero Jesús no habla de la regeneración de la
ciudad, sino de su destrucción.
Estos enseñan que al decir esto (23:39) Jesús se refiere a la
conversión nacional de los judíos poco antes de su segunda venida y que
éstos le darían la bienvenida cuando llegara, pero no hay nada en este
contexto ni en ningún otro que enseñe tal cosa. El texto predilecto de
ellos para “probar” esta teoría es Rom. 11:26, “y luego todo Israel será
salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de
Jacob la impiedad”, pero la palabra luego debe ser traducida (como
dice la Versión Moderna) “y de esta manera”, o simplemente “así” (Versión
Hispano-americana y LBLA). ¿De qué manera? V. 23, “Y aun ellos, si no
permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios
para volverlos a injertar. 24 Porque si tú fuiste cortado del que por
naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el
buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán
injertados en su propio olivo?” Pablo explica claramente que los
obedientes (sean gentiles o judíos) son injertados y que los desobedientes
son cortados. De esa manera, pues, es decir, los que abandonaban su
incredulidad y obedecían al evangelio de Cristo serían salvos.
Los milenarios, enfatizando la palabra todo, enseñan que toda la
nación de Israel será salva, pero el Nuevo Testamento enseña claramente
que la salvación no es asunto nacional sino individual. El
evangelio requiere que cada persona obedezca al evangelio. El
énfasis, pues, no está en la palabra todo sino en la palabra así,
o sea, cómo la salvación se obtiene. La salvación se obtiene de
acuerdo a los requisitos del pacto (v. 27, “Y este es mi pacto con
ellos, cuando yo quite sus pecados”. Véanse Jer. 31:31-34; Heb. 8:6-13).
El punto es que Dios no hace acepción de personas y, por eso, los
requisitos nombrados para la salvación de los gentiles son los requisitos
para la salvación de los judíos. Además, los dos reciben las mismas
bendiciones. No hay “salvación nacional” ni para gentiles ni para judíos.