LUCAS 13

 
 
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13:22 Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén. -
No iba directamente hacia Jerusalén para llegar pronto, pero aunque enseñaba en muchos pueblos, El iba hacia Jerusalén y la cruz, su destino final aquí en la tierra.

13:23 Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? - El que le hizo esta pregunta tal vez pensaba, “¿Serán salvos todos los judíos y solamente los judíos?”

-- Y él les dijo: 24 Esforzaos a entrar por la puerta angosta; -- No dice “entrar por la puerta automática”, sino por “la puerta angosta”. En lugar de preocuparse por cuántos serán salvos, nos conviene estar seguros que seremos salvos nosotros mismos. Luc. 9:23-26 explica porque la puerta es angosta, como también Sant. 1:22.

El Señor nos ofrece una puerta angosta y hay tiempo limitado para entrar por ella para ser salvos. Al pasar por ella uno “cierra la puerta” a la vida pasada y entra en una vida bendecida y dichosa con la esperanza de heredar la vida eterna.

Esta palabra indica dificultad. Enseña que es difícil ser discípulo de Cristo. Es imposible dar otro sentido a este término. Su significado es obvio. No es fácil obedecer tales textos como Mat. 5:22-24; 5:28; 5:33-37; 5:38-48. Pregunte al joven rico si el camino es angosto o ancho. ¿Quién puede leer Mat. 10:34-37 y concluir que es fácil ser discípulo de Cristo? Pregunte a los apóstoles si era fácil "dejar todo" y seguir a Jesús.

Por eso, la puerta angosta excluye a muchos. No admite a los desobedientes. No admite a los que meramente “profesan” obedecerle (6:46; Mat. 7:21). No admite a los que no nacen otra vez (Jn. 3:5). La enseñanza de Jesús, comenzando con el Sermón del Monte, se compara con una puerta estrecha y un camino angosto. Isaías (35:8) profetizó diciendo, "Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad". Lucas se refiere a este camino en Hechos 9:2; 18:26; 19:9, 23; 22:4; 24:14, 22.

"Esforzaos a entrar". "agonizomai, luchar (castellano, agonizar)". Se traduce "luchar" en 1 Cor. 9:25, "todo aquel que lucha, de todo se abstiene"; "luchar como en una competición, forzando todos y cada uno de los nervios para alcanzar el objetivo, Lc 13:24; dar el todo en el esfuerzo, involucrando penalidades, Col. 1:29". Se traduce "pelear" en 1 Tim. 6:12, "Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna". También en 2 Tim. 4:7, "he peleado la buena batalla". Vemos, pues, que el Nuevo Testamento emplea términos relacionados con las carreras y aun con la guerra para enfatizar lo serio y lo intenso del conflicto contra Satanás y, por lo tanto, lo difícil de ser incluido entre los pocos que se salvan. ¿Cuántas personas quieren esforzarse tanto, como para correr una carrera, o aun para pelear como soldados en una guerra? 1 Cor. 9:27, "golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre". Pablo emplea términos del boxeo para indicar lo intenso de la lucha para ser salvos. Es lucha entre la carne y el Espíritu (Rom. 8:6, 7; Gál. 5:17). 1 Ped. 4:18, "Si el justo con dificultad se salva, ¿en dónde aparecerá el impío y el pecador?" La Biblia dice claramente que con dificultad el justo se salva. No dice que es "fácil" ser cristiano. Es camino angosto. Requiere el emplear todas las fuerzas.

Una pregunta interesante: Si la Biblia enseña que una vez salvos no podemos caer de la gracia, ¿por qué esforzarnos?

¿Por qué, pues, dice Cristo (Mat. 11:30) que "mi yugo es fácil, y ligera mi carga"? Y ¿por qué dice Juan que "sus mandamientos no son gravosos"? (1 Jn. 5:3). En primer lugar, obsérvese que Cristo habla de su yugo, como también de su carga. Su "yugo" se refiere a su autoridad; debemos someternos completamente a ella. Su "carga" son sus mandamientos, los cuales no son gravosos, pero El requiere una justicia mayor que la de los escribas y fariseos (Mat. 5:20; 23:4). El requiere servicio que procede del corazón puro, y no solamente los actos externos. Pero su servicio es agradable. El es Maestro exigente, pero también bondadoso. No es abusivo. No maltrata a sus seguidores. El maestro abusivo es el pecado.

La puerta es estrecha y el camino angosto porque tenemos que cambiar. Mat. 16:24; Luc. 9:23, "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz (cada día), y sígame". Es muy difícil someter nuestra voluntad a la voluntad de otro, aun a la voluntad de Dios. Todo el mundo quiere hacer su propia voluntad. Quiere hacer lo que él mismo quiere hacer. El trabajo principal de criar hijos es el de sujetar la voluntad de ellos a la voluntad de sus padres (Efes. 6:1-4). Otro problema grande en el hogar es que la mujer no quiere sujetar su voluntad a la voluntad del marido (Efes. 5:22-24). El significado básico de la palabra "manso" es la sujeción a la voluntad y al control de Dios.

Requiere el arrepentimiento, que significa cambiar. El mandamiento básico predicado por Juan el Bautista (Mat. 3:2) y por Jesús (Mat. 4:17) era el arrepentimiento. Cuando Jesús comenzó a predicar el evangelio del reino (Mat. 4:23), El insistía en que los judíos tenían que cambiar, y les era muy difícil cambiar. Jesús dijo, "si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente" (13:3, 5). Dijo a Nicodemo (Juan 3:3, 5) que tenía que nacer otra vez. Es decir, tenía que comenzar su vida otra vez como si fuera un infante, apenas comenzando a vivir.

Cuando Jesús murió y resucitó, entregó el mandamiento a los apóstoles de que "se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados" (Luc. 24:47). El libro de Hechos dice que lo hicieron. Obsérvese cómo se predicó el arrepentimiento según Hechos de los Apóstoles: Hech. 2:38; 8:22; 17:30. Tanto judíos como gentiles tenían que cambiar. Tenían que dejar el judaísmo, el paganismo, la filosofía humana, la superstición, y toda forma de sabiduría humana. Para el judío el evangelio era tropezadero, y para el griego era locura porque chocaba con sus ideas humanas.

Obsérvese cómo las cartas del Nuevo Testamento enseñan el arrepentimiento: Rom. 2:4; 2 Cor. 7:10; 2 Ped. 3:9; Apoc. 2:5.

¿Cambiar de qué manera? De carácter. Léase Mat. 5:1-10, las bienaventuranzas. Con estas palabras Jesús comenzó el Sermón del Monte. Con estas palabras El explicó a los judíos y explica a nosotros cómo tenemos que cambiar. Hay que haber cambio de corazón (Mat. 5:8, 22, 28, 44; 12:34; 15:19). Tenemos que cambiar, dejando todas las características carnales de la vida pasada para desarrollar un carácter espiritual. Con las bienaventuranzas Jesús introduce el tema que es dominante en todo el Nuevo Testamento de que los verdaderos discípulos de Jesús son aquellos que van transformándose a la imagen de Jesús (Rom. 8:29; 12:1, 2; 2 Cor. 3:18; Gál. 4:19; Efes. 4:23, 24; Col. 3:10; 2 Ped. 1:4, etc.). Este proceso es difícil. Es necesario meditar a diario en las cualidades o características divinas, y esforzarnos para que lleguen a ser las características de nuestras vidas. ¿Cómo es el reino? ¿Cómo son los ciudadanos del reino de Dios? En Mat. 5:1-10 Jesús describe las características de los que pueden entrar en el reino de los cielos: los pobres en espíritu (los que reconocen sus faltas), los que lloran (por sus pecados), los mansos (los que están sujetos al control de Dios), los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los de limpio corazón, los pacificadores (los que hacen paz con Dios y con los hombres por medio del evangelio de paz), y los que sufren por causa de Cristo. ¿Cuántos quieren poseer estas cualidades? Pocos. ¿Por qué? Porque tienen que humillarse y someterse a la voluntad del Señor para desarrollar este carácter (el de Cristo), y la mayoría no lo quiere hacer.

De religión. La ley de Moisés que era "ayo" (tutor, guardián) para llevar a los judíos a Jesús fue cumplida cuando Jesús murió en la cruz (Col. 2:14). Comenzando el día de Pentecostés (Hech. 2) los judíos deberían dejar la religión antigua (la de la ley de Moisés) y aceptar el evangelio.

Hubo cambio de culto. Hubo cambio de ley (Heb. 7:12). Ya no se enseña el diezmo, y no se usan instrumentos mecánicos de música en el culto.

Vemos en Mat. 5:32; 19:9 que la enseñanza de Jesús es distinta de la ley de Moisés sobre el matrimonio y el divorcio y segundas nupcias. Actualmente hay muchas parejas que están mal en su matrimonio según lo que dice Jesús en estos textos: "cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera". Es muy difícil disolver tal unión, pero si alguna pareja está cometiendo adulterio por no tener el derecho de unirse en matrimonio, ¡desde luego tiene que dejar de cometer adulterio! Algunos lo hacen, pero la mayoría no quiere cambiar.

Además, los judíos habían inventado muchas tradiciones para aumentar su piedad, pero la religión de ellos era humana y vana y tenían que dejarla. Pero la mayoría no quería hacerlo. Su religión era externa, y no del corazón (Mat. 23:23-28). Jesús les dijo que tenían que cambiar. Tenían que limpiar el corazón y acabar no solamente con el adulterio, el homicidio y el hurto, sino también con los malos pensamientos, la avaricia, la maldad, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia y la insensatez (Mar. 7:21-23).

Sin embargo, la mayoría de los judíos no quería cambiar su religión ni su vida personal. Era un pueblo muy orgulloso y estaban satisfechos con su religión y con su forma de vida. Muchos se justificaban a sí mismos (Luc. 16:15; 18:11, 12). Por eso, no querían cambiar; creían que eran muy religiosos, porque en algunas cosas iban aun más allá de lo que ley de Moisés requería. Habían inventado muchas tradiciones (reglamentos humanos) para aumentar su religiosidad (Mat. 15:1-9), pero Jesús les dijo que tal religión era vana.

Otros cambios. Debe haber cambio de actitud, de disposición, de costumbres, y de amistades. Muchas veces se requiere cambio de empleo (o de negocio). Es necesario dejar algunos aspectos de la cultura porque están en conflicto con la enseñanza de Jesús.

Todo aquello que no está de acuerdo con la voluntad de Cristo debe ser "amputado" (Mat. 5:29, 30; 18:8, 9). Es necesario dejarlo para que no nos destruya.

El pensamiento principal de este texto es que es difícil arrepentirse o cambiar. Esta verdad se ve en toda la Biblia, de pasta a pasta. La obra principal de los profetas no era simplemente la de predecir el futuro, sino la de predicar el arrepentimiento y rogar al pueblo a que se volviera a Dios.

Otros aspectos de lo angosto del camino:

La puerta es angosta porque la verdad es angosta. Muchos piensan que cualquier cosa que la gente crea o practique es verdad para ellos, pero la verdad no es subjetiva sino objetiva. Judas 3 habla de “la fe” que fue entregada a nosotros. Es la fe que tiene que ser obedecida, Hech. 6:7.

La puerta es angosta porque requiere el bautismo. Mat. 28:19; Mar. 16:16. Muchos rechazan este mandamiento. Compárese Luc. 7:30. Los "evangélicos" dicen que no es necesario para la salvación. No es un mandamiento popular. Está en conflicto con la voluntad humana y, por eso, se considera muy angosta la predicación que lo requiere.

La puerta es angosta porque hay solamente un cuerpo (una iglesia). Dice Jesús (Mat. 16:18), "edificaré mi iglesia"; dice Pablo (Efes. 1:22, 23) que la iglesia es el cuerpo de Cristo: "la iglesia, la cual es su cuerpo", y dice también que hay un solo cuerpo (Efes. 4:4, "un cuerpo"). Por eso, el camino es angosto, porque no caben en el camino de Cristo las iglesias humanas.

Se requiere la santidad. 2 Cor. 7:1, "perfeccionando la santidad en el temor de Dios". 1 Tes. 4:3, "pues la voluntad de Dios es vuestra santificación". Heb. 12:14, "Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor". Es otra razón por la cual se dice que el camino es angosto, porque no todo el mundo quiere apartarse del pecado (santificarse).

Se requiere la sujeción al gobierno, Rom. 13:1-8; 1 Ped. 2:13-17. Esta es otra restricción que no es popular.

-- porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. 25 Después que el padre de familia (el amo o dueño de la casa; aquí se refiere a Cristo, v. 26) se haya levantado y cerrado la puerta, -- Cuando se hacía fiesta, los convidados tenían que llegar a la hora indicada. Los que llegaban tarde, encontraban la puerta cerrada y no se admitían. Esto se enfatiza en Mat. 25:10. Los preparados son los que aprovechan la invitación y llegan a tiempo. Los que preparaban fiesta y enviaban invitaciones no decían “vengan a la hora que les sean convenientes”. No decían “Aunque lleguen tarde, no hay problema, siempre serán abiertas las puertas”. Los que llegaban tarde despreciaban la fiesta y al que les invitaba.

Cuando Cristo venga (1 Tes. 5:1-3), la puerta será cerrada. Cuando uno muera (Heb. 9:27), la puerta será cerrada. Para los salvos la puerta cerrada significará seguridad eterna.

-- y estando fuera empecéis a llamar (tocar la puerta con mucha persistencia y ansiedad) a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois. - De esto habla Jesús en Mat. 10:32, 33. Al confesar a los suyos dirá, “Estos son míos”. A los que no le confesaron dirá “No os conozco; ni sé de dónde sois. Apartaos de mí, no tengo nada para vosotros”.

Compárese Mat. 7:23; 25:11, 12; 2 Tim. 2:19; conocer significa "aprobar". Los no preparados cierran la puerta en sus propias caras cuando deciden que no vale la pena servir al Señor o no quieren llegar a tiempo. Se acercan al Señor tal vez, pero lo hacen “a medias”, con desidia e indiferencia.

De la misma manera los que llegan tarde al culto de Dios lo desprecian. Creen que no vale la pena esforzarse para llegar a tiempo. Para los tales otras cosas son más importantes.

13: 26 Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, -- ¿Cómo huéspedes, invitados, vecinos? De alguna forma se habían asociado con él, habían comido con él. Es como hubieran dicho, “Pero ¿cómo dices que no nos conoces? Éramos conocidos y amigos.

-- y en nuestras plazas enseñaste. - ¿Quieren ser admitidos simplemente porque habían escuchado sus enseñanzas? Con estas palabras quieren ganar el favor del Señor, pero en realidad se condenan solos porque están admitiendo que habían escuchado su invitación (Mat. 11:28, 29) pero que no la aceptaron. Compárese Mat. 7:22.

13:27 Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad. (Sal. 6:8). - Mat. 7:23. Eran “hacedores” de maldad. La maldad era su empleo. Se ocupaban en eso.

13:28 Allí será el llanto (el lloro inconsolable e interminable) y el crujir de dientes, -- Mat. 22:13; 25:30, la expresión más gráfica del espantoso sufrimiento, remordimiento y miseria que no se pueden describir. ¿Por qué no se cree esto? ¿Por qué los hombres no temen el infierno? ¿Por qué no es más fuerte nuestra fe en esta enseñanza? Jesús habla de personas en agonía insoportable, retorciéndose en dolor y miseria, gritando, crujiendo los dientes, pidiendo misericordia. Rom. 2:8, “tribulación y angustia para toda alma humana que hace lo malo”. Jesús vino a la tierra y murió en la cruz para evitar que el hombre fuera al tormento eterno.

Gran parte del mundo religioso ya no cree en el castigo eterno, y si lo cree, su convicción es muy débil y no lo predica. Muchos de los que profesan creer la Biblia no creen en el infierno. No solamente los materialistas (testigos, adventistas, mormones) sino también los muchos modernistas que ocupan los púlpitos de iglesias que en años pasados sí lo predicaban. Últimamente varios predicadores de la iglesia de Cristo (por ejemplo, Edward Fudge, Homer Hailey) han publicado estudios negando que el infierno sea lugar de eterno sufrimiento de los perdidos.

La falta de enseñanza sobre este tema es una de las causas principales de la decadencia moral en este país.

Hay enfermedades y accidentes que pueden producir dolor fuerte. Casi todos conocen algo del tormento de un agudo dolor de muelas. La migraña (jaqueca) es un tormento insoportable. Muchos sufren por años por causa del cáncer. ¿Cuál es el sufrimiento más agudo que usted conoce o que ha observado?

Desde luego, aquí en este mundo, gracias a Dios, tenemos fuertes remedios para tales dolores. Hay anestesias que nos permiten aguantar la intervención quirúrgica aunque ésta dure por horas. Pero no habrá anestesia, ni morfina, ni siquiera una aspirina para aliviar el dolor y tormento en el infierno. Lo “insoportable” será soportado, no solamente por una hora o por un año, ni siquiera por solamente cien años, sino para siempre. Algunos ahora viven noventa o cien años. Imagínese cómo sería si tuvieran que sufrir intensamente toda su vida, sin ningún remedio para su dolor. ¿No habría aun aquí en la tierra mucho del “llanto y el crujir de dientes”?

Los hombres son capaces de inventar medios horribles de suplicio (tortura), por ejemplo para castigar o sacar información de los presos de guerra. Por ejemplo, el instrumento de tortura llamada el potro en el que se amarra el cuerpo y se estiran el brazo o la pierna de su coyuntura. También se usa el toque eléctrico y, desde luego, los golpes duros. Pero el medio más temido es la quemadura, porque no hay nada que pueda producir un vivo dolor físico más intenso que la aplicación del fuego al cuerpo. Cuando los hombres más crueles emplean las torturas más horribles para afligir a sus víctimas y por fin les aplican fuego, esto siempre produce aun más agonía. El fuego es, simplemente, el símbolo más terrible del sufrimiento que la mente humana sabe. De hecho, es imposible imaginar algo más severo y más horrible que el ser quemado con fuego.

Por lo tanto, con toda razón Jesús explica repetidas veces que “allí será el llanto y el crujir de dientes” porque en texto tras texto Jesús dice “fuego … fuego … fuego … fuego” (Mat. 5:22; 13:42, 50; 18:8, 9; 25:41; Mar. 9:43, 48; Luc. 3:17). El rico dijo (Luc. 16:24), “estoy atormentado en esta llama”. 2 Tes. 1:7, Jesús viene “en llama de fuego, 8 dando retribución a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo”.

La imaginación humana ejercida al máximo no podría producir un cuadro de la agonía y desolación más horrible que este que Jesús menciona a través de su ministerio. Es un cuadro tan desagradable que casi nadie se atreve a meditar sobre ello. En realidad, aun entre los que profesan ser cristianos, hay un infinitésimo número de personas que muestran en su vida que en verdad creen esta doctrina del sufrimiento que provoca el lloro y el crujir de dientes en tinieblas, sin esperanza del reposo o del alivio. En cuanto a la más horrible tortura física, la víctima puede esperar que pronto será inconsciente o muerto, pero en el infierno nunca habrá reposo. Apoc. 14:11, “el humo de su tormento asciende por los siglos de los siglos; y no tienen reposo, ni de día ni de noche”. ¿Qué sabemos de un sufrimiento o tormento interminables? Jesús y Pablo hablan del dolor del parto. ¿Qué mujer podría imaginar el sufrir así toda la vida, y aun eternamente?

Si de todo corazón creyéramos esta doctrina, no habría problema alguno con respecto a crucificar la carne, llevar una vida santificada, buscar primeramente el reino de Dios y su justicia y trabajar fervientemente para salvar almas. ¿Quién no haría grandes sacrificios para rescatar a una persona del sufrimiento causado por un incendio? En Nueva York cuando los terroristas destruyeron las torres gemelas (el 11 de septiembre de 2001), muchísimos bomberos y otros dieron sus vidas para tratar de rescatar al pueblo de esa conflagración. Pero ¿cuántos miembros de la iglesia de Cristo se esfuerzan para tratar de rescatar al pueblo del incendio eterno que les espera si no obedecen al evangelio? 2 Tes. 1:7-9. Aquí está la evidencia o la falta de evidencia de que somos en verdad “fervientes en espíritu sirviendo al Señor” (Rom. 12:11).

Y si no estamos preocupados por los perdidos, ¿los amamos? Y si no los amamos, ¿no estamos en peligro de tener que enfrentar la misma condenación nosotros mismos? Es obvio, pues, que nuestra fe en esta doctrina es muy débil. Si nos preguntan, decimos que sí la creemos, pero ¿de todo corazón? Compárese nuestra actitud hacia los otros peligros. Si creemos de todo corazón que hay vidas que peligran por causa de un ciclón o un incendio o una víbora, etc. ¿no hacemos todo lo posible por advertirles? Entonces, ¡cuánto más debemos advertir a las multitudes que están en marcha hacia el sufrimiento indecible, indescriptible que Jesús llama “el lloro y el crujir de dientes”!

En realidad casi todos haríamos algo para ayudar a otros para proteger este cuerpo físico, pero en el día final, todos tendrán cuerpos incorruptibles, y en ese cuerpo incorruptible los perdidos van a sufrir las agonías del infierno. Se requiere mucha fe para evitar tal fin y lo más importante es que los verdaderos cristianos tengan una fe fuerte, no fingida y no superficial, sino una fe activa, obediente y fervientemente trabajadora, en lo que Jesús dice. Cometen suicidio espiritual todos aquellos que rechacen esta doctrina (testigos, adventistas, mormones, y hasta algunos miembros de la iglesia de Cristo) y también los miembros de la iglesia de Cristo que no muestran por sus obras su fe en esta doctrina.

-- cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos (echados fuera, LBLA). 29 Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, (gentiles de todas las naciones, Isa. 49:6; Efes. 2:17) y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. --Mat. 8:11-12. Se refiere a la conversión de los gentiles. Para los judíos el esperado gozo en el reino mesiánico sería como fiesta con los patriarcas, pero la mayoría de ellos no aceptaron el mensaje de los profetas acerca de Cristo, ni tampoco de que los gentiles iban a participar en esa fiesta. El primer converso entre los gentiles fue otro centurión (Cornelio, Hech. 10). Pablo fue escogido para ser apóstol de los gentiles (embajador de Cristo entre ellos).

“Día triste viene” para los hijos o herederos del reino (los que deberían haber pertenecido al reino de Cristo pero no lo hicieron). Cristo vino al mundo para buscar a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mat. 15:24). Su ministerio se dedicaba a ellos. El evangelio fue predicado primeramente a ellos (Hech. 1:8; Rom. 1:16), pero lamentablemente la mayoría de los judíos no aprovecharon esta gran bendición y los que rechazan la invitación de Cristo serán “echados fuera”. En lugar de disfrutar la fiesta con los patriarcas estarán en las tinieblas de afuera, muy decepcionados, llenos de remordimiento y con furia.

Sin embargo, los judíos no son los únicos que deberían pertenecer al reino. Los que han oído al evangelio deberían pertenecer al reino, pero si siguen posponiendo y descuidando su obediencia, serán echados a las tinieblas de afuera junto con los judíos desobedientes.

También los que han sido criados en hogares de cristianos y saben perfectamente lo que deben hacer pero no obedecen si no obedecen serán echados a las tinieblas de afuera. Dios no tiene nietos; los hijos de los miembros no “heredan” la religión.

¡Y cuántos millares de gentes que tienen Biblias serán echados fuera en aquel día! El simple hecho de tener una Biblia no les da el derecho de sentarse con Abraham, Isaac y Jaco en el reino de Dios.

Muchos de los que están “cerca del reino” nunca entran en el reino.

13:30 Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros (Mat. 19:30; 20:16). - Los judíos habían de ser los primeros. El ministerio de Jesús era para ellos. Los apóstoles habían de predicar primeramente a los judíos y lo hicieron (en cada pueblo siempre llegaron primero a la sinagoga). Pero los “primeros” que no obedecen al evangelio serán “postreros”.

Es fácil suponer que los hermanos más reconocidos, más prominentes (p. ej., apóstoles, profetas, ancianos, evangelistas) serán los primeros, pero ante los ojos de Dios los más humildes y los más serviciales, sean personas prominentes o no, son los más grandes. Recordemos los ejemplos de la pobre viuda (Mar. 12:41-44), de María (Jn. 12:3), de Dorcas (Hech. 9:36, 39), de Febe (Rom. 16:1), de Aquila y Priscila (Rom. 16:3,4), de la casa de Estéfanas (1 Cor. 16:15, 16), y muchos otros “pequeños” que humildemente sirvieron al Señor. Tal vez ante los ojos de algunos sean “postreros”, pero sin duda ante los ojos de Dios serán “primeros”.

13:31 Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar. - Como mató a Juan (9:9). En muchas ocasiones se ve que los fariseos eran enemigos de Jesús, pero en esta ocasión fingen la amistad. Lucas es el único que relata esto y él no explica los motivos de Herodes y los fariseos.

13:32 Y les dijo: Id, y decid a aquella zorra: -- LBLA dice “el zorro”, pero literalmente la palabra es femenina. ¿Qué tenía en mente al llamarle “zorra”? Los de habla griega entendían la palabra “zorra” como todo lo contrario a lo valiente.

-- He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones - ¿Qué hacía Jesús en el territorio de Herodes? Ayudaba a sus súbditos, echando fuera demonios y sanando a muchos enfermos.

-- hoy y mañana, -- el tiempo para su ministerio era corto (compárese Jn. 11:9). El punto es que Jesús seguiría llevando a cabo su obra y nadie podría evitarlo. El no obraba según el calendario de Herodes, sino según el calendario de Dios.

-- y al tercer día termino mi obra (cumplo mi propósito, LBLA). - El “tercer día” es el tiempo indicado para terminarlo. El punto es que, a pesar de las amenazas de Herodes, Cristo no tuvo miedo de él, porque estaba seguro que iba a terminar su obra y que no iba a morir en Galilea sino en Jerusalén. Cuando dijo, “consumado es” (Juan 19:30) esto indicó el cumplimento de su propósito.

13:33 Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén. - No había peligro de que Herodes lo matara en Galilea porque Jerusalén era el lugar designado en el plan de Dios. Cuando apenas comenzó su ministerio los de Nazaret de Galilea querían matarlo (Luc. 4:29) pero no era posible matarlo “fuera de Jerusalén”. Solamente en la “santa ciudad” podían hacerlo. Allí la “Corte Suprema” (el Sanedrín) lo había de juzgar y sentenciar a morir en la cruz.

Además, tuvo que morir en Jerusalén porque era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Heb. 9:11-15; 10:1-10; 13:10-14). El vino al mundo para morir en Jerusalén como nuestra “Pascua” (1 Cor. 5:7).

Aquí otra vez observamos que Jesús estaba resuelto a terminar su obra. Véanse Jn. 9:4; 17:4 y compárese 2 Tim. 4:6-8.

13:34 ¡Jerusalén, Jerusalén, -- Se repite para dar énfasis. Compárense 1 Reyes 13:7, “altar, altar”; Luc. 10:41, “Marta, Marta”; Luc. 22:31, “Simón, Simón”;

-- que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!-

-- ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, (Deut. 32:11; Rut 2:12; Sal. 17:8; 36:7; 57:1; 91:4),- ¿Quién no ha visto gallinas recogiendo a sus polluelos debajo de sus alas para protegerlos de algún peligro? Con estas palabras de ternura y compasión habla de la ciudad que gritaría “¡Crucifíquele! ¡Crucifíquele!”.

-- y no quisiste! Este es el obstáculo principal; Jesús ofrece la salvación a todos, pero la mayoría simplemente no la quiere. Hech. 13:46; Juan 5:40, “y no queréis venir a mí para que tengáis vida”.

13:35 He aquí, vuestra casa os es dejada desierta - Dentro de unos cuantos años los romanos llegarían para poner sitio a Jerusalén para destruirla junto con su templo. Quedaría desolada. Compárense 1 Reyes 9:7, 8; Jer. 12:7; 22:5; 26:6; Ezeq. 10:18, 19; 11:22). Muy pronto Dios iba a abandonar no solamente el templo, sino también la ciudad misma. Luc. 19:41, “Cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella”.

23:39 Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor. {Sal. 118. 26.} - “El que viene en el nombre del Señor” es el Mesías. Los únicos que dicen esto son los que creen en El y obedecen al evangelio. Estos “ven” a Cristo (Jn. 3, “3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”). Desde luego, todos los que obedecen a Cristo deben amar su segunda venida. 2 Tim. 4:8. Todos estos (judíos y gentiles) dirán, “Bendito el que viene en el nombre del Señor”.

La Biblia no explica este texto. Si el “ver” es literal, será hasta el fin del mundo. Si es figurado sería la conversión de algunos de los judíos comenzando el día de Pentecostés, pero no puede significar lo que enseñan los milenarios (premilennialistas). Estos son los que enseñan que cuando Cristo venga la segunda vez, establecerá su trono literal en Jerusalén para reinar sobre la tierra por 1000 años. Por ejemplo, dicen los comentaristas B-S, “Con esta expresión solemne y dolorosa, el Mesías Salvador se despide de su pueblo, hasta el momento de su segundo advenimiento, en que será recibido con gozo con esa aclamación que resonó a su alrededor cuando entró en Jerusalén (21:9; Sal. 118:26) y que resonará nuevamente cuando el pueblo de Israel convertido salude al Salvador que vuelve en la gloria (Rom. 11:25 y sig).” Dicen los comentaristas JFB, “Cuando aquellas ‘Hosannas al Hijo de David’ con que las multitudes le dieron la bienvenida en la ciudad, en vez de causar indignación a los escribas y fariseo (cap. 21:15), saldrán de las bocas de toda la nación, como alegre aclamación a su Mesías una vez traspasado, pero finalmente reconocido. Que tal ocasión vendrá es evidente por lo que dicen Zacarías 12:10; Romanos 11:26 … etc.” Y así dicen muchos comentaristas evangélicos, pero Jesús no habla de la regeneración de la ciudad, sino de su destrucción.

Estos enseñan que al decir esto (23:39) Jesús se refiere a la conversión nacional de los judíos poco antes de su segunda venida y que éstos le darían la bienvenida cuando llegara, pero no hay nada en este contexto ni en ningún otro que enseñe tal cosa. El texto predilecto de ellos para “probar” esta teoría es Rom. 11:26, “y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad”, pero la palabra luego debe ser traducida (como dice la Versión Moderna) “y de esta manera”, o simplemente “así” (Versión Hispano-americana y LBLA). ¿De qué manera? V. 23, “Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar. 24 Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?” Pablo explica claramente que los obedientes (sean gentiles o judíos) son injertados y que los desobedientes son cortados. De esa manera, pues, es decir, los que abandonaban su incredulidad y obedecían al evangelio de Cristo serían salvos.

Los milenarios, enfatizando la palabra todo, enseñan que toda la nación de Israel será salva, pero el Nuevo Testamento enseña claramente que la salvación no es asunto nacional sino individual. El evangelio requiere que cada persona obedezca al evangelio. El énfasis, pues, no está en la palabra todo sino en la palabra así, o sea, cómo la salvación se obtiene. La salvación se obtiene de acuerdo a los requisitos del pacto (v. 27, “Y este es mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados”. Véanse Jer. 31:31-34; Heb. 8:6-13). El punto es que Dios no hace acepción de personas y, por eso, los requisitos nombrados para la salvación de los gentiles son los requisitos para la salvación de los judíos. Además, los dos reciben las mismas bendiciones. No hay “salvación nacional” ni para gentiles ni para judíos.
 

 
 


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