2 Tesalonicenses

 

Introducción. Después de escribir la carta a la iglesia de Tesalónica, parece que Pablo recibió noticias acerca de la condición de la iglesia y que se dio cuenta de la necesidad de escribirles otra vez. La segunda carta fue escrita poco tiempo después de la primera, pues las dos tratan de los mismos problemas. Había confusión con respecto a la segunda venida de Cristo y parece que el problema de la ociosidad había aumentado aun más.

          Otro detalle que nos convence que la segunda fue escrita poco después que la primera es que Silvano y Timoteo todavía estuvieron con Pablo. Estos dos hermanos estuvieron con Pablo solamente durante la primera parte de su ministerio en Corinto.

          En la segunda carta Pablo no sigue defendiendo su ministerio; por eso, la conclusión obvia es que la primera carta resolvió ese problema. Tampoco se vuelve a mencionar el problema de la muerte de los seres queridos. En esta carta sigue expresando su gratitud por la fidelidad de los hermanos (véase 1:3).

          Varios textos hablan acerca de la segunda venida de Cristo (p. ej., Jn. 14:1-3; Hech. 1:9-11), pero no se había revelado el tiempo de su venida. En la primera carta Pablo consuela a los hermanos con respecto a sus seres queridos que habían muerto (1 Tes. 4:13-18). Les explica que estos serían resucitados cuando Cristo viniera. Ahora en la segunda carta Pablo explica que habría una apostasía antes del retorno de Cristo (cap. 2). No sólo habla de una apostasía, sino que explica detalles específicos acerca del “hombre de pecado, el hijo de perdición” (2:3).

          En la primera carta (4:11, 12) les dijo, “y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada”, pero en la segunda carta podemos ver que esa amonestación no resolvió el problema, porque en la segunda Pablo amonesta fuertemente sobre el asunto, aun insistiendo en que se apartaran de los que no trabajaban (2 Tes. 3).

2 Tesalonicenses 1

 

1:1, 2 Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre (2:16) y en el Señor Jesucristo (1.7, 8, 9, 12; 2:1, 8, 14, 16; 3:6, 12): Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.  – La misma salutación que dieron en la primera carta. Al incluir a otros hermanos en la salutación no significa que participaran en la redacción de la carta.

 

1:3  Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás;  -- En la primera carta había dicho, “Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros, para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” (3:12, 13); ahora da gracias a Dios que esta oración fue oída. Esta segunda carta contiene amonestaciones muy fuertes y requiere la disciplina de miembros infieles, pero esta iglesia estaba creciendo y, por eso, debería tener la fuerza espiritual para llevar a cabo esta obra que estaba siendo necesaria. Compárese Rom. 15:14.

 

1:4  tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, -- Pablo escribe esta carta desde Corinto; por eso, probablemente se refiere a las iglesias de esa área. Al hablar de ciertas congregaciones Pablo dice “las iglesias de Dios” o “las iglesias de Cristo”. Desde luego, son las mismas. La iglesia no tiene nombre propio, sino que las Escrituras emplean designaciones descriptivas. Las iglesias son de (pertenecen a) Cristo, pues El compró la iglesia con su sangre (Hech. 20:28). El nombre Dios puede referirse al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

          Lamentablemente hay un grupo religioso, una rama de la llamada iglesia “Pentecostés” que usa el nombre “Iglesia de Dios”, pero no por eso deberíamos dejar de usar en sentido bíblico la designación descriptiva “iglesias de Dios”.

-- por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis. – Hech. 17:5-9, 13 describe la persecución de parte de algunos en Tesalónica y, según este versículo, no había terminado.

 

1:5  Esto es demostración (una señal, LBLA; evidencia) del justo juicio de Dios, -- ¿Cómo era la “paciencia y fe” de estos hermanos evidencia del justo juicio de Dios? El hecho de que ellos podían soportar tales pruebas daba evidencia de que Dios estaba con ellos para fortalecerles y que en el juicio final todas las injusticias serían rectificadas.

-- para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis. – El sufrimiento de los discípulos de Cristo logra algo bueno en ellos, como Pablo explica en Rom. 5:3, “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;  4  y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;  5  y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. Se puede afirmar, pues, con toda confianza que las persecuciones y tribulaciones tienen una parte importante en la providencia de Dios (Heb. 12:5-8). Pedro explica esto de la siguiente manera: 1 Ped. 1:6, “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas,  7  para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” y en la misma carta, 4:12, “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese,  13  sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.  14  Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros”.

 

1:6  Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, -- Lo que Pablo afirma aquí tiene que ver con el carácter de Dios. El es justo, y siempre actúa justamente. Por lo tanto, no es que Dios pueda castigarlos si quiere hacerlo, sino que su misma naturaleza demanda que lo haga. Los hombres de todas las naciones hacen leyes y castigan a los que las quebrantan, porque creen que no es correcto tratar de la misma manera tanto a los inocentes como a los culpables. Desde luego, muchos transgresores no se castigan aquí en este mundo, pero nadie escapará en el Día Final. También se puede decir que muchos de los magistrados terrenales amenazan mucho y castigan poco, pero Dios no amenaza en vano.

No es justo que el cristiano pague con tribulación a los que le atribulan (Mat. 5:44, 45; Rom. 12:17-21), pero para Dios sí es justo. Siendo justo Dios tiene que “pagar” a los hombres según sus obras, de la misma manera que el patrón tiene que pagar a los trabajadores. Las acciones de los que desobedecen al evangelio y obran en contra de Dios demandan el pago correspondiente. La justicia lo requiere.

 A través de la Biblia vemos el “justo juicio de Dios”. ¿Aceptamos esto? ¿Fue justo Dios cuando “echó fuera al hombre” del huerto de Edén? (Gén. 3:24). ¿Fue justo cuando destruyó a los habitantes de la tierra con el diluvio? (Gén. 6 - 9). ¿Fue justo Dios cuando “hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos; y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra”? (Gén. 19:24, 25). ¿cuando mató a Nadab y Abiú? (Lev. 10:1, 2). ¿cuando “abrió la tierra su boca, y tragó” a Coré, Datán y Abiram? (Núm. 16:32). ¿Fue justo el castigo de los israelitas que no pudieron entrar en la tierra prometida, sino que perecieron en el desierto? (Núm. 14:30, 32; Heb. 3:19-19). ¿Creemos en realidad que el Juez de toda la tierra hará lo que es justo? (Gén. 18:25).

¿Fue justo Dios cuando envió a su ejército para destruir a los cananeos y para dar su tierra al pueblo de Israel? (Véase Lev. 18:28). ¿Fue justo cuando mandó al rey Saúl que destruyera a Amalec, diciéndole, “y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho”? (1 Sam. 15:3; véanse Gén. 15:16; Deut. 25:17-19).

Bajo la ley de Moisés “toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución” (Heb. 2:2). Esta ley decía que  varias transgresiones merecían la pena de muerte: (1) el culto de dioses extraños (Ex. 22:20; Lev. 20:1; Deut. 13:5, 12-16); (2) la adoración del sol, la luna, las estrellas (Deut. 4:19); al igual que la magia, la hechicería (brujería) (Ex. 22:18) y la evocación de espíritus y la adivinación (Lev. 20:27); la blasfemia (Lev. 24:13-16); y la presunción de hablar en nombre de Dios (Deut. 18:20).

¿Eran justas esas leyes? ¿Eran demasiado severas? La respuesta de estas preguntas depende del concepto que uno tenga del único Dios Vivo y si piensa que El merece la adoración exclusiva del hombre. Todos los que creen en el Dios Vivo saben que estas leyes eran justas.

Dice Lev. 24:19, “Y el que causare lesión en su prójimo, según hizo, así le sea hecho: 20  rotura por rotura, ojo por ojo, diente por diente; según la lesión que haya hecho a otro, tal se hará a él. 21  El que hiere algún animal ha de restituirlo; mas el que hiere de muerte a un hombre, que muera”. Véanse también Ex. 21:23-25; Deut. 19: 21. ¿Pero Jesús no abrogó esta ley? Cuando Jesús habla de “Ojo por ojo, etc.” enseña que sus discípulos no deberían vengarse; más bien deberían volver bien por mal (Mat. 5:38-48). Pablo repite esta enseñanza en Rom. 12:17-21 e inmediatamente explica que el gobierno civil ejecuta la venganza de Dios (13:1-4). Esta ley era y es justa y debe ser la base de la ley civil ahora.

Job reconoció que todo pecado debe ser castigado. Job 31:5-8, 9-10, 16-23, 24-28, etc.

Es justo castigar al hijo desobediente (Prov. 13:24; 19:18; 22:15; 23:13, 14; 29:15). El mismo hijo desobediente reconoce esto; sabe que él mismo, por su conducta, está “pidiendo” o “demandando” el castigo. Si con justicia los padres administran la corrección, el hijo sensato la aceptará y se corregirá.

          Pero ¿es justo el castigo eterno? Muchos (como los testigos del Atalaya) niegan esto, pero al hacerlo muestran que son incrédulos que rechazan la doctrina de Cristo (Mat. 10:28; 2 Jn. 9) y que ellos no aprecian lo hermoso de la salvación (1 Tes. 1:9, 10; 5:9). Tampoco reconocen lo terrible del pecado. Los condenados no son jueces de sí mismos. No pueden eliminar el castigo que merecen. En lugar de juzgar a Dios ellos mismos serán juzgados por el justo juicio de Dios.

          Pablo dice que Cristo viene “en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo;  los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (1:8-9). ¿Creemos de todo corazón que este castigo será justo? ¿será justo que los tales sean echados al fuego que no puede ser apagado? (Mar. 9:43). ¿al horno de fuego? (Mat. 13:42); ¿al lugar de lloro y del crujir de dientes? (Mat. 22:13); ¿al lago de fuego? (Apoc. 20:15). Para disminuir el impacto del lenguaje de estos y otros textos sobre el castigo eterno, algunos dicen que son meros símbolos, que es lenguaje figurado, que se refiere sólo a la angustia espiritual por estar separados de Dios, pero recuérdese que el cuerpo será resucitado y será incorruptible.

          Es imposible imaginar el sufrimiento de los perdidos. La Biblia lo describe con los términos tormento, el llanto, el crujir de dientes, la tribulación, la angustia, etc. Apoc. 14:11 dice, “y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche” (pero léase también el v. 13, “los muertos que mueren en el Señor …descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen”).

Dice Apoc. 20:12, “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”. Véase también 2 Cor. 5:10. Es justo que el hombre sea juzgado según sus obras, y es justo que sea castigado por la rebeldía contra Dios.

Pablo afirma que es justo que Dios castigue a los perseguidores de los cristianos y a todos “los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo”. La justicia de Dios lo demanda. Dice 2 Ped. 2:4, “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio;  5  y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos; 6  y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente,  7  y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados  8  (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos),  9  sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los justos para ser castigados en el día del juicio”.

Los que no toman en serio el pecado no pueden entender el castigo que espera al pecador. Hoy en día la gente habla de los equívocos para no hablar de pecados; habla de los alcohólicos para no decir los borrachos; habla de una aventura para no decir adúlteros, etc. El hombre emblanquece el pecado. Se habla de la mentira blanca o de la mentirita. Muchos no se arrepienten simplemente porque no toman en serio el pecado y el castigo que merece. Jesús nos enseña que sería mejor cortar la mano o el pie, o sacar el ojo en lugar de ir al infierno (Mat. 5:29,30; Mar. 9:43-48).

Recordemos que Dios es justo. El no es como el hombre (Sal. 50:21; Isa. 55:8, 9).

 

1:7  y a vosotros que sois atribulados, daros reposo -- Como es justo que Dios castigue a los desobedientes, es justo que dé reposo a los obedientes. La palabra reposo es una palabra muy hermosa en cualquier idioma. Como el trabajador descansa al terminar el día de trabajo, como el soldado descansa después de la batalla, como el enfermo halla el dulce reposo después del dolor de alguna aflicción severa, así también los fieles reposarán de las persecuciones, tribulaciones, aflicciones y toda tristeza (Heb. 4:9; Apoc. 14:13; 21:4).

-- con nosotros, -- Los santos de Tesalónica, y todos los demás, no sólo encontrarán un precioso reposo, sino que disfrutarán de esta bendición en compañía con Pablo, Timoteo, Silvano y otros apóstoles y evangelistas del primer siglo. Los fieles deben anhelar estar reunidos con los evangelistas y otros que les enseñaron la palabra. Lamentablemente no es siempre así.

-- cuando se manifieste (apokalupsis, revelación, descubrimiento) el Señor Jesús desde el cielo (1 Tes. 1:10; 4:16; Hech. 1:9-11) con los ángeles de su poder, (1 Tes. 3:13; Mat. 13:41,42; 25:31).

 

1:8  en llama de fuego, (Isa. 66:15, 16; 2 Ped. 3:7-12) para dar retribución – Retribuir quiere decir pagar, recompensar. En realidad lo que el hombre reciba en Aquel Día será lo que él mismo habrá ganado:  véase Rom. 2:5 “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios,  6  el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: 7  vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad,  8  pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia;  9  tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego,  10  pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego;  11  porque no hay acepción de personas para con Dios”. El hombre gana, atesora, para sí mismo “ira para el día de la ira”. Es el premio por el cual ha trabajado.

-- a los que no conocieron a Dios, -- “Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste (Jn. 17:25). “Porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio” (Hech. 17:23).

¿Nunca habían oído estos de Dios? ¿Por qué no conocieron a Dios? Esto no significa que nunca habían tenido la oportunidad de conocer a Dios. Pablo explica en Rom. 1:19-21 que “lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido”. El problema fue  que “ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios” (Rom. 1:28). Son como Faraón que dijo, “¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz?” (Ex. 5:2). “Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses” (Gál. 4:8). Véase Efes. 4:18, 19.

Pero no sólo los gentiles, sino también los judíos se incluyen entre los que no conocieron a Dios. Recuérdese que la persecución de los hermanos de Tesalónica fue causada por los judíos (Hech. 17:5; véase 1 Tes. 2:14-16). Jn.8:55 (“vosotros no le conocéis”); 15:21 (“no conocen al que me envió”). Según estos textos muchos de los mismos hijos de Abraham, Isaac y Jacob, el pueblo escogido de Dios, no conocieron a Dios. ¿Por qué no le conocieron? (1) Porque “ni tenéis su palabra morando en vosotros” (Jn. 5:38); “Erráis, ignorando las Escrituras” (Mat. 22:29). (2) Porque no conocieron a Cristo; es decir, no lo aceptaron como el Hijo de Dios: Jn.14:7, “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais”. Es imposible conocer a Dios sin conocer a Cristo. “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Jn. 1:18). “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Jn. 17:3).

          Para los “sabios” de este mundo el evangelio es locura, como Pablo explica en 1 Cor. 1:21, “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.  22  Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría;  23  pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura;  24  mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios”. Actualmente el humanismo, la evolución y muchas otras filosofías son la sabiduría humana que llena la mente del hombre para que no oiga el evangelio para conocer a Dios. Pablo explica lo que estaba haciendo al predicar el evangelio: “derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Cor. 10:5).

Otros que profesaron conocerle eran los gnósticos, pero las cartas de Juan los exponen como falsos (véase 1 Jn. 2:4). Como Pablo dice en Tito 1:16, “profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan”.

Muchos no conocen a Dios porque creen y practican la doctrina de los hombres (Mat. 15:8, 9; Col. 2:22, 23). “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso” (1 Jn. 2:3). Jesús dice en Mat. 7:21, “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.  22  Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?  23  Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.

Aun entre los miembros de la iglesia del Señor hay personas que no conocen a Dios: “Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo” (1 Cor. 15:34). Los hermanos corintios que negaron la resurrección no conocieron a Dios. Lo mismo se puede decir de cualquier hermano que practique o enseñe error doctrinal.

-- ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo;  -- Estas dos expresiones son paralelas, pues los que no obedecen al evangelio de Cristo son los que no conocen a Dios. Los evangélicos casi no usan la expresión, “obedecer al evangelio”, porque enseñan que el hombre se salva por la fe sola, pero muchos textos hablan de obedecer para obtener la salvación: “el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hech. 5:32); “muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” (Hech. 6:7); “por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe” (Rom. 1:5); “pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia” (Rom. 2:8); “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;  18  y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Rom. 6:17, 18); “Mas no todos obedecieron al evangelio” (Rom. 10:16); “se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe” (Rom. 16:26); “¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad?” (Gál. 5:7); “vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Heb. 5:9); “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad” (1 Ped. 1:22); “¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?” (1 Ped. 4:17). Estos y muchos otros textos nos hacen ver que es imposible ser salvos sin obedecer al evangelio. Jesús dice la misma cosa en Mat. 7:21, “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.

Hechos de los Apóstoles relata la conversión de muchos judíos, samaritanos y gentiles. Todos estos obedecieron al evangelio de Cristo para ser salvos: (1) Pedro dijo a los judíos en el día de Pentecostés: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo … Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil persona” (Hech. 2:38, 41); (2) “Pero cuando (los samaritanos) creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres” (Hech. 8:12); (3) Hech.. 8, “35  Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús.  36  Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?  37  Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.  38  Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó”; (4) Después de predicarle el evangelio, Ananías dijo a Saulo de Tarso, “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hech. 22:16); (5) Pedro predicó el evangelio a Cornelio y su casa y “mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús” (Hech. 10:48); (6) Lidia estaba atenta a lo que Pablo decía y “fue bautizada, y su familia” (Hech. 16:14, 15); (7) el carcelero de Filipos oyó la predicación del evangelio y “tomándolos en aquella misma hora de la noche … se bautizó él con todos los suyos” (Hech. 16:33); (8) “muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados” (Hech. 18:8). Estos son los ejemplos que todos deben seguir para obedecer al evangelio. Tomando estos textos en conjunto observamos que estas personas oyeron el evangelio, creyeron en Cristo como el Hijo de Dios, se arrepintieron de sus pecados, confesaron a Cristo y fueron bautizados (sumergidos) en agua para perdón de los pecados.

          El rey Saúl recibió el siguiente mandamiento de Dios: “Vé, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos” (1 Sam. 15:3), pero Saúl desobedeció a Dios: “Y Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir; mas todo lo que era vil y despreciable destruyeron” (1 Sam. 15:9). Dijo que trajeron los animales engordados, etc. para ofrecerlos en sacrificio a Dios, pero ¿Dios aceptó eso? Siga leyendo 1 Sam. 15:22, “Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.  23  Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey”.

          Siempre seamos, pues, “hijos obedientes” (1 Ped. 1:14).

 

1:9  los cuales sufrirán pena (lit., pagarán la pena) de eterna perdición (destrucción, LBLA; 1 Tes. 5:3), -- La palabra destrucción (perdición) no significa aniquilación, sino ruina (1 Tim. 6:9, LBLA). Dice Mat. 10:28, “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”. Esta destrucción no se refiere a la perdición de la existencia, sino a la perdición del bienestar. Los perdidos estarán en el estado de ruina, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, -- La esencia de la recompensa celestial será la comunión con el Señor (gozar de su presencia, Jn. 14:3; 17:24),  y el castigo eterno será la separación de su presencia. A los que no hacen la voluntad del Padre Jesús dirá, “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mat. 7:21-23). En el día final dirá a los que estarán a su izquierda, “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mat. 25:41), pero los fieles “estaremos siempre con el Señor” (1 Tes. 4:17; 2 Cor. 4:14; Col. 3:4).

          -- eterna perdición – “Irán éstos al castigo eterno” (Mat. 25:46). Dicen los materialistas (p. ej., los testigos del Atalaya) que el castigo eterno significa que los perdidos estarán aniquilados para siempre, pero Jesús se refiere a un estado de castigo continuo.

 

1:10  cuando venga en aquel día (1 Tes. 5:4) para ser glorificado en sus santos (los que se han santificado por el evangelio, 1 Tes. 3:3, 4; 5:23; 2 Cor. 7:1) – “En aquel día” los fieles serán participantes de su gloria, Rom. 8:17; 1 Cor. 2:7; Fil. 3:21; Col. 1:27; 3:4.

-- y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros). – Hech. 17:1-4; 1 Tes. 2:13. “Los que creyeron” se llenarán de admiración al ver al Señor (1 Jn. 3:3), pero los que no obedecen al evangelio se llenarán del terror (1:8, 9).

 

1:11  Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe (1:3; 1 Tes. 1:3) con su poder, -- véase 1:5. Para ser dignos “de su llamamiento”, debemos estar dispuestos a servir al Señor (2 Cor. 8:12), aprovechar o usar bien el talento que el Señor nos ha dado (Mat. 25:15) y, como María, hacer lo que  podamos (Mar. 14:8). Recordemos que Jesús dijo, “cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos” (Luc. 17:10), pero queremos crecer y ser perfectos (completos, maduros), (Mat. 5:48, en amor; Jn. 17:21, 23, en unidad; 2 Cor. 7:1, en santidad; 13:9, 11; Heb. 5:14; Sant. 2:22, perfeccionar la fe con obras). Apoc. 2:10 dice, “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”.

          Pablo ora a Dios para que Dios cumpla todo propósito de bondad (que cumpla todo buen propósito, RVR90). Seguramente el buen propósito de los tesalonicenses era llevar a cabo las instrucciones que Pablo les había entregado en persona (4:2), como también las de la primera carta: p. ej., 4:3, la santificación; 4:11, 12, “y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada”; y la serie de exhortaciones que da al concluir la carta (5:11-22).

          ¿Cuáles son los buenos propósitos de nosotros? ¿Tenemos el buen propósito de ser más fieles, más activos, de crecer y madurar espiritualmente? ¿Tenemos el ferviente deseo y propósito de perfeccionarnos? ¿Anhelamos ser buenos maestros de la Biblia? ¿Quieren algunos hermanos predicar la palabra o predicar mejor? ¿Anhela algún hermano ser obispo (1 Tim. 3:1)? ¿Queremos ser mejores padres, hijos, esposos? ¿Ser más útiles al Señor en todo?

          Algunos no crecen porque no piensan crecer, y no cambian porque no piensan cambiar. El buen propósito precede la acción. Ofrendamos de acuerdo a lo que Dios nos haya prosperado si hemos propuesto hacerlo (1 Cor. 16:1, 2; 2 Cor. 9:7). “Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey” (Dan. 1:8). Pablo dice que al llegar a Corinto, “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Cor. 2:2).

          Dios quiere que sus hijos cumplan todo buen propósito. Nos ayuda a hacerlo. Como dice el Salmo 20:4 “Te dé conforme al deseo de tu corazón, y cumpla todo tu consejo”. Dice el Salmo 145:18, “Cercano está Jehová a todos los que le invocan,  A todos los que le invocan de veras.  19  Cumplirá el deseo de los que le temen;  Oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará”. Por eso, digamos “Señor, delante de ti están todos mis deseos, y mi suspiro no te es oculto” (Sal. 38:9). “El deseo de los justos es solamente el bien” (Prov. 11:23).

 

1:12  para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros (Jn. 17:10, 22; Gál. 1:24), y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo. – El Señor será glorificado en ellos si Dios les tiene “por dignos de su llamamiento”.

 

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