Mateo 5

 

          5:1 Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos.  2  Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:  3  Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.

          A. La palabra bienaventurado, makarios, significa dichoso o feliz. Se usa­ba para hablar de la felicidad de los dioses, de un gozo más allá de todo cuidado. La palabra se refiere a "la naturaleza de lo que es el mayor bien". Esta felicidad no depende de las circunstancias favorables. Pablo conocía el verdadero gozo a pesar de mucho sufrimiento (2 Cor. 11:23-28; Fil. 4:6,7,11,12). No depende esta felicidad de la prosperidad, ni de los eventos agra­dables, sino de la condición del corazón. Hay contraste entre las bienaventu­ranzas y los ayes, Luc. 6:20-26. ¡Ay de al­gunos! y ¡qué felices son otros!

          B. Sin duda Jesús sorprendió a sus oyentes cuando identificó a los que son bienaventurados. Muchos hubieran dicho "Bienaventurados los ricos". Los escribas y fariseos hubieran dicho, "bienaventurados los hijos de Abraham; bienaventurados los circuncisos; ¡ay de los incircuncisos!" Pero Jesús no enseñaba como los escribas, Mat. 7:29. El dice, "Bienaventurados los pobres en espíritu", los humildes, los que recono­cen que son pecadores y buscan el perdón de Dios. Todo el mundo peca (Rom. 3:23), pero los pobres en espíritu son los que re­conocen que son pecadores y que están dispuestos a confesar sus pecados -- hu­mildemente admitir que han pecado, que están errados, que están mal -- y que bus­can el perdón de Dios y de las personas a quiénes han ofendido. Muchos (como el fariseo de Luc. 18:11,12) no son "pobres en espíritu".

LOS POBRES EN ESPÍRITU

          I. Sant. 4:6, "Dios resiste a los sober­bios, y da gracia a los humildes".

          A. 1 Ped. 5:5,6, Pedro dice lo mismo, y luego agrega esta exhortación, "Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios". El hombre debe humillarse delante de Dios, reconociendo que es un pecador necesitado del perdón de Dios, y dispuesto a escuchar su enseñanza, obe­decerle y dedicar su vida al servicio de El. La soberbia y el egoísmo destruyen al hombre (Prov. 16:18).

          B. La soberbia significa la exaltación de sí y la oposición a la voluntad de Dios; por ejemplo, muchos judíos no confiaban en la gracia de Dios, sino en ser hijos de Abra­ham (Mat. 3:7-12); los filósofos griegos confiaban en su sabiduría (1 Cor. 1:21), como hoy en día los humanistas destronan a Dios y exaltan al hombre, diciendo que el creer en Dios es un insulto a la inteligencia del hombre. Muchos profesores creen que lo que ellos no saben no es cierto o que no importa. Defienden la ignorancia, la superstición y toda clase de filosofía insen­sata (como la evolución). Dicen (con Faraón), "¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz ...? Yo no conozco a Jehová" (Ex. 5:2).

          C. Rom. 1:30, los "soberbios" están aso­ciados y relacionados con "los aborrecedores de Dios, injuriosos, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres". Rom. 1:18-32 describe cómo la soberbia del hombre destrona a Dios y lle­va al hombre a toda forma de depravación y corrupción. Para los soberbios, Dios no es el Creador. No hacen ninguna distinción en­tre el Creador y las criaturas. No dan gra­cias a Dios como el Dador de todas nues­tras bendiciones. Tienen más alto concepto de sí que el que deben tener, Rom. 12:3,16.

          D. La soberbia, pues, previene y evita la conversión a Dios. Los soberbios no quieren recono­cer que son pecadores. No quieren reconocer sus faltas. No quieren cambiar su vida. Hay soberbios religiosos que no quieren admitir que están en error doctrinal. La soberbia no les deja alejarse de la religión de sus padres. Por eso, la Biblia dice, "Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu" (Prov. 16:18). Véase Prov. 18:12. La única esperanza para los hom­bres es que se humillen y que sean "pobres en espíritu", que reconozcan que están en­fermos (Luc. 5:31), y que urgentemente necesitan del perdón de Dios.

          II. Los pobres en espíritu saben que es­tán en bancarrota espiritual.

          A. Cristo vino al mundo para buscar y a salvar lo que se había perdido (Luc. 19:10). El Buen Médico vino a buscar en­fermos (Luc. 5:32; 15:1,2). "Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero" (1 Tim. 1:15). Jesús no puede ayudar a los que no reconocen que son pecadores per­didos.

          B. Los "pobres en espíritu" son como "mendigos espirituales", cargados de pobreza espiritual, y sin recursos espiri­tuales. El hombre que trabaja para ga­narse el pan diario se llama "pobre" (del verbo penomai), 2 Cor. 9:9. Este "pobre" no es rico, no le sobra nada después de proveer lo más necesario, pero tampoco sufre miseria. Pero Jesús no emplea esa palabra. El usa la palabra ptojoi  que se refiere a los que en verdad son pobres, los que es­tán hundidos en la miseria. "Ptochos, un adjetivo que describe a uno que se agacha, se usa como nombre, un mendigo, Luc. 14:13,21, 'pobres'; 16:20,22, 'mendigo'" (WEV).

          C. Por lo tanto, "los pobres en espíritu" son los que reconocen que son pecadores, "destituidos de la gloria de Dios" (Rom. 3:23), y ponen toda su confianza en Dios para que les perdone y les reciba en su reino.

          D. "Los pobres en espíritu" saben que no pueden salvarse solos. Luc. 16:15, Jesús dijo a los fariseos, "Vosotros sois los que os justi­ficáis a vosotros mismos delante de los hombres". La actitud de éstos era lo opuesto de la actitud de "los pobres en es­píritu". Luc. 18:9-14, el fariseo en el tem­plo que "oraba consigo mismo", hablando de sus grandes virtudes, quería justificarse a sí mismo, pero no fue a su casa justificado (ver. 14). Aunque era judío, este fariseo no reconoció a Dios, no le pidió nada y no le dio gracias. Solamente "oraba consigo mismo". Apoc. 3:17, la iglesia de Laodicea se justificaba a sí misma, diciendo, "Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad", pero Jesús le dijo, "y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo". El po­bre en espíritu sabe que es un desventu­rado, miserable, pobre, ciego y desnudo, pero también sabe que Cristo le puede enriquecer y sanar, ver. 18.

          E. Se elogia a los hombres indepen­dientes, los que tienen mucha confianza en sí mismos, pero esta "virtud" es muy peli­grosa. Los tales a veces no solamente son independientes de los hombres sino tam­bién de Dios.

          III. Bienaventurados vosotros los po­bres, Luc. 6:20.

          A. Dios siempre ha mostrado su interés en los pobres que confían en El. Léanse Salmo 9:18; 34:6; 72:4; 107:41; 132:15. Dios es el Defensor de los pobres y destituidos.

          B. Cristo vino al mundo para predicar a los pobres, Luc. 4:18.

          C. Hablando de manera general, el pueblo de Dios se describe como pobres, oprimidos, afligidos, Sant. 2:5; 2 Cor. 6:10; Apoc. 2:9; 1 Cor. 1:26-31. Los ricos son, generalmente, crue­les, orgullosos, opresores (Sant. 2:6,7; 5:1-6), materialistas que  prosperan (Sal. 73:3). Por eso Jesús dice, ¡Ay de vosotros, ricos! (Luc. 6:24). También Santiago (5:1-6) los denuncia.

          D. Desde luego, muchos pobres no son buenos (Prov. 19:15; 21:25; 24:30-34), y muchos ricos no son malos (Abraham y Job eran muy ricos). La verdad es que hay peligro tanto en la pobreza como en la riqueza (Prov. 30:8,9), pero la mayoría de "los po­bres en espíritu" son pobres también en lo material.

          E. Muchos textos hablan de la influen­cia negativa que las riquezas tienen sobre el alma, Luc. 12:13-21; 16:19-31; 1 Tim. 6:6-10, 17-19.

          IV. Algunos ejemplos de los pobres en espíritu.

          A. Luc. 7:36-50, la mujer pecadora que regó con lágrimas los pies de Jesús y los enjugaba con sus cabellos era pobre en espíritu. Reconocía que estaba arruinada espiritualmente, y confiaba en Jesús para el perdón.

          B. Luc. 18:9-14, el publicano que dijo, "Sé propicio a mí, pecador" era pobre en espíritu. Reconocía que necesitaba el perdón de Dios, que estaba totalmente carente de la justicia de Dios, y no confia­ba en sí (como hizo el fariseo), sino en Dios.

          C. Luc. 15:17-19, "Yo aquí perezco de hambre. Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti: Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jor­naleros". El hijo pródigo llegó a ser pobre en es­píritu.

          D. Sal. 51:1-3, "Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones ... yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre de­lante de mí". El ver. 17 (versículo clave) dice, "Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios". David era pobre en espíritu.

          V. "Porque de ellos es el reino de los cielos", porque estos son los únicos que lo buscan.

          A. Los "pobres en espíritu" serán per­donados y hechos ciudadanos del reino de los cielos, pero es en vano hablar de la salvación a los que no quieren reconocer que son pecadores que deben arrepentirse y cambiar sus vidas. El Médico no puede ayudar al enfermo que no quiere recono­cer que está enfermo. Mat. 18:3, tenemos que arrepen­tirnos y hacernos como niños (humillarnos como niños, ver. 4), para poder entrar en el reino de los cielos.

          B. Juan 3:5, "el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios". El famoso rabino, Nicodemo, debería arrepentirse y cambiar su vida. No podía entrar en el reino de los cielos en virtud de ser "un principal entre los judíos" (ver. 1). Ya no bastaba con ser "judío", ni aun con ser un judío famoso. El tenía que humillarse (ser "pobre en es­píritu"), y obedecer al evangelio, para entrar en el reino. Era necesario que se arrepintiera y que fuera bautizado para ser salvo. Los pobres en espíritu no discuten acerca de la necesidad de bautizarse, porque al saber que el bautismo es un mandamiento del Señor (Mar. 16:16) para remisión de pecados (Hech. 2:38), con gusto lo obede­cen.

          C. Col. 1:13, Dios "nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo".

          Conclusión.

          A. "Los pobres en espíritu" son per­sonas humildes que reconocen que son pecadores, destituidas de la gloria de Dios. Reconocen que están en bancarrota espiritual. Estos crucifican la soberbia, porque re­conocen que no pueden justificarse a sí mismos. Por lo tanto, ponen toda su con­fianza en Dios. Compungidos de corazón, los tales obedecen al evangelio de Cristo, para obtener el perdón de los pecados y el don del Espíritu Santo, Hech. 2:37,38.

          D. Entonces como cristianos siguen siendo "pobres en espíritu", siempre dispuestos a admitir faltas y pedir perdón, Sant. 5:16; 1 Jn. 1:9.

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Mateo 5:4, Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.

LOS QUE LLORAN

Introducción.

          A. Jesús habla de "llorar" como se llora la muerte de un ser querido. Significa llo­rar intensamente. No se refiere al "llorar" por ambi­ciones fallidas, ni por haber perdido riquezas, ni por haber sido avergonzado, ni por haber sido castigado por alguna maldad. No hay bendiciones para los que lloran por estas causas, a menos que se arre­pientan. Tampoco promete bendición para aquellas almas pesimistas que viven lloriqueando por su mala suerte, diciendo que todo el mundo está en contra suya.

          C. Esta bendición se pronuncia sobre los que lloran (1) por los pecados propios, (2) por los pecados de otros, y (3) por el sufrimiento y la tristeza que hay en el mundo.

          I. "¡Ay de vosotros, los que ahora reís!" Luc. 6:25.

          A. Jesús no enseña que es pecado reír. Ecles. 3:1,4 dice, "todo tiene su tiempo ... tiempo de llorar, y tiempo de reír". Sin embargo, para muchos el "mayor bien" de la vida es la risa. Para los tales la vida no tiene nada de seriedad, sino que es una gran comedia; para ellos el mundo está lleno de payasos. El buscar placeres es su fin y propósito (Heb. 11:25; Luc. 8:14). Sant. 5:5 bien describe la gente mundana: "habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engor­dado vuestros corazones como en día de matanza".

          B. Dios se reirá de ellos, Sal. 2:4; 37:13, "porque ve que viene su día". Luc. 6:25, "¡ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis". Tal vez Jesús se refiere a la destrucción de Jerusalén (Luc. 19:41-44).

          II. "La tristeza del mundo produce muerte".

          A. Es importante distinguir entre "la tristeza que es según Dios" que produce arrepentimiento para salvación, y "la tris­teza del mundo" que produce muerte (2 Cor. 7:9,10). Los criminales lloran porque se descubren y se castigan. El borracho llora porque su hígado está arruinado, y el fumador llora por el cáncer de los pul­mones. Muchos lloran porque se dan cuenta de que en su matrimonio están cometiendo adulterio, aunque estén "casados" legalmente. Pero el llorar de estos no produce la dicha a menos que se arrepientan.

          B. Núm. 14:40-45, el pueblo rebelde se enlutó, pero no fue bendecido. 1 Sam. 15:24-28, el rey rebelde se puso triste, pero ¿por qué? Porque fue rechazado por Dios por causa de su deso­bediencia. Mat. 27:3-5, Judas estaba muy triste, aun desesperado, pero su tristeza era "la tristeza del mundo". En su desesperación cometió suicidio. 1 Ped. 4:15, "ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno". El pecado produce sufrimiento.

          C. 1 Tim. 4:2, "teniendo cauterizada la conciencia", muchos no lloran por sus pecados. Véase también Efes. 4:19. Mu­chos mundanos tratan de suprimir la miseria y tristeza de su vida con alcohol y otras drogas. Jesús no promete consolación para los que "lloran" por "la tristeza del mundo", porque esta tristeza no produce arrepentimiento.

          III. "La tristeza que es según Dios" es la que nos trae muchas bendiciones.

          A. "La tristeza que es según Dios pro­duce arrepentimiento para salvación". De esta tristeza Jesús habla (Mat. 5:4). El llo­rar no es en sí una bendición, pero si pro­duce arrepentimiento y obediencia, trae bendición. (1). Esta es la tristeza que sentía David, Sal. 51:17; véanse Sal. 34:18; 38:18. (2). Es la tristeza demostrada por la mujer pecadora que "estando detrás de él (Jesús) a sus pies, llorando, comenzó a re­gar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume", Luc. 7:38. Nosotros debemos imitar a esta mujer. Los pecados de nosotros no son mejores o más res­petables que los de ella. No hay pecados "veniales y mortales" según la Biblia. Cada vez que pequemos debemos tener la misma actitud que ella demostró. Debe­mos sentir verdadera tristeza por el pecado, arrepentirnos inmediatamente y pedir perdón al ofendido y a Dios. (3). La tristeza de Pedro, Mat. 26:75. Después de negar a Jesús tres veces, "saliendo fuera, lloró amargamente" y volvió al Señor (Luc. 22:32). (4) La tristeza de Joel 2:12,13, "convertíos a mí ... con lloro".

          B. Es imposible arrepentirse si no hay tristeza por los pecados. Es necesario sen­tir tristeza por haber ofendido a Dios.

          IV. Los que lloran se preocupan por otros.

          A. Los profetas se preocupaban por el pueblo de Israel, Isa. 22:4; Jer. 9:1; 13:17; 14:17; Lamentaciones. Se preocupaban por sus pecados, y por el castigo que iban a sufrir (matanza, cautiverio, esclavitud).

          B. Jesús lloró sobre Jerusalén, Luc. 19:41-44. Véanse Mat. 9:36; 23:37.

          C. Debemos preocuparnos por la condición lamentable del mundo religioso, por los ciegos que siguen a otros ciegos (Mat. 15:14). Debemos preocuparnos por los pecados de la iglesia (mundanalidad, indiferencia, liberalismo, apostasía), y por el castigo que espera a los infieles. 1 Cor. 5:2; 2 Cor. 2:4; Gál. 4:19; Fil. 3:18; 1 Ped. 4:17,18. Rom. 12:15, "gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran".1 Cor. 12:25,26, "que los miembros todos se preocupen los unos por los otros ... si un miembro padece, todos los miem­bros se duelen con él". Debemos estar preocupados por el sufrimiento que hay en el mundo. Los cristianos no pueden ser indiferentes hacia los demás.

          V. Cristo consuela a los que lloran de esta manera.

          A. ¡Qué felices, pues, los que lloran por sus pecados, y quieren el perdón de Dios! Serán consolados. Dios nos reprende por el pecado, luego nos sana si nos arrepen­timos. 2 Cor. 1:3; 2 Tes. 2:16 "nos dio con­solación". Sal. 30:5, "porque un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida".

          B. Cristo se llama "la consolación de Is­rael", Luc. 2:25. Mat. 11:28-30, "venid a mí ... yo os haré descansar". Isa. 61:1-3, "a ordenar que a los afligidos ... se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, ale­gría ... espíritu angustiado". Luc. 4:16-21, "enviado a sanar a los quebrantados de corazón". 1 Ped. 2:6, creyentes no serán avergonzados, no decepcionados.

          C. Hech. 2:37, los "compungidos" obe­decieron al Señor, siendo bautizados para el perdón de sus pecados (vers. 38,41), recibieron el perdón y el don del Espíritu Santo. Isa. 35:10, "y los redimidos de Je­hová volverán, y vendrán a Sion con ale­gría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido" (esta hermosa pro­fecía se cumple en los que obedecen al evangelio y reciben toda bendición espiritual en Cristo, Efes. 1:3). 1 Tim. 1:12,13, Pablo siempre estaba afligido por causa de su pecado. Obedeció al Señor y recibió misericordia (Hech. 22:16; 26:19). Entonces habló mucho de "gozo" y "regocijo" (véase carta a los fili­penses).

          D. Sal. 126:5,6, "los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la pre­ciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas". Apoc. 7:17; 21:4, "Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos".

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Mateo 5:5, “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.

LOS MANSOS

Introducción.

          A. ¡Felices son los mansos! Son herederos de las más ricas bendiciones de Dios, no solamente en el cielo, sino aun ahora en la tierra.

          B. Todas estas bienaventuranzas son bien relacionadas. No describen a distintas personas, sino al verdadero discípulo de Cristo.

          I. ¿Qué significan las palabras "manso" y "mansedumbre"?

          A. No significan "cobarde", ni "tímido", ni "pasivo". Moisés era hombre muy manso (Núm. 12:3), pero reprendió severamente la idolatría del pueblo (Ex. 32:19). Jesús era manso (Mat. 11:29), pero demostró en varias ocasiones su valor al corregir a los judíos (Mat. 21:12,13; Jn. 2:14-16). Cuando uno de los alguaciles le dio una bofetada, Jesús dijo, "Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas?" ¡Jesús no era nada tímido!

          B. Lo opuesto de "manso" es "arrogante", "soberbio", u "orgulloso". Todo cristiano debe enojarse (Efes. 4:26), porque no debe ser indiferente hacia el pecado, pero el enojo sano requiere do­minio propio.

          C. El manso está sumiso a Dios, obe­diente, nunca rebelde ni desobediente. No resiste a Dios. Siempre dice, "Hágase tu voluntad y no la mía". Todos sus deseos, pensamientos, instintos, e impulsos están sujetos a la voluntad de Dios. Es contro­lado por Dios. Prov. 16:32, "se enseñorea de su espíritu". El dominio propio es, en realidad, el dominio de nuestras vidas por Dios, 2 Ped. 1:6; Tito 1:8, "dueño de sí mismo".

          D. La mansedumbre es "fruto del Es­píritu" (Gál. 5:22,23). A los contenciosos y arrogantes de Corinto Pablo habla de misericordia, amor y mansedumbre (1 Cor. 4:21; 2 Cor. 10:1). Los espirituales deben restaurar al hermano caído "con espíritu de mansedumbre" (Gál. 6:1). Esta virtud es compañera del amor y humildad (Efes. 4:2; Col. 3:12). Los predicadores y maestros deben corregir al oponente con el espíritu de mansedumbre (2 Tim. 2:24,25). Es lo opuesto del espíritu querelloso y pleitista (Tito 3:2). Es el es­píritu que se necesita para aprender (Sant. 1:21). Se pone en contraste con ce­los amargos y contención (Sant. 3:13). Debemos dar razón de la esperanza con mansedumbre (1 Ped. 3:15).

          E. Compárese el amansar caballos. Significa sujetarlos a la rienda, enseñarles la obediencia. Compárese también el agua turbulenta de una presa que produce la electricidad. Así debe ser el espíritu nues­tro, controlado y utilizado por Dios en su servicio.

          F. La mansedumbre está relacionada estrechamente con la humildad (es fruto de ella), y también con la misericordia, benignidad y paciencia. Efes. 4:2, "con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros". Si somos mansos, somos pacientes y tolerantes; nos soportamos los unos a los otros (Gál. 5:26). Muchos proble­mas en la iglesia serían solucionados si hubiera más mansedumbre entre los miembros. Col. 3:12,13, "Vestíos de miseri­cordia, de benignidad, de mansedumbre, de paciencia, soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros". Los mansos están dispuestos a perdonar.

          G. El manso es sufrido. Su gentileza es conocida de todos, Fil. 4:5. Con buena voluntad soporta insultos y malos tratos. Recuérdese, el manso tiene bajo control los impulsos y emociones y toda la con­ducta. No se deja amargar, ni tiene es­píritu vengativo. No es orgulloso ni arro­gante.

          H. El manso está dispuesto a sufrir agravio, ser defraudado, en lugar de causar escándalos en la iglesia, 1 Cor. 6:7.

          II. Ejemplos de la mansedumbre.

          A. Abraham.  Gén. 13:8,9, no contendió Abraham por sus derechos. Tenía "señorío", pero dio la preferencia a Lot. Dijo, "No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos".

          B. Moisés. Núm. 12:3, "Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hom­bres que había sobre la tierra". No era manso cuando mató al egipcio (Ex. 2:12); él quería identificarse con sus hermanos (los hebreos), pero todavía no estaba gobernado por Dios. Desde luego, aun des­pués no fue perfecto, pues en alguna ocasión fue grandemente provocado por el pueblo y "habló precipitadamente con sus labios" (Sal. 106:32,33), pero Núm. 12:3 describe perfectamente el carácter de este gran hombre: "muy manso".

          C. Cristo. Mat. 11:29 Jesús, "manso y humilde de corazón"; 2 Cor. 10:1, "os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo". Mat. 21:5, Jesús es Rey de reyes, pero también manso. 1 Ped. 2:20-23 describe su manse­dumbre en el sufrimiento.

          D. Pablo. 1 Tes. 2:7,11, "fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos ... así como el padre a sus hijos, exhortábamos y con­solábamos a cada uno de vosotros". La ternura no es debilidad.

          E. Como todos saben, Abraham, Moisés, Jesús y Pablo no eran nada tímidos, ni pasivos, ni mucho menos cobardes. Eran muy fuertes y, por lo tanto, eran grandes líderes, pero tenían su fuerza bajo control.  Los mansos, pues, son verdaderos discípulos de Jesús, que demuestran el valor y fuerza, pero tienen bajo control la voluntad y las emociones. Recuérdese que el verdadero dominio propio significa bajo el control de Dios.

          III. Recibirán la tierra por heredad.

          A. Los testigos del Atalaya enseñan que literal­mente los mansos recibirán la tierra por heredad, mientras que los 144,000 habitarán el cielo. (El número "144,000" no es literal, sino simbólico; significa el número completo de los redimidos, Apoc. 14:4). La enseñanza de los "testigos" es otra de las ideas materialistas de que la tierra no será destruida (2 Ped. 3:10), sino que será renovada para ser habitada, sea para 1000 años, o para siempre. Tales falsos maestros no tienen ni parte ni suerte en el reino de los cielos y, por lo tanto, no saben apreciar estas her­mosas enseñanzas de Jesús. Esta secta es totalmente carnal en su trato de la Biblia. Sólo quiere hablar de la teocracia, de go­biernos mundanos, del Armagedón, etc. No les interesa la salvación, porque dicen que el hombre no tiene alma, y que no hay infierno. No son nada espirituales.

          B. Solamente los falsos maestros que tuercen las Escrituras (2 Ped. 3:16) son capaces de enseñar que los pobres en es­píritu, los que padecen persecución por causa de la justicia, etc. reciben el reino de los cielos, y que solamente los mansos heredarán una tierra renovada.

          C. Véase la expresión "Recibirán la tierra por heredad" en el Salmo 37:9,11,22. Originalmente la palabra "tierra" se refería a Canaán. "Recibir la tierra por heredad" llegó a ser expresión proverbial del mayor bien. Significa, pues, las bendiciones supremas, la felicidad verdadera. Ahora mismo los mansos, los ver­daderos discípulos de Jesús, reciben las más ricas bendiciones del mundo, Mar. 10:29,30; 1 Cor. 3:20,21; 1 Tim. 4:8; 1 Ped. 3:10-12; Fil. 4:6-13, paz, tranquilidad, con­tentamiento. El énfasis en todos estos textos es espiritual. Desde luego, Dios nos bendice físicamente, y nos prospera en muchas formas, pero es muy obvio que el énfasis es espiritual. (Por ejemplo, Mar. 10:29,30, ¿recibirán literalmente ahora en este mundo 100 madres? ¿o cien esposas?)

          D. Los mansos son capaces de disfrutar de las más ricas bendiciones de la tierra (es decir, las bendiciones espirituales). Los soberbios, arrogantes, falsos maestros (como los "testigos"), y otros rebeldes no son capaces de disfrutar de ellas. No son bendecidos ahora y ¿qué les espera des­pués?

          E. ¿Cuándo, pues, heredarán los man­sos la tierra? Ahora mismo. Mat. 5:5 nos da la promesa y garantía de recibir ahora mismo los beneficios más grandes del mundo si somos mansos. La una cosa acompaña a la otra. Si existe la condición (la mansedumbre), existirá al mismo tiempo la bendición. Considérese esta ilustración: "Felices son los que cancelan puntualmente sus deudas, porque ellos gozarán de buen crédito". ¿Cuándo serán felices, gozando de buen crédito? Al mismo tiempo que cumplan puntualmente sus compromisos. Una cosa coexiste con la otra. Siempre serán felices, gozando de buen crédito, si siguen pagando puntual­mente sus deudas. De la misma manera, los mansos heredarán la tierra. La bendi­ción coexiste con la condición, el carácter manso. Los mansos gozan automática e ineludiblemente, las más grandes bendi­ciones de la tierra, por ser mansos. El pecado trae su consecuencia negativa y la virtud trae su consecuencia positiva. Compárese Gál. 6:7,8.

          Conclusión.

          A. Dichosos son los mansos. ¿Quiénes son? Las palabras "manso" y "mansedumbre" no tienen nada que ver con la debilidad, ni mucho menos con la cobardía. Recuérdense siempre los grandes ejemplos de Cristo, Pablo y Moisés.

          B. Los mansos son los humildes, los que están sujetos a Dios. El manso ha entre­gado las riendas de su vida a Dios. Dios tiene las riendas para controlar la voluntad, las emociones, los impulsos y toda la conducta del manso.

          C. Los mansos recibirán la tierra por heredad; es decir, disfrutan ahora mismo las más grandes, las más ricas, bendiciones de la tierra. Son los únicos capacitados para hacerlo.

          D. 1 Cor. 3:22, "todo es vuestro ... sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vues­tro".

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Mateo 5:6

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA

Introducción.

          A. ¿Por qué dice Jesús que la puerta es estrecha y que el camino es angosto (Mat. 7:13,14)? (1) Porque hay pocos que son pobres en espíritu (dispuestos a admitir faltas y buscar perdón), (2) porque hay pocos que lloran por sus pecados y por los de otros, (3) porque hay pocos mansos, y (4) porque hay pocos que tienen hambre y sed de justicia.

          B. Esta bienaventuranza concuerda perfectamente con las que la preceden y con las que la siguen. Jesús describe una sola persona, un discípulo verdadero de El. Describe cierta clase de gente, el pueblo de Dios. El cuerpo necesita alimentación, y el alma también necesita alimentarse.

          I. ¿Qué significa tener hambre y sed de justicia?

          A. Pregúntese primero, ¿qué significa tener hambre y sed? Son dos de los apetitos más fuertes. ¿Cuántos de nosotros hemos tenido verdadera hambre y sed? ¿Cuántos han estado en peligro de morir si no en­contraran muy pronto la comida y agua? ¿Habrá entre los oyentes o lectores alguna persona que lo haya experimentado? Desde luego, hay muchas per­sonas en la actualidad que sufren ver­dadera hambre y sed. No quieren un vaso de agua sino toda la jarra; no quieren dos o tres tortillas, sino todo el paquete. Mu­chos están muriendo de hambre.

          B. Figuradamente tener hambre y sed significa tener deseo ferviente, desear inten­samente, anhelar, añorar, o apetecer. Tener hambre y sed de justicia sig­nifica desear intensamente hacer toda la voluntad de Dios. Debemos tener hambre y sed de obtener el perdón de Dios, de ser transformados en la imagen de Cristo, de ser edificados en la fe santísima, de poder ganar muchas almas por Cristo. Mat. 3:15, aunque Jesús no tenía pecado, quería ser bautizado: "Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia". Conviene obe­decer los mandamientos de Dios. Véase Sal. 119:172.

          C. Mat. 6:24-34, "No os afanéis por vuestra vida ... Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". Debemos "buscar" intensamente las cosas del reino de Dios. Debemos desear saber y hacer la voluntad (palabra) de Dios: más que el oro, Sal. 119:72, 127, "Por eso he amado tus mandamientos más que el oro, y más que el oro muy puro"; más que la miel, Sal. 119:103, "¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca"; más que la comida, Job 23:12, "Guardé las palabras de su boca más que mi comida (porción señalada)".

          D. Mat. 13:44-46, al descubrir el evan­gelio, debemos "vender todo" para "comprarlo" (poseerlo). "Compra la ver­dad, y no la vendas", Prov. 23:23.

          E. Estudiemos los Salmos para enten­der mejor lo que significa anhelar: Sal. 42:1,2 "Como el ciervo brama por las corrien­tes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía"; Sal. 63:1, "De madru­gada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida"; Sal. 84:2, "Anhela mi alma y aun ardien­temente desea los atrios de Jehová". Léase todo el Salmo 84; Sal. 119:20, "Quebrantada está mi alma de desear tus juicios en todo tiempo". El Salmo 119, el capítulo más largo en la Biblia, alaba la Palabra de Dios. 1 Ped. 2:1,2, "Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación".

          II. ¿De qué cosas tenía hambre y sed la mayoría de los judíos?

          A. Cosas materiales. Luc. 8:14, "las riquezas y los placeres de la vida". 1 Tim. 6:9, "los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias ne­cias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición". Ecles. 2:3-11, "Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría ... engrandecí mis obras ... me hice huertos y jardines ... me amontoné también plata y oro ... me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, etc."

          B. Poder político. Juan 6:15, "iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey", porque tenían "hambre y sed" de ser libe­rados de los romanos.

          C. Panes y peces. Juan 6:26, "me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os sacias­teis".

          D. La mayoría de la gente hoy en día tiene hambre y sed de las mismas cosas: toda clase de cosas materiales, placeres, y poder (político, comercial, y religioso, etcétera).

          III. Algunos ejemplos de aquellos que tuvieron hambre y sed de justicia.

          A. La mujer cananea. Mat. 15:27, "Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos". Jesús alaba la fe "grande" de esta mujer cananea.

          B. La mujer pecadora. Luc. 7:38, "estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágri­mas sus pies".

          C. Los casos de conversión en Hechos de los Apóstoles: (1). El día de Pentecostés tres mil per­sonas obedecieron al evangelio el mismo día en que oyeron, Hech. 2:37-41. Tenían hambre y sed de justicia. (2) Los samaritanos obedecieron "cuando creyeron", Hech. 8:12. (3). Cuando el eunuco oyó el evange­lio, dijo, "Aquí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado?" e inmediatamente obedeció, Hech. 8:35-39. Este hombre es un ejemplo muy bueno de tener hambre y sed de justicia. "Había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías". (4). El carcelero y su casa fueron bau­tizados a media noche, y "se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios", Hech. 16:25,33,34. Estos y otros demostraron mucha hambre y sed de justicia, oyendo el evangelio, arrepintiéndose de sus pecados, confesando a Cristo, y siendo bautizados sin demorar.

          D. El apóstol Pablo siempre demostraba que tenía mucha hambre y sed de justicia. Léase Fil. 3:7,8. Lo demostró a través de su vida entera y sus escritos.

          IV. "Porque ellos serán saciados", Mat. 7:7-11; Sal. 53:5,6.

          A. Sinónimos de la palabra "saciar" son llenar, hartar, hastiar, cumplir. De esto habla Jesús en Juan 4:13,14. Dijo que "Cualquiera que bebiere de esta agua volverá a tener sed; mas el que be­biere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás". Véanse Juan 7:37,38; Apoc. 22:17. Jn. 6:27, "Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece".

          B. Fil. 4:6,7, No estar afanosos, hacer peticiones a Dios, con acción de gracias, "y la paz de Dios ... guardará vuestros cora­zones". Fil. 4:11-13, "he aprendido a con­tentarme, cualquiera que sea mi situación ... Todo lo puedo en Cristo que me forta­lece".

          Conclusión:

          A. Luc. 6:21, "Bienaventurados los que ahora tenéis hambre". Aquí se agrega la palabra ahora. En el ver. 25 se agrega otra vez: "¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! Porque tendréis hambre".

          B. Pero si nuestra justicia es como la de los escribas y fariseos, no seremos "saciados". Si tenemos hambre y sed de justicia, buscaremos primeramente el reino de Dios y su justicia, Mat. 6:33.

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Mat. 5:7, Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

LOS MISERICORDIOSOS

          I. Nuestro Dios es misericordioso.

          A. Exodo 34:6,7, "¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y ver­dad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado".

          B. Efesios 2:4,5, "Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo". Tito 3:4,5, "Pero cuando se mani­festó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hu­biéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación del Espíritu Santo".

          C. Habiendo recibido tanta misericor­dia de Dios debemos mostrarla a otros. Sal. 18:25, "Con el misericordioso te mostrarás misericordioso". Esta virtud mira hacia atrás a la misericordia recibida de Dios, y hacia adelante para mostrarla a otros.

          D. Los judíos no eran nada misericor­diosos para con los samaritanos, publicanos, y gentiles (romanos). Creían que el "bienaventurado" sería el guerrero que pudiera derrotar a los romanos. Mat. 23:23, "dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe".

          II. Debemos mostrar la misericordia ha­cia los necesitados.

          A. Prov. 14:21, "el que tiene misericor­dia de los pobres es bienaventurado". Prov. 19:17, "A Jehová presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar".

          B. Luc. 10:25-37, el samaritano (tan des­preciado por los judíos) "usó de misericordia". Era verdadero "prójimo" al necesitado (ver. 36). 1 Jn. 3:16-18; Efes. 4:28, es misericor­dioso compartir bienes materiales. Mat. 25:35-40, "en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis". Los miseri­cordiosos se preocupan por estos.

          III. El misericordioso quiere ayudar a otros. (La misericordia no es solamente una emoción o sentimiento.)

          A. El misericordioso es una persona de acción. Hace algo por otros. La misericordia es la compasión demostrada. Jesús usó de misericordia, sanando y ayudando en varias formas a los siguientes: (obsérvese la palabra "misericordia") Mat. 9:13 (pecadores); Mat. 9:27 (ciegos); Mat. 15:22 (la hija de la cananea gravemente atormentada); Mat. 17:15 (el lunático o epiléptico que padecía muchísimo); Mar. 5:19 (el en­demoniado); Luc. 1:58 (Elisabet que tanto quería un hijo); Luc. 17:13 (un leproso); Fil. 2:27, (Epafrodito, enfermo a punto de morir).

          B. El misericordioso se preocupa por otros, Rom. 12:15 (con gozo, ver. 8); 1 Cor. 12:26,27. Ora por otros, 1 Tim. 2:1-2. Se identifica con otros, mira con sus ojos, oye con sus oídos, anda en sus zapa­tos. Procura entender sus pensamientos. Quieren entender por qué viven como viven. Es precisamente lo que Jesús hizo. Vino al mundo y se hizo hombre, para estar en nuestros zapatos, nos entiende. Tiene ver­dadera compasión, Mat. 9:36; 14:14; 15:32; Heb. 4:15,16. 1 Ped. 3:8, "sed ... compasivos, mi­sericordiosos".

          IV. La misericordia se demuestra en varias maneras.

          A. Es misericordioso enseñar a los que no saben la voluntad de Dios.

          B. 1 Tes. 2:7,11, el exhortar es acto de misericordia. 1 Tes. 5:14, es misericordioso amo­nestar, alentar, y sostener al débil. Véase Heb. 12:12,13. 2 Tim. 4:2, es misericordioso predicar, instar, y aun reprender. ¿Por qué? Porque al hacer estas cosas salvamos almas. Judas 23, "A otros salvad, arre­batándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne". Sant. 2:1-13, el discriminar contra el pobre es actuar sin misericordia. La disciplina en el hogar (Efes. 6:4) y en la iglesia (Rom. 16:17; 1 Cor. 5) es acto de amor y de misericordia.

          C. La misericordia es lo opuesto de la crueldad. Col. 3:19,21, "Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas ... padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten". El marido y padre cruel no es misericordioso. Es cruel usar lenguaje insultante y abusivo (Mat. 5:22; Sant. 3:8-10). El misericordioso evita toda forma de crueldad.

          V. La misericordia (el perdón) para los culpables.

          A. La misericordia más importante es la misericordia de Dios que perdona los pecados nuestros. Cristo mostró mucha misericordia hacia los pecadores, Luc. 5:31,32; 7:36-50; 15:1,2; 23:34. Luc. 23:34, "perdónalos ... no saben lo que hacen". Heb. 2:17, "misericordioso ... para expiar pecados".

          B. José perdonó a sus hermanos, aunque le habían vendido como esclavo, Gén. 50:17-19. Hech. 7:60, Las palabras finales de Esteban eran, "Señor, no les tomes en cuenta este pecado", aunque le apedrea­ban por predicar la verdad. 2 Tim. 4:16, "En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta".

          C. Mat. 6:12,14,15, Jesús nos enseña a orar, "perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores". ¿Qué significa esta oración si no queremos perdonar a otros? Esta es una oración muy seria, aun peligrosa (si no estamos dispuestos a perdonar). Luc. 6:37, "No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; per­donad, y seréis perdonados". Efes. 4:32, "Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os per­donó a vosotros en Cristo". Mat. 18:21-35, el resultado de no perdonar es la condenación.

          D. Luc. 18:13, dijo el publicano, "Dios, sé propicio a mí, pecador". ¿Cree usted que este publicano estaba dispuesto a perdonar a otros?

          VI. La recompensa del misericordioso: Obtendrá Misericordia.

          A. El misericordioso imita a Dios, porque Dios quiere perdonar. Quiere que todos sean salvos. 1 Tim. 4:2; 2 Ped. 3:9. Será llamado, pues, "hijo" de Dios, porque imita a Dios. Dice Cristo que los miseri­cordiosos alcanzarán misericordia. Luc. 6:36, "Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso".

          B. 2 Tim. 1:18, la petición de Pablo por Onesíforo fue "Concédale el Señor que halle misericordia cerca del Señor en aquel día". Es lo que todos necesitaremos urgentemente "en aquel día". La recibirán los misericordiosos.

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Mateo 5:8, Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.

LOS DE LIMPIO CORAZÓN

          Introducción.

          A. El corazón limpio es la base princi­pal de las demás virtudes. Prov. 4:23, "Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida". 1 Tim. 1:5, "Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida". La palabra "corazón" abarca el inte­lecto, la voluntad, las emociones, y la con­ciencia; el corazón debe ser limpio en todo sentido.

          B. La palabra "limpio" (katharos) sig­nifica "libre de mezclas impuras, sin tacha ... libre de deseos corrompidos, de culpa". El corazón "limpio" es el corazón no divi­dido. Compárese Sant. 1:8, "el hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos"; Sant. 4:8, "vosotros de doble ánimo, purificad vuestros corazones". En 2 Cor. 11:3 Pablo habla de "la sincera fidelidad a Cristo". Sal. 51:6, "tú amas la verdad en lo íntimo".

          I. La purificación ceremonial y externa.

          A. Lo más importante para los judíos era la limpieza externa, la purificación ceremo­nial y la moralidad externa. Mat. 15:2, "¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan". Ver. 8, de éstos Jesús dice, "su corazón está lejos de mí". Vers. 18-20, Jesús enseña que lo importante es lo que sale del corazón. Por lo tanto, Jesús dijo "que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos" (Mat. 5:20).

          B. Limpiaron lo de fuera. Mat. 23:25-28, "limpiáis lo de fuera del vaso ... limpia primero lo de dentro del vaso y del plato". Descuidaban "lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe" (ver. 23). Si la gente cumplía con estos actos exter­nos se consideraban fieles aunque hubiera odio y malicia en sus corazones.

          II. ¿Qué es el corazón en sentido figu­rado?

          A. Es importante entender el signifi­cado figurado de la palabra "corazón". No significa solamente las emociones, sino que abarca (1) el intelecto, (2) la voluntad, (3) las emociones, y (4) la con­ciencia.

          B. La palabra "corazón" se refiere al asiento de la vida espiritual: (1). Es el asiento del entendimiento, Mat 13:15. (2). Es el asiento de los pensamientos, Mat. 9:4. (3). Es el asiento de las percepciones, Jn. 12:40. (4) Es el asiento de la fe, Rom. 10:9,19. (5). Es el asiento de la conciencia, Hech. 2:37; 1 Juan 3:20. (6). Es el asiento de las intenciones, Heb. 4:12. (7). Es el asiento de los propósitos, Hech. 11:23. (8). Es el asiento de la voluntad, Rom. 6:17. (9). Es el asiento de los deseos, Mat. 5:28.

          C. Con el corazón se entristece (Rom. 9:2); se regocija (Jn. 16:22); se desea (Mat. 5:28); se ama (Mat. 22:37); se en­tiende (Jn. 12:40); se piensa (Mat. 9:4; Luc. 1:51); se razona (Mar. 2:6); se pro­pone (Hech. 11:23); y se cree (Rom. 10:10).

          D. Mat. 22:37-39, "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con tu mente". Mar. 12:30 agrega "y con todas tus fuerzas". Según estos textos debemos amar a Dios con todo nuestro ser.

          III. La relación entre el corazón limpio y todo el resto del sermón del monte.

          5:3-12, los de limpio corazón son po­bres en espíritu para reconocer sus faltas y pedir perdón, tienen la tristeza según Dios por los pecados, son mansos, tienen ham­bre y sed de justicia, son misericordiosos y pacificadores, y están dispuestos a sufrir por el nombre de Cristo. 5:21-24, los de limpio corazón no se enojan carnalmente, no usan lenguaje abusivo; buscan la reconciliación con el hermano ofendido. 5:28, los de limpio corazón, evitan la codicia. 5:33-37, los de limpio corazón cumplen su palabra porque ya dejaron la mentira, las promesas quebrantadas, y los juramen­tos necios. 5:38-48, los de limpio corazón, aman aun a los enemigos. 6:1-18; 7:7-12, los de limpio corazón, no ofrecen servicio "a Dios" para ser vistos de los hombres. 6:22-24, los de limpio corazón tienen ojo singular y Cristo es su único Maestro. 6:25-34, los de limpio corazón no se afanan por la vida material, sino buscan primeramente el reino de Dios y su justi­cia. 7:1-5, los de limpio corazón no juzgan con hipocresía, sino que siempre examinan con cuidado su propia vida. 7:21-23, los de limpio corazón respetan y obedecen la ley de Cristo. 7:24-27, los de limpio corazón obede­cen estas enseñanzas para edificar sobre la roca, y para andar en el camino an­gosto, 7:13,14.

          IV. El corazón impuro es la fuente de la tentación.

          A. Sant. 1:14, "cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia (malos deseos) es atraído y seducido". (1). Judas cayó porque tenía malos de­seos (la avaricia), Jn. 12:6; Mt. 26:15. (2). Ananías y Safira pecaron porque dejaron que Satanás entrara en su corazón y mintieron al Espíritu Santo, Hech. 5:1-11. Tenían el deseo de ser re­conocidos como generosos como los demás, pero su avaricia quería quedarse con una parte del dinero. (3). Simón pecó porque su corazón no era recto delante de Dios, Hech. 8:21. Tenía el deseo de poseer el poder del Es­píritu Santo, pero con un propósito malo. Tenía ambición carnal.

          B. La expresión doble ánimo (Sant. 1:8; 4:8) significa que el corazón no es limpio, porque está dividido, pues "ama" al Señor y también ama el mundo (4:4). Desde luego, la persona con doble ánimo conti­nuamente será tentado a pecar. Recuérdese que el problema está dentro de cada persona. Satanás nos tienta a través de nuestros deseos malos. De esta manera cooperamos con Satanás al poner tropiezos delante de nosotros mismos.

          V. ¿Cómo se purifica el corazón?

          A. Es necesario arrepentirse y volver a Dios. Jer. 4:14, "Lava tu corazón de mal­dad, oh Jerusalén". Israel tuvo que arre­pentirse de su idolatría y volver a Dios.

          B. Hech. 15:9, dice Pedro acerca de Cornelio y su casa, "ninguna diferencia hizo entre nosotros (judíos) y ellos (gentiles), purificando por la fe sus cora­zones". No dice que Dios purificó sus corazones por "la fe sola". Hech. 10:48, "Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús".

          C. Por la obediencia. (1). 1 Ped. 1:22, "Habiendo purificado vuestros almas por la obediencia a la verdad ... amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro". (2). Por obedecer al evangelio. Heb. 10:22, "purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura". Este texto se refiere a la obediencia al evangelio. (3). Por la renovación del en­tendimiento, y la purificación de los afec­tos. Rom. 12:2; Efes. 4:23; Col. 3:10.

          VI. Los de limpio corazón verán a Dios.

          A. Era un honor grande entrar en la presencia del rey para verlo. Gén. 43:3; 1 Rey. 10:8; Ester 1:14; 4:16; Hech. 9:15; 26:2.

          B. Sin corazón limpio no veremos a Dios. Heb. 12:14, "Seguid ... la santidad, sin la cual nadie verá al Señor". Apoc. 22:4, "verán su rostro". Sal. 24:3,4, "¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón".

          C. Se purifica como El es puro. 1 Jn. 3:2,3, "cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es ... Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro".

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Mat. 5:9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

LOS PACIFICADORES

Introducción.

          A. Los judíos no querían paz, sino guerra; querían ganar otra vez su independencia. Querían obligar a Jesús a ser rey con este propósito, Jn. 6:15. Sin duda les extrañó mucho la en­señanza de Jesús acerca de la necesidad de ser humildes, mansos, misericordiosos y pacificadores. Los profetas hablaron de paz (Isa. 2:2-4; 9:6). Estas profecías se cumplieron cuando Jesús efectuó la paz con Dios por medio de su muerte, y reconcilió a los judíos y gentiles en un cuerpo, la iglesia (Efes. 2:14-17;4:4).

          B. Había mucho odio entre judíos y samaritanos, entre judíos y romanos, entre griegos y no griegos, etc. Los judíos espe­raban que el Mesías viniera para destruir a los romanos, pero el Mesías vino para des­truir la enemistad entre todos los hom­bres.

          C. Es necesario tener paz con Dios para poder tener paz entre los hombres. Los que tienen paz con Dios deben tener paz también unos con otros.

          I. Cristo se llama "Príncipe de paz", Isa. 9:6.

          A. Trajo paz a los hombres obedientes. Luc. 2:14, "en la tierra paz entre los hom­bres en quienes El se complace" (LBLA). Pero, "No hay paz para los malos, dijo Jehová". 1 Tes. 5:3, "cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los do­lores a la mujer encinta, y no escaparán".

          B. Efes. 2:14-18, Cristo vino para recon­ciliarnos con Dios, haciendo la paz. A través de Cristo, tenemos el perdón de Dios, y así tenemos la paz, Rom. 5:1. Efectuó esta paz por medio de la cruz (le costó su vida). Efes. 6:15, Pablo habla "del evangelio de paz". Rom. 14:17, "el reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu Santo".

          C. ¡Compárese la paz que Jesús nos trae, y la ambición nacionalista de los judíos!

          II. Los pacificadores no son pasivos, sino militantes.

          A. Cristo trajo paz, pero en forma de una espada. Luc. 2:35, una espada traspasó el alma de María. Mat. 10:16-28, trae persecuciones severas para sus discípulos. Mat. 10:34-37, trae disensión al hogar. No hay paz con Dios hasta que los rebeldes se sometan a la voluntad divina. La paz lograda por Cristo es una lucha contra el pecado y una victoria sobre lo mismo. No hay paz para los que todavía aman el pecado, el error, y la apostasía. Con éstos hay una lucha continua. 2 Cor. 10:3-5, "derribando argumen­tos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios". Es necesario de­rribar los argumentos de los incrédulos, humanistas, sectarios, y her­manos liberales.

          B. Efes. 6:10-12, nuestra lucha es "contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo". Los incrédulos más peligrosos de la actualidad son los humanistas, porque estos enemigos de Dios pelean vigorosamente contra la moralidad bíblica y todo "conocimiento de Dios" en el go­bierno, en las escuelas, y a través de todos los medios de comunicación y diversión (periódicos, revistas, televisión, cine, can­ciones). Tienen mucho poder político y le­gal. El arma poderosa legal de los hu­manistas de los Estados Unidos es el grupo llamado "American Civil Liberties Union" (y habrá grupos semejantes en otros países). Son riquísimos, nunca les faltan fondos. Fuertemente promueven el aborto, y es probable que dentro de pocos años la mayoría de los congresistas de los EE.UU. tengan que apoyarlo para ser elegidos. Promueven toda forma de in­moralidad sexual y defienden los "derechos" de los homosexuales. En fin, promueven toda forma de pecado. Es necesario ser verdaderos soldados mili­tantes para combatir este movimiento.

          C. 2 Cor. 5:18-20, el mensaje para el mundo rebelde es "reconciliaos con Dios". Dios es mucho más fuerte que nosotros (1 Cor. 10:21); conviene, pues, someternos a El.

          III. Trabajemos por la paz con todos los hombres.

          A. En el hogar. Seamos pacificadores en el hogar. Debe haber paz y armonía entre esposos, y entre padres e hijos. Es posible si todos aceptan el orden divino. Seamos pacificadores para ayudar a los familiares, vecinos y otros conocidos con sus problemas. Se necesitan urgentemente pacificadores para solucionar problemas domésticos, enseñando tales textos como Mat. 19:9; Efes. 5:22-6:4; Col. 3:18-21; 1 Ped. 3:1-7; 1 Cor. 7:2-16. Hay muchos que destruyen sus hogares pero hay pocos pacificadores.

          B. En la iglesia. Efes. 4:2-4, "con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardarla unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo ..." Para ser pacificadores en la iglesia, primera­mente debemos limpiar nuestro corazón de todo odio, enojo, amargura, resen­timientos, y niñerías, Gál. 5:19-21; Efes. 4:31,32. El miembro carnal no puede ser pacificador porque no tiene paz con Dios ni con los  miembros. Es necesario estu­diar bien la instrucción divina para poder efectuar la paz entre hermanos: Rom. 14:19; Gál. 5:14,15, 22-26; Filip. 2:1-4,14; Filemón; 2 Tim. 2:24-26; 1 Tes. 2:7,11; 5:14; Sant. 3:13-18. Todo miembro de la iglesia debe ser pacificador pero, lamentablemente, muchos prefieren causar problemas en lugar de resolverlos.

          C. Los que no son pacificadores son los siguientes: los que quieren vengarse, Rom. 12:19-21; los perversos y chismosos, Prov. 16:28; los que siembran discordia entre hermanos, Prov. 6:19; los iracundos y ren­cillosos, Prov. 26:21; 29:22; y los que pro­pagan y discuten cuestiones necias, 2 Tim. 2:23.

          D. Estad en paz con todos. Rom. 12:18, "Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hom­bres". Recuérdese que Jesús se asociaba con los peores de los hombres. Se preocu­paba por su dolor y miseria. Quería ayu­darles. Jesús, el Príncipe de Paz, era el perfecto Pacificador. Evangelizó a los pecadores para que tuvieran paz con Dios y luego paz unos con otros. Seamos pacifi­cadores, pues, entre los familiares, entre los vecinos, entre los compañeros de tra­bajo, entre los amigos en la escuela, y dondequiera que estemos. Debemos tra­bajar por la paz.

          IV. Serán llamados hijos de Dios.

          A. ¿No son llamados "hijos de Dios" todos los miembros de la iglesia? ¿No son llamados "hijos de Dios" todos los bauti­zados? ¿Por qué dice Jesús que los pacificadores serán llamados hijos de Dios?

          B. En este texto la palabra "hijo" sig­nifica imitador; es decir, los pacificadores son como Dios, semejantes a Dios. Véase la palabra "hijos" usada en este sentido en Mat. 5:45; Luc. 6:35,36, etc. Dios es be­nigno para con los injustos y malos. Si hacemos lo mismo, somos hijos (imitadores) de Dios. Si algún miembro de la iglesia no es pacificador, sino que pro­mueve la disensión y la discordia, ¿no será de cualquier manera hijo de Dios en vir­tud de su obediencia al evangelio? Ser hijo de Dios no es cuestión de profesión, sino de práctica. Si no imitamos a Dios, no so­mos hijos de Dios, aunque digamos que somos "cristianos" y "miembros de la igle­sia verdadera". Estúdiese con mucho cuidado 1 Jn. 3:9,10. Los hijos de Dios se distinguen de los hijos del diablo no meramente por ser "miembros de la igle­sia", sino por practicar la justicia (hacer la voluntad de Dios).

          C. Dios es el Gran Pacificador, y en esto nos deja el perfecto ejemplo. Véanse Rom. 15:33; 16:20; Fil. 4:9; Heb. 13:20.

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Mateo 5:10-12, Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

LOS QUE PADECEN PERSECUCIÓN

Introducción.

          A. Jesús no engaña a nadie, sino que explica con toda franqueza que el disci­pulado cuesta, que sus discípulos serán maltrados. El seguirle significa llevar una cruz (Mat. 16:24; Luc. 9:23). No debe haber sorpresas para los que obedecen al evangelio; deben esperar la oposición y el sufrimiento porque es ineludible (1 Tes. 3:3; 2 Tim. 3:12). Léase el libro de Hechos para observar que en todo lugar cuando el evangelio fue predicado, se levantó toda clase de persecución contra los mensajeros de Cristo. Fueron azotados, encarcelados, apedreados, y degollados.

          B. Las primeras siete bienaventuranzas presentan rasgos de carácter, condiciones de corazón y de disposición. En los ver. 10-12 Jesús habla de las pruebas de ese carácter. Los que optan por imitar a Cristo serán probados, siendo "perseguidos". ¡Qué pensamiento ilógico! Los animales y los criminales son "perseguidos", pero los discípulos de Jesús no deben ser perseguidos. Sin embargo, si los hombres aborrecieron y persiguieron a Jesucristo, entonces harán lo mismo con sus seguidores.

          C. La oposición que sufre el discípulo de Jesús es evidencia de que los discípulos de Jesús no son pasivos, sino activos y militantes.

          D. Los discípulos perseguidos son dis­cípulos bendecidos. Es interesante obser­var que la maldición del hombre y la ben­dición de Cristo se encuentran en las mismas personas.

          I. ¿Por qué padecen persecución los discípulos de Cristo?

          A. ¿Cómo es posible que gente buena sea perseguida y maltratada? (1). Por Cristo, por justicia. Mat. 5:10, "por causa de la justicia"; 5:11, "por mi causa"; Jn. 15:21, "por causa de mi nombre". Jn. 15:20, "El siervo no es mayor que su señor", nos persiguen, porque persi­guieron a Cristo y somos sus seguidores. Somos como El. (2). No somos del mundo. Jn. 15:19-21, "Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo ... por eso el mundo os aborrece". Los miembros de la iglesia que son mundanos son amados por el mundo. "¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!" Luc. 6:26.

          B. El buen ejemplo ofende al mundo. A los mundanos no les gusta la "luz" (el buen ejemplo) de los cristianos. Compárese Dan. 6:1-17. ¿Por qué aborrecieron a Daniel? También Heb. 11:7, con el ejem­plo de obediencia Noé condenó al mundo de desobedientes. Los malvados persiguen a los hijos de Dios, porque el buen ejem­plo de éstos sirve como conciencia para aquéllos, y la quieren callar. Les molesta, les irrita, y no quieren ser estorbados.

          C. No quieren ser enseñados y reprendidos. Nos persiguen porque les enseñamos, les exhortamos y les reprendemos, Jn. 3:19-21, y no les gusta. No es placentero que los pecados sean expuestos y reprendidos. Mat. 14:4,10,11, Juan dijo a Herodes, "No te es lícito tenerla ... y ordenó decapitar a Juan en la cárcel". Jesús fue crucificado por reprender la hipocresía de los judíos, Mateo 23. Jesús amaba a todos, pero no dejó de reprender el pecado en todos. Esteban fue ape­dreado por reprender a los judíos, Hech. 7:51-60. Desde luego, los del mundo no nos perseguirán si no les exhortamos.

          II. Hay varias clases de persecución.

          A. La persecución física. Mat. 10:17,28; Hech. 5:40; 7:58; 12:2; 14:19.

          B. Los insultos, las calumnias, etc. Mat. 5:11, "Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo". Luc. 6:22, "Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre". Luc. 6:26, "¡Ay de vosotros, cuando todos los hom­bres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas". La palabra "vituperar" significa in­sultar, afrentar, deshonrar, burlar (Heb. 11:36, el inglés dice "burlas"). ¿Por qué nos vituperan? 1 Ped. 4:4, "A éstos les parece cosa extraña que vosotros no co­rráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan (insultar, injuriar de palabra)". ¿Qué decían de Jesús? Jn. 8:48, "eres samaritano, y que tienes demonio". Jn. 10:20, "Demonio tiene, y está fuera de sí, ¿por qué le oís"? Mat. 11:19, "un hom­bre comilón, y bebedor de vino". Mat. 27:39-44, falsa acusación. Hech. 17:18, decían que Pablo era "palabrero"; 2 Cor. 10:10, decían que "las cartas son duras y fuertes; mas la presen­cia corporal débil, y la palabra menospre­ciable". Los evangélicos nos llaman “legalistas” porque enseñamos que es necesario ser bautizados para ser salvos (Mar. 16:16; Hech. 2:38). Los hermanos liberales nos aplican el epíteto, "antis", término de desprecio, simplemente porque nos oponemos a sus prácticas que carecen de autoridad bíblica. Los humanistas que destronan a Dios y exaltan al hombre nos llaman "fanáticos", "radicales", "derechistas", etc., porque defendemos la moralidad bíblica, la santidad del matri­monio, la disciplina de los hijos, etc., y porque condenamos el aborto, toda clase de inmoralidad sexual (incluyendo la ho­mosexualidad), el uso de drogas, el suicidio, la eutanasia, etc. Tales incrédulos nos dicen, “No impongan su moralidad sobre nosotros”, pero por todo lodo ellos imponen su inmoralidad sobre otros.

          C. Heb. 10:34, "y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo".

          D. Mat. 10:34-39, problemas y disen­siones en la propia familia.

          E. Sant. 5:1-5, "¿No os oprimen los ri­cos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales? ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros?"

          III. Bienaventurados sois, gozaos y ale­graos.

          A. No somos bienaventurados por sufrir por el mal. 1 Ped. 2:20, "Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios".1 Ped. 4:15, "Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno".

          B. Sino por sufrir como cristiano. 1 Ped. 4:16, "pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello".

          C. Una recompensa triple. En este texto (Mat. 5:10,12) Jesús habla de tres grandes bendiciones para los que padecen por El: Mat. 5:10, "porque de ellos es el reino de los cielos". Los que sufren por causa de la justicia (por Cristo) dan evi­dencia segura de pertenecer al reino de los cielos. Mat. 5:12, "vuestro galardón es grande en los cielos". Luc. 6:23, "Alegraos en ese día, y saltad de gozo, porque he aquí, vuestra recompensa es grande en el cielo" (LBLA). ¿Cuántas veces hemos saltado de gozo por haber sido perseguidos? (Hech. 5:41, "Y ellos salieron de la presencia del concilio, go­zosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre". Véase el ver. anterior, "después de azo­tarlos"). Mat. 5:12b, "porque así persi­guieron a los profetas que fueron antes de vosotros". Recuérdense los ejemplos de Elías (1 Reyes 19:2); de Jeremías (Jer. 20:2); de Zacarías (2 Crón. 24:21). Véase también Sant. 5:10,11. ¡Qué gozo de ser identificados con los profetas fieles, con Cristo y con los apóstoles al sufrir por la causa de justicia!

          D. Por lo tanto, el pensamiento de sufrir por el nombre de Cristo (o por la causa de justicia) debe llenar el corazón de gozo. Véanse Hech. 5:41; 16:25; Heb. 10:34; 1 Ped. 4:16.

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Mateo 5:13, Vosotros sois la sal de la tierra, pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.

LA SAL DE LA TIERRA

Introducción.

          A. Mat. 5:13, "Vosotros sois la sal de la tierra". ¡Qué afirmación más maravillosa y alentadora! En este texto Jesús habla de la relación entre sus discípulos y los demás. Son una gran bendición para el mundo.

          B. Los que poseen las cualidades de carácter descritas en las bienaventuranzas ineludiblemente son la sal de la tierra. La palabra "sal" se refiere a la in­fluencia de los cristianos para impedir la maldad y para preservar el mundo de la co­rrupción espiritual.

          I. ¡He aquí los discípulos de Jesús!

          A. Considérese este grupo de discípulos. ¿Quiénes eran? ¿de dónde venían? ¿qué habían hecho o qué hacían en ese en­tonces? ¿Cómo es posible que Jesús les hayan dicho, "Vosotros sois la sal de la tierra"?

          B. Eran galileos. Los doce apóstoles eran galileos sin educación formal (Hech. 1:11; 4:13). Jesús no buscó apóstoles entre los entrenados y privilegiados. Jesús no solamente fue criado en Nazaret, una ciu­dad despreciada por los judíos (Jn. 1:46), sino que también llevó a cabo una gran parte de su ministerio en Galilea. Los galileos no gozaban de muy buena reputación entre los judíos de Jerusalén. Por estar más lejos del templo, y por tener más contacto con los gentiles (Mat. 4:15, "Galilea de los gentiles"), se consideraban menos religiosos que los de Judea. Mar. 14:70, "porque eres galileo, y tu manera de hablar es semejante a la de ellos".

          C. Eran del pueblo común. Los dis­cípulos no eran personas de reputación ("de influencia") en la vista del mundo. No eran grandes ni importantes, según el concepto popular de lo que constituye la grandeza, sino que, al contrario, era muy insignificantes. (1). Por lo menos cuatro de los após­toles eran pescadores (Mat. 4:18-21). (2). Otro apóstol era publicano (Mat. 8:9-13). (3). Eran pobres. "Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios", Luc. 6:20. (4). Eran despreciados por los romanos. Los discípulos de Jesús, siendo judíos, no tenían ningún poder político. (5). No partici­paban en ningún movimiento político para corregir injusticias. (6). Eran despreciados por los líderes religiosos. Jn. 7:49, "Mas esta gente que no sabe la ley, maldita es". Así era el con­cepto que los líderes de los judíos tenían de los discípulos de Jesús.

          D. 1 Cor. 1:26, "Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles". Este texto explica claramente que "lo necio de mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil de mundo y lo menospre­ciado escogió Dios, y lo que no es (lo que no tiene reputación), para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su pre­sencia" (vers. 27-29). Que toda la gloria sea para Dios y su mensaje, y no para los mensajeros.

          E. ¿Cómo es posible, pues, que tales personas -- pobres, insignificantes, perseguidos -- tengan una influencia tan grande sobre el mundo? (1). Es obvio que lo que es “grande” e “importante” ante los ojos del mundo no cuenta con Dios (Luc. 16:15). (2). La verdad es que los dis­cípulos de Jesús iban a tener, han tenido, y siguen teniendo un tremendo impacto so­bre la raza humana, no por poseer la grandeza según el mundo, sino por poseer las cualidades de carácter delineadas en las bienaventuranzas.

          II. La sal sirve para preservar de la corrupción.

          A. Los habitantes de la tierra son co­rruptos. Desde luego, no se necesita texto bíblico para probar esto, pero véanse Rom. 1:18-21; Gál. 5:19-21; Efes. 4:17-19. Los discípulos de Cristo son preser­vadores que impiden el proceso de la co­rrupción por medio de predicar el evan­gelio, enseñando todo el consejo de Dios (Hech. 20:20,27), y demostrando la en­señanza en sus propias vidas. Los dis­cípulos de Cristo tienen influencia sal­vadora. Los santos son la "conciencia" para la gente que les conozca. Les enseña y les pone un buen ejemplo de la en­señanza. Esta influencia doble (la enseñanza y la enseñanza ejemplificada) es la sal de la tierra.

          B. La sal obra silenciosamente, como la levadura, Mat. 13:33. No es ruidosa. Jesús no inició revoluciones ni participó en mar­chas políticas. Mat. 12:19, "No con­tenderá, ni voceará, ni nadie oirá en las calles su voz". No era revolucionario en el sentido común de la palabra. No buscaba medios sensacionales para ganarse el fa­vor de la gente. Sus discípulos siguen su ejemplo al evitar tales tácticas.

          C. La sal tiene que ser aplicada. Los que viven en monasterios y conventos no preservarán al mundo de corrupción. Los discípulos tienen que estar asociados con los del mundo para que la sal obre. Desde luego, es importante que los discípulos in­fluyan en los del mundo, sin caer bajo la in­fluencia del mundo. Los discípulos deben influir en los del mundo sin ser influencia­dos por el mundo. La sal da su sabor a la carne. Cuando la carne da su sabor a la sal, ¡qué horrible sabor tiene la sal! Tam­poco puede la iglesia influir debidamente en el mundo si se limitan sus actividades a las cuatro paredes del sitio de reunión.

          D. Algunos comentaristas dicen que esta figura significa que lo son la sal de la tierra en el sentido de "dar sabor al mundo" y hace menos aburrida la vida, etc., pero en esta figura el mundo no come la sal, sino que la sal se aplica al mundo (la "carne") para preservarlo de la corrup­ción. Sí da su sabor a la carne en ese sen­tido. Pero no "da su sabor" en el sentido de echar sal a la comida para dar gusto al que coma. La Biblia de las Américas dice "si la sal se ha vuelto insípida", pero la palabra "insípida" no da importancia al "sabor" para el gusto, sino que, más bien, significa que la sal pierde su calidad de sal, y por lo tanto, pierde su eficacia para salar. "La sal de la tierra" sí da gusto a los que se convierten de su maldad para que ellos también lleguen a ser "la sal de la tierra".

          III. Para ser la sal de la tierra hay dos requisitos indispensables.

          A. Los discípulos deben poseer las cualidades de carácter enseñadas en las bienaventuranzas, y reflejarlas llevando vidas fieles. Véanse 1 Tim. 4:12; 1 Ped. 3:1-4; 5:2,3. 2 Ped. 1:4, los discípulos de Cristo han "huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia", y deben tener una fuerte influencia sobre los que todavía están en el mundo, para que éstos también puedan escapar del lazo del diablo. Col. 4:6, "Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno". No solamente la palabra sino toda nuestra conducta debe ser sazonada con sal. Tito 1:16, "Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan". Los tales no son "sal". 2 Tim. 3:5, "que tendrán aparien­cia de piedad, pero negarán la eficacia de ella". La "apariencia" no sirve para preser­var de la corrupción. Los miembros infieles no son sal. Los miembros mundanos, indiferentes, sectarios y desobligados no son sal. Los miembros que están mal en su matrimonio (por hacer caso omiso de Mat. 5:32; 19:9) no son sal.

          B. Los discípulos deben predicar el evan­gelio puro. Algún evangelio corrupto no salva a nadie, no preserva de corrupción. Véanse Gál. 1:6-9; 1 Tes. 5:21; 1 Jn. 4:1,2. Siempre ha habido apostasías. Los apóstoles tuvieron que combatir muchas enseñanzas falsas (por ejemplo, el error de los judaizantes, y el de los gnósticos). Estos errores causaron división en la igle­sia. Hoy en día es necesario combatir el error: el institucionalismo, la centra­lización, el evangelio social, el calvinismo, y otras tendencias sectarias. Por lo tanto, nos urge predicar "todo el consejo de Dios" para salvar y edificar almas y para preservarlas de la corrupción de doctrinas falsas. 2 Tim. 4:2, "que prediques la pa­labra; que instes a tiempo, y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina". Haciendo esto los discípulos de Cristo son la sal de la tierra. Muchos sectarios y hasta hermanos creen que la iglesia debe ser el azúcar del mundo. Quieren dar pura miel a la gente perdida, pero el mundo corrupto no nece­sita azúcar, sino la "sal" del evangelio puro.

          IV. "Si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada?"

          A. La sal perderá su eficacia, su carác­ter distintivo, (1) si los que profesan ser discípulos de Cristo no poseen en realidad las características enseñadas en las biena­venturanzas, y (2) si no enseñan diligen­temente la sana doctrina, no adulterada (2 Cor. 2:17; 4:2; 1 Ped. 2:2).

          B. Es indispensable que todo miembro de la iglesia entienda que la mera profesión de ser cristiano o de ser miem­bro de la iglesia de Cristo no basta (Mat. 7:21). El miembro que pierda su capaci­dad para salar es inútil, inservible. Es sal sólo de nombre. ¡Es "sal" que no puede salar!

          C.      La "sal" que no es sal no preserva de corrupción, y "no sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres". Es arrojada al camino para ser pisoteada por la gente. Véase también Luc. 14:34,35. Tales personas son despre­ciadas por los hombres mundanos, los cuales se hunden más en corrupción por falta de esa "sal" que tanto necesitan.

          D. Así es el cuadro pintado por Jesús de un "evangelio insípido" y de "cristianos insípidos". Son totalmente inútiles. No valen nada. No sirven para nada. Lo triste es que los miembros de la iglesia pueden llegar a ser "insípidos" sin darse cuenta. (1). Como Sansón (Jueces 16:20) creen que tienen fuerza, y no saben que Dios ya se apartó de ellos. (2). Como la iglesia de Efeso, no saben que están en peligro de perder su "candelero" (su identidad como iglesia de Cristo), Apoc. 2:5. (3). Como dice el borracho, "Me azo­taron, mas no lo sentí" (Prov. 23:35), así son los miembros que ni oyen los re­proches de los mundanos que hacen burla de ellos. ¡Qué tropiezo para la obra de Cristo son los miembros "inútiles"!

          V. "¿Con qué será salada?"

          A. No hay substituto. No hay otra cosa que pueda hacer lo que la sal hace. La sal espiritual no tiene substituto. Que todo hermano piense seriamente en esta verdad solemne: ¡No hay otra cosa que la substi­tuya! La fidelidad de los discípulos de Cristo es la única esperanza del mundo.

          B. El mundo está perdido, y su única es­peranza es el evangelio, el evangelio predicado y el evangelio vivido por los verdaderos discípulos de Cristo. Pero no hay otra sal, no hay otra cosa que preserve del error y de la maldad. Si la iglesia no es fiel, el mundo estará sin esperanza.

          C. Gén. 6-9 describe el diluvio que Dios envió porque el mundo era totalmente corrupto. Gén. 19 describe el fuego y azufre que Dios envió sobre Sodoma y Gomorra porque eran totalmente corrup­tos. Dios envió a Josué y los ejércitos de Israel a Canaán para destruir aquellas na­ciones que se entregaban a las abomina­ciones de la idolatría. Ahora otra vez el mundo está en gran peligro, porque está lleno de toda forma de disolución. Los perversos matan actualmente millones de infantes (el "aborto"), afirmando que la mujer debe tener control sobre su propio cuerpo (rehusan admitir que el bebé es otra per­sona); los homosexuales ya perdieron todo sentimiento de vergüenza y con todo valor demandan sus "derechos"; los hu­manistas ya se han apoderado de las es­cuelas, denunciando a Dios y la Biblia para enseñar la evolución, la "educación sexual" y toda forma de depravación. ¿Cuándo llegará "el colmo de maldad" (Gén. 15:16) para atraer la furia de la ira de Dios? "Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se jun­tarán las águilas" (Mat. 24:28); es decir, la nación corrupta atrae su ruina y aso­lamiento. Si Dios no destruyera una nación moderna entregada a la homosexualidad, tendría que pedir perdón a Sodoma y Gomorra. Por lo tanto, el mundo corrupto necesita urgentemente de la sal, y los cris­tianos son la única esperanza del mundo, porque aparte del evangelio y el ejemplo de los cristianos, el mundo no puede ser salado para evitar la corrupción total.

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Mateo 5:14-16, Vosotros sois la luz del mundo; {Jn. 8. 12; 9. 5.} una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.  15  Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.  16  Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

LA LUZ DEL MUNDO

Introducción.

          A. El Sermón del Monte es sumamente práctico. Jesús habla de cosas comunes, como la sal y la luz. Todo el mundo com­prende perfectamente lo útil de estas cosas. Jesús dice que sus discípulos son la luz del mundo. ¡Otra afirmación admirable y maravillosa!

          B. Jesús habla de la realidad. El no dice esto para producir un espíritu de soberbia en sus discípulos, sino que este atributo se debe a su utilidad en el mundo, para ex­peler las tinieblas (la ignorancia y los pecados), y para alumbrar el camino.

          I. El mundo de tinieblas urgen­temente necesita de esta luz.

          A. Prov. 4:19, "El camino de los impíos es como la oscuridad; no saben en qué tropiezan". ¡Es muy cierto este proverbio! Los del mundo tropiezan y caen y ni siquiera saben en qué tropiezan. Juan 12:35, "el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va".

          B. En el Nuevo Testamento hay varias listas de los pecados más horribles del hombre (véanse Rom. 1:18-32; 1 Cor. 6:9,10; Gál. 5:19-21; Col. 3:5-8; etc.). Rom. 13:12, tales pecados se lla­man "las obras de las tinieblas". Efes. 5:11, "Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas".

          II. Jesucristo es la única verdadera luz del mundo.

          A. Mat. 4:16, cuando Cristo vino, "el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte luz les resplandeció". Luc. 1:78,79, el profeta Zacarías, padre de Juan el bautista, dijo al niño "que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte". Jn. 1:5, "La luz en las tinieblas res­plandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella". Juan 8:12, "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". Véanse también Juan 9:5; 12:35,46.

          B. Jesús es la luz del mundo porque, como el Verbo de Dios, El reveló tanto en su vida, muerte, resurrección y ascensión, como en sus enseñanzas, la voluntad de Dios con respecto a los pecados de la hu­manidad, y cómo podemos recibir el perdón de pecados y tener comunión con Dios.

          III. También los discípulos de Cristo son la luz del mundo.

          A. Jn. 12:36, "Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz". Véase la expresión "hijos de luz" en 1 Tes. 5:5. La palabra "hijos" significa "caracterizados por" (son de esa natu­raleza).

          B. Efes. 5:8, "en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz". Col. 1:13, "nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre". 1 Tes. 5:4, "No estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda". 1 Ped. 2:9, "os llamó de las tinieblas a su luz admirable".

          IV. Somos la luz del mundo si predicamos el evangelio puro.

          A. La luz del evangelio. 2 Cor. 4:4, 6 habla de "la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios .. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros cora­zones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesu­cristo ". Cristo ilumina al mundo a través del evangelio. Al llegar esta luz, las tinieblas desaparecen.

          B. Hech. 26:18, la obra de Pablo: "para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios".

          V. Somos la luz del mundo si lleva­mos vidas fieles.

          A. Fil. 2:15, "para que seáis irreprensi­bles y sencillos, hijos de Dios sin mancha ... resplandecéis como luminares en el mundo".

          B. La necesidad de buenos ejemplos: 1 Tim. 4:12, "Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra conducta, amor, es­píritu, fe y pureza".  1 Ped. 3:1-4, es posible que mari­dos incrédulos "sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, con­siderando vuestra conducta casta y respetuosa". Para hacerlo ellas deben tener "un espíritu afable y apacible". 1 Ped. 5:3, los ancianos no deben tener "señorío" sobre la iglesia, "sino siendo ejemplos de la grey".

          C. Hay mucha "luz" en el buen ejemplo. La mayoría de la gente no lee la Biblia. La vida de los cristianos es la única "Biblia" que leen. Aprenden mucho del evangelio "escrito" en las vidas de los cristianos. 2 Cor. 3:2, "Nuestras cartas sois vosotros, conocidas y leídas por todos los hombres", como documentos clavados a la pared en edificios públicos.

          D. No debe haber comunión con las tinieblas. Es necesario enfatizar que somos la luz del mundo solamente si somos pura luz, sin nada de tinieblas. 1 Jn. 1:5, 6 "Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos". 2 Cor. 6:14, "No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la in­justicia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?" En este texto Pablo condena toda forma de comunión con la idolatría. Véanse 1 Cor. 8:10; 10:20,21. 2 Cor. 6:14 es paralelo con Efes. 5:11. 2 Cor. 6:17, Por eso, "Salid de en medio de ellos, y apartaos". ¿Por qué? Porque si tenemos comunión con las tinieblas, llegamos a ser tinieblas otra vez. Ya dejamos de ser luz. 2 Cor. 6:14-18 nos enseña a no tener comunión con el error religioso.

          E. Recuérdense las bienaventuranzas, porque están en el contexto de Mat. 5:14-16. Para ser la luz del mundo, debemos poseer las cualidades de carácter mencionadas en las bienaventuranzas. Muchos hermanos no son luz porque no son "pobres en espíritu" (no quieren re­conocer sus faltas ni pedir perdón), no tienen hambre y sed de justicia, no son pacificadores, etc.

          VI. "Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder".

          A. Son bien conocidos. Los discípulos fieles que predican el evangelio puro se conocen; tienen su influencia sobre mucha gente (Hech. 17:6). La gente se fija en la buena conducta, actitud, y buena voluntad del cristiano. Es algo obvio y sobre­saliente. El cristiano es diferente. No se conforma a las actitudes mundanas (Rom. 12:1,2), sino que es transformado a la se­mejanza de Cristo.

          B. Los cristianos son conocidos por fa­miliares, vecinos, compañeros de trabajo o de escuela, clientes y patrones, mayordo­mos y empresarios, etcétera.

          C. "Debajo de un almud". El almud es útil; tiene su uso práctico, pero no fue di­señado para esconder lámparas. Los habitantes de monasterios y conventos quieren poner su luz debajo de un almud. Creen que deben aislarse del mundo y dedicarse a la meditación. Esto es precisamente lo que Jesús rechaza. (1) Nada de discipulado secreto, Jn. 19:38. Si no confesamos a Cristo abierta­mente, si nos avergonzamos de El, somos tinieblas, y nada de luz. Véanse Mat. 10:32, 33 (esta confesión no se limita a una confesión hecha antes de bautizarse en la presencia de cristianos, (véanse Mat. 10:17, 28, 32, 33; Mar. 8:38; Luc. 14:25-35). (2) (3) No solamente en el local. También los miembros que limitan sus actividades evangelísticas al sitio de reunión ponen su luz debajo de un almud. Muy pocas per­sonas irán al local para oír el evangelio, sino que es necesario llevarlo a ellos, Mat. 28:19; Mar. 16:15; Hech. 8:4. (4) No asociarse con los mundanos. Los que no quieren asociarse con los del mundo, sino solamente con los hermanos, ponen su luz debajo de un almud. Recuérdense Luc. 5:30-32; 15:1, 2, etcétera.

          D. "sino sobre el candelero". Los cris­tianos deben estar conscientes de la necesidad de tener una influencia positiva sobre otros. La luz tiene que exponerse por medio de la enseñanza del evangelio y el buen ejemplo para iluminar el camino de otros. No debe esconderse nuestra luz.

          VII. "Alumbre vuestra luz delante de los hombres ... glorifiquen al Padre".

          A. La Biblia condena toda forma de soberbia. La enseñanza de este verso (Mat. 5:16) no debe producir soberbia en nadie. Jesús no quiere que se haga una exhibición de nuestra justicia para que los hombres nos alaben a nosotros mismos (Mat. 6:1-18).

          B. El propósito de alumbrar nuestra luz: "para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro padre que está en los cielos". 1. Mat. 9:8, cuando Jesús sanó al paralítico, "la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios". 2. Mat. 15:31, "la multitud se mara­villaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Is­rael". Véase también Luc. 7:16. 3. La misma cosa sucedió cuando los apóstoles hicieron milagros. Véase Hech. 4:21; 21:20.

          C. Las buenas obras. ¡Hagamos buenas obras para que Dios sea glorificado!

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Mateo 5:17-20, La actitud de Jesús hacia la ley y los profetas

LA LEY Y LOS PROFETAS

Introducción.

          A. "No penséis que he venido para abro­gar la ley o los profetas". (1). Era obvio a todos que la en­señanza de Jesús era diferente de la de los escribas y fariseos (Mat. 7:28). Decía repetidas veces, "Pero yo os digo". (2). Durante su ministerio los judíos constantemente lo criticaban por no res­petar sus tradiciones (Mat. 15:2), por sa­nar en el día de reposo, Jn. 5:16, etc. (3). Estos líderes eran los represen­tantes de la ley y los profetas; por eso, al­gunas personas podían creer que Jesús, al oponerse a ellos, también se oponía a la ley y los profetas.

          B. Por eso Jesús aclara este punto. La gente no debería confundir lo que enseñaban y hacían estos líderes con la ley de Moisés y los profetas.

          C. Este texto (Mat. 5:17-20) bien intro­duce el resto del capítulo cinco.

          D. "He venido" es una expresión muy interesante. ¿De dónde vino Cristo? ¿Dónde estaba antes? Al decir "He venido" se refiere a su preexistencia con el Padre (Jn. 1:1-3, 14, 18).

          I. "No he venido para abrogar" la ley o los profetas.

          A. Abrogar, kataluo, "destruir total­mente, derrumbar completamente". Sinónimos de abrogar son "derribar, des­hacer, desvanecer". (1). Claro está que esta palabra sig­nifica destruir en el sentido de derrumbar una pared o casa o un puente. (2). Se usa en Mat. 26:61, "Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios".

          B. Jesús no vino para destruir la ley y los profetas. Si lo hubiera hecho, ¿cómo habría probado que El era el Mesías? (1). La ley de Moisés era el ayo (guardián, supervisor) para llevar a los judíos a Cristo, Gál. 3:24. Jesús no quería destruir a este ayo. (2). La ley de Moisés contenía figuras, sombras, etc. que claramente apuntaban hacia Cristo, Heb. 8:5; 9:9; 10:1. Por ejemplo, Juan 1:29, "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". 1 Cor. 5:7, "porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros". Si Jesús hubiera destruido la ley, también habría destruido todos estos tipos. (3). Todos los profetas, "desde Samuel en adelante" (Hech. 3:24) hablaban de Jesús: de su nacimiento, vida, reino, muerte, sepultura, resurrección, ascensión y coronación, etc. Si Jesús hubiera venido para abrogar los profetas, habría evitado el cumplimiento de estas profecías.

          II. "No he venido para abrogar, sino para cumplir".

          A. Cumplir, "pleroo, llenar, cumplir, completar". (1). Obsérvese bien que no hay con­traste en este texto entre abrogar y perpe­tuar. Muchísimos maestros religiosos citan este texto para probar que Jesús vino para perpetuar la ley de Moisés. Según esta en­señanza errónea, la ley de Moisés todavía está de vigor. ¿Por qué? Porque Jesús dijo, "No he venido para abrogar la ley". (2). Los que usan así este texto tuercen las escrituras (2 Ped. 3:16). (3). Hay contraste entre abrogar y cumplir. El contraste presentado por Jesús no tiene nada que ver con perpetuar la ley de Moisés. Jesús habla de la certeza del cumplimiento de la ley y los profetas.

          B. Cuando Jesús dijo esto, sabía que iba a cumplir la ley y los profetas. Lo hizo al pie de la letra. Véanse Luc. 24:27, 44; Hech. 3:24; 8:30-35; 13:27. Rom. 10:4, "porque el fin de la ley es Cristo". La palabra "fin" significa propósito. El propósito de la ley era hacer justo al hombre; pero "todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Rom. 3:23). La justicia demandada por la ley se realiza en Cristo, porque ahora todos, tanto gentiles como judíos, pueden ser justos por medio de El.

          III. "Hasta que pasen el cielo y la tierra".

          A. Es decir, nunca. Luc. 16:16,17, "La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley". (1). Lo que Jesús dice en Mat. 24:35 es semejante a esto, "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán". (2). En estos textos y en otros se afirma que la palabra de Dios -- la ley de Moisés, los profetas, los salmos, y el evan­gelio -- tiene que cumplirse en todo dicho. (3). También se dice, "la Escritura no puede ser quebrantada", Jn. 10:35.

          C. "Ni una jota ni una tilde pasará de la ley". "Jota significa la letra hebrea iod y corresponde a la i vocal. Es mucho más pequeña que las otras letras hebreas ... tilde ... denotando una proyección muy pequeña en la esquina de ciertas letras griegas, que las distingue de otras que son redondeadas ... Toda la expresión se ha comparado felizmente con el dicho, ni el punto de una i ni el palito de una t'" (Broadus). (1). Obsérvese que Jesús no repite la palabra "profetas" en el ver. 18. Por lo tanto, es importante recordar que la pa­labra "ley" no se limita a los primeros cinco libros del Antiguo Testamento, sino que se refiere al Antiguo Testamento. (2). Frecuentemente la palabra ley se usa en este sentido (todo el Antiguo Tes­tamento.) Véanse, por ejemplo, Juan 12:34; 15:25; 1 Cor. 14:21. Jesús dice que toda la ley seguirá en vigor hasta cumplirse.

          IV. "Hasta que todo se haya cumplido".

          A. "Los indoctos e inconstantes tuercen" este texto también, diciendo que la ley de Moisés seguirá en vigor "hasta que pasen el cielo y la tierra". (1). Tales intérpretes ponen el punto final después de la palabra "ley", y hacen caso omiso del resto del verso que dice "hasta que todo se haya cumplido". (2). Compárese Mat. 1:25, "Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo pri­mogénito". Dice el clero romano, "y ni aun entonces". La expresión "hasta que" no tiene sentido para los falsos maestros.

          B. Jesús no dijo que la ley seguiría en vigor "hasta que pasen el cielo y la tierra", sino que "hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido". ¿Cómo seguirían en vigor la ley y los profetas aun después de ser cumplidos to­dos los tipos y figuras y profecías? El "ayo" sirvió para llevar a los judíos a Cristo; des­pués de hacer esto, ¿qué haría? ¡Habiendo hecho eso terminó su obra!

          V. "De manera que cualquiera que que­brante uno de estos mandamientos ..."

          A. Jesús era un Amigo fiel de la ley de Moisés. Es muy importante observar que Jesús no se oponía a la ley de Moisés, sino que la apoyaba. La practicaba e insistió en que sus discípulos la practicaran (ver. 19). El Sermón del Monte no se pone en con­traste con la ley de Moisés, sino con lo que fue dicho por los judíos de ese tiempo. Jesús explica en este sermón (5:31, 32) y otra vez en Mat. 19:6-9 la diferencia entre la ley de El y la de Moisés sobre el divor­cio y segundas nupcias, pero al mismo tiempo explica que debido a la dureza del corazón del pueblo Moisés permitió el di­vorcio (Deut. 24:1-4). Sin embargo, Jesús explica lo que ha sido la voluntad de Dios desde el principio con respecto al matri­monio (Gén. 2:24; Mat. 19:6).

          B. Jesús no denunció la ley de Moisés sino la enseñanza de los escribas y fariseos (ver. 20; 15:8, 9; 16:5-12; 23). Estaba en conflicto continuo con ellos. Explicaba el verdadero significado de la ley (véanse los vers. 21, 22, 27, 28, etcétera).

          C. "Quebrantar, luo, desatar, especial­mente en el sentido de liberación, tiene en ocasiones el sentido de quebrantar, des­tructivamente, p.e., de quebrantar man­damientos, no sólo por vía de su infrac­ción, sino debilitando su autoridad, in­validándolos, Mt 5:19". La Biblia de las Américas dice anule. Jesús no habla sola­mente de infringir, sino también de soltar o liberar de obligación. Los escribas y fariseos "quebrantaban" (anulaban) la ley, porque la pervertían, la convertían en una religión de actos externos, la ignoraban y la invalidaban por sus tradiciones.

          D. "Uno de estos mandamientos muy pequeños". A los líderes religiosos les gustaba clasificar los mandamientos como grandes y pequeños, pero Jesús les dijo que no deberían quebrantar ni siquiera los que ellos llamaban "muy pequeños".

          E. "Y así enseñe a otros". Es malo que­brantar la ley, pero es igualmente malo inducir a otros a que lo hagan (18:7; Rom. 1:32).

          F. "Muy pequeño será llamado en el reino de los cielos", es decir, "no entraréis en el reino de los cielos" (ver. 20).

          VI. "Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos ..."

          A. Los escribas y fariseos no enseñaban ni practicaban lo que Jesús enseña en los vers. 1-12 (las bienaventuranzas). Ellos no eran pobres en espíritu, porque en lugar de reconocer sus pecados querían justifi­carse a sí mismos (Luc. 16:15; 18:9-12). No poseían estas cualidades de carácter y, desde luego, no las enseñaban.

          B. Solamente enfatizaban las cosas ex­ternas, la purificación externa (15:2; 23:25-28) etc., pero Jesús enseña la pureza de corazón (5:8; 15:19). La justicia enseñada por Jesús es mayor que la justicia en­señada y practicada por los escribas y fariseos; por lo tanto, la justicia de los dis­cípulos de Jesús tiene que ser mayor que la "justicia" de tales líderes.

          C. Eran hipócritas (cap. 23), contentos con la "justicia" de apariencia (Luc. 11:42, 43), y pasaban "por alto la justicia y el amor de Dios". La justicia de ellos era la de hablar mucho y hacer poco. "En la cátedra de  Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque di­cen, y no hacen" (23:2, 3). La justicia nues­tra tiene que ser la de hacer (obedecer).

          D. Eran seguidores de la tradición hu­mana, aunque ésta invalidaba la ley de Dios, Mat. 15:1-9. Las iglesias humanas siguen la tradición humana y, por lo tanto, su justicia no es mayor que la de escribas y fariseos. Las iglesias de Cristo caen en el mismo error al obrar a través de institu­ciones y la iglesia patrocinadora.

          E. Descuidaban las cosas importantes. Mat. 23:23, "Diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más impor­tante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe".

          F. No amaban a los pecadores. Aunque los escribas y fariseos estaban perdidos, no querían que el Buen Médico les sanara, sino que le condenaban por comer con los otros pecadores (Luc. 5:30; 15:1, 2). Jesús se asociaba con los pecadores y nos con­viene imitarlo, porque "Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos".

          G. Nuestra justicia debe ser mayor que la justicia de los escribas y fariseos en to­das estas cosas para poder entrar en el reino de Dios.

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Mat 5:21, 22, Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; {5.21:-Ex. 20. 13; Dt. 5. 17.} y cualquiera que matare será culpable de juicio.  22  Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.

 NO BASTA CON NO MATAR

Introducción.

          A. En los vers. 21-48 Cristo menciona ejemplos de la justicia que es "mayor que la de los escribas y fariseos". Los vers. 21, 22 dan el primer ejemplo.

          B. En este texto enseña Jesús que no basta con no matar. También es "culpable de juicio" el que se enoja contra su her­mano y usa lenguaje abusivo.

          I. "Oísteis que fue dicho a los an­tiguos".

          A. Jesús se refiere a lo que sus dis­cípulos habían oído de sus maestros, la enseñanza general que habían recibido, mayormente la de "los escribas y fariseos" (ver. 20).

          B. Entonces les hace ver en forma exacta y clara el significado verdadero y amplio de los mandamientos de Dios.

          II. "No matarás".

          A. Siempre se les enseñaba, "no matarás", Exodo 20:13.

          B. Los escribas y fariseos enfatizaban los actos externos (Mat. 15:1-20; 23:25-28). (1). No tomaban en cuenta el propósito del acto (Mat. 6:1-18). (2). No se preocupaban por la condi­ción del corazón (Mat. 15:18-20). (3). No enseñaban las "bienaventuranzas" (Mat. 5:1-12). La doc­trina de los escribas y fariseos, la que los discípulos de Jesús habían oído hasta esa fecha, no les inculcaba la necesidad de ser "pobres en espíritu", de "llorar" por los pecados, de ser "mansos", de tener "hambre y sed de justicia", de ser "misericordiosos", de tener "limpio corazón", de ser "pacificadores", ni mucho menos de sufrir "por causa de la justicia".

          C. Por lo tanto, ellos veían en el sexto mandamiento solamente la prohibición, "no matarás", sin tomar en cuenta los mo­tivos de matar.

          III. "Y cualquiera que matare será cul­pable de juicio".

          A. El matar es condenable y el que matare será juzgado.

          B. "El juicio" en este texto se refiere al "juicio" de los judíos. Dice la Biblia de las Américas, "ante la corte". (1). Se refiere al tribunal local, la corte que se estableció en cada pueblo. (Deut. 16:18). (2). Los homicidas habían de ser juz­gados por estos tribunales.

          IV. "Pero yo os digo".

          A. Jesús habla con voz de autoridad. (1). "Cuando terminó Jesús estas pa­labras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas" (Mat. 7:28,29). (2). Los escribas nunca daban en­señanza original. Citaban a Moisés (cuando les convenía), al Talmud (sus leyes tradicionales), al rabí Hillel, al rabí Shammai, o a otro de los rabinos. (3). Pero Jesús dice, "pero yo os digo". La gente nunca había escuchado a tal maestro. Se admiraban de su enseñanza.

          B. "que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio"; no solamente será culpable de juicio el homi­cida, sino también el que se enoje contra su hermano.

          C. ¿Qué decía la ley? (1). Aun bajo la ley de Moisés, Dios no prohibió solamente el matar, sino tam­bién condenó el odio, la venganza per­sonal, y el guardar rencor en el corazón (Lev. 19:17,18; Prov. 24:12, 17, 18, 29; 25:21, 22). (2). Cuando Dios dio el sexto man­damiento ("no matarás"), no quería decir que el pueblo podía tener malicia en sus corazones y odiar el uno al otro con tal que no mataran. (3). El matar es causado por el enojo, el odio, el lenguaje abusivo y el deseo de tomar venganza.

          D. Jesús profundiza el tema, y explica el verdadero y profundo propósito de Dios al dar el sexto mandamiento. (1). Nos habla del corazón: "bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" (Mat. 5:8). (2). Dios no quiere solamente la limpieza en los actos externos, sino tam­bién limpieza de corazón.

          E. Algunos matan mientras que otros solamente quieren matar (o golpear). (1). ¿Usted nunca mató a nadie? ¿Nunca ha querido matar (o por lo menos golpear) a otro? (2). 1 Jn. 3:15, "todo aquel que abo­rrece .. es homicida". (3). Por lo tanto, también el que abo­rrece a su hermano es "culpable de juicio".

          V. El enojo carnal (egoísta, orgulloso) condenado.

          A. Jesús no condena el enojo sano. Es posible enojarse sin pecar. (1). El enojo contra el pecado no se condena. (2). Varios textos hablan de la ira de Dios (Mat. 3:7; Juan 3:36; Rom. 1:18). Todas las cosas que provocan a Dios a ira también deben provocarnos a ira a nosotros. No debemos ser indiferentes ha­cia el pecado y error. (3). La ira de Jesús, Mar. 3:5 (compárese Mat. 21:12, 13). (4). La ira de Moisés, Ex. 32:19. (5). El enojo sano busca solamente el bien de otros. Nos mueve a enseñar, a ex­hortar, a amonestar y aun a reprender, pero siempre con el propósito de corregir el mal y de efectuar el bien de otros (sobre todo su salvación). (6). Efes. 4:26, 27, "airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo". El enojo debe ser controlado y de poca duración. Si no se acaba pronto, llega a ser malicia. Cualquier enojo es peligroso. Puede y debe servir para un propósito sano. Es una emoción fuerte que nos mueve a tomar cierta acción, buena o mala.

          B. El enojo no controlado es pecado. Después de hablar del "enojo", Jesús des­cribe la clase de enojo que se condena. Es el enojo carnal, una actitud de malicia y odio que se expresa en lenguaje abusivo, palabras insultantes y de reproche y de desprecio. Tal enojo quiere injuriar a otros. Tal enojo es una causa principal del homicidio, y si no se elimina pronto, puede destruir el alma en el infierno.

          C. El enojo carnal está condenado. Al­gunos pecados asociados con el enojo car­nal son "enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones", Gál. 5:19-21. Dice Efes. 4:31, "quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia".

          VI. El enojo carnal emplea lenguaje abusivo.

          A. Mat. 5:22, "y cualquiera que diga: necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego". El "concilio" era la corte suprema de los judíos (el sanedrín).

          B. Palabras insultantes. (1). "necio, raka, es una palabra rela­cionada con el heb. req, vació ... era una palabra de sumo menosprecio, signifi­cando vacío" (WEV). (2). "Cada edad y cada país tienen sus modos de expresar tales cosas; sin duda el Señor hizo uso de la fraseología corriente en sus días" (JFB). (3). Se emplean tales palabras como "necio", "fatuo", "estúpido", "tonto", "idiota", etc. para insultar y despreciar a otra persona. La fuerza de algún apodo o epíteto depende de cómo suena a los oí­dos de la persona insultada. Si hay odio y enojo en el tono de voz del que habla, tales insultos hieren y lastiman aun más.

          C. ¿Cuál es la relación entre matar, enojarse, e insultar? ¿por qué conecta Jesús el enojarse y el usar lenguaje ofen­sivo con el matar? (1). Porque muchas veces el enojado quiere matar o perjudicar (medio matar) al objeto de su ira, y conocerá cuáles ar­mas serán más eficaces para lograr su propósito. (2). Dice Cristo que los culpables de enojarse y de usar lenguaje insultante quedarán expuestos al juicio más severo (el infierno) al igual que los homicidas. (3). ¿Por qué? 1 Jn. 3:15, porque "todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en el".

          D. La palabra geenna (infierno) corres­ponde a la palabra hebrea que significa "valle de Hinom", un valle hondo y an­gosto cerca de Jerusalén que era el sitio donde algunos israelitas ofrecieron a sus propios hijos al dios Moloc (2 Reyes 23:10).

          Conclusión.

          A. Como los maestros judíos daban én­fasis al sexto mandamiento de no matar, Jesús da énfasis al enojo y al lenguaje abu­sivo que son causas comunes del homicidio.

          B. Estos versículos sirven como ilus­tración de la necesidad de tener corazón limpio (Mat. 5:8), y también son otro ejemplo de la justicia que es mayor que la de los escribas y fariseos (Mat. 5:20).

          C. Verdaderamente el Sermón del Monte describe la "puerta estrecha" y el "camino angosto" (Mat. 7:13, 14).

          D. Recuérdese que "cualquiera que me oye estas palabras, y las hace" es hombre prudente (sabio) y el que las oye pero no las hace es insensato (Mat. 7:24-27).

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Mateo 5:23-26, Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,  24  deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.  25  Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.  26  De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.

ARREPENTIRSE, RECTIFICAR EL MAL, PRESENTAR OFRENDA.

Introducción.

          A. El propósito principal de ofrecer sacrificios y ofrendas a Dios es para reconciliarnos con El.

          B. Sería absurdo, pues, presentar ofrenda a Dios antes de arrepentirnos y corregir el mal que nos apartó de Dios.

          I. El mensaje de los profetas.

          A. Dijeron repetidas veces que los sac­rificios y ofrendas no eran aceptables sin la santificación. (1). Amós 5:21,22, "no los recibiré". (2). Miqueas 6:6-8, ofrendas sin justi­cia no eran aceptables. (3). Sal. 40:6-8, no quería sacrificio, sino que hicieran su voluntad. (4). Sal. 51:17, Dios quiere corazón contrito.

          B. La enseñanza de Mat. 5:23-24 es semejante a lo que decían los profetas.

          C. Juan el bautista dijo, "Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento" (Mat. 3:8).

          II. "Y allí te acuerdas de que tu her­mano tiene algo contra ti".

          A. Jesús pinta la imagen del oferente que trae su ofrenda al altar para esperar la llegada del sacerdote, pero al meditar se acuerda que no ha buscado la recon­ciliación con su hermano.

          B. El contexto indica que probable­mente que se haya enojado contra su hermano y que lo haya despreciado con palabras abusivas. (El ver. 23, "Por tanto" lo conecta con el ver. 22). (1). Dios no acepta la adoración de la persona que tiene malicia, celos, amargura, etc. en el corazón. (2). Por lo tanto, primero debe recon­ciliarse con su hermano y luego ofrecer su ofrenda a Dios. (3). Debemos reconocer las faltas, pedir disculpas al hermano ofendido, y en­tonces ofrecer culto a Dios.

          C. Por lo tanto, Jesús dice, "Deja allí tu ofrenda delante del altar". Antes de ofre­cer su culto a Dios, hay otro asunto que requiere atención. ¿No es el culto a Dios lo primero y lo principal? Sí, pero algo tiene que precederlo, es decir, la recon­ciliación con el hermano.

          III. "Y anda, reconcíliate primero con tu hermano".

          A. Nuestra relación con Dios depende de nuestra relación con los hermanos. 1 Juan 4:20, "Si alguno dice, Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su her­mano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?"

          B. 1 Ped. 3:7, los maridos deben amar a sus esposas, "para que vuestras oraciones no tengan estorbo". Las relaciones fami­liares afectan nuestro culto a Dios. La verdad es que toda relación humana lo afecta.

          C. "Anda tú". Jesús no dice, "Espera hasta que tu hermano venga a ti", sino "anda", de una vez, aun antes de ofrecer culto a Dios. (1). El que ofende a otro, debe bus­carlo cuanto antes. El culpable debe tomar la iniciativa. Debe encontrar al hermano ofendido para pedirle perdón. (2). Mat. 18:15, "si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos". Es decir, también el ofendido debe buscar al ofensor. Anda tú. Ve tú. Dice Cristo que el ofensor debe buscar al ofen­dido, y el ofendido debe buscar al ofensor. Cristo no dice, "Quéjate y murmura del hermano con todo el mundo", sino "anda", "vé" a él en persona, y de manera respon­sable y madura resuelve el problema. Si los dos hacen la voluntad de Cristo, se en­contrarán en el camino buscando el uno al otro. ¡Qué cambio positivo habría en las iglesias de Cristo si los miembros creyeran y prac­ticaran esta enseñanza! (3). La triste verdad es que muchos miembros de la iglesia prefieren hablar de los errores de los sectarios en lugar de oír esta enseñanza.

          D. El pecado que nos separa del her­mano también nos separa de Dios (Isa. 59:1,2). Muchos de los pecados referidos por Isaías eran injusticias contra sus her­manos. Los profetas hablan mucho de pecados tales como oprimir y defraudar al hermano, venderlo por un par de zapatos, etc. (Oseas 12:7; Amós 5:11-12).

          E. ¿Cuántos hermanos ofrecen culto a Dios semana tras semana sin recordar esto? ¿Cuántos hermanos ofrecen culto a Dios y ni siquiera quieren saludarse unos a otros, mucho menos reconciliarse unos con otros? ¿Creemos, quizá, que Dios hará acepción de personas porque nosotros somos "la iglesia verdadera"? La triste verdad es que hay muchos sectarios que practican esta enseñanza más que algunos hermanos.

          IV. "Ponte de acuerdo con tu adversario pronto".

          A. Este caso trata de alguien que debe dinero a otro. Conviene pagar al acreedor ("adversario"), o hacer algún arreglo con él, cuanto antes, para evitar más proble­mas. Tales problemas siempre crecen si no se busca muy pronto una solución. ¡Crucifíquese el orgullo egoísta!

          C. Es más fácil solucionar el problema si se hace pronto. De otro modo, el problema crece. ¿Por qué esperar? Re­cuérdese que hasta que se arregle el problema con el hermano, no es posible adorar a Dios.

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Mateo 5:27-30, Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28  Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.  29  Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30  Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.

COMETER ADULTERIO EN EL CORAZÓN

Introducción.

          A. Los discípulos de Jesús habían oído mucha denuncia del adulterio (adulterio físico), Ex. 20:14, pero ¿qué tanto énfasis se daba al décimo mandamiento (Ex. 20:17, "No codiciarás la mujer de tu prójimo")?

          B. Jesús condena el adulterio en el corazón, que es la causa del adulterio físico; es decir, no basta con no cometer el adulterio físico. Cristo quiere corazones limpios (Mat. 5:8) en los cuales no haya adulterio.

          I. "Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla..."

          A. Jesús no habla de "mirar" a una mujer para conversar con ella, ni de mirarla para admirar y apreciar su belleza, sino que habla de la mirada prolongada y sensual para codiciarla.

          B. La palabra clave es para, que indica intento, disposición, o propósito. La mira para, con el propósito de, codiciarla. Compárese Mat. 6:1, "para ser vistos de ellos". (1). El mirar a una mujer para codi­ciarla significa estimular y excitar las pa­siones para cometer en el pensamiento el acto de adulterio con ella, es decir, llevar a cabo el acto de adulterio en la imaginación. (2). Tal adulterio en el corazón precede y es la causa del adulterio físico. (3). El que mira a una mujer para codiciarla es capaz también de cometer el acto físico de adulterio en un momento de tentación fuerte cuando no hay temor de ser descubierto. (4). La enseñanza de Jesús se dirige en gran manera a los pensamientos y de­seos del corazón, como la fuente del pecado (Mat. 15:19, 20; Mar. 7:21-23).

          C. Este mismo mal sucede con respecto a muchos pecados. (1). El matar. Véase el sermón sobre Mat. 5:21,22. Dos causas principales del homicidio son el enojo y las palabras abu­sivas. Muchas personas nunca matan a nadie, pero ¿cuántas personas quisieran matar (o por lo menos, golpear) a otro si pudieran escapar de las consecuencias? Su fantasía es ahogar o matar a balazos a la persona que les atormenta. Esto es cometer homicidio en el corazón. (2). El robar. ¿Cuántas personas que no han robado codician en su corazón como Acán (Josué 7:21)? Si pudieran es­capar del castigo ¿no robarían los tales? Esto es robo en el corazón. (3). El bailar. Los cristianos saben que no deben bailar, y que ni deben ir al baile para observar a los que bailan. Pero ¿cuántos se divierten fantaseando que participan en el baile? Esto es bailar en el corazón. (4). Volver a Egipto. Los israelitas comían el maná que Dios les dio, pero en su corazón comían "el pescado ... los pepinos, los melones, los puerros, las ce­bollas y los ajos" que habían dejado en Egipto (Núm. 11:4, 5). Tenían "vivo deseo" de volver a Egipto. Sin duda comían diariamente aquella comida de Egipto en sus corazones; es decir, con su imaginación reproducían el acto de comer esas comidas predilectas. Sin duda tales pensamientos producían bastante saliva en sus bocas. La imaginación es un ins­trumento muy fuerte, tan fuerte que el cuerpo no distingue la diferencia entre lo imaginado y lo verdadero. ¿Cuántos her­manos vuelven diariamente al mundo para seguir participando de las cosas que supuestamente habían dejado? (5). Así es el adulterio en el corazón. Es reproducir o llevar a cabo en la imagi­nación el acto mismo. ¡Tal codicia es pecado! ¡Es adulterio!

          D. Jesús condena el uso de los ojos para codiciar. (1). Mat. 6:22,23, habla del ojo bueno y del ojo maligno. (2). 2 Ped. 2:14 los ojos llenos de adul­terio. (3). Acán usó los ojos para codiciar, Josué 7:21. Obsérvese el proceso de su caída: "Vi ... lo cual codicié y tomé ... está escon­dido". (4). David usó los ojos para codiciar, 2 Sam. 11:2-4. Quebrantó tres mandamien­tos: no codiciar, no adulterar, no matar. El proceso siempre es lo mismo: Ver ... codi­ciar (pecar en el corazón) ... pecar física­mente. (5). Pablo no usó los ojos para codiciar, Hech. 20:33.

          II. ¿Cómo tienta Satanás a los hombres a codiciar mujeres?

          A. Por la asociación con mujeres tenta­doras. (1). Prov. 6:25, hablando de la "mala mujer" (ver. 24), dice, "No codicies su hermosura en tu corazón". Pero lo primero es evitar su compañía. (2). 1 Cor. 15:33, "No os dejéis en­gañar. Las malas compañías corrompen las buenas costumbres" (LBLA). Esta amonestación no se limita a las mujeres cantineras y prostitu­tas. Muchos hermanos caen en fornicación, y casi nunca se oye decir que fue con alguna prostituta. Bien puede ser con alguna hermana en Cristo.

          B. Por estar asociado todos los días con alguna mujer (o con varias) en el trabajo o en otras actividades. (1). Todos los días muchos hermanos pasan menos horas con sus es­posas que con otras mujeres (asimismo muchas hermanas que trabajan fuera del hogar están asociadas más tiempo con otros hombres que con sus propios esposos). (2). Esto es por causa del trabajo y otras actividades legítimas, pero es una trampa peligrosísima, en la cual siguen cayendo gran número de hermanos (incluyendo a muchos predicadores). (Al propósito de esto: conviene que el predicador lleve consigo a su esposa para dar estudios bíblicos a mujeres).

          C. Por la televisión, por libros, por revis­tas. Aun para la propaganda, sea para vender autos o pasta dental, se exhiben mujeres casi desnudas y con acciones se­ductoras. (1). Tal vez el peligro más grande en tiempos modernos es la televisión. Es un medio poderoso para comunicar pen­samientos, la mayoría de los cuales son malos. (2). La mente es bombardeada cons­tantemente con películas indecentes que nutren, estimulan y excitan los deseos, las pasiones, y los impulsos más bajos.

          D. Por la ropa deshonesta y provocativa de muchas mujeres: "shorts", minifaldas, ropa muy ajustada al cuerpo (pantalones como "jeans", también faldas y vestidos), ropa transparente, faldas con costura muy abierta (tablones abiertos), vestidos y blusas que descubren los hombros y parte de los senos, etc.

          E. Pero sea lo que fuere la tentación o provocación, es pecado mirar a la mujer para codiciarla. Es adulterio.

          III. ¿Qué se puede hacer para no codi­ciar?

          A. Cortar la mano, sacar el ojo. Mateo 5:29,30, "Mejor te es" la cirugía espiritual. Evitar o vencer la tentación, cueste lo que cueste. No hay sacrificio demasiado severo, ni precio demasiado caro que pa­gar para salvar el alma.

          B. Hacer pacto con los ojos. Job 31:1 "Hice pacto con mis ojos". Sal. 119:37, "Aparta mis ojos que no vean vanidad". Es ineludible que veamos muchas cosas, pero podemos tener mucho control sobre lo que veamos, y podemos tener control so­bre los pensamientos.

          C. Hacer pacto con el corazón. Re­cuérdese siempre lo que dice Sant. 1:14, que cada uno es tentado cuando de sus propios deseos malos es seducido. (1). La palabra diablo significa tenta­dor. El tentador más peligroso es nuestro propio corazón. (2). Según esto, se puede decir que el peor diablo (tentador) de cada uno es su propio corazón, si hay malos pensamien­tos y deseos. (3). Somos acosados diariamente por el propio corazón. Esta condición es semejante al suicidio. Los que se des­truyen por causa del corazón corrupto se destruyen solos.

          D. Huir. 1 Cor. 6:18; 10:14; 2 Tim. 2:22. Hay salida de las tentaciones, 1 Cor. 10:13. Recuérdese el ejemplo de José, Gén. 39:12. Literalmente huyó.

          E. La salida principal de esta tentación es el matrimonio. Para "salir" de la tentación de mirar a una mujer para codi­ciarla "cásense". (1). 1 Cor. 7:2, "pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido". (2). En algunas culturas se demoran mucho tiempo en casarse. Se cree que es indispensable educarse, tener buen em­pleo (o negocio), casa, muebles, etc. Si se puede esperar, bien, pero recuérdese que "mejor es casarse que estarse quemando" (1 Cor. 7:9), aunque el matrimonio es­torbe los planes económicos.

          F. No separarse. Habiéndose casado hágase todo esfuerzo posible para que el matrimonio dure hasta la muerte, porque la separación (el divorcio) acaba con la protección contra la fornicación.

          G. No basta con no cometer adulterio, porque es pecado mirar a una mujer para codiciarla (cometer adulterio con ella en el corazón).

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Mateo 5:31, También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio.

LA CARTA DE DIVORCIO

Introducción.

          A. Jesús sigue explicando la justicia que es mayor que la de los escribas y fariseos (Mat. 5:20). Se puede agregar que El sigue describiendo la puerta estrecha y el camino angosto (Mat. 7:13,14) y también lo que significa edificar la casa sobre la roca y no sobre la arena (Mat. 7:24-27).

          B. La enseñanza de Jesús sobre el ma­trimonio y el divorcio sorprendió a sus dis­cípulos (Mat. 19:10). Imagínese la reac­ción de sus enemigos. De todas las enseñanzas de Jesús no hay otra menos popular que esta. Hasta hermanos en Cristo, aun hermanos que quieren llamarse "conservadores", han in­ventado muchas "salidas" para "escapar" de esta enseñanza.

          C. Hay tres textos que hablan de la carta de divorcio: Deut. 24:1,2; Mat. 5:31; 19:7,8.

          I. ¿Qué era la carta de divorcio?

          A. ¿Cuál es la diferencia entre la ley de Cristo y la ley de Moisés sobre el divorcio? También se debe preguntar, ¿cuál es la diferencia entre la ley de Moisés y el plan original de Dios con respecto al matrimo­nio y el divorcio? (1). Se ha observado ya (Mat. 5:17-20) que Jesús enseñó la obediencia a la ley de Moisés, hasta que ésta se cumpliera. (2). La enseñanza de Jesús es la justi­cia que es mayor que la de los escribas y fariseos. Por lo tanto, El habla de lo que los discípulos habían oído, de lo que se decía, es decir, de la enseñanza general que se presentaba y se oía en aquel en­tonces.(3). Pero en Mat. 5:31, 32 Jesús sí pre­senta una diferencia entre la ley de Moisés y la ley de El. Sin embargo, esta diferencia trata solamente de una concesión de la ley de  Moisés. (4). Es importante observar que la misma diferencia que había entre la ley de Moisés y la ley de Cristo era la diferencia entre la ley de Moisés y el plan original de Dios con respecto al matrimonio.

          B. Deut. 24:1-4 (LBLA) dice, "Cuando alguno toma una mujer y se casa con ella, si  sucede que no le es agradable porque ha encontrado algo reprochable en ella, y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, y ella sale de su casa y llega a ser mujer de otro hombre; si el segundo marido la aborrece y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, o si muere este último marido que la tomó para ser su mujer, al primer marido que la despidió no le es permitido tomarla nuevamente como mujer, porque ha sido menospreciada (Lit., manchada, margen); pues eso es abominación ante el Señor. No traerás pecado sobre la tierra que el Señor tu Dios te da por heredad”. (1). Algunos rabinos interpretaban "algo reprochable" como adulterio, pero véase Lev. 20:10, “el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos”.) (2). Otros enfatizaban la frase "si no le es agradable" para repudiarla "por cualquier causa", Mat. 19:3.

          C. "Por la dureza de vuestro corazón" Moisés permitió el divorcio, Mat. 19:8. (1). Sin este permiso, por lo menos al­gunos habrían evitado el matrimonio y tal vez habrían muerto a sus esposas. (2). Al saber los discípulos de Jesús que El no daba ese permiso, dijeron que no convenía casarse, Mat. 19:10.

          D. La carta de divorcio era para la pro­tección de la mujer. (1). El hombre no podía repudiar a su esposa sin darle carta de divorcio, la cual le dio protección legal. (2). La ley de Moisés era muy benévola. Protegía los derechos de todos, y mayormente los de los dependientes. (3). Dios tuvo que controlar esta  práctica que no estaba de acuerdo a su voluntad (Gén. 2:24; Mal. 2:14-16).

          E. La Biblia de las Américas traduce correctamente este texto, de acuerdo a la versión original (hebreo) y también la versión griega del Antiguo Testamento (Septuaginta). Este texto no permitió que el que repudiaba a su mujer volviera a casarse. Tampoco permitió que la mujer repudiada volviera a casarse, pues al llegar a ser la mujer de otro hombre estaba manchada. Esta ley simplemente permitió el divorcio bajo ciertas circunstancias.

          II. "Mas al principio no fue así", Mat. 19:8.

          A. No había tal carta de divorcio antes de la ley de Moisés, y no ha habido tal carta de divorcio después de la ley de Moisés.

          B. "En el principio", cuando Dios ori­ginó el matrimonio, lo hizo permanente. Véase Mat. 19:4-8. (1). "Varón y hembra los hizo". Así era el matrimonio original. (2). "y dijo: Por esto dejará padre y madre", para formar hogar, una nueva e independiente relación. (3). "y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne", una unión que de­bería durar hasta la muerte.

          C. Dios aborreció el repudio, Mal. 2:16, aun cuando lo toleraba.

          D. El divorcio se puede comparar con la poligamia: Dios la toleraba, pero siempre estaba en conflicto con el plan original. La poligamia causó grandes problemas, como también el divorcio causa grandes problemas.

          III. Jesús quitó el "permiso" que Moisés dio.

          A. "Pero yo os digo" otra cosa, ver. 32. La enseñanza de Jesús no permite el repudiar excepto por causa de fornicación, aunque todavía hay mucha dureza de corazón.

          B. La enseñanza de Jesús contradice las creencias populares sobre el matrimonio, el divorcio y segundas nupcias, pero re­cuérdese que El nos devuelve "al princi­pio", al plan original de Dios.

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Mateo 5:32, Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.

EL DIVORCIO NO POR FORNICACIÓN ES PECADO

Introducción.

          A. Es muy importante observar que el tema principal de este versículo es el di­vorcio; es lo que Jesús condena.

          B. El habla de alguien que hace algo condenable, es decir, repudia a su esposa no por causa de fornicación.

          C. "Fue dicho" que podían repudiar a sus esposas con tal que les dieran una "carta de divorcio", pero la enseñanza de Jesús difiere de lo que "fue dicho".

          I. "Pero yo os digo".

          A. Hay contraste aquí entre la en­señanza de Cristo y la enseñanza de la ley de Moisés que permitió que la mujer se repudiara y que se le diera una carta de divorcio (ver. 31).

          B. Es el único ejemplo en el Sermón del Monte en que chocan la enseñanza de Jesús con la ley de Moisés, y solamente choca con un permiso concedido por Moisés, un permiso que no se puede com­parar con los diez mandamientos y el resto de la ley.

          C. Además, es importante recordar que en este caso, la enseñanza de Jesús re­quiere que todos vuelvan "al principio" (Mat. 19:8), al plan original de Dios con respecto al matrimonio; es decir, el per­miso concedido por Moisés era una digre­sión del plan de Dios (Gén. 2:24; Mat. 19:4-6), y Jesús obliga a todos a regresar a ese plan original.

          II. "El que repudia a su mujer".

          A. "Repudiar" significa despedir, rec­hazar, divorciarse.

          B. Obsérvese la palabra "separar". (1). Desde luego no se trata de la se­paración legítima y necesaria causada por el empleo o el negocio, por estar en el servicio militar, por viajes necesarios, etc. Los predicadores tienen que estar separa­dos de sus esposas muchas veces (Mar. 10:29). (Aunque se debe agregar, que hay gran peligro de abusar de estas causas legítimas. La sencilla verdad es que la separación de esposos aun por causas legí­timas puede causar problemas, 1 Cor. 7:5). Pero este estudio tiene que ver con la separación causada por disgustos. (2). Mat. 19:6, "lo que Dios juntó, no lo separe el hombre". Los fariseos preguntaron, "¿Es lícito al hombre repu­diar a su mujer por cualquier causa?" Jesús habla del "repudio" cuando dice "no lo separe el hombre". La palabra "repudiar" o "divorciarse" significa la sepa­ración del hombre de la mujer. Dios dice, "se unirá a su mujer" (ver. 5), pero al di­vorciarse de ella, se separa de ella. Es muy importante este punto. La separación es divorcio. (3). 1 Cor. 7:10,11, "Pero a los que es­tán unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido". Dice Pablo que el Señor mandó que la mujer no se separe del marido. ¿Cuándo mandó Jesús que la mujer no se separe del marido? En Mat. 5:32 y Mat. 19:3-9 al hablar del repudio (el divorcio). Sin embargo, tanto en Mat. 19:6 como en 1 Cor. 7:10 vemos claramente que el repudiar a la mujer es la separación de lo que Dios juntó, o sea la separación de los esposos. Esta verdad merece mucho én­fasis, porque en la actualidad se dan significados muy distintos a las dos pa­labras "divorcio" y "separación". A la palabra "divorcio" se le da un significado legal y final, mientras que a la palabra "separación" se le da un significado menos serio. De hecho, muchos ni siquiera creen que es pecado la separación (sólo que no se casen otra vez).

          C. Otra palabra que se usa es la pa­labra "abandonar". 1 Cor. 7:11-13, después de decir que la hermana no debe sepa­rarse del marido, Pablo agrega que "el marido no abandone a su mujer". Es obvio que la palabra "abandonar" es otra forma de "separarse". Jesús dice (Mat. 19:6) "no lo separe el hombre". La palabra "separar" es la idea básica. Los términos "repudiar" (o divorciarse), separarse, y abandonar (o dejar) indican la misma cosa.

          D. No disolver la unión hecha por Dios. La mujer que se separa del marido hace lo mismo que el marido que repudia a su es­posa (o la abandona). En todo caso se se­para lo que Dios junto.

          III. "A no ser por causa de fornicación".

          A. La palabra "fornicación" incluye todo acto sexual ilícito, y es la única causa aceptada por Dios para justificar la sepa­ración de los esposos. (1). Por ejemplo, 1 Cor. 5:1, "De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación ... alguno tiene la mujer de su padre". (2). También la "homosexualidad" se incluye en la palabra fornicación (Judas 7).

          B. Mat. 19:3, "¿Es lícito al hombre re­pudiar a su mujer por cualquier causa?"

                   1. La respuesta casi universal es que "sí, por cualquier causa". (2). Muchos se casan para divorciarse, y se divorcian para casarse otra vez, ha­ciendo burla del arreglo divino. (3). "Cualquier causa", según los judíos, podía ser el carácter malo, el ser pendenciera, que saliera a la calle sin lle­var velo, que hablara con otro hombre en la calle, que quemara el pan, que echara mucha sal en la comida, que el hombre encontrara otra mujer más atractiva, que los suegros fueran entremetidos, etc. (literalmente, "por cualquier causa").(4). Hoy en día la situación no ha mejorado. "Cualquier causa" puede ser en la actualidad la incompatibilidad, la cruel­dad física y mental, la borrachera, los con­flictos religiosos, los pleitos y disgustos so­bre las finanzas, los conflictos con fami­liares (suegros, cuñados), el no poder entenderse, (no llevarse bien), por ser el hombre desobligado o criminal (aun en­carcelado), por ser la mujer regañona o gorda, por no bañarse, y por una infinidad de cosas. (5). Pero Jesús dice que hay una sola causa para repudiar, y esa causa es la for­nicación.

          IV. "Hace que ella adultere".

          A. Es decir, la expone a gran tentación, y si se casa con otro hombre, su marido comparte la culpa: "el que repudia ... hace que ella adultere". Este es el punto principal del texto.

          B. Desde luego, la mujer no es una adúltera en el momento de ser repudiada, pero Jesús habla de la realidad, de la prác­tica común, de que la mujer repudiada casi siempre se casa otra vez. Hablando en forma general, así sucede (por razón económica, por querer padre para sus hi­jos, por motivos sexuales, por temor, o simplemente por no querer vivir sola). (1). Pero si se casa (se junta) con otro varón, será llamada adúltera, Rom. 7:2, 3. Serán ella y el segundo hombre adúlteros casados, porque ella queda sujeta (ligada) a su primer marido, aunque esté casada (unida) con otro hombre. (2). Pero el que la repudió comparte la culpa. Mat 18:6,7.

          V. "El que se casa con la repudiada, comete adulterio".

          A. Obsérvese que Jesús dice "se casa". (1). La segunda pareja "se casa". Es casamiento. Son casados. (2). Sin embargo, el uso de la palabra "casarse" no indica que la unión es aceptable; no lo es, porque aunque esta unión se llame "matrimonio" en realidad es adulterio.

          B. ¿Por qué? Porque la mujer repudia­da (separada, divorciada, abandonada, dejada) todavía es la esposa de otro hom­bre.

          C. Compárense otros textos: (1). Mat. 19:9, "el que se casa con la repudiada, adultera".

(2). Luc. 16:18, "el que se casa con la repudiada del marido, adultera". (3). Rom. 7:3, "si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera". Será llamada adúltera, porque aunque tenga marido vivo, está "unida" con otro hombre. Está "casada" con un hombre, pero está "sujeta a la ley de" otro hombre (su marido verdadero).

          D. Aunque vayan al registro civil para casarse y la segunda unión sea legal ante los ojos del gobierno, aun así ante los ojos de Dios es adulterio.

          E. El tiempo del verbo moichatai, traducido adultera, es el presente. Este tiempo indica acción continua (iterativa), es decir, sigue cometiendo adulterio, porque cuando alguno repudia a su esposa, ¿por qué se casa con otra? Obviamente la razón principal es para cohabitar con ella (Gén. 2:18; 1 Cor. 7:1-5). Desde luego, esto no es un solo acto, sino una continuación de una acción pecaminosa. Los que insisten en que Jesús se refiere a un solo acto, usan ilustraciones de otras acciones, p. ej., como la de dar testimonio falso, concluyendo que el que lo hace simplemente “comete perjurio”, pero que no es acción iterativa. Si lo hace una sola vez, no es acción iterativa, ¿pero si sigue dando falso testimonio? El que se casa con la repudiada no comete adulterio una sola vez, sino continuamente porque vive con ella.

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Mateo 5:32, EL DIVORCIO NO POR FORNICACIÓN ES PECADO (2)

Introducción.

          A. Es importante que se aclare bien este asunto. El divorcio debe ser denunciado como pecado. Algunos creen que no es tan malo el divorcio (o la separación) con tal que el hermano o la hermana no vuelva a casarse, pero no hay ningún texto que enseñe esto.

          B. En esta lección se presentan varias razones por las cuales el divorcio (o la separación), no por causa de fornicación, debe ser clasificado como pecado. Es muy importante que esta lección se enseñe en clases de jóvenes.

          I. Destruye la defensa contra la forni­cación.

          A. 1 Cor. 7:2, "Pero a causa de las for­nicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido". El matrimonio es, pues, la defensa contra la fornicación. Pero el divorcio destruye esta de­fensa, esta protección.

          B. Al separarse de su cónyuge cada uno está expuesto a la tentación fuerte de unirse con otra persona (volver a casarse) y, al hacerlo, comete adulterio.

          D. Muchísimas personas abandonan la santidad sexual cuando su matrimonio está destruido. Piensan que no pueden vivir solos y se casan otra vez aunque la unión sea adulterio, y les cueste su alma. El hermano o la hermana que dice "ya no aguanto más" (en un matrimonio no agradable) debe reflexionar seria­mente sobre este punto. Se supone que la separación es la solución ideal, porque así se aleja de algunos problemas, pero la separación causa otros problemas más se­rios, y el más serio de todos es el peligro de caer en fornicación. Heb. 13:4, "Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros juz­gará Dios". La mayoría de los cónyuges que son víctimas del divorcio (o separación) lle­gan a ser adúlteros (aunque casados), con muy poca esperanza de salvar su alma. Si se recuerda esto, muchas situaciones "intolerables" serán más tolerables. Tanto la mujer que se disgusta y quiere separarse de su marido, como el hombre desobligado que no toma en serio su matrimonio deben recapacitar.

          II. Destruye la "salida" principal de la tentación de cometer adulterio.

          A. El matrimonio es la salida principal de la tentación de la fornicación. 1 Cor. 10:13, Dios "dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis so­portar".

          B. Pero el divorcio "cierra" o "tapa" esta salida principal. Si una pareja no se separa por causa de fornicación, los dos quedan sin esta salida.

          III. Va en contra del plan que Dios tuvo desde la creación.

          A. Mat 19:4, "¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo".

          B. En el principio del mundo cuando Dios creó el cielo y la tierra y todas las cosas, el clímax de su creación fue la creación del hombre y la mujer, para ser una pareja. Dios dijo, "No es bueno que el hombre esté solo, le haré ayuda idónea para él" (Gén. 2:18).

          C. El divorcio destruye este hermoso plan y propósito de Dios.

          IV. El divorcio divide lo que Dios une.

          A. El plan de Dios era y es que "dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer" (Gén. 2:24; Mat. 19:5).

          B. Pero el divorcio no une, sino divide lo que Dios une.

          V. El divorcio no hace "una carne" sino dos.

          A. El plan divino dice, "los dos serán una sola carne".

          B. Pero el divorcio dice, "No, ya no serán una sola carne, sino dos".

          VI. El divorcio separa lo que Dios junta.

          A. "Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre".

          B. Pero el divorcio dice, "No tienen que seguir juntos; pueden separarse".

          VII. El divorcio destruye el hogar.

          A. El divorcio es un verdadero trauma para los hijos, porque ellos son víctimas inocentes.

          B. Son las víctimas de la carnalidad de sus padres inmaturos e irresponsables. En esto se ve claramente el egoísmo de la pareja que se divorcia. Por no querer hu­millarse, no se llevan bien y destruyen el hogar aunque sufran sus hijos inocentes.

          Conclusión:

          No conviene, pues, enseñar que está bien que los esposos se separen o se di­vorcien con tal que no se casen otra vez. (Así interpretan 1 Cor. 7:10, 11 algunos her­manos). Considérense, por favor, con toda seriedad los pensamientos presentados en este sermón acerca del divorcio, porque hay gran necesidad de evitarlo.

          (Algunas enseñanzas erróneas acerca del divorcio y segundas nupcias – véase Mat. 19:9).

* * * * * * * * * *

          Mat. 5:33-37, Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. 34  Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35  ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. 36  Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello.  37  Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.

LOS JURAMENTOS

Introducción.

          A. Hay dos lecciones básicas en este texto:

                   1. No mentir. Efes. 4:25, "Desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo". El discípulo de Jesucristo es veraz. Dice la verdad. No miente. No engaña, sino que cumple su promesa.

                   2. Que nuestro "sí" sea "sí" y que nuestro "no" sea "no". La palabra del cristiano vale porque es apoyada, no por juramentos, sino por su buen carácter. No necesita de juramentos para apoyar (confirmar, reforzar) lo que dice.

          B. ¿Cómo se relaciona este texto con el resto del sermón? El que obedece este texto: (1). Es de "limpio corazón", Mat. 5:8. (2). Su justicia es mayor que la de los escribas y fariseos, Mat. 5:20. (3). Entra por la puerta estrecha, y anda en el camino angosto, Mat. 7:13, 14. (4). Es el hombre prudente que edi­fica su casa sobre la roca Mat. 7:24-27.

          I. "No perjurarás (no jurarás falsa­mente), sino cumplirás al Señor tus ju­ramentos", Mat. 5:33.

          A. Lev. 19:12, "Y no juraréis falsa­mente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová". Núm. 30:2, "Cuando alguno hiciere voto a Je­hová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no quebrantará su pa­labra; hará conforme a todo lo que salió de su boca". Véase también Deut. 23:21, 22. Jesús dice que sus oyentes habían oído esta enseñanza, y El no quita nada de ella. No minimiza tal enseñanza. Bajo la ley de Cristo no se debe jurar falsamente, y se debe cumplir la pa­labra.

          B. Debemos siempre decir la verdad (Efes. 4:25; Apoc. 21:8) y no tomar el nombre de Dios en vano. Hay perfecta armonía entre la enseñanza de las dos leyes sobre estos puntos.

          C. No quebrantar la palabra. Ecles. 5:4, 5, "Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se com­place en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas". El Nuevo Testamento está en perfecta armonía con esta enseñanza.

          D. Sin embargo, Jesús tenía mucho más que enseñar sobre el asunto por causa de los grandes abusos del jurar y la hipocresía en general con respecto al tema.

          II. "Pero yo os digo: no juréis en ninguna manera".

          A. Jesús explica la expresión, "en ninguna manera", agregando las palabras calificativas, "ni por el cielo ... ni por la tierra ... etc."; es decir, no dice, "No juréis en ninguna manera" ¡punto!

Compárese Luc. 9:3, no dice, "No toméis nada para el camino" ¡punto!, sino que agrega "ni bordón, ni alforja, ni pan, etc." Mat. 10:9-11 explica el asunto aun mejor. La palabra "nada" tiene que expli­carse a la luz de las cosas excluidas. Así también la prohibición de jurar se explica a la luz de las cosas prohibidas. (Aun en Mat. 5:21, la prohibición, "No matarás", tiene que entenderse a la luz de otros tex­tos, por ejemplo, Rom. 13:4). La expresión, "en ninguna ma­nera", introduce los ejemplos de jurar a la ligera o jurar con hipocresía. Esto es lo que Jesús condena en este texto y en Mat. 23:16-22 (véase también Sant. 5:12). Es necesario "usar bien" la palabra (2 Tim. 2:15).

          B. Jesús no condena el juramento serio y necesario. Heb. 6:13, "juró por sí mismo"; 7:21, "Juró el Señor". Mat. 26:63, "Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho" (respuesta afirma­tiva). Jesús testificó bajo juramento. 2 Cor. 1:23, "Mas yo invoco a Dios por tes­tigo sobre mi alma". En este texto y en otros (Gál. 1:20; Fil. 1:8, etc.) Pablo juró. Desde luego, Pablo no desobedeció a Cristo; no hay conflicto alguno entre los juramentos de Pablo y la enseñanza de Jesús. Había gran solemnidad en lo que Pablo escribió (y, desde luego, lo que es­cribió fue inspirado por el Espíritu Santo), y era necesario jurar para confirmar lo que dijo.

          C. Es correcto dar testimonio bajo jura­mento ante el tribunal civil, para defender los derechos del inocente y para condenar el crimen del culpable. Es verdad que el buen carácter del cristiano hace innece­sario el juramento, pero vivimos en un mundo perverso, y el gobierno requiere que el testigo jure para confirmar su tes­timonio en asuntos judiciales. (1). Mat. 22:39, el amor al prójimo lo requiere. Si el prójimo es defraudado y el cristiano es testigo de ello y rehúsa testi­ficar en su favor, no le ama, y no es amigo de la justicia. (2). Mat. 7:12 ("la regla de oro") lo re­quiere. Supongamos que algún hermano sea testigo de un accidente, y que sepa que uno de los choferes estaba borracho, ¿no debe el cristiano dar su testimonio para ayudar al inocente y para condenar al culpable? Si el cristiano estuviera en el lugar del inocente, ¿querría que el testigo le ayudara con su testimonio? Es lo que Mat. 7:12 enseña. (3). Lev. 5:1, "Si alguno pecare por haber sido llamado a testificar, y fuere tes­tigo que vio, o supo, y no lo denunciare, él llevará su pecado". Es lo que Dios siempre ha pensado acerca del tema, porque es Dios de justicia.

          D. ¿Afirmar en lugar de jurar? Hay hermanos que creen que no deben jurar nunca, bajo circunstancia alguna, pero es­tán dispuestos a decir, "Yo afirmo", pero si después de decir "yo afirmo", agregan el nombre de Dios, entonces juran. La pa­labra jurar significa "afirmación o ne­gación que se hace tomando por testigo a Dios".

          E. Rom. 14 tiene aplicación aquí. Si la conciencia de algún hermano no le per­mite jurar, su conciencia debe ser res­petada. Nadie debe despreciarle. Sin em­bargo, tal hermano no debe juzgar al hermano que no comparte su creencia.

          III. ¿Por qué jurar por el cielo, por la tierra, por la cabeza, etc.?

          A. Es jurar con hipocresía. Los que ju­ran de esta manera saben que su palabra no vale y quieren confirmar y reforzar lo que dicen (alguna afirmación, excla­mación, promesa o amenaza). Quieren dar más énfasis al dicho, para poder per­suadir o, por lo menos, impresionar al oyente.

          B. Par obtener el efecto (resultado) máximo, el hipócrita quiere jurar por el nombre de Dios, pero no quiere compro­meterse tanto a Dios. Núm. 30:2, el que jura liga "su alma con obligación", y no debe quebrantar su palabra. Su dilema, pues, es cómo jurar y al mismo tiempo no ligar su alma.

          C. El remedio, según el hipócrita, es no jurar por Dios, sino por algo relacionado con Dios (el cielo, Jerusalén, etc.). El cree que de esta manera escapa de su dilema, porque cree que su juramento da fuerza a su palabra pero evita el nombre de Dios y, por lo tanto, no liga su alma (no tiene que cumplir lo que dice). Jurar de esta manera es mentir y engañar.

          D. Jesús explica que el jurar por el cielo, por Jerusalén, por la tierra, etc. es jurar por Dios, porque tales juramentos no tienen fuerza alguna aparte de Dios. "El que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por Aquel que está sentado en él" (Mat. 23:22; Isa. 66:1). La tierra es el estrado de Dios. Jerusalén es la ciudad del Gran Rey. La cabeza es la vida dada por Dios. Por lo tanto, jurar por el cielo, la tierra, la cabeza, etc. es jurar por Dios. Véase Mat. 23:16-22 para ver lo absurdo de los juramentos de los escribas y fariseos.

          E. Muchos toman en vano el nombre de Dios (o de Cristo o del Espíritu Santo) en exclamaciones emocionales, al decir ¡Ay Dios!, ¡Oh Dios!, ¡Dios mío!, ¡Ay Señor! ¡Válgame Dios!, ¡Jesucristo!, etc. ¿Qué quiere decir la exclamación, "¡Cielos!"? "No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano", (Deut. 5:11). Es precisamente lo que Jesús condena en Mat. 5:33-37; 23:16-22.

          IV. "Pero sea vuestro hablar: sí, sí; no, no".

          A. Sant. 5:12, "sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no". Es necesario decir la verdad, y cumplir (no quebrantar) la palabra. El cristiano no necesita de juramentos para confirmar la palabra porque su carácter bueno la apoya.

          B. ¿Para qué jurar? Si la palabra vale, no es necesario jurar, y si la palabra no vale, el juramento no la ayuda. Es malo no decir la verdad y no cumplir la promesa; es peor jurar para confirmar una mentira y lo peor de todo es jurar por el cielo o la tierra, etc. para confirmar una mentira.

          C. Muchos juramentos son para apoyar dichos insignificantes, es decir, se jura para confirmar cosas que no son impor­tantes y que no necesitan confirmación. Esto indica que tal práctica es un hábito malo que debe ser corregido. Mat. 12:36, "Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio".

          Conclusión.

          A. Jesús no condena el jurar: Dios juró, Cristo juró, Pablo juró. Más bien condena los juramentos necios y frívolos. Condena el jurar a la ligera. Condena la hipocresía que caracterizaba a los escribas y fariseos. Nuestra palabra no debe ser apoyada por juramentos, sino por el carácter bueno y confiable.

          B. Es necesario decir la verdad y no quebrantar la palabra.

          C. No debemos profanar el nombre de Dios ni el nombre de algún objeto rela­cionado con Dios.

          D. Esto es el camino angosto (7:13); es edificar sobre la roca (7:24). es la justicia mayor que la de los escribas y fariseos (5:20).

          E. En cuanto a los juramentos, el ver­dadero problema es el corazón impuro. Mucha gente jura locamente y maldice por causa de su genio fuerte (carnal). ¿Por qué todavía tienen genio fuerte los her­manos en Cristo? Porque rehusan cambiar. Predican que los vecinos deben arrepen­tirse pero ellos mismos rehúsan arrepen­tirse, y siguen causando escándalos y tropiezos en sus propios hogares, como también en la iglesia.

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 Mateo 5:38-39, Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39  Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.

NO RESISTIR AL QUE ES MALO

Introducción.

          A. Los judíos se aprovechaban de la ley que decía "ojo por ojo" para tomar venganza personal. En este texto Jesús no condena la práctica de la justicia (defender los derechos del inocente y cas­tigar al culpable), sino la venganza per­sonal. Debemos sufrir agravios con buena voluntad.

          B. Muchos de los judíos eran querellosos, pendencieros, y litigiosos.

          C. Todos los hombres, sean judíos o gentiles, deben cambiar (arrepentirse, Mateo 4:17); deben transformarse con­forme a la imagen de Cristo (Rom. 12:2; Rom. 8:29; 2 Cor. 3:18). Todos deben nacer otra vez, Juan 3:5 (el nuevo nacimiento requiere el bautismo, pero requiere mucho más que el bautismo).

          I. "Oísteis que fue dicho: ojo por ojo y diente por diente".

          A. Habían oído estas enseñanzas porque la ley de Moisés se leía cada sábado en las sinagogas, Hech. 15:21. Véanse Ex. 21:23-25; Lev. 24:19,20; Deut. 19:21.

          B.      Algunos hacen burla de esta ley, di­ciendo que era "ley salvaje y sangrienta". Creen que "el Dios del Antiguo Testa­mento" era duro y cruel. Pero, por el contrario, esta ley era justa porque puso límite a la venganza. Requería que el castigo solamente corres­pondiera al crimen; es decir, al vengador no se le permitió destruir al que le hubiera herido. Los que critican esta ley son aquellos que no conocen a Dios y se oponen al castigo de los criminales. Los tales atacan y critican a los que son víctimas del crimen, como si éstos hu­bieran causado o contribuido al crimen, mientras que defienden los derechos de los criminales.

          C. Bajo la ley de Moisés no todo el mundo sino solamente los jueces habían de ejecutar con seriedad esta ley para practicar la justicia, para defender los derechos de los inocentes, y para castigar a los que pisoteaban la ley de Dios. Es verdad que el pueblo mismo había de apedrear a ciertos culpables (Núm. 15:35; Deut. 21:21), pero en ese caso el pueblo ejecutaba la justicia bajo la autoridad y di­rección de los jueces. No practicaba la venganza personal.

          D. Pero los judíos que vivían en el tiempo de Jesús se aprovechaban de esta ley para justificar la venganza personal, cosa no autorizada, Lev. 19:18; Prov. 24:29; 25:21. Esta ley nunca fue dada para autorizar la venganza personal.

          II. "Pero yo os digo: no resistáis al que es malo".

          A. ¿En qué sentido deben ser resistidos los malos? (1). Los jueces y magistrados habían de "resistir" (castigar) a los malos. (2). Bajo el Nuevo Testamento el go­bierno es el "vengador". El gobierno civil, de cualquier país, debe "resistir" al que es malo. Rom. 13:1-4, "... es servidor de Dios para tu bien ... no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, ven­gador para castigar al que hace lo malo". La espada no es para limpiar uñas, sino para ejecutar (dar pena de muerte) a los criminales. 1 Ped. 2:13-17, "someteos ... a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y ala­banza de los que hacen bien". (3). Cristo resistió a los malos, Mat. 21:12, 13; 23; Jn. 2:13-17, pero no con odio ni con espíritu vengativo. (4). Resistimos a los malos, cuando re­sistimos el error y reprendemos el pecado con el evangelio, 2 Tim. 4:2-4, y con mansedumbre (2 Tim. 2:24). (5). Resistimos a los malos cuando practicamos disciplina en la iglesia, Mat. 18:17; Rom. 16:17; 1 Cor. 5; 2 Tes. 3:6, 14.

          B. ¿En qué sentido, pues, no deben ser resistidos los malos? ¿Está Dios al lado de los malos? ¿Los quiere a ellos más que a sus propios hijos? Dios sí ama a los malos, pero abo­rrece su maldad. ¿Qué significa esta pro­hibición? Al decir "No resistáis a los malos", Jesús explica en qué sentido los malos no deben ser resistidos. Agrega, "antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele  también la otra”.

          III. ¿No debemos resistir al ladrón y al asaltante?

          A. No parece que Jesús se refiera en este texto a los tales. El dice (Mat. 24:43) "que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa". Jesús no toma el lado de los malos en contra de los justos, sino que busca el bienestar espiritual de to­dos. No nos ayudan espiritualmente los golpes, a menos que los suframos con pa­ciencia, evitando los corajes y resentimien­tos que destruyen el carácter de cristiano. Recuérdese siempre que es mejor estar golpeado físicamente que estar golpeado espiritualmente. El alma necesita más de­fensa y protección que el cuerpo.

          C. El cristiano debe evitar no sola­mente el maldecir y el retornar golpes, sino que debe darle la otra mejilla con buena voluntad y con buen humor. Esto es para evitar los resentimientos. El discípulo de Jesús debe aprender a soportar con buena voluntad tal trato insultante.

          D. Debemos evitar el espíritu vengativo. Otra vez preguntamos, ¿favorece Dios a los malos? No, Dios no favorece a los malos; El favorece a sus hijos, pero Dios sabe que si el diablo produce en nosotros espíritu vengativo, nos destruye. Ya no sere­mos ciudadanos del reino de los cielos; más bien seremos ciudadanos del reino de las tinieblas. Por eso, para nuestro propio bien espiritual, dice, "No resistáis ..." Los que resisten a los malos (volviendo mal por mal) lo hacen enojados y con espíritu de venganza. Por eso, "No resistáis..."

          E. Luc. 9:51-55, cuando los samaritanos no recibieron a Jacobo y Juan, estos di­jeron, "Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?" Jesús les contestó, "Vosotros no sabéis de qué espíritu sois". Obviamente tenían espíritu vengativo. Querían hacerles "pagar" por lo que hicieron.

          F. Rom. 12:18-21, "Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos ..." ¿Por qué? Porque el espíritu vengativo no es cualidad del buen carácter necesario para ser ciudadanos del reino de los cielos. Los que buscan ven­ganza personal van al infierno. "Mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al in­fierno" (Mat. 5:29; 18:8). Dios se encarga de tomar venganza. "Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor". Nos corres­ponde a nosotros volver bien por mal: "si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber". ¿Para el beneficio del enemigo? Sí, y tam­bién para el beneficio espiritual de nosotros mismos.

          G. Hay varios ejemplos buenos para nosotros con respecto a este tema. (1). Sobre todo, el ejemplo de Jesús. El mejor co­mentario sobre este texto es el ejemplo de Jesús mismo. Léanse Mat. 26:67; Juan 18:22,23; 19:3; 1 Ped. 2:20-24; Luc. 23:34, "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". (2). El ejemplo de Esteban, Hech. 7:60, "Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y ... durmió'". (3). El ejemplo de Pablo, 2 Tim. 4:16, "En mi primera defensa ninguna estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta".

          IV. Dos grandes beneficios. Si practi­camos esta enseñanza habrá dos resulta­dos muy beneficiosos.

          A.      Nuestra salvación. Se prepara el alma para que podamos ser ciudadanos del reino de los cielos y vivir con Dios para siempre.

          B. Trae beneficios para el ofensor. ¿Cuál es el único medio de ganarle? Si el dis­cípulo vuelve mal por mal, insulto por in­sulto, y reproche por reproche, entonces los dos pierden, pero si el discípulo obe­dece este texto, no solamente se salva él mismo, sino que también habrá esperanza de que se salve a aquel que le maltrata. Rom. 2:4, "¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benig­nidad te guía al arrepentimiento?" La benignidad, paciencia y longanimidad de Dios nos guía al arrepentimiento. De la misma manera, la benignidad, paciencia y longanimidad de nosotros también guía al pecador al arrepentimiento.  Rom. 12:20, "pues haciendo esto ("dale de comer, dale de beber") ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza"; es decir, si respondemos con bondad y ben­diciones, el enemigo se sentirá afligido en su corazón. Tal bondad produce el re­mordimiento. Tal conducta puede pro­ducir corazón contrito (Sal. 51:17). Las "ascuas" ("carbones encendidos", LBLA) son las llamas de vergüenza que producen los actos y palabras de benevolencia. De esta manera (al volver bien por mal), es muy posible que el enemigo se convierta en amigo (y tal vez cristiano). Esta con­ducta es parte del plan de salvación.

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Mateo 5:40, 41, y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa;  41  y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos.

NO RESISTIR AL QUE ES MALO (2)

Introducción.

          A. Mat. 5:39 dice, "No resistáis al que es malo", y en el mismo versículo Jesús da un ejemplo de lo que enseña: "antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra".

          B. Ahora estudiaremos otros dos ejem­plos de esta enseñanza.

          I. "Y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa". Véase también Luc. 6:30.

          A. Véase Ex. 22:26, 27, no era confis­cable la capa (el vestido), porque servía también de cobija, pero para evitar pleitos que le puedan llenar al cristiano de resentimientos y odio, fuera mejor entre­garle al enemigo la capa también. Es mil veces mejor dormir con frío que ser quere­lloso y litigioso, viviendo enojado. Los corajes manchan y destruyen el alma.

          B. Esta enseñanza es importantísima para los discípulos de Cristo en cualquier época. El pensamiento es que no conviene dejar que las injusticias, por feas que sean, nos roben el amor y el buen humor y que nos dejen con un espíritu vengativo y resen­tido.

          C. ¿Debe el cristiano dejar que los per­versos le defrauden y quiten cosas de gran valor, como la casa o el automóvil o el ne­gocio? Claro que no. Cristo no toma el lado de los ladrones y fraudulentos. Dios siempre promueve la justicia. No hay vir­tud en sí en que se pierdan posesiones. La virtud está en amar al prójimo, y en no dejar que nada destruya ese amor. También la vir­tud está en que el cristiano tenga carácter de bondad y no carácter querelloso. Es correcto proteger el automóvil y la casa pero sería mil veces mejor perder casa, automóvil y aun el negocio en lu­gar de perder el alma por ser manchada con amargura y odio. Heb. 10:34, "y el despojo de vues­tros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y per­durable herencia en los cielos".

          D. Es indispensable que rehusemos tener espíritu de amargura, o espíritu vengativo, venga lo que viniere.  Es mu­cho mejor perder todo (sean derechos o sean posesiones) en lugar de perder el alma. El alma manchada con odio, re­sentimientos, y amargura está perdida y se­guramente va al infierno. No conviene que estemos peleando disgustados, enojados, amargados y resentidos sobre los insultos, las injusticias, las ofensas, ni siquiera sobre las posesiones. Bien sabemos que los del mundo son abusivos. Viven insultando y causando escándalos. No seamos como ellos. Ellos son hijos de tinieblas pero nosotros somos hijos de luz. Si dejamos que tales pruebas nos conviertan en amargados y resentidos (como ellos), en­tonces nos habrá ganado el mundo porque ya seremos como ellos. ¿El que profesa ser cristiano no debe, bajo ninguna circun­stancia, vivir enojado y amargado como los del mundo!

          E. El cristiano no debe vivir preocu­pado por sus derechos. No debe exigir que todo el mundo le conceda sus derechos. Tampoco debe estar resuelto a que se le conceda todo privilegio que le pertenece. Más bien debe pensar en sus deberes y res­ponsabilidades. El cristiano no tiene el derecho de aborrecer a los que le mal­tratan; por lo contrario, el deber del cris­tiano es el amor. "No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el ama al prójimo, ha cumplido la ley", Rom. 13:8.

          II. "Y a cualquiera que te obligue a ll­evar carga por una milla, vé con el dos".

          A. Palestina era país sojuzgado y ocupado por los romanos. Los soldados romanos podían obligar a los judíos a servirles en muchas formas, por ejemplo, proveyendo alimen­tos y alojamiento para ellos y sus ani­males, llevando mensajes o cargas, etc. (Compárese Mat. 27:32). Se comportaban muchas veces en manera tiránica. No tenían deseo alguno de congraciarse con los judíos. Por eso había mucho resen­timiento contra ellos.

          B. Jesús enseña a sus discípulos que si los romanos les obligan a ir una milla, que no vayan una milla enojados (con espíritu de resentimiento y odio), sino que vayan dos millas alegres, sonriendo, y de buena voluntad, no porque los ingratos lo merez­can, sino porque estamos sirviendo a Dios a quien amamos y a quien servimos siempre con gozo. El cristiano no debe dejar que nadie ni nada le llene de odio, resentimiento y espíritu vengativo. Nadie nos hace enojar; esto lo hacemos nosotros mismos. Cada quien tiene control sobre su corazón. El buen humor y el corazón alegre vale mil veces más que la libertad que tanto anhelaban los judíos, y vale mucho más que todas las posesiones que tan ar­dientemente la gente defiende.

          III. La aplicación de este principio.

          A. Hay varios textos en el Nuevo Tes­tamento que hacen buena aplicación de esta enseñanza. Debemos tener buena vo­luntad todo el tiempo, porque estamos sirviendo a Dios todo el tiempo. Los textos siguientes son instrucciones para siervos (esclavos) o criados. Desde luego, los judíos no eran esclavos, pero sí eran pueblo súbdito y sujeto a muchos abusos. Los judíos eran rebeldes, y los romanos se ponían a veces tiránicos.

          B. Muchos cristianos eran esclavos. William Barclay describe en su comentario sobre Mateo la situación de los 60 millones de esclavos que había en el Imperio Romano en el primer siglo. Roma era dueña del mundo entero y los ciudadanos romanos no trabajaban. Aun los médicos y maestros eran esclavos. (1). Había amos buenos y se formaban lazos fuertes de amistad, de afección y de lealtad entre ellos y sus esclavos, pero és­tos eran excepcionales. La mayoría de los amos no eran así. (2). La mayoría de los romanos con­sideraban a sus siervos como herramienta viviente. La única diferencia entre los es­clavos y los animales era que éstos no hablaban y aquéllos sí. Los esclavos eran como instrumentos que existían exclusiva­mente para el uso de los amos. (3). Los esclavos no tenían derechos. Cuando se enfermaban (o se envejecían), se descuidaban y se dejaban morir. El amo tenía verdadero poder de vida y muerte so­bre los esclavos. Si algún esclavo se fugaba y era capturado se le marcaba a fuego con la letra "F" para indicar que era un fugi­tivo.

          C. ¿Cómo deberían los cristianos com­portarse ante esta situación? (1). No deben rebelarse. La enseñanza de Jesús no promovió la rebelión contra la esclavitud; Jesús ni siquiera dice que es pecado tener esclavos. (2). Al contrario, les enseñaba a some­terse a los amos: deberían ser obe­dientes, eficientes, respetuosos, honestos, y cumplidos y fieles en el trabajo. (3). Deberían obedecer esta en­señanza, no pensando solamente en agradar al amo, sino pensando sobre todo en agradar a Dios, el verdadero Amo. De esta manera, podían servir y aguantar las circunstancias más duras pensando que todo esto era para Dios. La carga era so­portable para los que tenían esta actitud.

          D. Los textos sobre este tema: (1), Col. 3:22,33, "Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres". La carga pesada del siervo sería aligerada si se acordaba que en realidad su verdadero Amo era Dios. El siervo había de servir todos los días con buena voluntad "como para el Señor". (2). Efes. 6:7, "sirviendo de buena vo­luntad, como al Señor y no a los hombres". Esta enseñanza se aplica ahora al empleo diario, porque cuando el patrón o mayor­domo maltrata al cristiano, éste debe recordar siempre que su verdadero Patrón es Dios, por lo cual, debe mantener una buena voluntad y estar alegre. (3). Tito 2:9,10, "Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no sean respondones; no de­fraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doc­trina de Dios". Los trabajadores no deben ser respondones. Tampoco deben robar herramienta del taller, ni mercancía del negocio (con la excusa de que "me deben pagar mejor", etc.). Más bien, deben ser cumplidos, trabajando bien todo el día y todos los días, de buen humor, con buena voluntad, como para Dios. (4). 1 Ped. 2:18, "Criados, estad suje­tos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar". ¡Deberían soportar a los insoportables! (5). El "problema económico" (conflictos entre empresarios y traba­jadores) no es un problema económico sino religioso. ¿Se quiere que haya buenos obreros y buenos patrones? No es solamente cuestión de incrementar salarios o mejo­rar las condiciones para trabajar, sino es cuestión de aplicar estas enseñanzas di­vinas.

          E. Solamente de esta manera, y en la mayoría de los casos solamente de esta manera, los amos podrían aprender el evangelio. Lo aprenderían al observar la vida, la conducta y la actitud, de sus es­clavos. Recuérdese Rom. 2:4. ¿Cómo podían los amos (y cómo pueden los patrones ahora) conocer a Dios excepto a través de sus siervos o trabajadores? La gran mayoría de los hombres ricos, grandes y poderosos no leen la Biblia y no asisten a servicios religiosos, pero ellos pueden observar el evangelio todos los días en la conducta y en la actitud de los traba­jadores.

          F.1 Ped. 3:1-4, es posible que la mujer cristiana gane al marido incrédulo por su conducta casta, teniendo espíritu afable y apacible, pero la mujer con es­píritu amargado (una mujer corajuda y regañona) nunca lo convertirá. Tales mu­jeres deben convertirse para poder con­vertir a sus maridos.

          G. Se debe enfatizar que la mayoría de la gente no lee la Biblia y no asiste a los servicios de predicación, sino que van a aprender lo que significa ser cristiano so­lamente por medio de observar las vidas de los cristianos. Por lo tanto, si no obedecemos estas enseñanzas de Jesús, servimos de tropiezo para los incrédulos. ¡Tenemos que enseñarles por la conducta cómo ser cristianos! 1 Ped. 3:15, los de afuera pregun­tan a los cristianos perseguidos acerca de su esperanza. El cristiano sincero quiere que la gente le pregunte acerca de su fe y es­peranza.

          Servimos a Dios los siete días de la semana. No estamos sirviendo a Dios solamente durante el culto, o cuando visitamos enfermos o estudiamos la palabra de Dios, sino también en el trabajo secu­lar, las hermanas sirven a Dios en el tra­bajo doméstico, y los jóvenes sirven a Dios cuando estudian en la escuela. Es nece­sario servirle de buena voluntad todo el tiempo.

          ¡Qué grandes y preciosas lecciones para nosotros! Debemos evitar los resentimientos causados por los conflictos en el hogar, en el trabajo, en la escuela, entre vecinos, aun entre hermanos, y siempre ser de buen humor y de buena voluntad. Nadie nos puede quitar esta bendición de Dios. Cada quien puede tener control sobre esto.

          La persona que tiene espíritu agrio y vengativo, que tiene carácter "recio" y fuerte, que vive enojado y resentido no es hijo(a) de Dios, porque no es imitador de Dios;  El es "benigno para con los ingratos y malos" (Luc. 6:35), y para ser hijos de Dios, tenemos que ser imitadores de Dios (es lo que la palabra "hijo" significa).

          Conclusión.

          A. Yo -- y solamente yo -- tengo control sobre mi corazón (mente, voluntad, emociones). Nadie me hace enojar, sino yo solo. Nadie me amarga, sino yo solo. Si vivo enojado, amargado, resentido, yo mismo tengo la culpa. Nadie me puede obligar o forzar a tener espíritu vengativo y amargado.

          B. Verdaderamente esta enseñanza es el camino angosto (7:14); el que acepta esta enseñanza y la practica edifica sobre la roca (7:24). Es otro ejemplo de la justi­cia que es mayor que la de los escribas y fariseos (5:20).

          C. Recuérdese que Jesús predicaba el arrepentimiento (y bautizaba a mucha gente). En el Sermón del Monte El des­cribe el carácter de los ciudadanos del reino de los cielos. ¡Así son! El arrepen­timiento significa el cambio que tenemos que hacer para poder ser ciudadanos del reino.

          D. El bautismo no ayuda a los que no quieren cambiar.

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          Mateo 5:42, AL QUE TE PIDA, DALE; AL QUE QUIERA TOMAR DE TI PRESTADO,

NO SE LO REHÚSES.

Introducción.

          A. "Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses". Dice La Biblia de las Américas: "y al que desee pedirte prestado no le vuelvas la espalda". Luc. 6:30, "A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pi­das que te lo devuelva". Dice La Biblia de las Américas: "y al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames".

          C. En estos preciosos textos Jesús nos enseña la bondad y la generosidad, características divinas. Es necesario que seamos generosos y bondadosos para ser "hijos (imitadores) de Dios".

          I. ¿Dar y prestar a todo el mundo?

          A. No hay conflicto entre enseñanzas bíblicas. Es necesario estudiar con cuidado para siempre ver la armonía en­tre ellas. Este texto no contradice otros que requieren el empleo de buen juicio en dar y ayudar a otros.

          B. 2 Tes. 3 enseña que no se debe ayu­dar a aquellos que no quieren trabajar. El ver. 6, "que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente", y el ver. 11 lo aclara, "no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno". En el ver. 8 Pablo dice, "ni comi­mos de balde el pan de nadie". El ver. 10 concluye, "Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma". Este texto claramente pone límite sobre el ayudar a otros.

          C. Efes. 4:28, 1 Tes. 4:11,12, Pablo re­quiere que todos trabajen. "El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje ... para que tenga qué compartir con el que padece necesidad" (tomando en cuenta lo que Pablo dice en 2 Tes. 3). 1 Tim. 5:8, "si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un in­crédulo". El deber de cuidar de la propia familia es otro factor que se debe consi­derar. El discípulo de Cristo debe ser ge­neroso, pero no debe descuidar a su propia familia.

          II. La Biblia enseña la benevolencia en muchos textos.

          A. El Antiguo Testamento: Deut. 15:7-11, no endurecer el corazón, ni cerrar la mano contra tu hermano pobre, no ser de mezquino corazón, abrir la mano al menesteroso. Ex. 22:25; Lev. 25:35-46; Deut. 23:19,20. Estos textos prohiben la usura. "Cuando prestares dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo ... no le impondrás usura".

          B. El Nuevo Testamento. (1). Luc. 6:32-36 es un texto muy significativo sobre este tema. (2). Sant. 1:26, 27, "Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones". Este deber identifica "la religión pura y sin mácula". Los hermanos liberales abusan de este texto para com­prometer a la iglesia (los fondos de la iglesia), pero el contexto indica clara­mente que Santiago se refiere a los deberes de cada cristiano. Véanse los siguientes versículos: el ver. 22, "sed hacedores"; el ver. 23 "si alguno ..."; el ver. 24 "él que se considera"; el ver. 26, "si alguno ..."; en­tonces el ver. 27 que termina diciendo, "y guardarse sin mancha del mundo". Estos textos claramente indican el deber individual. Por eso, es obvio que los her­manos liberales obran en contra del propósito de Santiago quien enfatiza el deber individual en la benevolencia. (3). Sant. 2:14-17; 1 Jn. 3:17,18, los desnudos y los que tienen necesidad del mantenimiento de cada día. Necesitan ayuda y no palabras. (4). Mat. 25:35-45, Jesús mismo dice, "tuve hambre ... tuve sed ... fui forastero ... estuve desnudo ... enfermo ... en la cárcel", identificándose con sus dis­cípulos necesitados. La salvación del dis­cípulo de Cristo depende de su actitud para con sus hermanos necesitados (vers. 34, 41, 46). (5). Muchos otros textos se refieren a la benevolencia congregacional (Hech. 17:27-30; Rom. 15:25-28; 1 Cor. 16:1-4; 2 Cor. 8,9), pero es error citar tex­tos que enseñan los deberes del cristiano individual y afirmar que son deberes de la congregación.

          III. El "prestar" enseñado por Cristo sig­nifica dar.

          A. Luc. 6:30,34,35, "y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva ... Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos".

          B. El propósito de esta enseñanza es para crucificar el egoísmo. Pablo dice, (Fil. 2:4), "No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros".

          C. Hech. 20:35 da el resumen de la en­señanza: "Más bienaventurado es dar que recibir".

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Mateo 5:43-48, AMAR A LOS ENEMIGOS

Introducción.

          A. La gente ya sabía y usaba la palabra, "amar", pero su concepto del amor era muy limitado. Jesús da un significado nuevo a la palabra.

          B. Sin duda el pueblo quedó asom­brado por esta enseñanza, tan distinta de lo que los escribas y fariseos enseñaban (Mat. 5:20).

          I. Mateo 5:43 -- "Oísteis que fue dicho: amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo".

          A. La ley de Moisés dijo, "Amarás a tu prójimo" (Lev. 19:18), pero no dijo, "Aborrecerás a tu enemigo".

          B. ¿Por qué, pues, tenían tanto odio los judíos? Había varios factores significantes que contribuyeron a la actitud de los is­raelitas hacia otras naciones: (1). Los israelitas fueron mandados a destruir sin misericordia a los cananeos y todo objeto de culto de ellos, Ex. 23:24,31; 34:13; Núm. 31; Deut. 7:2,16. (2). Se les prohibió formar alianzas con ellos (Ex. 34:12-16). Esto indica claramente que nunca podía haber paz entre Israel y las naciones paganas. Era necesario esto para separarlos y evitar que Israel fuera contaminada por sus abominaciones. (3). Los ejércitos de Israel fueron usa­dos como instrumentos de la ira de Dios para castigar a otras naciones (Ex. 31). (4). Aun los hombres más piadosos hablaban continuamente de estas cosas. Hay muchos textos (por ejemplo, en los Salmos) que hablan de aborrecer a los enemigos (y, desde luego, los Salmos eran inspirados por el Espíritu Santo). Véanse Sal. 18:37; 55:8-15; 59; 69:22-28; 139:21,22. (5). Por lo tanto, la actitud nacional era una de aborrecimiento hacia los enemigos. Esta dispensación (la ley de Moisés) tenía un propósito muy especial en el plan de Dios, pero era provisional. Estaba acabándose ese período, y Jesús estaba corrigiendo el problema de abo­rrecer a sus enemigos. Al momento de oír esta enseñanza, los discípulos debían cambiar su actitud hacia todos los enemi­gos, no obstante lo que hubiera sido su relación con ellos en el pasado. (6). Una consecuencia innecesaria del separatismo de los judíos era un concepto vanidoso de ser mucho más piadosos que otros hombres (Luc. 18:9-14), concepto que les hizo despreciar y aborrecer a otros.

          C.      Los samaritanos. "Judíos y samari­tanos no se tratan entre sí" (Jn. 4:9), porque éstos no eran verdaderos judíos, sino una raza mezclada. Cuando Jeroboam se rebeló contra Roboam, llevó a diez tribus en la división, y formaron el reino del norte, llamado Israel. La ciudad de Samaria llegó a ser la capital de esta nación rebelde que se apartó de la ley de Moisés. El pueblo de Israel se mezclaba (se casaba) con los gentiles. Por eso, los judíos los despreciaban y no tenían nada que ver con ellos. El espíritu vengativo de Jacobo y de Juan (Luc. 9:51-56) era típico de la ac­titud de los judíos hacia los samaritanos.

          D.      Los romanos. Los judíos aborrecían a los romanos porque estos eran conquis­tadores de su tierra y exigían impuestos.

          E. Los publicanos eran cobradores de los impuestos romanos, y por esta causa eran despreciados y odiados por el pueblo. Se consideraban traidores.

          F. Por lo tanto, si en la actualidad se cree que es difícil amar a los enemigos, re­cuérdese el problema de los judíos.

          II. Mateo 5:44 -- "Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen".

          A. ¿Debemos amar a los enemigos como amamos a los seres queridos? A muchos les parece difícil amar a los enemigos, por no entender la palabra "amar". El amor por los seres queridos es un amor emocional, un afecto fuerte. El amor mandado por Jesús es de la mente y de la voluntad, y no es como el amor entre novios, un amor que "nace" en ellos por la mucha atracción que existe. Se enamoran y se aman porque se agradan el uno al otro. El hombre se enamora de una mujer que le gusta, le agrada. Pero el amor mandado por Jesús, amor de la mente y de la voluntad, busca el bienestar de la persona amada.

          B. Este amor significa "buena voluntad". El comentario de William Barclay explica este amor en una forma muy interesante. Significa buena voluntad. Es pura bondad y benevolencia hacia otros, una bondad que no termina, no se acaba; es decir, no hay nada que los hombres puedan hacer para destruirlo. ¡Es invencible! Con esta actitud, esta buena voluntad invencible, no es difícil obedecer los mandamientos de Jesús, que para los hombres carnales parecen im­posibles y absurdos.

          C. Amar lo no amable. Considérese el amor de Dios (ver. 45; Luc. 6:35; Rom. 5:8). Así debe ser nuestro amor para con todos, aun para los enemigos. Debemos amar a los que no merecen nuestro amor. Debemos amar a los que no son amables, porque es lo que Dios hace. No es amor de sentimiento sino de acción, de con­ducta, como expresión de un espíritu bueno y compasivo. Luc. 6:35, "El es be­nigno para con los ingratos y malos".

          D. Debemos bendecir al enemigo, como lo hizo Jesús, 1 Ped. 2:23. No debemos usar lenguaje abusivo (5:22), sino más bien palabras de cortesía, amistad y ama­bilidad. El habla nuestra no debe ser con­trolada por las malas circunstancias cau­sadas por el enemigo, sino por Dios. 1 Cor. 13:4-7 dice que "el amor es sufrido, es benigno, el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irri­ta, no guarda rencor; no se goza de la in­justicia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta".

          E. El amor hace bien. En esto se ve la definición de la palabra "amar". El ver­dadero amor no se ve en palabras, sino en hechos (Sant. 2:16; 1 Jn. 3:18). Como Jesús dice (Luc. 6:27,35), "Amad a vues­tros enemigos, haced bien a los que os aborrecen". Esta es la expresión de buena voluntad que sinceramente desea el bienes­tar de otros, aun el de los enemigos. David era ejemplo de volver bien por mal (1 Sam. 24:10; 26:9). El buen samaritano es un ejemplo hermoso de esto, y es el héroe de la parábola de Jesús (Luc. 10:25-37).

          F.      No podemos seguir odiando a otros si oramos por ellos. Al orar por otros los lle­vamos delante del trono de Dios, y seguramente no nos atrevemos a odiar a nadie en la presencia de Dios. Es el medio seguro de acabar con la amargura y los re­sentimientos. Nuestro Señor Jesucristo oró por sus enemigos aun cuando moría por ellos en la cruz (Luc. 23:34). Esteban lo imitó (Hech. 7:60). Pablo demostró el mismo espíritu (2 Tim. 4:16).

          III. Mateo 5:45 -- "Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre ma­los y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos".

          A. Es obvio que la expresión "para que seáis" expresa condición o requisito; es de­cir, para ser hijos de Dios tenemos que hacer algo. Tenemos que hacer lo que Jesús enseña en el ver. 44: bendecir al enemigo, hacerle bien y orar por él. Si no hacemos esto, no podemos ser hijos de Dios. En estos versos vemos, pues, otro aspecto importante del "Plan de Sal­vación". Si omitimos esta enseñanza, este requisito, no predicamos todo el consejo de Dios. Lamentablemente este requisito no recibe la atención que merece.

          B. ¿Somos hijos de Dios? Es fácil suponer que habiendo sido bautizados en Cristo, llegamos a ser hijos de Dios, y que ocupamos una relación más o menos se­gura con Dios (con tal que asistamos fiel­mente a los servicios, y evitemos los vi­cios), pero la palabra "hijos" se usa para "aquellos que manifiestan ciertas cualidades de carácter", y el carácter se in­dica por la palabra que acompaña la pa­labra "hijos". Por ejemplo, Mar. 3:17, "hijos del trueno" (hombres como trueno, tempestuosos); Luc. 10:6 "hijos de paz" (hombres pacíficos, receptivos); Hech. 4:36, "hijo de consolación" o de ex­hortación, con talento para animar); etc. "Hijos de Dios" significa, pues, personas que tienen el carácter de Dios, que son imitadores de Dios. ¿Qué hace Dios? El bendice tanto a los malos como a los buenos. ¿Queremos ser hijos de Dios? Que hagamos lo mismo.

          C. Dios hace que el sol salga sobre todos; envía la lluvia a todos. Véanse Sal. 145:15,16; Hech. 14:17; 17:25,28. ¿Se niega Dios a proveer para aquellos que le aborrecen? Claro que no. Por lo tanto, si queremos ser "hijos de Dios" (imitadores de Dios), debemos hablar bien y hacer bien a los que nos maltratan, y orar por ellos. Con esta gran bondad Dios derrite los corazones fríos de hombres perversos para llevarlos al arrepentimiento (Rom. 2:4). ¡Qué hagamos lo mismo!

          IV. Mateo 5:46,47 -- "Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿no hacen también lo mismo los publicanos? y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿no hacen también así los gen­tiles?"

          A. Según Lucas 6:32,33, Jesús dice "pecadores" en lugar de "publicanos" y "gentiles". Es obvio que se refiere a los pecadores en general, pero Mateo escribe para los judíos y especifica los dos grupos más aborrecidos por los judíos. Despre­ciaban en gran manera a los publicanos porque éstos recaudaban los impuestos para los romanos. Los peores de los hom­bres (los criminales más perversos) se saludan el uno al otro. "¿Qué hacéis de más?"

          B. Jesús condena el espíritu de exclu­sivismo, el espíritu que causa partidos aun entre hermanos. Este espíritu se denuncia en las cartas de Pablo (1 Cor. 3:1-3; Gál. 5:20, etc.). El que solamente saluda a los suyos es carnal y egoísta. Saluda para ser saludado. Alaba para ser alabado. Cristo denuncia este espíritu y nos enseña a bus­car y saludar a los que necesitan nuestra compasión y ayuda, en lugar de buscar a los que nos agradan y complacen.

          C.      El ejemplo de Jesús. Otra vez la en­señanza de Jesús se ve claramente en el ejemplo que El nos ha dejado. Véanse Luc. 5:27-32; 7:36-50; 14:12-14; 15:1, 2; Jn. 4:1-42.

          D. ¿Qué hacéis de más? Dios ha hecho más por nosotros que por otros, porque nos ha salvado, y nos ha bendecido con toda bendición en Cristo (Efes. 1:3). Nos da todas las cosas (Rom. 8:32). Por lo tanto, El espera más de nosotros. ¿Por qué esperamos la recompensa de Dios si tenemos la actitud de gente mundana al saludar solamente a los nuestros? (El "saludar" de aquel entonces no era sim­plemente decir, "Buenos días" y tal vez es­trechar manos, sino que se abrazaban, se besaban en cada mejilla, preguntaban por la familia, etc. Era expresión de amistad y cariño. Por ejemplo, Luc. 10:4, "y a nadie saludéis por el camino", porque su misión era urgente y el saludar a la gente requería mucho tiempo. Para nosotros la palabra "saludar" debe indicar una expresión cordial, según las costumbres de la gente, de amistad y de buena voluntad).

          V. Mateo 5:48 -- "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto".

          A. La expresión, "Sed, pues", indica una conclusión a los versículos anteriores.

          B. "Perfectos". En este texto la palabra "perfectos" no significa "sin pecado", sino que debemos ser perfectos en amor, como Dios es perfecto en amor. El amor de Dios es perfecto o completo, porque es universal. No es deficiente porque no es parcial. El no ama solamente a los que le aman, sino que El "hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos". El amor nuestro debe ser completo, como lo es el amor de Dios.

 

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