LUCAS 15

 

Parábola de la oveja perdida (Mat. 18:10-14)

      15:1 -- Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores (los parias de la sociedad judía, evitados como contaminados) para oírle, -- No se acercaban para tentarle o atraparle, sino para oírle, porque ellos sabían que podían acercarse a Cristo. El no era como los otros maestros judíos. El tenía verdadera compasión de ellos. Mat. 9, “36  Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”.

      15:2 --  y los fariseos y los escribas (los que creían que no necesitaban la salvación, Luc. 16:15; 18:9-14) murmuraban (19:7; “En la misma proporción en que los publicanos y los pecadores se aproximaban a Jesús, aumentaban en sus murmuraciones los fariseos y los escribas. La distancia social llega a ser aquí un abismo infranqueable” ATR), diciendo: Este (forma despectiva de hablar de Jesús) a los pecadores recibe, y con ellos come. – Para ellos el hombre es conocido por sus asociados; es decir, si Cristo comía con tales personas, entonces debiera ser uno de ellos (JSL). Pero si Cristo no hubiera venido para buscar a los pecadores, entonces no habría esperanza alguna para nadie, incluyendo a los fariseos y los escribas mismos. ¡Cómo debemos dar gracias a Dios porque Cristo vino al mundo para buscar y a salvar a los perdidos!

       Murmuraban porque había una gran pared de separación entre ellos y los publicanos y pecadores.  “La implicación es que Jesús prefiere a estos proscritos a las clases respetables (los fariseos y los escribas) debido a que es como ellos en carácter y preferencias, incluso con las prostitutas”, ATR. Sin embargo, la verdad es que Cristo comía con pecadores porque vino al mundo para salvarles. Véase  5:29-30. Cristo aborrece el pecado. Heb. 1, “9  Has amado la justicia, y aborrecido la maldad”, pero ama al pecador y este amor es lo que mueve al pecador a arrepentirse.  Rom. 2, “4  ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?”

      Pero los fariseos creían que los pecadores no tenían valor alguno y que no valía la pena preocuparse por ellos, mucho menos comer con ellos. Para Jesús los pecadores tienen mucho valor e incluso creía que valía la pena aun morir por ellos. Rom. 5, “8  Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.

      Este capítulo con sus tres parábolas inolvidables bien ilustran que ante los ojos de Dios los pecadores todavía tienen valor. Todos sabemos que el mero hecho de estar perdido no destruye el valor de algún objeto. Por el contrario, parece que apreciamos más que nunca su valor. Un animal perdido se busca. Una cartera perdida se busca y si contiene mucho dinero se busca con mucha diligencia. Todos los familiares y vecinos se juntan para buscar al niño perdido. Parece que el ser perdido algún objeto en lugar de disminuir su valor, más bien da realce a su valor. No estamos diciendo que el pecado aumenta el valor del alma, pero ¿cuándo apreciamos la salud más, antes o después de perderla?

      El valor de algún objeto depende de que haya alguien que lo valorice, alguien que lo necesite o que lo quiera. En un país donde nunca hace frío, nadie quiere calentador, pero en zonas frías sí. El punto es que los publicanos y pecadores no tenían valor para los fariseos, pues creían que eran totalmente inútiles e indignos de la salvación, pero Jesús los apreciaba porque todos son hechos a la imagen de Dios y tienen alma que salvar. Por eso, como dice Luc. 19, “10 el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”.

      En cuanto a comer con gentiles aunque fueran hermanos, véase también Gál. 2:12; Hech. 11:3.

      15:3  Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: -- Las tres parábolas que siguen son la respuesta de Jesús a las murmuraciones de los fariseos y los escribas. Las palabras claves en estas parábolas son “perdido”,  “encontrado”, y “gozo” (al encontrar lo perdido).

      15:4  ¿Qué hombre de vosotros (“Jesús apela a los propios sentimientos de sus oyentes”, B-S; la palabra hombre es enfática y la implicación es que si bajo estas circunstancias el hombre actúa así, cuánto más Dios lo hará, JWM), teniendo cien ovejas (en esta parábola no hay distinción entre ovejas y cabritos como en Mat. 25:32, porque en esta parábola, como en Ezeq. 34:6, las ovejas son judíos), si pierde una de ellas (por ej., los publicanos y pecadores que le escuchaban), no deja las noventa y nueve (los fariseos y escribas que creían que eran muy justos) en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? – Esto indica una búsqueda seria e intensa.

      Jesús razona desde lo menor a lo mayor (de oveja a hombre). Compárese Luc. 11:11-13, razona desde lo humano (cómo el hombre actúa) a lo divino (cómo Dios actúa). Jesús razona desde el punto de vista de lo que ellos hacen o aprueban; es decir, Jesús buscaba al hombre perdido y los fariseos y los escribas murmuraban, pero ellos hacían la misma cosa si era oveja, pero como Jesús dice en otro texto (Mat. 12:12), “Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja?” Así es que, si los fariseos aceptaran la primera parte de esta parábola, deberían aceptar la segunda parte. Si estaban de acuerdo con la actitud del pastor de ovejas, entonces deberían estar de acuerdo con la actitud de Cristo (el Buen Pastor, Jn. 10:14) cuando se encuentra una de sus ovejas perdidas. ¿Cómo podían decir que los publicanos y pecadores tenían menos valor que las ovejas?

      Las ovejas son dadas a descarriarse y perderse. Son animales indefensos y necesitan dirección y protección. Por eso, el pueblo de Dios se comparan con ovejas. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino”, Isa. 53:6; “Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas”, 1 Ped. 2:25. Cristo vino al mundo para buscar y salvar a los perdidos (Luc. 19:10). Compárense Sal. 23; Isa. 40:11; Ezeq. 34:15, 16).

      15:5  Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; -- Esto es lo que se esperaría de un buen pastor entre ellos, y esto es precisamente lo que Cristo hacía en esos momentos.

      15:6  y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.  7  Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, -- 13:3, 5. Desde luego, la oveja es pasiva – es simplemente encontrada y llevada por el pastor, pero el pecador tiene que hacer algo – tiene que arrepentirse para ser “encontrado” por el Buen Pastor. Jesús ama a los pecadores y come con ellos, pero el gozo en el cielo depende de que se arrepientan. Este tema está desarrollado en una manera sublime en el caso del hijo pródigo (15:17-21).

      -- que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento. – Jesús “emplea los términos de pecadores, justos, arrepentimiento, en el sentido exterior en que ellos lo entendían; ellos, que se imaginaban que bastaba formar parte del pueblo de la alianza y observar las ordenanzas levíticas para estar seguro de la salvación”, B-S.

      El gozo se pone en contraste con las murmuraciones de los judíos. Desde luego, los fariseos y los escribas se presentaban a sí mismos como justos en contraste con los publicanos y pecadores. Lo que Jesús dice en la parábola no significa que El también los clasificara como justos, pero el punto es que aunque ellos hubieran sido justos (como pensaban), se condenaban por su actitud hacia los perdidos. Para los fariseos y los escribas había gozo cuando algún pecador fue destruido, pero Jesús explica que cuando la oveja perdida es encontrada, hay mucho gozo en el cielo, precisamente como los amigos y vecinos del pastor se regocijaban con él cuando encuentra su oveja perdida (Hech. 8:39; 16:34). Los fariseos y los escribas murmuraban, pero el cielo se regocijaba.

      Mateo (18:10-14) registra esta parábola pero la aplica a la restauración de alguno de “estos pequeños” (sus discípulos). Compárese Sant. 5:19, 20.

 

Parábola de la moneda perdida

      15:8 -- ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma (aproximadamente el mismo valor que el denario, el salario de un día del jornalero; por eso, era de mucho valor), no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? – El pastor no había perdido la oveja, pero esta mujer sí perdió su moneda. Hace lo mismo que el pastor: busca hasta encontrarla. Los dos buscaron con diligencia, no con indiferencia, no a medias, sino con el propósito firme de encontrar lo que se había perdido (Luc. 19:10).

      15:9  Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido. –Es difícil para personas que viven bien acomodadas entender el valor de esa moneda, pero era ocasión de gran gozo para esa mujer. ¿Qué tanto dinero tendríamos que perder y encontrar para invitar a los vecinos a regocijarse con nosotros? Pero obviamente esa dracma era necesaria para su subsistencia, pues con ella podía comprar la comida, medicina, etcétera. Fue algo de mucho valor y le hacía mucha falta.

      15:10  Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente. – Así es que los amigos y vecinos del pastor y de la mujer deben hacernos pensar en los ángeles que están en la presencia de Dios. Éstos tienen mucho interés en los redimidos, Mat. 18:10; Heb. 1:14; 1 Ped. 1:12.

      Otra vez se presentan los tres elementos: (1) la moneda perdida; (2) la búsqueda diligente; (3) el gozo al encontrar lo perdido. Obviamente la mujer sabía que su moneda tenía valor, y de la misma manera ante los ojos de Dios el pecador tiene valor. Valía la pena buscar la moneda perdida, y vale la pena buscar almas perdidas. Como había gozo cuando se encontró la moneda, cuánto más debe haber gozo cuando el alma perdida es encontrada. ¿Cómo podían los fariseos murmurar cuando los ángeles se regocijan?

      La tragedia de la moneda perdida era que estando perdida ya no se podía utilizar. Estaba fuera de uso. Valía sí, pero para que fuera útil tuvo que ser encontrada. Hay millones que valen mucho, pero para ser útiles al Señor tienen que ser encontrados y santificados. 2 Tim. 2, “21  Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra”. Pablo dice lo siguiente acerca de Onésimo, el esclavo de Filemón que había huido (estaba “perdido”) y luego “encontrado” por Pablo: “11  el cual en otro tiempo te fue inútil, pero ahora a ti y a mí nos es útil”.

      Todos los miembros del cuerpo son útiles (Rom. 12:6-8; 1 Cor. 12:14-23) pero un miembro cortado (apartado) del cuerpo es completamente inútil.

 

Parábola del hijo pródigo

      15:11 -- También dijo: Un hombre tenía dos hijos; -- El mayor representa a los fariseos y escribas, los que profesan ser religiosos, y el menor representa a los que abiertamente se rebelan contra Dios (los publicanos y pecadores). La pérdida de un hijo es más seria que la de una oveja o de una moneda. El drama se intensifica. Se pone más trágico.

      Parece que por temor de ser acusado de ser “pentecostal” algunos hermanos no se atreven a ser emocionantes en la predicación, pero esta parábola de principio a fin es muy emocionante. Es conmovedora.

      15:12 --  y el menor de ellos (cansado de la vida con su padre y deseoso de una libertad falsa) dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; -- Según Deut. 21:17, la parte que le correspondía al hijo menor era la tercera parte de los bienes, pues el primogénito recibió doble porción.

      -- y (muy generosamente) les repartió los bienes. – El padre respetaba la voluntad de su hijo. Nadie es retenido en la casa del padre contra su voluntad. Dios da al hombre el libre albedrío y nunca se lo quita. Josué 24, “escogeos hoy a quién sirváis”. El que quiera salir de la casa del Padre puede hacerlo. Sin embargo, habiendo tomado su decisión el hombre tiene que vivir con esa decisión y su consecuencia (habiendo tendido su cama tiene que dormir en ella). Dios siempre ha sido muy bueno, muy bondadoso con el hombre (Mat. 5:45; Hech. 14:15-17; 17:24-28).  El hijo no podía y no quería acusar al padre de nada, pues nunca le había maltratado.

      15:13 -- No muchos días después, juntándolo todo (“Quemó las naves detrás de sí, reuniendo todo lo que tenía”, ATR; no dejando nada en casa que garantizara su retorno, EF) el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; -- Este lenguaje bien ilustra la actitud de los que quieren alejarse de la enseñanza y autoridad de Dios para ser “independientes”.

      --  y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente (desenfrenadamente). – “La parábola muestra el curso del pecador: su temporada de indulgencia (vs. 12, 13); su miseria (vs. 14-16); su arrepentimiento (vs. 17-20); su perdón (vs. 20-24)” JWM.

      Se enseña mucho sobre el costo del discipulado. Cuesta mucho ser cristiano, pero también cuesta vivir en pecado. A este joven le costó todo.

      15:14  Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia (compárese Amós 8:11, “He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová”), y comenzó a faltarle.  15  Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. – “Una ocupación… para un judío de una degradación indecible” ATR, puesto que este animal era, según la ley de Moisés, inmundo (Lev. 11:7, 8). Este animal era para el judío tan abominable que hablaban de él como “la otra cosa”, JWM.

      15:16  Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.  – Nos extraña que el que le ocupaba ni siquiera diera de comer, pero esto bien ilustra la degradación del servicio del diablo. Este hijo menor tenía libre albedrío. Podía tomar la decisión de salir de la casa de su padre, pero no podía ser libre de las consecuencias de su decisión. La tentación presenta el pecado como muy atractivo, muy deseable y no se niega que el pecado mismo (el acto) puede ser placentero. Sin embargo, la consecuencia del pecado es pura pesadilla.

      Qué descripción tan gráfica de la vida del hombre perdido, una vida de miseria perpetua (“nadie le daba”). Siempre hay gran hambre en aquella provincia lejana de pecado. En realidad todos o están en la casa del Padre o están en la miseria. Disfrutamos la abundancia de la casa del Padre o perecemos de hambre. Gozamos de la libertad en la casa del Padre o somos esclavos del mundo. Recibimos el honor de ser hijos de Dios o sufrimos la vergüenza de ser hijos del diablo.

      El verdadero propósito de Satanás es reducir todo hombre a este nivel de sufrimiento y miseria. Quieren que todos malgasten su herencia y que vivan y coman con cerdos. Luc. 22, “31  Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo”. Es lo que quiere hacer con todos. Quiere que todos manchen sus vestiduras (Apoc. 3:4). Quieren que los miembros de la iglesia hagan como los perros y cerdos: “El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno” (2 Ped. 2:22). Quiere que todos sean como los que Isaías 1:6 describe: “Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga”. El diablo promete grandes cosas, pero paga con alimento de cerdos. La descripción de la miseria del hijo pródigo de ninguna manera exagera la miseria del hombre perdido en pecado. Muchos, mayormente jóvenes, se burlan del pecado y su consecuencia, como el grupo que estaba tomando y gritando, “Sabemos que vamos al infierno pero estamos muy divertidos en el proceso”. Los tales no saben lo que están diciendo.

      15:17 -- Y volviendo en sí, --  Parece que esta frase implica que estaba “fuera de sí”. “El corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez en su corazón durante su vida” (Ecles. 9:3).  ¿Están en su juicio cabal los que sirven a Satanás? Este joven fue enseñado por la experiencia amarga. ¿No sería mejor que los jóvenes aprendan la lección que el hijo pródigo aprendió sin tener la misma experiencia ellos mismos?

      La adversidad le hizo volver en sí; es decir, cuando fue reducido a la pobreza y la miseria, no era una tragedia sino una bendición, porque esa condición desdichada ayudó a llevarle al arrepentimiento. Compárese 2 Crón. 33, “12  Mas luego que (el rey Manasés) fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres.  13  Y habiendo orado a él, fue atendido; pues Dios oyó su oración”. Muchos hombres han hecho el viaje de arrepentimiento después de sufrir. 2 Cor. 7, “10  Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte”.

      -- dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! – La memoria de un buen hogar tuvo mucho que ver con el regreso del hijo pródigo, y la memoria de un buen hogar – padre, madre, hermanos que le aman – bien puede convencer a otros hijos pródigos a volver a casa. También la memoria de una buena iglesia donde reina el amor y la paz ayuda al hermano descarriado a volver a su casa espiritual.

      Desde luego, habiendo quemado sus puentes cuando salió de su hogar, no podía volver reclamando derechos y no podría haber protestado si su padre le hubiera rechazado (EF).

      15:18  Me levantaré e iré a mi padre, – Aquí precisamente está el principio de muchos nobles pasos. “Me levantaré”. Primero que todo hay que levantarse. Pero que no sea un pensamiento pasajero sino una resolución firme. Hay que borrar todos los pensamientos negativos (“no puedo”; “¿qué pasará si …?” ), sino el pensamiento bien definido de que “no hay otro camino”. No era posible fumigar su ambiente. No podía hacer nada con los cerdos. La única alternativa sensata era: “me levantaré e iré a mi padre”. ¡Voy a salir! 2 Cor. 6, “17  Por lo cual,  Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor,  Y no toquéis lo inmundo;  Y yo os recibiré”. ¡Voy a salir ahora, no en seis meses, sino ahora mismo! ¿Qué gano con esperar más tiempo? Estoy pereciendo de hambre. Y no voy a mirar hacia atrás.

      El viaje de arrepentimiento no es fácil. El estaba lejos de su hogar. Estaba debilitado física y emocionalmente. No sería fácil hacer tal viaje, pero el pensamiento de estar en su propio hogar, con su padre amado, le dio fuerza para completar el viaje. Durante ese viaje sin duda decía repetidas veces, “voy a mi casa, voy a mi casa”.

      -- y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. – No tomó la decisión de mejor su vida, haciendo enmiendas y reformaciones allá en la tierra lejana entre los cerdos. No pasó tiempo meditando en cómo excusarse y justificarse diciendo, “pero otros pecan también, y algunos más que yo”. El tomó la única decisión sabia: aceptaría su falta y hacer confesión al padre, “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”. Gén. 39, “9… ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” Sal. 51, “4  Contra ti, contra ti solo he pecado,  Y he hecho lo malo delante de tus ojos”; 2 Sam. 12, “13  Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado”;

      15:19  Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; -- Yo sé lo que he hecho, y estoy confesando mis pecados. Compárese su actitud ahora con la del v. 12. Yo sé que no merezco nada. No soy digno de nada, pero también yo sé que aquí entre los cerdos no puedo mejorar mi vida.

      -- hazme como a uno de tus jornaleros. – Con gozo aceptaría el último lugar en la casa de su padre. Este es el verdadero arrepentimiento. “Tal como soy sin más decir…”

      En las parábolas de la oveja perdida y la moneda perdida se enfatizaba la búsqueda. En esta se explica cómo se perdió el hijo, y cómo tuvo cambio de corazón y volvió al padre. Al salir decía “dame” y al volver dice “perdóname”. No culpa a otros. No emblanquece su pecado. No trata de justificarse. No trata de reformarse viviendo con los cerdos. Simplemente reconoce que el pecado no satisface sino que sólo produce el hambre y que sería locura perecer con hambre en lugar de volver a la casa de su padre donde hay abundancia de pan aun para los jornaleros. Por eso, toma otra decisión importante. Teniendo libre albedrío había tomado la decisión de abandonar la casa del padre para ir a una provincia lejana y malgastar su herencia, ahora toma la decisión de emprender el viaje de arrepentimiento para volver a la casa del padre donde hay abundancia de pan. Esta decisión requería mucha humildad pero también requería mucha sensatez, porque no todo el mundo reducido a la miseria toma decisiones buenas. Algunos cometen suicidio como Judas, otros empiezan una vida de crimen o borrachera, pero éste actuaba con sobriedad y volvió a su padre

      El pródigo sabía que podía regresar a la casa del padre. Creo que este punto merece mucho énfasis. 2 Ped. 3, “15  Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación”.  Nos toca convencer a los perdidos que no solamente pueden volver al Padre, sino que El sinceramente anhela su retorno, no para castigarlos sino para perdonarles. Debemos predicar más sobre este tema. Es indispensable que todos los perdidos lo sepan. La puerta está abierta. Es necesario recalcar esta verdad para evitar la desesperación en el corazón del perdido. Todo miembro de la iglesia debe compartir esta actitud benévola del padre, la buena disposición de recibir con gozo al perdido arrepentido. ¡Cuán importante es que el pecador sepa que las puertas de la iglesia están abiertas para recibirlo con gozo! ¡Cuán importante es que los brazos de los miembros siempre estén abiertos para recibir con gozo al hermano descarriado!

      15:20  Y levantándose, vino (el arrepentimiento no es simplemente una emoción; más bien es un “viaje”, JWM) a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. – No dice, “te perdono”, sino que en una escena sumamente emocionante lo expresó. Obviamente el hijo pródigo no era el único que había sufrido. La imagen que Jesús pinta de este padre bien indica que estaba muy afligido y muy ansioso de ver a su hijo. ¡Cuántas veces había observado ese camino con la esperanza de que un día pronto su hijo volvería! Obviamente estaba esperando su retorno, pues en ese mismo momento cuando el hijo se acercaba el padre lo vio de lejos.

      ¿Fue en vano el regreso del hijo pródigo? ¿Fue vana su esperanza de ser recibido otra vez en la casa del padre aunque tal vez como jornalero? ¿Qué le diría su padre? ¿Diría, “¡se lo dije!”? La primera mirada, aun de lejos, llenó el corazón del padre con compasión. Sal. 86, “15  Mas tú, Señor, Dios misericordioso y clemente,  Lento para la ira, y grande en misericordia y verdad”. La actitud de Dios hacia el pecador se expresa en la acción del padre: “corrió”; “se echó sobre su cuello”; “le besó”.  ¿Es esta la actitud nuestra hacia el pecador arrepentido?

      15:21  Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. – No hace excusas para proteger su orgullo. No habla de su juventud, las pasiones o las atracciones del mundo (B-S), sino que simplemente dice, “he pecado”.

       “El hijo muestra un espíritu varonil al adherir a su propósito de hacer una confesión, a pesar del calor de la bienvenida del padre; al estar afligido por lo que había hecho, y no por lo que había perdido; y al no culpar a nadie sino a sí mismo” (JWM).

      Algunos manuscritos antiguos agregan: “Hazme como uno de tus trabajadores”, LBLA, margen.  No sabemos si dijo esto, pero probablemente el padre, ya habiendo oído lo suficiente para ver la humildad del hijo, le interrumpió y no le dejó terminar.

      15:22  Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido (largo, suntuoso, elegante), y vestidle; -- Compárense los textos que hablan de la ropa de salvación:  Isa. 61, “10  En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas”. Gál. 3, “27  porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”.

      -- y poned un anillo en su mano (Compárese Gén. 41:42; indicaba honor, autoridad), y calzado en sus pies. – Para identificarlo no como esclavo (que iban descalzos), sino como hijo.

      15: 23  Y traed el becerro gordo (reservado para una ocasión muy especial, Gen. 18:7; 1 Sam. 28:24)  y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; -- Sal. 23, “5  Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores;  Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando”. El hijo pródigo habría sido contento si el padre hubiera dicho, “Ve a la cocina para ver si hay sobrantes”, pero en lugar de eso, el padre le preparó banquete. ¡Qué contraste con las algarrobas que quería comer en el país lejano!

      15:24  porque este mi hijo muerto era (Rom. 6:13; Efes. 2:1; 1 Tim. 5:6; Apoc. 3:1), y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. – La familia siguió el ejemplo del padre en la celebración. Este regocijo corresponde al gozo de los versículos 8, 9.

      15:25 -- Y su hijo mayor estaba en el campo; (ahora el enfoque cambia del hijo pródigo al hermano mayor quien representa no sólo a los fariseos y los escribas, sino también a todos los que se justifican a sí mismos y menosprecian a los perdidos) y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas (compárese el gozo de los v. 7, 10);  26  y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.  27  El le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.  28  Entonces se enojó, y no quería entrar. – Creía que no habría cupo para los dos hermanos en la misma casa. Es obvio que al hablar del hijo mayor Jesús pinta la imagen de los fariseos y los escribas que “murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come”, (v. 2). Hay dos hijos pródigos en esta parábola, dos hijos perdidos. Aparte de otras cosas el hermano mayor estaba perdido por causa de su actitud hacia su hermano menor. Las obras de la carne no solamente incluyen la fornicación y la borrachera, sino también el odio, la envidia y la amargura (Gál. 5:19-21; Efes. 4:31). Si usted tuviera que escoger al hijo pródigo o al hermano mayor como compañero para algún viaje, ¿a cuál escogería?

      -- Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase (13:34; Hech. 13:44-46). 29  Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, – Ni siquiera le llama “Padre” como lo hizo el hijo pródigo. Su vida en la casa de su padre no era nada dichosa; era puro servicio frío, literalmente, trabajo de esclavo.

      - no habiéndote desobedecido jamás, -- ¡Qué contraste entre la humildad del hijo pródigo y el orgullo de su hermano mayor! Éste creía que era muy superior a su hermano menor, que era moral y su hermano inmoral. Así pensaban los fariseos y los escribas. Compárese la oración del fariseo que “oraba consigo mismo” diciendo, “no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano” (Luc. 18:9, 11,12). En cuanto al servicio religioso de estos mismos fariseos léase Mat. 23:25-28. En realidad, pues, Lucas 15 no describe un solo “hijo pródigo” sino dos. ¿Cuál de ellos estaba más perdido? Si los perdidos están sin valor, ¿cuánto valía el hermano mayor?

      --  y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos -- El hermano mayor no solamente está enojado con su hermano menor, sino que también reprocha a su padre. Pero ¿este hermano mayor tenía amigos? ¿Él era capaz de regocijarse? Si el padre nunca le había dado fue porque para este hermano mayor todo era merecido; él no entendía nada de dádiva y gracia.

      15:30  Pero cuando vino este tu hijo (no dice “mi hermano”), que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. –

      15: 31  El entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo (Efes. 2:17), y todas mis cosas son tuyas (Rom. 9:4). – Pero lamentablemente el hermano mayor despreciaba esta gran bendición y veía su vida en la casa del padre prácticamente como la de un esclavo.

      Sin embargo, el padre amaba a los dos hijos. Tengamos cuidado con nuestro corazón. Para nosotros es más fácil amar al hijo pródigo que al hermano mayor, pero Dios ama a los dos y desea que sean salvos. 1 Tim. 2:4; 2 Ped. 3:9; Ezeq. 18:32; Jer. 8:22.

      15:32  Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, -- “Dice a su hijo: ‘Teníamos que hacer fiesta’. En otras palabras, celebrar era obligatorio. Era la única cosa correcta y adecuada de hacer en ese momento”, GH. Compárese Hech. 11, “18  Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!”

      -- porque este tu hermano era muerto (“Muerto para mí, muerto a la virtud, muerto a la felicidad”, GRB), y ha revivido; se había perdido, y es hallado. – Debería regocijarse porque como el padre había ganado a su hijo como resucitado de los muertos, así también él había recobrado su hermano.

       “Sublime gracia del Señor que un feliz salvó; fui ciego mas hoy miro yo, perdido y El me halló”.

      Con esto la hermosa parábola termina con estas palabras conmovedoras del padre. Sin embargo, “podemos leer la historia del hermano mayor en la de los judíos quienes rehusaron regocijarse con Jesús en la salvación de los pecadores. En la siguiente Pascua ellos llevaron su resentimiento contra El al punto del homicidio, y unos cuarenta años después la herencia les fue quitada” JWM.

 

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