Juan 13

 

13:1 Antes de la fiesta de la pascua, -- 13:29; 18:28. La fiesta de la Pascua duraba siete días (Ezeq. 45:21). Juan emplea la palabra fiesta para indicar la semana entera (2:23, "Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua"; 4:45, "habiendo visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en la fiesta"; 6:4; 11:56; 12:12, "grandes multitudes que habían venido a la fiesta").

          Algunos creen que la cena de Jn. 13 no es la última cena de Mat. 26, Mar. 14 y Luc. 22, pero compárense Jn. 13:16, 17 con Luc. 22:14, 15, 24-27; Jn. 13:18, 21-30 con Mar. 14:17-21; Mat. 26:20-25; Jn. 13:38 con Mat. 26:34; Mar. 14:30; Luc. 22:34. ¿Quién puede creer que todos estos detalles pudieran haber ocurrido en dos cenas distintas?

          -- sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, (12:23) como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin (O, hasta lo sumo, LBLA, margen). -- Pero, lamentablemente, ellos no lo amaban de esa manera. "Juan representa aquí el rebosamiento del amor del mismo corazón de Cristo (caps. 13-17) para con aquellos hombres a los que había escogido y que había amado 'hasta el fin' (eis telos) como en Mt. 10:22 ... pero aquí como en 1 Tes. 2:16" (hasta el extremo). "La culminación de la crisis (su hora) hizo brotar naturalmente la plenitud del amor de Cristo para con ellos, como se muestra en estos grandes capítulos (13 a 17)" (ATR).

          Juan se refiere al amor de Jesús por sus discípulos 31 veces en los capítulos 13-17. Estaba muy consciente de lo que El tendría que sufrir, pero no está preocupado por sí mismo, sino por los apóstoles. "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos" (15:13).

          Como en esta ocasión Cristo dejaría un ejemplo muy importante para que sus apóstoles imitaran su humildad, así también -- y de suma importancia -- les dejaría el supremo ejemplo de amor que deberían imitar: "Como yo os he amado, que también os améis unos a otros" (13:34). Como El llevó su cruz, cada discípulo debería llevar su cruz (Mat. 16:21-24; Luc. 9:22, 23). Los filipenses deberían imitar la humillación de Jesús quien "se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil. 2:5-8).

 

13:2 Y cuando cenaban (durante la cena, LBLA) -- Luc. 22:15. Comían la cena de la Pascua en la tarde del día 14 (nuestro jueves en la noche).

          -- como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, -- 6:64, 70, 71; Mat. 26:14-16; Mar.. 14:11, 11; Luc. 22:3-6. El diablo sembró la simiente en el terreno fértil del corazón de Judas; es decir, el diablo lo hizo, pero lo hizo con el permiso (consentimiento) de Judas. Compárese Hech. 5:3, "Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo?" Satanás lo hizo, pero lo hizo con el permiso de Ananías. Algunos enseñan que Judas siempre había sido un diablo, pero Jesús dice (6:70), "uno de vosotros es diablo". El Espíritu Santo habla por la boca de Pedro que "cayó Judas por transgresión" (Hech. 1:25); ¿de qué cayó? Es imposible que alguien caiga de un techo sin primero haber estado sobre él. Es imposible que alguien caiga de la gracia si nunca estuvo en la gracia. A los doce Jesús dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, etc. (Mat. 10:1).

          ¿Por qué, pues, cayó Judas? La Biblia no explica, pero la respuesta más obvia es que él creía -- al igual que los otros apóstoles -- que Cristo sería un rey político, y luego al discernir que no lo sería, estaba decepcionado y se alejaba cada vez más de El, aun robando dinero de la bolsa del grupo (12:6). Con esa actitud y pensando que la misión de Jesús era una causa perdida, estaba resuelto a sacar cualquier provecho posible de su "apostolado"; por eso, terminó vendiendo a Jesús por el precio de un esclavo.

          Es indispensable que se entienda que Judas siempre tuvo libre albedrío. Hoy en día muchos culpan a la sociedad por la mala conducta de los criminales (mayormente los criminales jóvenes), pero ¿quién se atrevería a culpar a Jesús de haber maltratado a Judas?

 

13:3 sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, -- estaba plenamente consciente de su deidad (1:1, 14; 3:35; Mat. 11:27; 28:18; Luc. 10:22), y que pronto sería exaltado a la gloria que tenía con el Padre (17:5) antes de venir al mundo para morir por nosotros.

 

13:4 se levantó de la cena, -- Todos los verbos en este texto están en tiempo presente (como está indicado en LBLA por el signo *). Esto podría indicar que ese evento quedó bien grabado en la memoria de Juan y que al registrarlo él vuelve a vivirlo. Ninguno de los apóstoles hizo las veces de siervo para lavar los pies de los demás caminantes porque sus corazones estaban preocupados por sus disputas llenas de ambición y envidia acerca de cuál de ellos sería el mayor en el reino de Cristo. Si alguno de ellos se hubiera humillado para lavar los pies de los demás, esto habría indicado inferioridad. ¡Imagínese la sorpresa de estos que amaban la preeminencia cuando el Maestro mismo se levanta para hacerlo!

          -- y se quitó (tithesin, se quitó, es el mismo verbo usado en 10:11, da; 10:15, 17, 18; 15:13, traducido poner) su manto, (ta himatia, "el ropón exterior ... quedando sólo con la túnica, chiton, ATR). Es lo que hacían los que servían (Luc. 22:27), y tomando una toalla, se la ciñó (compárese 1 Ped. 5:5, "ceñíos de humildad", VM). -- Cronológicamente este texto cabe después de Luc. 22:24-30, texto que presenta la disputa de los apóstoles acerca de quién sería el mayor en el reino. Creían que muy pronto Jesús iba a establecer un reino terrenal y ellos querían ser oficiales de alto rango. Por lo tanto, Jesús lavó los pies de los apóstoles para corregir sus conceptos falsos. Véase también Mat. 20:25-28.

          El lavar los pies al huésped era un acto común de servicio y de hospitalidad (Gén. 18:4; 19:2; 43:24; Jueces 19:21; Luc. 7:44-46), porque la gente acostumbraba viajar a pie llevando solamente sandalias. Comúnmente el lavar los pies era el trabajo de los siervos (véase 1 Sam. 25:41).

          Jesús no inventó el acto de lavar los pies a otros; la práctica ya existía. Se practicaba diariamente como acto de cortesía y de hospitalidad en países orientales. Era, pues, un acto completamente normal y natural entre ellos (como el besar para saludar y el uso del velo en la mujer para indicar la sumisión). Pero los países occidentales no practican el lavamiento de pies como acto de hospitalidad, y si se ofreciera este servicio al huésped, éste se sentiría incómodo y avergonzado.

 

13:5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. -- El espíritu de humildad que Jesús manifestó en esta ocasión era un contraste con el espíritu ambicioso de los apóstoles.

          Existía la costumbre de que a veces, para mostrar el respeto, los discípulos lavaban los pies de su maestro, pero el maestro nunca lavaba los pies de sus discípulos, pero Jesús les había dicho, "Yo estoy entre vosotros como el que sirve" (Luc. 22:27).

 

13:6 Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? -- ¿Tú, Señor y Maestro, haces el trabajo de un siervo? En el griego los pronombres y me están en posición enfática, como también yo y en el v. 7. Para Pedro no era nada aceptable que Jesús lavara sus pies. Sin duda los otros apóstoles pensaban lo mismo, pero solamente Pedro tuvo el valor para expresar sus pensamientos.

 

13:7 Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora (los apóstoles todavía disputaban entre sí acerca de quién sería el mayor, Luc. 22:24); mas lo entenderás después. -- 2:22; 12:16. Los apóstoles entendieron muchas cosas después de la resurrección de Jesús. Después entenderían la necesidad de humillarse y de no buscar señorío. El Espíritu Santo reveló este tema con toda amplitud a los apóstoles como se puede ver en las epístolas. También se puede ver en Hechos y en las epístolas que ellos sí lo entendían después, porque enseñaban y practicaban la verdad sobre la humildad (1 Ped. 5:5) y nunca volvieron a discutir cuál de ellos sería el mayor.

 

13:8 Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás (es decir, hágase la voluntad mía y no la tuya; al decir esto rechazaba uno de los principios básicos del reino de Cristo: la humildad). Jesús le respondió: Si no te lavare (física y espiritualmente), no tendrás parte (comunión) conmigo. Si no aceptara a Jesús como Siervo humilde que daría su vida en rescate por muchos (Mat. 10:38; 16:21-23), no podría ser un discípulo de El (no tendría comunión con El). Cristo nos lava en su sangre (Hech. 22:16; Rom. 6:3, 4; 1 Cor. 6:11;  Efes. 5:26; Tito 3:5; Heb. 10:22; 1 Jn. 1:7; Apoc. 7:14) y, de esa manera, tenemos comunión con El.

          En este acto Jesús nos deja un ejemplo del servicio humilde, pero también era otra evidencia de que Jesús verdaderamente era aquel Siervo de Jehová del cual Isaías habló (Isa. 42 - 53), el Siervo que puso "su vida en expiación por el pecado" (Isa. 53:10; Fil. 2:8).

 

13:9 - 11 Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. (Porque quería estar seguro que tendría comunión con Jesús.) Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; -- Las personas que asistían a la boda se bañaban antes de ir y al llegar solamente necesitaban lavar los pies antes de comer.

          -- y vosotros limpios estáis, aunque no todos. Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos. -- Frecuentemente Jesús mezcla el lenguaje figurado y el literal. Los discípulos ya se habían purificado para la Pascua (11:55), y ahora solamente deberían lavarse los pies. Pero entre ellos había uno (Judas Iscariote) que no estaba limpio, porque pensaba entregar a Jesús (Mat. 26:14-16).

 

13:12 - 14 Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis (habéis entendido) lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. -- En lugar de buscar señorío, deberían buscar la manera de servir el uno al otro como si fueran esclavos (recuérdese que el servicio de lavar los pies era trabajo de los esclavos).

          El pronombre vosotros no se refiere a nosotros sino a los apóstoles. (Compárese Mat. 10:19, 20; Hech. 1:5, 8, palabras dirigidas no a nosotros sino a los apóstoles). Jesús estuvo curando una enfermedad espiritual en sus apóstoles, porque por causa de su orgullo y egoísmo buscaban señorío el uno sobre el otro. Por eso, ese ejemplo era muy necesario para ellos.

          Jesús no introdujo este acto en la iglesia como rito o ceremonia, como acto de culto (p. ej., como lo es la cena del Señor) como algunos suponen. Esa misma noche el Señor instituyó la cena del Señor, pero dijo claramente (Luc. 22:29, 30), "Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino"; por eso, la cena del Señor era una parte integral del culto de la iglesia como lo muestran claramente Hech. 2:42; 20:7; 1 Cor. 10:16; 11:23-27.

          Pero la práctica de lavar los pies como ceremonia de la iglesia comenzó en el siglo cuatro cuando la iglesia ya se había apartado del patrón bíblico. No hay texto alguno que hable del lavamiento de los pies en alguna iglesia. Podría practicarse hoy en día bajo las mismas circunstancias, pero no como una ceremonia de la iglesia. Tiene que ser un verdadero acto de servicio para imitar lo que Jesús hizo.

          Los que practican el lavamiento de los pies -- creyendo que es un mandamiento para nosotros, pero sin tomar en cuenta que era un acto de servicio -- destruyen el significado y la eficacia de este ejemplo de Jesús. Al convertir este acto en rito o ceremonia no hacen lo que Jesús hizo. Lo que El hizo fue un verdadero servicio porque los que caminaban con sandalias (como lo hacían los apóstoles) necesitaban este servicio; era una práctica común y agradable para el huésped. No era un rito eclesial hueco y sin significado.

          No imitamos el ejemplo de Jesús si lavamos los pies a alguien que lleve zapatos y camine en calle pavimentada, sino cuando servimos al hermano de acuerdo con Mat. 25:35, 36. Este texto habla del verdadero servicio, igual a lo que El hizo cuando lavó los pies de los apóstoles.

          El les dejó, pues, un ejemplo de humildad y de cómo practicar la verdadera hospitalidad, pero no nos ha dejado una ceremonia o la práctica de un acto careciente de significado en nuestra cultura.

          La práctica de besar para saludar fue mandada también; para ser consecuentes los que requieren el lavamiento de pies deben exigir que la gente se salude con beso. Lo importante es que nos saludemos con toda sinceridad y amor, pero en muchos países el beso no es la práctica o la costumbre que exprese estas virtudes. La Biblia no impone las costumbres de ciertos pueblos sobre toda la iglesia universal.

          En 1 Tim. 5:20 es muy obvio que el lavamiento de los pies de los santos está en el contexto de otros actos de servicio: "buenas obras ... hospitalidad ... lavado los pies de los santos ... socorrido a los afligidos ... practicado toda buena obra". ¡Esto es servicio! No es rito o ceremonia.

          Los que insisten en que se practique el lavamiento de los pies como una ceremonia de la iglesia dicen que "Cristo no enseña costumbres ni tradiciones sino doctrina". Al decir esto quieren decir que Jn. 13:5 no habla de costumbre, sino de doctrina, pero la doctrina no es el lavamiento de los pies, sino la humildad y la hospitalidad, y esta doctrina es para toda la iglesia de todo país y hasta el fin del mundo. El lavar los pies, el saludar con beso, el usar velo, el imponer manos, etc. eran costumbres que no se impusieron como ley sobre la iglesia.

 

13:15 - 17 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. -- En esa misma noche Jesús instituyó la cena del Señor, la cual se menciona en Hech. 2:42; 20:7; 1 Cor. 11:23-27. Sin lugar a dudas la iglesia debe participar cada primer día de la semana la cena del Señor, pero el lavamiento de pies se menciona una sola vez (1 Tim. 5:10), texto que claramente habla del servicio individual.

          La enseñanza de Jn. 13:15 se expresa en Fil. 2:1-4 y muchos otros textos que requieren la humildad. Para los hombres los grandes son los que mandan (Mat. 20:20-25), pero para Dios los grandes son los siervos.

          -- De cierto, de cierto os digo: El siervo (el apóstol) no es mayor que su señor (Cristo), ni el enviado (el apóstol) es mayor que el que le envió (Cristo). Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis. -- Para ser verdaderos discípulos de Jesús dos cosas son necesarias: (1) saber, y (2) hacer.

 

13:18 No hablo de todos vosotros; yo sé a quienes he elegido (2 Tim. 2:19); mas para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar. -- Sal. 41:9, "Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mi el calcañar". (Véase también Sal. 55:12-14). El comer "pan conmigo" indica la amistad. En cuanto a la experiencia de David, posiblemente este texto se basó en 2 Sam. 15:12, 31.

          Judas comía pan con Jesús durante todo su ministerio. Dondequiera que Jesús y su grupo anduvieran Judas era bienvenido, y se sentaba a la mesa con El y con ellos. Comía la Pascua con ellos. Comía el pan y los peces que Jesús proveyó milagrosamente. Era grandemente favorecido. Gozaba de la íntima comunión con Jesús, el Hijo de Dios. ¡Qué bendición tan grande! ¡Qué honor!

          Era muy importante que Jesús explicara este asunto a sus apóstoles aunque no lo entenderían hasta después. Deberían entender que Jesús no fue la víctima de una sucesión de circunstancias más allá de su control, sino que todo lo sabía de antemano, y en realidad no Judas ni los judíos ni los romanos estaban encargados de los eventos que El sufrió, sino su propio Padre (Hech. 2:22, 23).

          En cuanto a Judas, véanse 6:64, 70, 71; 12:4; 13:2, 10, 11, 21, 26, 27; 18:2, 3, 5; 19:11.

          Jóvenes (y todos), ¡tengamos cuidado de los principios (las raíces) de la maldad! Cuando Judas recibió autoridad para echar fuera demonios y comenzó a predicar el evangelio (Mat. 10:1-8), no se imaginaba que entregaría a Jesús a sus enemigos. No sabemos exactamente cuándo comenzó a caer bajo la influencia del diablo, pero sí sabemos que llegó a ser avaro y comenzó a sacar dinero del fondo del grupo (12:6).

 

13:19 Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy (8:24, 28, 58). -- Deberían recordar que esta fue otra profecía de las muchas del Antiguo Testamento que Jesús cumplió al pie de la letra. El cumplió todas las profecías, como todos los tipos, figuras y sombras (Luc. 24:44, 45).

          También en esto Jesús demostraba su omnisciencia. No quería que los discípulos se escandalizaran por la traición de Judas, pensando que Jesús hubiera sido la víctima inocente de una red de circunstancias crueles; por eso, les dijo de antemano lo que sucedería, para que después se acordaran y estuvieran convencidos de que Cristo, siendo omnisciente, verdaderamente era Dios.

 

13:20 De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. --  17:18; 20:21; Mat. 10:40; Mar. 9:37; Luc. 9:48; 10:16. Los apóstoles deberían recordar y siempre tener presente el hecho de que ellos no solamente serían mensajeros de Cristo, sino también de Aquel que envió a Cristo. Les convenía recordar esto durante todo su ministerio para evitar el desaliento.

          Al oír esto, ¿habrá pensado Judas que al rechazar a Jesús rechazaría a Dios? Ese pensamiento debería sacudirle y llenarle de temor.

 

13:21 Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu (11:33; 12:27; ahora otra vez, con mucha razón), y declaró (para el beneficio de los apóstoles y también para Judas) y dijo: De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. -- "uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar" (Mar. 14:18). El conocimiento de lo que Judas haría demuestra la omnisciencia de Jesús y, por consiguiente, su deidad. 2:24, 25; 4:29, etc.

 

13:22 Entonces los discípulos se miraban unos a otros, dudando de quién hablaba. -- Pensaban, ¡increíble! ¡imposible! ¿cómo? Estaban confusos y alarmados, y preguntaron, "¿Soy yo, Señor?" (Mat. 26:22; Mar. 14:19; Luc. 22:23). Esto indica que aparentemente, en cuanto al servicio externo, Judas había seguido como un discípulo fiel, leal, y amoroso, porque hasta ese momento los demás no sabían de quién Jesús hablaba. "Judas ... dijo: ¿Soy yo, Maestro? Le dijo: Tú lo has dicho" (Mat. 26:25). Este hombre no solamente era un diablo (6:70), sino también un aparente santo (es decir, un descarado hipócrita).

 

13:23 Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, -- Juan en ocasiones nombra a los demás apóstoles pero el nombre de él no aparece en el libro. Véanse 19:26, 27; 20:2-10; 21:7, 20-24; este último texto (21:24) indica que era Juan. "Aquí tenemos una tajante declaración de que el Discípulo Amado escribió este libro" (ATR).

          Desde luego, Jesús no amaba solamente a Juan, pues éste ya había dicho que como Jesús "había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta lo sumo" (13:1).

          -- estaba recostado al lado (reclinado en el pecho, LBLA, al estilo de los persas, romanos y griegos) de Jesús. -- En torno a una mesa baja, recostaban sobre un sofá o diván, con el codo izquierdo sosteniendo la cabeza, y con los pies hacia afuera. Luc. 16:23, "Lázaro en su seno"; Mat. 8:11, "se recostaron con Abraham", LBLA, margen. Esto indica íntima comunión.

          Para poder reclinarnos en el pecho de Jesús, primero tenemos que estar a los pies de Jesús (Luc. 10:39).

 

13:24 A éste, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba. -- Simón Pedro, siempre impulsivo e impaciente, quería saber y sabía que Juan era el indicado para preguntar. Algunos suponen que Pedro estaba al lado izquierdo de Jesús (detrás de El), pero en esta posición habría sido difícil hacer señas a Juan que estaba a la derecha de Jesús (es decir, de esa manera Jesús habría estado entre los dos). Probablemente estaba al otro lado de la mesa.

          Pedro creía que Jesús haría mucho caso a la pregunta o pedido de Juan. ¿A quién pedimos que pida algo al Señor por nosotros? (Compárese Sant. 5:14).

 

13:25, 26 El entonces, recostado cerca del pecho de Jesús (a su lado derecho), le dijo: Señor, ¿quién es? Respondió Jesús: -- Algunos suponen que Jesús habló en voz baja nada más a Juan, pero Pedro no estaba tan cerca de Juan (pues tuvo que hacerle señas); es decir, para que Pedro escuchara lo que Jesús dijo en respuesta a la pregunta de  Juan, no puede ser que Jesús le hablara en voz baja. Obsérvese también que los demás entendieron lo que Jesús dijo a Judas. Véase Mat. 26:21-25, en particular el ver. 23.

          -- A quien yo diere el pan mojado (en la salsa de hierbas amargas, Ex. 12:8), aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón. -- Mat. 26:25; Mar. 14:20). Judas sabía muy bien cómo fingir. Cuando muchos de los discípulos de Jesús volvieron atrás, y ya no andaban con él (6:66); Jesús dijo que "uno de vosotros es un diablo" (6:70), pero aun así -- siendo un diablo -- siguió fingiendo que era uno de los fieles. Cuando María ungió a Jesús con el perfume, Judas quiso que los demás pensaran que se preocupaba por los pobres (12:4, 5). Ahora Jesús le dio a Judas el pan y éste lo aceptó, como si hubiera sido completamente digno de recibir pan de la mano de Aquél a quien pronto pensaba entregar a los judíos.

          ¿Por qué Jesús no contestó simplemente que era Judas? Porque quería impresionarles con el cumplimiento de la profecía (13:18) que trataba de la violación de parte de Judas de la íntima amistad de Jesús.

 

13:27 Y después del bocado, Satanás entró en él. -- Jesús promueve el amor, pero Satanás promueve el odio.

          Judas no era un robot programado para entregar a Jesús (RH), sino que voluntariamente colaboraba con Satanás. No era un conscripto sino un voluntario. Por eso, Jesús dijo, "A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre  no haber nacido" (Mat. 26:24).

          El poder de Satanás  -- al igual que el poder del Espíritu Santo --sobre alguna persona depende de la voluntad de la persona; es decir, Satanás entra y mora en la gente mundana, como el Espíritu Santo entra y mora en el cristiano. El morar Satanás en el hombre quiere decir que tiene control sobre ese hombre (Apoc. 2:13; Rom. 7:17), el morar el Espíritu Santo en el cristiano significa que tiene control sobre esa vida. ¿Cómo se puede saber cuál de los dos mora en el hombre? Véase Gál. 5:19-23, "Las obras de la carne ... el fruto del Espíritu".

          Dice Juan que después del bocado, Satanás entró en él, pero esto no quiere decir que antes de esto Satanás no tenía poder sobre él (12:6; Mat. 26:14-16). Ahora Satanás entró en él para que de una vez llevara a cabo la traición que había propuesto.

          Aun hasta este momento Judas pudo haber aceptado el amor de Jesús, pero lo rechazó y abrió su corazón a Satanás. Debería haber dicho a Satanás lo mismo que Jesús (Mat. 4:1-11, "Escrito está"; y 16:23, "¡Quítate de delante de mí, Satanás!") Dice Santiago (4:7), "Resistid al diablo y él huirá de vosotros".

          Desde ese momento Judas tomó los pasos que efectuarían no solamente a la muerte de Jesús, sino también la suya.

          -- Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo más (omítase más, LBLA) pronto. -- El plan de Dios era de que esa misma noche Judas lo entregara; por eso, Jesús le instó a que actuara de una vez. También Judas, por su parte, quería actuar con prisa, porque se dio cuenta que Jesús sabía su plan (Mat. 26:25); por lo tanto, actuaría con prisa para evitar que Jesús hiciera algo para evitar que se llevara a cabo. Desde luego, no sabía que lo que él (Judas) pensaba hacer era precisamente lo que Jesús quería que hiciera.

          Jesús no hizo nada en contra de Judas para provocarle a ser su enemigo, ni tampoco le favoreció para tratar de evitarlo. Ahora, sabiendo que Judas estaba resuelto a entregarlo, le dice simplemente, "hazlo pronto"; es decir, sé decisivo y hazlo sin titubear. Otro día no sería aceptable. El plan de Dios había indicado quién lo haría, y qué y cuándo se haría.

 

13:28 Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo esto. -- Todo esto indica que los otros apóstoles no desconfiaban de Judas, y que les extrañaba la idea de que alguno de ellos entregaría a Cristo.

          ¿Por qué Jesús no explicó con toda claridad exactamente lo que haría Judas? Si lo hubiera hecho, ¿qué habrían hecho estos galileos? (Compárese Luc. 9:53, 54).

 

13:29 Porque algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa (del dinero, LBLA), que Jesús le decía: Compra lo que necesitamos para la fiesta (porque duraría por siete días); o que diese algo a los pobres. -- Durante las fiestas el pueblo sentía más compasión por los necesitados.

 

13:30 Cuando él, pues, hubo tomado el bocado, luego salió; -- por última vez salió. Dejó a Jesús, dejó a Dios y dejó la esperanza de participar en el apostolado más importante del mundo. ¡Cuántos hombres y mujeres han salido de la presencia del Señor para destruirse a sí mismos! Muchos padres, madres e hijos salen del hogar porque no quieren ser responsables. Muchos salen de la iglesia "amando este mundo". Los que no se arrepienten saldrán a "las tinieblas de afuera".

          -- y era ya de noche ("esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas", Luc. 22:53). "Y era ya de noche" no solamente en sentido físico sino también en sentido espiritual. Por salir y no seguir andando en la luz Judas tropezó en las tinieblas.

 

13:31 Entonces, cuando hubo salido, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él. -- Ahora lo que Judas haría no sería para destruir y derrotar a Jesús, sino para glorificarlo. Judas tomaría el primer paso en el proceso que llevaría a Jesús al Calvario. De hecho, en estos momentos Jesús está prácticamente al pie de la cruz. La institución de la cena del Señor les señalaba la cruz. En estos últimos momentos tendría que preparar a este grupo de apóstoles para el desengaño que les esperaba, porque la cruz todavía no se incluía en sus planes.

          Jesús iba a morir ahora, durante la Pascua. Los fariseos querían esperar. Querían que la tormenta sucediera después de la Pascua (Mat. 26:1-5), pero no los fariseos sino Dios se encargó de los eventos de esos momentos y días.

          Juan 13:31 - 17:26 registra las palabras finales pronunciadas por Jesús a sus apóstoles antes de morir. Son sus palabras de despedida. Compárense Mat. 24 y 25 y textos paralelos en Marcos y Lucas. Aquí empieza uno de los más notables discursos de Jesús.

 

13:32 Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo (porque son uno 10:30), y en seguida le glorificará. -- En seguida sería prendido, "juzgado" y ejecutado. Para la gente la crucifixión era muy vergonzosa, pero al ser crucificado, Jesús fue glorificado y el Padre fue glorificado en El. Compárese Gál. 6:14.

 

 

13:33 Hijitos (expresión de mucha ternura; 1 Jn. 2:1, 12, 18, 28), aún estaré con vosotros un poco. -- 7:33; 8:21; 12:35: 14:18, 19; 16:16-20. Pronto -- sin la presencia física de Jesús -- los apóstoles predicarán el evangelio a todas las naciones. Para animarles les habla de la unión espiritual entre El y ellos. Hay algo de semejanza entre este discurso y el discurso final de Moisés en Deuteronomio.

          -- Me buscaréis; pero como dije a los judíos,  A donde yo voy, vosotros no podéis ir. -- Con estos versículos se despide de ellos, y nadie le puede acompañar. Los "judíos" no podían ir con Cristo. "Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis venir" (Juan 8:21).

          -- así os digo ahora a vosotros: Porque El iría al Padre, pero dijo a Pedro, "me seguirás después" (12:36) y dice a todos los fieles, "si me fuere y os preparare un lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo" (14:3).

 

13:34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis (agapao) unos a otros; como yo os he amado, que también os améis (agapao) unos a otros. -- En parte la presencia física de Jesús sería remplazada por el amor no fingido de los apóstoles los unos por los otros. Era un mandamiento nuevo, porque nunca había existido tal amor, el amor explicado y mostrado por El mismo. Ese amor no solamente incluía todo el amor que les mostró durante su ministerio, sino también el amor que muy pronto mostraría en su muerte.

          El amor de los apóstoles (y el de todos los discípulos de Cristo) los unos a los otros debería ser de la misma naturaleza que el amor que Cristo mostraba hacia ellos.

          Jesús no amaba a sus apóstoles para su propia felicidad. No los amaba pensando en un amor recíproco. ¿Nos amamos los unos a los otros pensando en qué recibiremos por nuestro amor? ¿si nos traerá felicidad a nosotros? ¿nos amamos los unos a los otros con un amor egoísta? El amor egoísta ama solamente a la persona que le devuelve su amor (Mat. 5:46, 47).

          El amor que Jesús tenía por sus apóstoles le costó trabajo y dolor. Su amor por ellos y por todos los perdidos le llevó al Calvario. De esa misma manera nuestro amor los unos por los otros nos cuesta trabajo y dolor, porque requiere la abnegación de sí. El amor verdadero busca el bienestar (físico y espiritual) de otros.

          Jesús amaba a sus discípulos aunque los conocía a fondo, conocía no solamente su fuerza, sino también su debilidad, pero a pesar de ello "los amó hasta el fin" (13:1). Hay personas que se bautizan y quieren ser miembros de una congregación, pero se escandalizan porque no conocen a los hermanos. Al bautizarse creen que amarán a sus hermanos pero, en realidad, su amor es condicional. Por eso, al venir desacuerdos y disgustos entre ellos ya no quieren ser miembros.

          Los cristianos deben amarse los unos a los otros incondicionalmente. Desde luego, el amor requiere la enseñanza, la exhortación, la reprensión y hasta la disciplina, pero en todo caso "permaneza el amor fraternal" (Heb. 13:1). Tantos miembros se disgustan con otros hermanos, se escandalizan y se retiran de la iglesia. El amor de los tales no es como el modelo, no es como el amor mostrado por Jesús, quien tenía muchas razones para impacientarse con los apóstoles, pero no lo hizo, sino que "los amó hasta el fin".

          Así pues, el tener amor verdadero los unos por los otros requiere que se imite el ejemplo de Jesús quien amaba a sus apóstoles aunque los conocía a fondo. Aunque sabía que Judas lo entregaría, que Pedro lo negaría y que todos lo desampararían, "los amó hasta el fin".

          Los esposos deben amarse el uno al otro como Cristo amaba a sus apóstoles (hasta el fin). ¿Por qué hay tanto divorcio? ¿Cómo es posible que tantas personas que hayan hecho votos de amor y de fidelidad, diciendo que su matrimonio durará "hasta que la muerte nos separe", tarde o temprano se divorcian? Seguramente pensaban que se amaban, pero ¿qué pasó? No se conocían. Prometieron ser fieles el uno al otro para "lo mejor o para lo peor", pero no se imaginaban "lo peor" (lo pésimo) que sería. Esto significa que sus votos se hicieron sin conocerse el uno al otro; es decir, en muchos casos si en realidad se hubieran conocido el verdadero carácter el uno del otro, no se habrían casado. El "amor" de tales personas no es incondicional sino condicional. Después de la luna de miel, la vida matrimonial empieza. Ahora comienzan a conocer la realidad de las cosas, y en muchísimos casos, lo dulce se convierte en amargura.

          Surge, pues, una pregunta: ¿Cómo puede una persona conocer a fondo a su novio(a) para estar seguro que después de casarse se llevarán bien. No se puede. Es imposible conocer a fondo a otro sin vivir con él(ella). Desde luego, esto es imposible antes del matrimonio. Los novios deben visitarse el uno al otro en sus respectivos hogares, para que cada quien conozca la familia de su futuro cónyuge y, sobre todo, observar cómo es su futuro(a) esposo(a) con su propia familia. ¿Cómo trata a su mamá, a su papá, y a sus hermanos? Porque de esa misma manera tratará a su cónyuge después de la luna de miel.

          Pero, en fin de cuentas, repítase, es imposible conocer a fondo a otro sin vivir con él(ella); por eso, el amor debería ser incondicional. Muchas personas erróneamente ponen un "hasta aquí" y se divorcian, pero ¿qué dijo Jesús acerca del divorcio y nuevas nupcias? (Mat. 5:32; 19:9).

          Otro aspecto del amor de Jesús era que El estaba dispuesto a perdonar a estos discípulos débiles y errantes. Ese es el amor modelo que tenemos que imitar: "Como yo os he amado, que también os améis unos a otros".

          ¡Este es, pues, el nuevo mandamiento!

 

13:35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. -- El amor hermanable de los cristianos era uno de los sermones más convincentes del primer siglo. La gente decía, "Mirad cómo los cristianos se aman los unos a los otros". Además, aparte de llamar la atención de la gente hacia ellos, también este amor señalaba a Cristo (Mat. 5:16; 1 Ped. 3:15).

          Tal amor tiene poder para mover los corazones de la gente. Al verlo otros dirán "Yo también quiero ser cristiano".

          Este amor fraternal se describe de la siguiente manera en otros textos del Nuevo Testamento:

          Rom. 12:10 - "en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros".

          Rom. 15:7 - "recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió".

          1 Cor. 12:25 - "se preocupen los unos por los otros".

          Gál. 5:13 - "servíos por amor los unos a los otros".

          Gál. 6:2 - "Sobrellevad los unos las cargas de los otros" (Gál. 6:1 explica cómo se obedece este texto).

          Efes. 4:1 - "con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor".

          Efes. 4:32 - "antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros".

          Efes. 5:22 - "someteos unos a otros"; es decir, que las esposas estén sujetas a sus maridos (5:22-24); que los hijos estén sujetos a sus padres (6:1-3); y que los siervos estén sujetos a sus amos (6:5-8).

          Sant. 5:16 - "confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros".

          La Biblia describe la falta de amor de la siguiente manera: "si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros" (Gál. 5:15); "no ... irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros" (Gál. 5:26); no "aborreciéndonos unos a otros" (Tito 3:3); "no murmuréis los unos de los otros" (Sant. 4:11); "no os quejéis unos contra otros" (Sant. 5:9).

 

13:36, 37 Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿a dónde vas? (13:33) Jesús le respondió: A donde yo voy (a la cruz, al sepulcro, al cielo), no me puedes seguir ahora; mas me seguirás después. (21:18, 19). Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? -- El impulsivo Pedro siempre era lo mismo; aun se atrevía a discutir con el Señor (16:22; Hech. 10:14). Si era necesario que Jesús los dejara (p. ej., para morir), él quería acompañarle. Simplemente no aceptaba la idea de que Jesús los dejara. Esto indica la lealtad de Pedro.

          -- Mi vida pondré por ti. -- Jesús había dicho, "yo pongo mi vida" (10:17); Pedro dice, "pondré mi vida". Los apóstoles habían dejado todo para seguir a Jesús (Mat. 19:27; Mar. 10:28; Luc. 18:28); Pedro le había acompañado en el monte de transfiguración (Mat. 17:1-5); y ahora dice que está dispuesto a morir por Jesús. Pondría su vida, pero no como Cristo pondría la suya, pues no pensaba poner su vida sin pelear.

 

13:38 Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces. -- 18:17, 25, 27; Mat. 26:69-75; Mar. 14:66-72; Luc. 22:56-62. Parece que al oír de labios de Jesús esta advertencia específica, Pedro habría tenido mucho cuidado de no negar a Jesús, pero ¿somos mejores que él? ¿Cuántas veces hemos caído en pecado a pesar de las muchas advertencias de Jesús y los apóstoles? Compárense Mat. 24:10-12; Hech. 20:28-31; Tim. 4:1-3; 2 Tim. 3:1-5; Apoc. 2 y 3.

          Pedro dijo, "Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré" (Mat. 26:33), y "aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré" (Mat. 26:35). Según Mar. 14:31, "él con mayor insistencia (vehemencia) decía: Si me fuere necesario morir contigo, no te negaré".

          Al estudiar este caso conviene que se observe lo que Jesús no dijo a Pedro o acerca de él. ¿Dijo Jesús en algún momento que Pedro era hipócrita? ¿que era cobarde? Cuando prendieron a Jesús ¿huyó Pedro? ¿se escondió? La respuesta a estas preguntas es negativa, porque en realidad Pedro hizo estas afirmaciones con toda sinceridad, la cual él demostró cuando Jesús fue prendido. No se puede negar que Pedro dio evidencia de que sí estaba dispuesto a pelear y a morir por Cristo (18:10, 11; Mat. 26:51, 52; Mar. 14:47; Luc. 22:50, 51). No siguió peleando (y no murió por Jesús en ese momento) porque Jesús le dijo que metiera su espada en su lugar.

          Pedro negó a Cristo -- y no había excusa por ello, como él mismo reconoció, llorando amargamente (Mat. 26:75) --, pero hay que tomar en cuenta varios factores y, al mismo tiempo, reconocer que en esta triste historia hay lecciones valiosas para nosotros:

 

La negación de Pedro

 

(Lecciones para nosotros)

 

          1. Una de las causas del tropiezo de Pedro era que él tenía conceptos errados acerca de Cristo y su reino: p. ej., no entendía la necesidad de la muerte de Jesús (Mat. 16:22), y no entendía la naturaleza espiritual del reino de Cristo (Mat. 18:1; Jn. 18:36). Por eso, por causa de su ignorancia negó a Cristo. Estaba dispuesto a pelear y aun a morir por Cristo y con Cristo, pero estaba muy confuso. No estaba preparado para pelear y morir de la manera enseñada y demostrada por Jesús. Simplemente no entendía esa clase de muerte, pero después entendería la necesidad de la muerte de Cristo, la naturaleza espiritual del reino, y de qué manera tendría que pelear y aun morir por Cristo (21:19). No se imaginaba que en el momento más crítico Jesús le dijera, "Vuelve tu espada a su lugar" (Mat. 26:51). Su conocimiento de Jesús era muy defectuoso y la deficiente comprensión lo dejaba propenso a cometer el acto inolvidable de negar a su Señor.

          ¿Qué aprendemos de esto? Para no caer en la hora de la prueba debemos escudriñar las Escrituras para aprender lo que la Biblia enseña acerca de Cristo y su reino y lo que El espera de nosotros. Debemos aprender todo el consejo de Dios (Hech. 20:27). Por ignorar la verdad y seguir sus propias ideas millones niegan a Cristo.

 

          2. Jesús dijo a Pedro que el diablo pensaba zarandearle como a trigo (Luc. 22:30, 31), pero él no comprendió esta figura y, por eso, ignoraba la maña o táctica exacta que Satanás usaría contra él. Lo mismo sucede con los discípulos de Cristo en cualquier época; por eso, es necesario escudriñar las Escrituras con diligencia para estar enterados de todas las asechanzas y maquinaciones de Satanás (p. ej., el no perdonar, 2 Cor. 2:11; 10:3-5; Efes. 6:11, 12). Pedro no tuvo miedo de los soldados y alguaciles, pero cuando "se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo", "él negó delante de todos" (Mat. 26:69, 70).

 

          3. Es indispensable que uno se conozca a sí mismo. Pedro no solamente no conocía a Cristo, tampoco se conocía a sí mismo. Tenía más alto concepto de sí que el que debía tener (Rom. 12:3); "El que piensa estar firme, mire que no caiga" (1 Cor. 10:12). Es importante que el cristiano tenga confianza en sí mismo, pero Pedro estaba demasiado seguro de sí mismo. Por eso, debemos examinarnos a nosotros mismos (examinar nuestra fe, 2 Cor. 13:5).

          Nos urge, pues, examinar nuestro corazón, nuestra vida, nuestras debilidades, etc., para tener un concepto lo más claro posible de lo que seamos capaces de hacer. Pedro no se imaginaba que en esa misma noche él fuera capaz de negar a Jesús. Con toda sinceridad había protestado que aunque todos los demás lo negaran, él no lo haría, pero en realidad él sí era capaz de negar a Jesús, aun con juramentos, como Judas era capaz de entregar a Jesús, y como los otros apóstoles eran capaces de desampararlo. En la actualidad muchas veces los miembros de la iglesia creen que no son capaces de cometer cierto pecado, hasta que sus hechos les convencen que estaban demasiado seguros de sí mismos.

          Los que están demasiado seguros de sí mismos no buscan la ayuda de Dios (2 Cor. 1:8-10). Jesús sabía que Pedro lo negaría y le dijo, "he rogado por ti, que tu fe no falte" (Luc. 22:31, 32). Le convenía a Pedro hacer la misma petición por sí mismo, pero ¿lo habrá hecho?

 

          4. Otra lección muy valiosa que aprendemos del caso de Pedro es que tenemos que estar preparados y prevenidos para lo inesperado. ¿Habrá pensado que una criada le causaría tanto problema? Para Pedro lo que ocurrió esa noche fue inesperado. El estaba preparado para lo que él consideraba el peligro, pero no estaba preparado para lo que en realidad pasaría. Sin embargo, aunque Pedro haya estado confuso cuando Jesús le prohibió que usara la espada, de cualquier modo, si hubiera sido tan leal a Jesús como había profesado, le habría sido fiel, aunque estuviera totalmente confuso e ignorante de lo que pasaba. En cualquier circunstancia, en medio de cualquier prueba, si entendemos la situación o si no la entendemos, lo importante es que seamos fieles a Cristo.

          La prueba de Pedro era inesperada, pero si tan solo se hubiera acordado cómo él mismo había confesado a Jesús como el Hijo de Dios, y que él mismo había dicho, "tú tienes palabras de vida eterna", esa fe lo habría sostenido durante toda la prueba. Por eso, venga lo que viniere, por confusos o agitados que estemos, ¡seamos fieles a Cristo!

 

          5. Jesús había dicho a sus apóstoles, "no temáis" a los hombres y, como Pedro no tuvo miedo de los soldados y alguaciles, tampoco tuvo miedo del Sanedrín (Hech. 4:19, 20; 5:29), pero tuvo miedo de algunos hermanos. "Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles, pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión", es decir, de algunos hermanos judíos que estaban errados (Gál. 2:12). Esta cobardía es común entre muchos hermanos (aun entre evangelistas), pues aunque con toda valentía discuten con sectarios, en ocasiones no se atreven a resistir la presión de sus propios hermanos que enseñan y practican el error o cuyo comportamiento es mundano. Por ejemplo, muchos hermanos se han apartado del patrón divino con respecto a la organización y obra de la iglesia, pues han establecido iglesias "patrocinadoras" e instituciones (escuelas, clínicas), pero hay predicadores que han entendido perfectamente el error de estos hermanos pero no se atreven a exhortarles y a resistirles. La presión que ejercen tales hermanos liberales y mundanos es semejante a la presión de los judíos que expulsaban de la sinagoga a los que confesaban a Cristo (9:22; 12:42).

 

          6. Cuando Jesús anduvo sobre el agua, Pedro dijo, "Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús" (Mat. 26:28, 29). Como siempre él quería acercarse a Jesús. Quería estar con El, quería acompañarle. ¿Cómo, entonces, podría Pedro ahora seguirle de lejos? Cuando Jesús fue prendido, Pedro le seguía de lejos (Luc. 22:54). En es misma ocasión cuando Pedro anduvo sobre el agua, el Señor le salvó de una sepultura en el agua; en esta ocasión de la misma manera le podría haber salvado de su temor y confusión. Si tan solo se hubiera quedado cerca de Jesús, habría recibido fuerza de El.

 

          7. Estando en mala compañía Pedro negó a Cristo. "Y habiendo ellos (los siervos del sumo sacerdote y los alguaciles, 18:18) encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos" (Luc. 22:55). "También con ellos estaba Pedro en pie, calentándose" (18:18). "Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo del malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado" (Sal, 1:1).

 

          8. ¿Qué pasó cuando el gallo cantó? (1) "Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro"; (2) "Pedro se acordó"; y (3) saliendo fuera, lloró amargamente" (Luc. 22:60, 61). En este momento, los ojos del Señor están fijos en los que le siguen de lejos, en los que se asocian con los enemigos de Cristo y en los que lo niegan, no solamente con sus palabras, sino también con sus hechos. El Señor los mira, quiere que se acuerden de sus palabras, y que se arrepientan.

 

          9. Por último, recuérdese que el Señor no hace acepción de personas (Rom. 2:11). La Biblia descubre las faltas de los más prominentes.

 

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