Capítulo 1

Resumen: Después de la salutación (1:1,2), este capítulo trata de los propósi­tos eternos de Dios: escogernos (1:4); adoptarnos (1:5); redimirnos (1:7); darnos herencia (1:11); y sellarnos con el Espíritu Santo (1:13). Nos bendice con "toda ben­dición espiritual" en Cristo (1:3). En 1:15-23 Pablo alaba a Dios por la conversión de los gentiles y le suplica por el crecimiento espiritual de ellos, para que tengan com­prensión más amplia del plan de reden­ción (1:15-19). Termina esta sección con la exaltación de Cristo (1:20-23).

          1:3 -- "toda bendición espiritual". Es­tas incluyen todas las provisiones del evange­lio expresadas por las palabras "salvación", "perdón", "redención", "reconciliación", "justificación", etc. Otras bendiciones es­pirituales son: (1) Dios mora en nosotros; (2) la membresía en el cuerpo de Cristo (su iglesia, 1:22,23); (3) la esperanza de la vida eterna (1 Juan 2:24); (4) todo lo necesario para estable­cernos y hacernos fructíferos; y (5) todo lo necesario para darnos gozo y paz; (6) el privilegio de orar; y (7) la comunión con hermanos en Cristo.

          Desde luego, todas estas bendiciones están bien relacionadas entre sí; por ejemplo, si somos salvos, es porque Cristo nos redimió, y es porque Dios nos per­donó. Dios no puede justificarnos y recon­ciliarnos sin perdonarnos. El morar Dios (Padre, Hijo, Espíritu Santo) en nosotros significa que recibimos todas estas bendi­ciones y también la fuerza espiritual para poder participar en cosas espirituales y lle­var a cabo la obra de Dios aquí en la tierra.

          --       "lugares espirituales", o con res­pecto a cosas o asuntos (de naturaleza celestial). La palabra "lugares" no aparece en el griego. En 1:20 cabe mejor. Pablo usa esta expresión otras dos veces (2:6; 3:10), y siempre en forma elíptica. "Nuestra ciudadanía está en los cielos", (Fil. 3:10; Gál. 4:26, en la "Jerusalén de arriba"; 1 Ped. 2:11, somos "extranjeros y peregrinos" aquí en este mundo).

          1:4,5 -- "según nos escogió ... predesti­nado ..." Lo que Dios hace es lo que El siempre pensaba hacer. Dios no hace nada por casualidad. Este texto y muchos otros indican claramente que el plan de Dios es más antiguo que el mundo. No fue cosa originada paso por paso en el primer siglo. Todo detalle era y es parte de su plan original. Aun antes de Abraham y Moisés Dios pensaba salvar tanto a los gentiles como a los judíos, y a ambos desligados de la ley de Moisés y de la circuncisión.

          -- "antes de la fundación del mundo". La Biblia afirma que antes de la fundación del mundo:

          A. Cristo fue "destinado" a ofrecerse a sí mismo como cordero de Dios (1 Ped. 1:20; Hech. 2:23; 4:28).

          B. Dios "predestinó" su sabiduría (el evangelio), (1 Cor. 2:7); y su "propósito eterno" (Efes. 3:10,11).

          C. "Nos escogió para que fuésemos san­tos y sin mancha" (Efes. 1:4), "para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo (Romanos 8:29); nos ha "escogido desde el principio para salvación, me­diante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad" (2 Tesalon. 2:13).

          D. "preparó de antemano" las "buenas obras" en que debemos andar (Efes. 2:10).

          El "escogimiento" del ver. 4 y la "predestinación" de los vers. 5 y 11 no tienen que ver absolutamente nada con la "predestinación individual e incondicional" enseñada por Juan Calvino (fundador de la Iglesia Presbiteriana). La elección es mencionada por Pablo  en muchos textos para hacer notorio el hecho de que ahora en la iglesia todos los obedientes, tanto los gentiles como los judíos, tienen bendi­ciones y herencia. En Deut. .7:6 Dios le recordó a su pueblo que a ellos (los is­raelitas) y solamente a ellos perteneció el nombre de "pueblo especial": "Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios:. Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra".

          Pero ahora los escogidos o elegidos son los cristianos, tanto gentiles como judíos. Pablo emplea estos términos fre­cuentemente en sus cartas (véanse Rom. 8:33; Col. 3:12; 1 Tim. 5:21; 2 Tim. 2:10; Tito 1:1; 1 Tesalon. 1:4). Pedro también: 1 Ped. 1:2; 2 Ped. 1:10.

          La predestinación calvinista se basa en la supuesta depravación total del hom­bre desde su nacimiento (véase 2:1-5, no­tas).

          El punto clave que Pablo enfatiza es que todos los obedientes son los "escogidos", según el plan eterno de Dios, y esto no tiene nada que ver con alguna supuesta selección arbitraria de indivi­duos, hecha incondicionalmente.

          Dios predestinó a cierta clase de gente, a la gente dispuesta para aceptar su divina invitación a través del evangelio, "para ser adoptados hijos suyos", para que "fuésemos santos y sin mancha", y "conformes a la imagen de su Hijo".

          A esta disposición de mente o volun­tad, Jesús se refiere en Juan 10:16, "También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor". En verdad, uno de los propósitos princi­pales de esta carta a los efesios es desa­rrollar e ilustrar el tema de juntar a los cristianos gentiles ("otras ovejas") en el mismo rebaño con los cristianos judíos.

          Dice Hechos 18:9,10 que "el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad". Esto lo dijo no con referencia a conversos, sino con res­pecto a los dispuestos a oír y a obedecer. A estos y a todos los que tengan esta acti­tud Dios antes conoció (favoreció), y los predestinó para que fuesen hechos con­forme a la ima­gen de su Hijo, y a éstos llamó por medio del evangelio (2 Tesalon. 2:14), y a estos justificó (perdonó), y los glorificó (Rom. 8:29,30).

          La recompensa para este pueblo es el reino celestial. "Cuando el Hijo del Hom­bre venga en su gloria ... dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo" (Mat. 25:31-34).

          -- "adoptados hijos", para ser herederos legales con todos los derechos y privilegios de un hijo. Cuando un hombre adopta a un hijo, le da su nombre y lo trata en todas las cosas como si fuera su hijo natural. Pablo emplea este término para enseñar que no somos hijos de Dios por ge­neración, sino por la regeneración. Somos hijos de Dios por medio de una relación espiritual, habiendo sido redimi­dos por Cristo (Gál. 3:26 - 4:7). El Espíritu Santo nos ayuda a través de su Palabra a desa­rrollar la mente filial (Rom. 8:12-14).

          El plan de Dios, antes de la fundación del mundo, tenía el diseño y propósito de juntar un pueblo especial que estuviera con El para siempre en el cielo. Este plan incluyó a los hombres de todas las na­ciones. Este pueblo, la iglesia de Cristo, sería adoptado por Dios para ser sus hijos, herederos de todas las bendiciones espiri­tuales en Cristo.

          1:6 -- "para alabanza". La iglesia, que es el cumplimiento del plan eterno de Dios (3:11), existe para la alabanza de Dios (3:21). El nombre de Dios es mag­nificado y alabado por su pueblo.

          1:7 -- "redención", perdón, justifi­cación; redención como resultado de la expiación; liberación de la culpa y de la pena de los pecados (véase 1 Ped. 1:18).

          -- "sangre", el precio de la redención (Mat. 26:28; Rom. 3:24-26; Hech. 20:28; Col. 1:14; 1 Ped. 1:18-20). "La sangre es la vida" (Deut. 12:23); Cristo dio su vida (Juan 10:15). El vio al hombre bajo la es­clavitud de Satanás y estaba dispuesto a sufrir, derramar su sangre (morir), para redimirnos o rescatarnos de esa esclavi­tud. El hombre aprovecha este rescate al creer en Cristo y aceptar las condiciones o requisitos revelados por la divina volun­tad, obedeciendo al evangelio (Mar. 16:16; Hech. 2:38). Solamente los creyentes obedientes son los beneficiados por este gran sacrificio de Cristo (Heb. 5:8,9). Solamente los que están "en Cristo" son los redimidos (comprados) o rescata­dos.

          El cántico de los 144,000 es el cántico de los redimidos. Dice Apoc. 14:3 que "nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra". Los 144,000 son los redimidos. Los no redimidos no pueden cantar el cántico de la redención.

          -- "riquezas". Pablo habla mucho de las "riquezas" espirituales: 1:18, "las riquezas de la gloria de su herencia"; 2:7, "las abundantes riquezas de su gracia"; 3:8, "el evangelios de las inescrutables riquezas de Cristo"; 3:16, "las riquezas de su gloria" (Col. 1:27; Fil. 4:19); "las riquezas de pleno entendimiento" (Col. 2:2); "¿O menosprecias las riquezas de su benig­nidad ...?" (Rom. 2:4). Verdadera­mente, somos "ricos en fe" (Sant. 2:5).

          1:8 -- "sabiduría e inteligencia". La pa­labra "inteligencia" significa "prudencia"; es decir, es sabiduría prác­tica, la sabiduría en acción. 1:17, "os dé espíritu de sabiduría y de revelación", la fuente de toda sabiduría divina. Leemos de "sabiduría e inteligencia espiritual" en Col. 1:9; es decir, la sabiduría en juicio; y en Col. 2:3, "todos los tesoros de la sabiduría de del conocimiento"; es decir, sabiduría en la percepción. Es interesante notar es­tas distintas combinaciones que Pablo hace con la sabiduría que es cosa básica.

          1:9 -- "el misterio", lo que es conocido por el "iniciado en los misterios". Tal vez Pablo emplea algunos términos de los gnósticos para exponer lo necio de esa herejía en contraste con las verdades su­blimes del evangelio. La palabra griega es musterion; "En el NT denota no lo que es misterioso, como sucede con el término castellano, sino aquello que, estando más allá de la posibilidad de ser conocido por medios naturales, sólo puede ser dado a saber por revelación divina, y se hace saber de una manera y en un tiempo señalados por Dios, y sólo a aquellos que están iluminados por Su Espíritu" (Vine).

          Pablo emplea este término varias ve­ces en esta carta. En 1:9,10 se refiere al plan de Dios; en 3:4-6 se refiere a la sal­vación de los gentiles. En Col. 1:27 se re­fiere a Cristo. Abarca, pues, todo el es­quema de redención. Y lo muy importante es que ahora todo cristiano que lee las cartas de Pablo (como los demás libros del Nuevo Testamento) puede entender "el misterio" (3:1-5).

          Este misterio es la "multiforme sabiduría de Dios" que es "ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los prin­cipados y potestades en los lugares celes­tiales" (3:10).

          En 6:19,20 Pablo pide las oraciones de los hermanos "al fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio".

          Indiscutiblemente, esta palabra (misterio) es la sabiduría de Dios que ex­cede todo entendimiento (3:4,5; 1 Cor. 2:6-9).

          1:10 -- "de reunir todas las cosas en Cristo", la cabeza, 1:21-23; Col. 1:15-20.

          -- "dispensación", administración, ma­yordomía, 3:9; 1 Cor. 9:17. El plan usado por algún mayordomo para admi­nistrar ciertos negocios. Esta palabra sig­nifica aquí el plan o la economía por la cual Dios administra su voluntad en los "últimos días", la época o el período del evangelio de Cristo. Frecuentemente se usa la expresión, "dispensación cristiana", para distinguirla de la "dispensación mo­saica"; esta última iba a durar hasta el "tiempo de reformar las cosas" (Heb. 9:10).

          -- "cumplimiento de los tiempos", el tiempo escogido por Dios ("el tiempo señalado por el padre", Gál. 4:2), el tiempo más oportuno y apropiado para enviar a su Hijo. "El tiempo se ha cumplido", dijo Juan, Mar. 1:15. No habrá otra época o dispensación; vivimos (desde el día de Pentecostés) en los "postreros" o "últimos" días (Hech. 2:16,17; Heb. 1:1,2; 1 Ped. 1:20; 1 Juan 2:18).

          -- "en los cielos ... en la tierra", Fil. 2:9,10; Mat. 28:18. Dominio universal.

          1:11 -- "en él tuvimos herencia". Pablo habla mucho de esta herencia en esta carta (1:14,18; 5:5), y en su carta a los colosenses (1:12; 3:24). "Y si hijos, tam­bién herederos" (Rom. 8:17). Tenemos "una herencia incorruptible, incontami­nada e inmarcesible, reservada en los cie­los" (1 Ped. 1:4).

          La nota en el margen de La Biblia de las Américas dice, "O, fuimos hechos una herencia"; "fuimos escogidos como por­ción de Dios" (Ver. H-A). La Versión American Standard concuerda con esta traducción. Según esta traducción, los cris­tianos son la herencia de Dios. Este pen­samiento (que los hijos de Dios son su herencia) se expresa varias veces en el Antiguo Testamento; por ejemplo, en Deut. 4:20 y 9:29, "el pueblo de su heredad"; y 32:9, "Porque la porción de Jehová es su pueblo".

          1:12 -- "los que primeramente es­perábamos", aludiendo a los judíos pia­dosos que por muchos años esperaban a Cristo (tales como Simeón y Ana, Luc. 2:25-38).

          1:13 -- "fuisteis sellados con el Es­píritu Santo". El sello se usa para indicar que algo (como un documento) es ge­nuino, auténtico, confirmado y, por lo tanto, aprobado oficialmente. También el sello significa la posesión; sirve para iden­tificar a los siervos de Dios (Apoc. 3:12; 7:3; 22:4) y para protegerlos de los casti­gos que vendrían sobre los demás.

          La interpretación más común de esta frase es que se refiere a la morada del Es­píritu Santo en el cristiano. Esta en­señanza se encuentra en Rom. 8:9-11; 1 Cor. 3:16; 6:19, etc. Otros textos dicen que Dios habita en nosotros (2 Cor. 6:16), y permanece en nosotros (1 Juan 3:24); Efes. 3:17 dice, "para que habite Cristo por la fe en nuestros corazones".

          Esta gran bendición significa la co­munión con el Espíritu Santo. 2 Cor. 13:14, "la comunión del Espíritu Santo"; Heb. 6:4, "hechos partícipes del Espíritu Santo". Ahora nuestra comunión es con Dios y no con el mundo.

          2 Cor. 6:14-16, "No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la in­justicia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el in­crédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no to­quéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso".

          Por lo tanto, si Dios nos acepta, y si mantenemos la santidad, El sigue habi­tando en nosotros. Si seguimos andando en luz, seguimos disfrutando de esta co­munión con Dios; El sigue permaneciendo en nosotros (1 Juan 1:7; 2:24; 3:24, etc.).

          Cuando la Biblia habla de "morar" el Espíritu Santo en nosotros, esto significa que somos guiados por El (Rom. 8:14), que nuestra vida está bajo su control; por ejemplo, en Rom. 7:20 Pablo describe su vida bajo la ley de Moisés (y la vida de los judíos inconversos que todavía querían vivir bajo la ley de Moisés). Dice Pablo que en tal vida el pecado "mora"; es decir, que el pecado tiene control de esa vida. Pero ahora el cristiano no está bajo el con­trol del pecado (Rom. 6:6-14), porque está bajo el control y la dirección del Es­píritu Santo. Cristo dijo a la iglesia de Pérgamo que "Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Sa­tanás (donde Satanás tenía control), "donde está el trono de Satanás") (Apoc. 2:13).

          Algunos (hasta hermanos) creen que en este versículo Pablo se refiere a los dones espirituales que demostraban que Dios estaba con los apóstoles y otros cris­tianos en el primer siglo, para revelar y confirmar la palabra (Juan 16:14:26; 16:13; Mar. 16:20; Heb. 2:3,4, etc.), pero no se puede probar que Efes. 1:13,14 se limita a los dones milagrosos. Apoc. 7:2,3 indica que todos los redimidos son sella­dos.

          1:14 -- "que es las arras de nuestra herencia", 2 Cor. 1:22; 5:5. arrabon, "originalmente una prenda en dinero de­positada por el comprador, y que se perdía si la compra no se efectuaba ... en el NT se usa sólo de aquello que Dios ase­gura a los creyentes; se dice del Espíritu Santo  como la prenda divina de toda su futura bendición, 2 Co 1: 22; 5:5; en Ef 1:14, en particular de su herencia eterna. En la LXX (La Septuaginta, versión griega del Antiguo Testamento), Gn. 38:17, 18, 20. En griego moderno, arrabona es un anillo de compromiso" (Vine).

          Dice Larousse que la palabra "arras" significa "lo que se da por prenda y señal de algún contrato. Monedas que, al cele­brarse el matrimonio, entrega el des­posado a la desposada".

          Por lo tanto, como en el comercio la palabra significa la prenda (o el primer pago) que se recibe por lo que se vende, un pago parcial de la obligación o promesa, así también Pablo emplea esta palabra para hacernos ver la asociación y relación entre la morada del Espíritu Santo en nosotros y la herencia eterna. Si el Espíritu Santo mora en nosotros, en­tonces ya estamos disfrutando de las ben­diciones espirituales, que en verdad son celestiales. Los que han obedecido al evangelio de Cristo ya "gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero" (Heb. 6:4,5). (Los "poderes" de este texto no se limitan a los poderes milagrosos. Es necesario tomar muy en serio los poderes o fuerzas espiri­tuales).

          Es importante observar que en mu­chos textos el efecto se pone en lugar de la causa; por ejemplo, "Yo soy la resurrec­ción y la vida". Jesús no dice "Yo soy la causa de la resurrec­ción y la vida", sino simplemente "Yo soy la resurrección y la vida"; pero todos entienden que El es la causa, El que hace posible, estas bendi­ciones. Pero el efecto se pone en lugar de la causa.

          Simeón vio a Jesús y dijo, "porque han visto mis ojos tu salvación". ¿Qué vio? ¿la salvación o al Autor de la salvación (Heb. 5:8,9)?

          Así también en muchos textos la Bi­blia dice "Espíritu Santo" (la causa) cuando se re­fiere al efecto (las bendi­ciones, la in­fluencia, la dirección y ayuda) que El pro­duce en nuestras vidas.

          Esto se ilustra en 1 Cor. 14:12, "pues que anheláis dones espirituales". El griego dice "anheláis espíritus"; es decir, anhela­ban los efectos, las manifestaciones, los dones del Es­píritu (v. 1).

          ¿Qué significa 1 Tes. 5:19? "No apaguéis al Espíritu". ¿Quién puede "apagar" (literalmente) al Espíritu Santo? Obviamente Pablo se refiere a los dones del Espíritu (los efectos), pero pone la causa (el Espíritu) en lu­gar de los efectos. Este verso se explica en el siguiente verso: "No menospreciéis las pro­fecías", que son una manifestación del Espíritu.

          ¿Qué pasa cuando somos llenos del Espíritu Santo (Efes. 5:18)? ¿Llenos de su persona o llenos de su poder y del fruto que El lleva en nuestra vida (Gál. 5:22,23)?

          ¿Cómo resistimos al Espíritu Santo? (Hech. 7:51). ¿Resistimos a su persona o resistimos su palabra y su voluntad?

          ¿Qué pasó cuando los apóstoles fueron bautizados con el Espíritu Santo? Reci­bieron poder (Luc. 24:49; Hech. 1:8). Hech. 10:45,46, "se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derra­mase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas". Se de­rramó el don del Espíritu Santo. ¿Qué se derramó? ¿Puede el Espíritu ser literal­mente derramado? Se derramó el poder de hablar en lenguas, como dice el siguiente verso.

          Efes. 4:7,8, "Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo ... dio dones a los hombres". ¿De qué don habla Pablo en el v. 7, de Cristo Mismo, o de los oficios (dones, v. 8) que El dio (v. 11)? El don de Cristo se refiere a los dones (facultades, oficios, poderes) dado por Cristo. Así también los dones del Espíritu Santo da­dos a los apóstoles y otros en el primer siglo eran las manifestaciones (los poderes y ayudas) del Espíritu Santo.

          Cuando Cristo es "formado en" nosotros, ¿es literal y personalmente for­mado en nosotros, o es formado en nosotros el carácter espiritual (la madurez) que sus enseñanzas producen? La Biblia pone la "causa" por el "efecto". Esta figura es muy común en la Biblia. Hay muchísimos ejemplos de su uso.

          De la misma manera, la expresión "don del Espíritu Santo" que es dado a todo obediente (Hech. 2:38) se refiere a todos los beneficios de la salvación que el Es­píritu nos da. Esta expre­sión significa la misma cosa que "la comunión (participación) del Espíritu Santo" (2 Cor. 13:14; Heb. 6:4). Significa que El influye fuerte­mente en nosotros, nos dirige, nos ayuda, nos da fortaleza espiritual, y gran capacidad espiritual para servir a Dios, para resistir la tentación, y para soportar pruebas, y lo hace todo a través de su palabra inspi­rada. El Espíritu Santo no obra directa­mente sobre el corazón del inconverso, sino obra a través de su instrumento, su pa­labra inspirada (Efes. 6:17). Tampoco obra directamente sobre el corazón del cristiano.

          Recibir el don del Espíritu Santo sig­nifica, pues, recibir las bendiciones, in­fluencias y operaciones (los efectos) del Espíritu Santo en nuestra vida. La Biblia habla de la causa (el Espíritu Santo) cuando en realidad quiere decir los efec­tos, los resultados de nuestra relación con el Espíritu Santo.

          Dios es uno. Hay tres personas en la deidad: Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo, pero son uno en sus ope­raciones. Dios mora en su pueblo: El Padre mora en nosotros, el Hijo mora en nosotros, y el Espíritu Santo mora en nosotros. No es relación mística e incom­prensible, sino se trata de la comunión con Dios, o sea, que Dios permite que sus hi­jos participen de las cosas divinas y celes­tiales, y de esta comunión resultan grandes beneficios y poderes espirituales.

          (Véase el estudio más amplio sobre "El Don Del Espíritu Santo" al final de este capítulo).

          -- "hasta la redención de la posesión adquirida", se refiere a la resurrección de nuestro cuerpo, (Rom. 8:13-23), que es una posesión adquirida (1 Cor. 6:19,20; 1 Ped. 2:9).

          -- "Por esta causa". Es importante que siempre se observen las palabras y frases conectivas usadas por Pablo. Aquí dice, "por esta causa"; frecuentemente dice "y", "pero", "pues", "así que", "porque", "por tanto", "para que", "por lo cual", "por lo demás", "por esto", etc. Es muy impor­tante que se observe la conexión entre lo que se dice en una frase y lo que se acaba de decir en la frase anterior. Pablo no arregló sus escritos en capítulos y ver­sículos, y muchas veces el primer versículo de un capítulo nuevo (o de un aparente párrafo nuevo) es la continuación de lo que estaba diciendo en el capítulo o pá­rrafo anterior.

          -- "habiendo oído de vuestra fe". Pablo había conocido personalmente a los efe­sios, porque había estado entre ellos por tres años (Hech. 20:31). El enseñó per­sonalmente a los doce hombres que habían sido bautizados con el bautismo de Juan. Su discurso a los ancianos de Efeso, y su despedida de ellos, se registran en Hech. 20:17-38. Pero un reporte reciente acerca de ellos era favorable, y Pablo es­taba agradecido.

          -- "vuestro amor para con todos los santos", tanto para con los hermanos gen­tiles, como para con los hermanos judíos.

          -- "no ceso de dar gracias", por la fi­delidad de ellos. Sin cesar Pablo daba gra­cias a Dios por hermanos fieles. Todo el consuelo de él se encontraba en esto (2 Cor. 1:3,4; 7:6,7).

          1:17 -- "el Padre de gloria", una carac­terística permanente del Padre (el Padre glorioso, Hech. 7:2).

          -- "os dé espíritu de sabiduría y de reve­lación", Col. 1:9; Sant. 1:5; para poder comprender y apreciar todas las revela­ciones y doctrinas de Cristo, para tener más íntima comunión con El.

          -- "en el conocimiento de él", conocimiento pleno y perfecto.

          1:18 -- "alumbrando los ojos de vues­tro entendimiento". Jesucristo nos dice en Mat. 6:22,23, "La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas". "Lo que el ojo es al cuerpo, el entendimiento lo es al alma" (Filo).

          Cristo abrió los ojos físicos para que creamos que El puede abrir los ojos es­pirituales.

          El evangelio es el instrumento, Hech. 26:18. El prejuicio y la rebeldía ciegan los ojos (Mat. 13:11-16; 2 Cor. 4:4). La falta de entendimiento queda en uno mismo; nadie puede inculpar a Dios. Pablo quiere que el entendimiento sea completo y co­rrecto. Si el hombre se instruye inco­rrectamente, de nada le sirve el celo (Rom. 10:2,3). Por lo tanto, Pablo dice en esta carta (5:17), "no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor".

          -- "cuál es la esperanza", la plenitud de ella; porque "la tenemos como segura y firme ancla del alma" (Heb. 6:19). Esta esperanza no será realizada si no tenemos sincera devoción para con Cristo. Es im­posible ver al cielo sino por El. Si no sen­timos gozo en los servicios de culto, ala­bando a Cristo y sirviéndole "de corazón" (Col. 3:23), y si Cristo no es nuestra vida ahora (Fil. 1:21; Col. 3:4), entonces ¿cuál es nuestra esperanza de estar con El en el cielo? Un  gran equívoco de muchos es que piensan tener esperanza del hogar celestial sin vestirse de Cristo en su vida diaria. Léase con cuidado Fil. 1:20-24; 3:8-14; la actitud de Pablo era de que Cristo es el objeto supremo de nuestra existen­cia, en la vida o en la muerte. Es cierto que el cristiano espera heredar el hogar celestial, pero es necesario tener presente que Cristo es la puerta, El es nuestra es­peranza.

          En este texto (1:17-19) Pablo carga su expresión con el ferviente deseo de que reconozcamos más profundamente lo ex­celente, lo grandioso, lo rico de nuestras bendiciones en Cristo. No basta dar servi­cio de labios a estas grandes verdades cuando el corazón está lejos de El (Mat. 15:8). Nos urge tener amplia comprensión de su amor (3:16-19), y la consecuente de­voción que ésta producirá.

          Es posible que un grupo de discípulos se reúna cada domingo para cantar him­nos sin que la cuerda del corazón sea to­cada una sola vez (5:19). Se puede dar aprobación a toda verdad celestial sin sen­tir alguna emoción. Pero si el cristiano es­cucha con atención a lo que le dice Pablo en este texto, y si se esfuerza por cumplir con esta exhortación, será humillado cuando peque, y su vida se irá afinando espiritualmente para que esta bendita fe y esperanza produzcan la devoción que ca­racterizaba a la vida de Pablo. Estas ver­dades producirán gozo inefable, y trasformarán su vida.

          Sin embargo, si es negligente, y si no crece continuamente en el conocimiento y en el aprecio de las riquezas de Cristo, en­tonces su servicio será una carga pesada en lugar de gozo.

          -- "riquezas", las riquezas gloriosas de la herencia (1:7). esta riqueza es la heren­cia de Dios ("su herencia"). Es su riqueza "en los santos" (no dice "de" los santos). "Nuestras riquezas están en Dios, las de El en nosotros" (Robertson).

          1:19 -- "supereminente", exceder, so­brepujar (2:7, "abundantes"; 3:19, "excede"; 2 Cor. 3:10, "más eminente"; 2 Cor. 9:14, "superabundante"). Pero si no tenemos nuestros "ojos alumbrados", no sabemos apreciar "la supereminente grandeza de su poder". El mismo poder creador revelado en Génesis 1 y el poder que resucitó a Cristo (1:20), obra en nosotros para efectuar nuestra completa conversión y transformación a la imagen de Su Hijo (2 Cor. 3:18), y un día este mismo poder "transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea se­mejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas" (Fil. 3:21).

          1:20 -- "la cual operó en Cristo, re­sucitándole". ¿Qué poder terrenal podría dar vida a aquel cuerpo que se hirió mor­talmente? ¿Quién o qué podría causar que aquel corazón que fue traspasado por la lanza romana palpitara otra vez? Sola­mente el poder de Dios.

          -- "sentándole a su diestra", Mar. 16:19; Heb. 8:1; 10:12; Col. 3:1. Cuando El as­cendió al Padre, "le fue dado do­minio, glo­ria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará y su reino uno que no será des­truido" (Daniel 7:13,14). El reinará hasta "el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo do­minio, toda au­toridad y potencia" (1 Cor. 15:24).

          Pedro se refiere a esta misma exal­tación de Cristo a la diestra de Dios (Hech. 2:33) el día de Pentecostés, el día en que la iglesia fue establecida (el día en que el "reino" fue establecido". El "reino" y "la iglesia" tienen autoridad común, origen común, miembros comunes, evangelio común, etc.; por lo tanto, los términos "reino" e "iglesia" son intercambiables en muchos textos.

          El reinado (o reino) universal del Mesías se llamó "la casa de Jehová" (Isa. 2:2). Dios prometió que David (el Hijo de David) "edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino" (2 Sam. 7:13). En 1 Tim. 3:15) el apóstol Pablo habla de "la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad".

          Por lo tanto, los hermanos que afir­man que la iglesia no es el reino deben probar que el Mesías edificó dos casas, y que el reino de Cristo no es la "columna y baluarte de la verdad".

          1:21 -- "sobre todo principado y au­toridad y poder y señorío". Cristo fue exal­tado a un nivel infinitamente más alto que cualquier ser celestial (Mat. 28:18; Rom. 8:38; Fil. 2:9; 1 Ped. 3:22). En Efes. 6:12 estos términos significan espíritus malos. En Col. 1:15-18; 2:10 Pablo afirma con varios argumentos sumamente eficaces la supremacía y el preeminencia de Cristo. "Todos estos títulos (Efesios 1:21) se usa­ban en las especulaciones gnósticas con respecto a una jerarquía angélica gra­duada" (Robertson). Y Pablo, empleando estos mismos términos, afirma el señorío de Cristo.

          ¡Qué lástima y tragedia que tantos hombres quisieran eclipsar para sí mismos este dominio de Cristo con el supuesto señorío de sus líderes religiosos!

          No hay más grandes ofensores en este respecto que los "Testigos" del Atalaya, quienes profesan aceptar este texto, pero niegan la deidad de Cristo. En su torcida "versión" (perversión) de Las Escrituras afirman que Cristo es "un dios" (véase Juan 1:1, Versión del Nuevo Mundo). Para los judíos la idea de llamar a Jesús un dios creado por Jehová hubiera sido po­liteísmo, la blasfemia más abominable. Si alguien se hubiera atrevido a enseñar tal doctrina en el primer siglo, los apóstoles lo hubieran denunciado con toda vehe­mencia, como Juan denunció a los anti­cristos (1 Juan 2:18; 4:3). Los "Testigos" son de los más activos anticristos de tiem­pos modernos.

          1:22 -- "bajo sus pies", Salmos 110:1; 1 Cor. 15:24-27. En la antigüedad el con­quistador ponía su pie sobre el cuello del conquistado para indicar su completa su­jeción (Josué 10:23,24).

          -- "cabeza", 4:15; 5:23; Col. 1:18; 2:19. De la cabeza proceden todas las instruc­ciones necesarias para conducir los movimientos del cuerpo. Se realiza esta dirección de Cristo sobe el cuerpo si El habita "por la fe en vuestros corazones" (3:17); si estamos "llenos del Espíritu" (5:18); y "fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu" (3:16). Pero muchos, "no asiéndose de la Cabeza" (Col. 2:19), se desvían de la fe".

          1:23 -- "su cuerpo". Los cristianos son unidos a Cristo a reciben vida de El. Nos movemos bajo su dirección y somos objeto de su cuidado (1 Cor. 10:17; 12:27).

 

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El Don Del Espíritu Santo

          ¿Es el don del Espíritu Santo de Hech. 2:38 el Espíritu mismo? Dice el texto: "Pedro les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Je­sucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo".

El Espíritu Mora En Nosotros

          Esta verdad se presenta en varios tex­tos. Pablo habla de la iglesia como el tem­plo en que el Espíritu de Dios mora. l Cor. 3:l6,l7, "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Es­píritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es". Somos "miembros de la fa­milia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la prin­cipal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu" (Efesios 1:19-22).

          El Espíritu mora en cada uno de nosotros si somos cristianos. "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros cora­zones por el Es­píritu Santo que nos fue dado" (Rom. 5:5).

          "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido com­prados por precio; glo­rificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (l Cor. 6:l9,20).

          "Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que tam­bién nos dio su Espíritu Santo" (Tes. 4:8).

          "Guarda el buen depósito por el Es­píritu Santo que mora en nosotros' (2 Tim. 1:14).

          "¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?" (Sant. 4:5).

          Los carismáticos afirman muchas cosas acerca del Espíritu Santo que son inco­rrectas. Cuando recibimos al Espíritu Santo, recibimos todos los beneficios y bendiciones de la sal­vación y de la comu­nión con El (2 Cor. 13:14, de esa manera tenemos "comunión con el Es­píritu Santo"; o somos "hechos partícipes del Espíritu Santo", que es la misma cosa, Heb. 6:4). El nos dirige (Rom. 8:14) y nos da for­taleza.

          Es importante observar que en mu­chos textos el efecto se pone en lugar de la causa; por ejemplo, "Yo soy la resurrec­ción y la vida". Jesús no dice "Yo soy la causa de la resurrec­ción y la vida", sino simplemente "Yo soy la resurrección y la vida"; pero todos entienden que El es la causa, El que hace posible, estas bendi­ciones. Pero el efecto se pone en lugar de la causa.

          Así también en muchos textos la Bi­blia dice "Espíritu Santo" (la causa) cuando se re­fiere al efecto (las bendi­ciones, la in­fluencia, la dirección y ayuda) que El pro­duce en nuestras vidas.

          Esto se ilustra en 1 Cor. 14:12, "pues que anheláis dones espirituales". El griego dice "anheláis espíritus"; es decir, anhela­ban los efectos, las manifestaciones, los dones del Es­píritu (v. 1).

          ¿Qué significa 1 Tes. 5:19? "No apaguéis al Espíritu". ¿Quién puede "apagar" (literalmente) al Espíritu Santo? Obviamente Pablo se refiere a los dones del Espíritu (los efectos), pero pone la causa (el Espíritu) en lu­gar de los efectos. Este verso se explica en el siguiente verso: "No menospreciéis las pro­fecías", que son una manifestación del Espíritu.

          ¿Qué pasa cuando somos llenos del Es­píritu Santo (Efes. 5:18)? ¿Llenos de su per­sona o llenos de su poder y del fruto que El lleva en nuestra vida (Gál. 5:22,23)?

          ¿Cómo resistimos al Espíritu Santo? (Hech. 7:51). ¿Resistimos a Su persona o resis­timos Su palabra y Su voluntad?

          ¿Qué pasó cuando los apóstoles fueron bautizados con el Espíritu Santo? Reci­bieron poder (Luc. 24:49; Hech. 1:8). Hech. 10:45,46, "se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derra­mase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas". Se de­rramó el don del Espíritu Santo. ¿Qué se derramó? ¿Puede el Espíritu ser literal­mente derramado? Se derramó el poder de hablar en lenguas, como dice el siguiente verso.

          Efes. 4:7,8, "Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo ... dio dones a los hombres". ¿De qué don habla Pablo en el v. 7, de Cristo Mismo, o de los oficios (dones, v. 8) que El dio (v. 11)? El don de Cristo se refiere a los dones (facultades, oficios, poderes) dado por Cristo. Así también los dones del Espíritu Santo da­dos a los apóstoles y otros en el primer siglo eran las manifestaciones (los poderes y ayudas) del Espíritu Santo.

          Cuando Cristo es "formado en" nosotros, ¿es literal y personalmente for­mado en nosotros, o es formado en nosotros el carácter espiritual (la madurez) que sus enseñanzas producen? La Biblia pone la "causa" por el "efecto". Esta figura es muy común en la Biblia. Hay muchísimos ejemplos de su uso.

          De la misma manera, la expresión "don del Espíritu Santo" que es dado a todo obediente (Hech. 2:38) se refiere a todos los beneficios de la salvación que el Es­píritu nos da. Esta expre­sión significa la misma cosa que "la comunión (participación) del Espíritu Santo" (2 Cor. 13:14; Heb. 6:4). Significa que El influye fuerte­mente en nosotros, nos dirige, nos ayuda, nos da fortaleza espiritual, y gran capacidad espiritual para servir a Dios, para resistir la tentación, y para soportar pruebas, y lo hace todo a través de su palabra inspi­rada. El Espíritu Santo no obra directa­mente sobre el corazón del inconverso, sino obra a través de su instrumento, su pa­labra inspirada (Efes. 6:17). Tampoco obra di­rectamente sobre el corazón del cristiano.

          Recibir el don del Espíritu Santo sig­nifica, pues, recibir las bendiciones, in­fluencias y operaciones (los efectos) del Espíritu Santo en nuestra vida. La Biblia habla de la causa (el Espíritu Santo) cuando en realidad quiere de­cir los efec­tos, los resultados de nuestra relación con el Espíritu Santo.

          Dios es uno. Hay tres personas en la dei­dad: Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Es­píritu Santo, pero son uno en sus ope­raciones. Dios mora en su pueblo: El Padre mora en nosotros, el Hijo mora en nosotros, y el Es­píritu Santo mora en nosotros. No es relación mística e incom­prensible, sino se trata de la comunión con Dios, o sea, que Dios permite que sus hi­jos participen de las cosas divinas y celes­tiales, y de esta comunión resultan grandes beneficios y poderes espirituales.

El Espíritu Santo Recibido Después De Nuestra Obediencia

          ¿Cuándo comienza a morar el Es­píritu Santo en nosotros? Dice Hech. 2:38 "Arrepentíos, y bautícese ... para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Es­píritu Santo". Hechos 5:32, "Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen".

          También Gal. 3:2 "Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?" "El oír con fe" se refiere a la obediencia al evangelio en contraste con las "obras de la ley" de Moisés.

          Dios nos da el Espíritu Santo cuando ya somos hijos de El. "Y por cuanto sois hi­jos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!" (Gál. 4:6).

No Los Dones Espirituales

          Hay una lista de los dones espirituales en l Cor. 12:4-10. Estos son poderes espe­ciales que fueron dados a los apóstoles, pastores, evange­listas y otros hermanos durante los primeros años de la iglesia. "Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diver­sidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios que hace todas las cosas en to­dos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la mani­festación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro pa­labra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Es­píritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíri­tus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, in­terpretación de lenguas".

          Heb. 2:3,4 nos declara el propósito de es­tos dones: "¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue con­firmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repar­timientos del Espíritu Santo según su vo­luntad".

          Los dones confirmaron la palabra. Marcos 16:20, "Y ellos, saliendo, predi­caron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén".

          Los dones iban a acabarse después de cumplir su propósito, l Cor. 13:8-12.

          Pero el "don del Espíritu Santo" es prometido, juntamente con el perdón de los pecados, a todos los obedientes de todo lugar hasta el fin del mundo.

Las Arras

          2 Cor. 1:21,22 dice, "Y el que nos con­firma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha se­llado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros cora­zones". (Se repite en 5:5, "Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Es­píritu").

          En Efesios 1:13,14, leemos lo mismo: "En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su glo­ria". Es­tos versículos significan que el don del Es­píritu Santo es como una "prenda" de Dios, un "primer pago" que demuestra la fidelidad de Dios. Es una garantía de cosas mejores en el futuro que El nos promete (l Juan. 2:25).

El Fruto Del Espíritu Santo

          Gál. 5:22,23 dice, "Mas el fruto del Es­píritu es amor, gozo, paz, paciencia, be­nignidad, bondad, fe, mansedumbre, tem­planza ..." ¿Cómo lleva fruto en nosotros el Espíritu Santo?  El no trabaja en nosotros en forma di­recta ni milagrosa, sino por medio de Su pa­labra en nuestros corazones (Col. 3:16). Com­párense Fil. 2:13, ("Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer por su buena voluntad") con 1 Tes. 2:13 ("recibisteis la palabra de Dios ... la cual actúa en vosotros los creyentes"). Dios obra en nosotros, pero ¿cómo? A través de Su palabra. Lo que la pa­labra hace es lo que Dos hace.

          La palabra del Espíritu Santo (Hechos 2:4) convirtió a los tres mil (Hech. 2:4l). La "espada del Espíritu ... es la palabra de Dios" (Efes. 6:l7). Somos guiados por el Espíritu Santo (Rom. 8:14) a la medida que seguimos su palabra.

          Dos textos que nos instruyen a cantar him­nos son Efes. 5:l9 y Col. 3:l6. Dice el primero, "sed llenos del Espíritu" (Efes. 5:l8), y dice el otro "la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros". Estos son textos paralelos. Es im­posible ser llenos del Espíritu si la palabra no mora en abundancia en nosotros, porque el Es­píritu trabaja por medio de ella.

          Rom. 8:l6 dice, "El Espíritu mismo da tes­timonio a (con) nuestro espíritu de que somos hijos de Dios". El Espíritu habla pero ¿cómo? Nos habla a través de las Es­crituras (2 Ped. 1:20,21; 2 Tim. 3:l6,l7). El nos dice en su pa­labra cuáles son los re­quisitos de la salvación; nuestro propio espíritu dice que hemos obede­cido de corazón estos mandamientos y bien sabe­mos entonces que somos hijos de Dios (l Juan. 5:l3). La traducción correcta de este texto es La Versión Moderna: "El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nues­tro espíritu, de que somos hijos de Dios" (así dice el griego).

Conclusión

          Debemos sentirnos muy agradecidos con Dios por este don. El nos bendice y nos ayuda en gran manera. "Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemi­dos indecibles" (Rom. 8:26).

          Los que resisten la predicación de la pa­labra resisten al Espíritu Santo (Hech. 7:5l). Dijo Pablo a los que tenían los dones del Es­píritu: "No apaguéis al Espíritu" (l Tes. 5:l9); dijo esto para que los hermanos de aquel en­tonces no resistieran las pro­fecías (v. 20) y otras manifestaciones del Espíritu Santo. En ese entonces la in­spiración estaba en los hom­bres, los cuales escribieron el Nuevo Testa­mento, pero ahora la inspiración reside en las Escri­turas, y no en los hombres.

          "Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios con el cual fuisteis sellados para el día de la re­dención" (Efes. 4:30).

          Algunos van más allá de lo que está es­crito afirmando que el Espíritu mora en nosotros para proveer iluminación espe­cial (aparte de la palabra), para llevar a cabo la providencia de Dios, para contes­tar oraciones, etc. Dicen estas cosas porque les falta fe en la palabra del Es­píritu Santo. Son inseparables el Espíritu Santo y Su palabra.

          "Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios".

 

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