El Profeta Nahum

(El Libro de Nahum)

Otro profeta debe ser tomado en consideración antes de adelantarnos en nuestra historia. Nahum exclama en exultación profética - «¿Ha caído Nínive!» No se hace mención de la necesidad de que Judá se arrepienta. Es un mensaje de regocijo para el pueblo de Judá, no en razón a que esté cayendo un enemigo, sino como la aseveración de que Dios es justo y está vengando la maldad de Asiria. 

La fecha exacta de Nahum no es conocida. Él menciona la destrucción de Tebas (o No-Amón), ciudad de Egipto, como un hecho cumplido, lo cual sitúa al libro después del 663 a. de C., cuando los Asirios destruyeron la ciudad. La caída de Nínive ocurrió en el 612 a. de C., de modo que el libro fue escrito entre estas dos fechas. Lo estamos situando aquí en los tempranos días de Josías, estableciendo la fecha entre el 640 al 620.

Judá Sólo

El pequeño libro puede ser bosquejado fácilmente. El primer capítulo es un canto triunfal sobre la inminente caída de Nínive. El segundo capítulo describe la destrucción que se acerca. Y el tercer capítulo habla de la culpa de la ciudad.

La Destrucción de Nínive es Decretada por Dios (capítulo 1):

El capítulo 1 presenta la dualidad de la naturaleza de Dios. «Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios» (Romanos 11:22). Dios es celoso, y es Dios vengador que no deja a Sus enemigos ir sin castigo. Pero no es irrazonable, ni pronto en airarse. El Señor es tardo para la ira, más su juicio llegará con certeza. Nada es demasiado difícil para el Todopoderoso Dios. Su obra está en el viento solano y en la tormenta. Las nubes son para Dios como las polvaredas que el hombre levanta cuando camina. Las ricas tierras de Basán, el Carmelo, y el Líbano se secarían si el Señor así lo dispusiese. Las montañas y collados tiemblan ante Él. «¿Quién permanecerá delante de Su ira?»

Aun así este mismo Dios es una fortaleza en tiempos de dificultad para aquellos que confían en Él. Él es bueno. Destruirá a Sus enemigos como una inundación impetuosa. Toda la historia de Asiria es una de rebelión contra Dios, por tanto serán cortados. Dios había utilizado a Asiria para castigar a Judá debido a su maldad, pero ahora el tiempo ha llegado para castigar a Asiria y Dios asegura a Judá que así se hará. No quedarán descendientes de Asiria ni para llevar el nombre.

¡Mira, Judá! Llega alguien por los montes, trayendo la buena noticia de la destrucción de Nínive. ¡Juntáos y celebrad vuestros días de fiesta - porque vuestro enemigo es derrotado!

Asedio y Destrucción de Nínive - Decretado por Dios (capítulo 2):

«Subió destruidor contra ti; guarda la fortaleza, vigila el camino, cíñete los lomos, refuerza mucho tu poder, pues, la destrucción se acerca. El escudo de sus valientes estará enrojecido, los varones de su ejército vestidos de grana; el carro como fuego de antorchas; el día que se prepare, temblarán las hayas.  Los carros se precipitarán a las plazas, con estruendo rodarán por las calles; su aspecto será como antorchas encendidas, correrán como relámpagos.»

La destrucción está por doquiera. El pueblo de Nínive clama: «¡Deteneos, deteneos! - pero nadie escuchará. En lugar de ello saquaen la plata y saquean el oro. La ciudad es despojada, saqueada, desnudada. Corazones se derriten, rodillas se doblan, rostros palidecen. ¿Dónde está ahora la crueldad de Asiria? Eran el león que devoraba a otros, y ahora les ha llegado el turno. El Señor dice: «¡Heme aquí contra tí, Oh Nínive!»

Los Pecados de Nínive y su Inevitable Ruina (capítulo 3):

Pero el castigo era merecido. Dios no actuó injustamente. Nínive era una ciudad llena de sangre, de mentiras, de rapiña, y de víctimas. Por tanto, el chasquido de látigos, el traqueteo de ruedas,  el galopante de caballos,  y la sacudida de carros será oído. Muchas cosas pasaran; montones de cuerpos, innumerables, gentes tropezando sobre los cadáveres - todo debido a las fornicaciones de la ramera - una ciudad malvada que fue conocida por su maldad.  Dios ahora mostrará su desnudez, y dejará que las naciones vean su impureza. Todos huirán cuando vean su vergüenza. Nadie se quedará a defenderla.

La destrucción de Nínive no será peor de lo que ella merecía. El Señor pregunta: «¿Eres mejor que No-Amón (o Tebas)?» Tebas había sido la ciudad capital de Egipto desde el 711 al 663 a. de C. Era una ciudad poderosa con un gran territorio. Aun así esa poderosa ciudad había sido destruida por Asurbanipal. El Señor saca una lección. ¿Si pudiste destruir a ese poderoso rival, eres inmune a una destrucción similar? Dios responde a Su propia pregunta: «¡No sois inmunes!» Seréis como una persona embriagada, que no puede controlar sus actos. Tus fortalezas serán sacudidas fácilmente como una fruta madura en el árbol. Tu pueblo será tomado por el pánico y será como una mujer indefensa. Para impedir la destrucción total, abriréis vuestras puertas de par en par en sometimiento a vuestros enemigos.»

Judá Sólo

Por tanto, Oh Nínive prepárate para la batalla. Provéete de agua para el asedio; fortalece tus defensas; porque la batalla se acerca. El fuego te devorará. Reunid un gran ejercito - pero, aunque son muchos, huirán en el calor de la batalla. Los mercaderes, los príncipes, los capitanes - todos cuantos escuchen las noticias aplaudirán y con regocijo y burla. No habrá por quien compadecerse, porque toda las naciones han sido víctimas de la malvada Asiria.

Josías Ordena que el Templo Sea Reparado

(2 Reyes 22:3-7; 2 Crón.  34:8-13):

En el décimo octavo (18) año de su reinado, habiendo limpiado la tierra y el templo de las adornos de la idolatría, Josías envió a Safán el hijo de Azalía, a Maasías el gobernador de la ciudad, y a Joa el cronista a reparar la casa de Jehová. Fueron a Hilcías el Sumo Sacerdote y tomaron el dinero que había sido recolectado y lo enviaron a los trabajadores.

Este dinero había sido recolectado incluso de aquellos de  Manasés, de Efraín, y de todo el remanente de Israel como también de Judá, pero este era el dinero que era traído a la casa de Dios y había sido colectado por los levitas, los guardianes de las puertas. Por tanto, algunas gentes del norte (los israelitas más pobres que se quedaron, más la raza mixta que vivía en el territorio) venían al templo de Jehová. Este es uno de los pasajes que nos dejan saber que Josías debe de haber ejercido un gran control sobre el antiguo Israel, ahora que Asiria estaba declinando rápidamente. Josías ejercía un gobierno de facto sobre toda la tierra de Israel en este tiempo.

    Los obreros repararon y restauraron el templo, comprando piedra de cantería, madera para las viguetas y vigas para los edificios. Todo esto era necesario porque los reyes de Judá dejaron que el templo cayese en la ruina. Los obreros hacían su trabajo con fidelidad.

Hallazgo del Libro de la Ley

(2 Reyes 22:8-13; 2 Crón.  34:14-21):

Cuando Hilcías fue a traer el dinero de la casa de Dios, «halló el libro de la ley de Jehová dada por medio de Moisés (literalmente «por mano de Moisés»).» Hilcías lo contó a Safán el escriba diciendo: «Yo he hallado el libro de la ley en la casa de Jehová.»

El libro de la ley sería la porción que llamamos el Pentateuco - esto es: desde Génesis hasta Deuteronomio. Algunos han especulado que esta era la copia de la ley escrita por Moisés mismo. La Biblia cuenta que cuando Moisés terminó de escribir la ley, preparó una copia de ella para que se pusiese con el arca del pacto. «Y cuando acabó Moisés de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta concluirse, dio órdenes Moisés a los levitas que llevaban el arca del pacto de Jehová, diciendo: Tomad este libro de la ley, y ponedlo al lado del arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y esté allí por testigo contra ti» (Deut. 31:24-26). La expresión «por la mano de Moisés,» podría significar que esta era la mismísima copia que Moisés había escrito, pero no necesariamente. Aun una copia del original podría haber sido considerada como dada por la mano de Moisés, debido a que era la sustancia del material escrito lo que era importante, no de quién era la letra.

Cuando el arca del pacto fue puesto en el nuevo templo  en los días de Salomón, las únicas cosas en él fueron las dos tablas de piedra que Moisés recibió en el monte con Jehová (1 Reyes 8:9). Esta copia de la ley fue encontrada como un rollo, no las tablas de piedra. La copia de toda la ley, la que dejó Moisés como testigo, debió de haberse perdido en algún momento. No es sorprendente que tal cosa ocurriese ya que el arca de Dios ya había sido mal utilizada en los días de Salomón. Desde ese entonces, había habido varios gobernantes que despreciaban la palabra de Dios y habían abandonado el templo totalmente (como por ejemplo Joram, Atalía, Acaz, y Manasés). Nos estremecemos al pensar en lo que le habrían  hecho al arca durante este tiempo.

Judá Sólo

    Safán tomó el rollo consigo cuando fue a dar el reporte al rey sobre el progreso de la obra en el templo. Safán reportó que el dinero había sido dado a los obreros como se ordenó, y que el trabajo estaba avanzando. Luego dijo: «El sacerdote Hilcías me ha dado un libro que encontró.» Y lo abrió y comenzó a leerlo.

Con toda certeza, en vista de las reformas que Josías había comenzado, y a la luz del gran apoyo de hombres tales como Jeremías, Sofonías, Hilcías, y Safán, debemos concluir que ellos sabían algo de la ley de Dios. También es igualmente cierto, sin embargo, que Josías nunca había oído el pasaje que le fue leído en la ley. No se nos dice que pasaje fue leído, ni cuanto de él se leyó, pero trate de leer Deuteronomio 28:15-68 o en Levítico 26:14-45, imaginándose a sí mismo como un conscienzudo joven rey de Judá.

Cuando oyó Josías las palabras de la ley, rasgó sus vestidos. ¡Estaba aterrorizado! ¡Sabía que la copa de maldad de Judá se había rebosado! ¡Aquellas terribles consecuencias descritas en la ley estaban a punto de ocurrir? Desesperadamente Él quería saber.

Josías ordenó a Hilcías, a Safán, al hijo de Safán, Ahicam, a Abdón, y a Asaías el siervo del rey, diciendo: «Andad, consultad a Jehová por mí y por el remanente de Israel y de Judá acerca de las palabras del libro que se ha hallado; porque grande es la ira de Jehová que ha caído sobre nosotros, por cuanto nuestros padres no guardaron la palabra de Jehová, para hacer conforme a todo lo que está escrito en este libro.»

Ahicam era un defensor de Jeremías (Jer. 26:24), y padre de Gedalías que fue puesto como gobernador de los cautivos que Nabucodonosor dejó en Judá en el 586 a. de C. (2 Re. 25:22; Jeremías 39:14).

Los hombres de Josías fueron con Hulda, una profetisa que vivía en la ciudad baja (segundo barrio) de Jerusalén. Ellos le consultaron según las órdenes de Josías.

Ella replicó; «Jehová Dios de Israel ha dicho así: Decid al varón que os ha enviado a mí, que así ha dicho Jehová:  He aquí yo traigo mal sobre este lugar, y sobre los moradores de él, todas las maldiciones que están escritas en el libro que leyeron delante del rey de Judá;  por cuanto me han dejado, y han ofrecido sacrificios a dioses ajenos, provocándome a ira con todas las obras de sus manos; por tanto, se derramará mi ira sobre este lugar, y no se apagará.»

«Mas al rey de Judá, que os ha enviado a consultar a Jehová, así le diréis: Jehová el Dios de Israel ha dicho así: Por cuanto oíste las palabras del libro, y tu corazón se conmovió, y te humillaste delante de Dios al oír sus palabras sobre este lugar y sobre sus moradores, y te humillaste delante de mí, y rasgaste tus vestidos y lloraste en mi presencia, yo también te he oído, dice Jehová. He aquí que yo te recogeré con tus padres, y serás recogido en tu sepulcro en paz, y tus ojos no verán todo el mal que yo traigo sobre este lugar y sobre los moradores de él.»

Los mensajeros de Josías regresaron y le dieron las noticias. Aunque Josías temía a las calamidades que caerían sobre Judá, se regocijó, porque al buscar al Señor él sería perdonado. Por tanto, Josías redobló sus esfuerzos para servir al Señor y tratar de volver los corazones del pueblo de nuevo a Jehová.

Renovación del Pacto con Jehová

(2 Reyes 23:1-3; 2 Crón.  34:29-32):

Josías ordenó a los ancianos de Judá que se congregasen. Entonces él y los líderes juntamente con el pueblo, grandes y pequeños, fueron al templo y renovaron su pacto con Dios.

Esta fue la cuarta vez que el pacto había sido renovado desde que el reino se dividió. Fue hecho en los días de Asa (2 Crón.  15:12); en los días de Joiada cuando el niño Joás fue hecho rey (2 Reyes 11:17); en los días de Ezequías (2 Crón.  29:10); y ahora en los días de Josías.


Judá Sólo

Durante la reunión de todo el pueblo Josías leyó el libro de la ley que había sido encontrado. Luego renovó el pacto con Dios - prometiendo: «guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo su corazón y con toda su alma, poniendo por obra las palabras del pacto que estaban escritas en aquel libro.» El pueblo se unió a él en el voto de lealtad, renovando también su pacto.

Descripción Adicional de la Lucha de Josías Contra la Idolatría (2 Reyes 23:4-20; 23:24-25; 2 Crón.  34:33):

Ya había tomado lugar un esfuerzo de parte de Josías para librar a la tierra de Judá de todos los objetos de idolatría. Ahora regresa de nuevo a la tierra para completar el proceso. El relato hecho en 2 Reyes 23 es un resumen de todas las cosas de esta naturaleza que hizo Josías, incluyendo cosas que hizo antes de la limpieza y reparación del templo, como también de cosas hechas después de ello.

Los varios utensilios de Baal y de Asera fueron quemados en los campos del Cedrón. Esto fue hecho probablemente al noreste de Jerusalén donde el valle de Cedrón se extiende hacia una amplia área. Las cenizas de los utensilios fueron llevadas entonces donde Jeroboam erigió los becerros de oro para adorarlos algunos años antes.

Josías quitó a los sacerdotes idólatras que habían quemado incienso en los lugares altos y a aquellos que habían quemado incienso a Baal, al sol, a la luna, al zodiaco, y a todo el ejército del cielo. Sacó la imagen de Asera de la casa del Señor, y la quemó, la redujo a cenizas, y las esparció sobre las tumbas de aquellos que les habían adorado. Los adoradores son mencionados aquí como «hijos del pueblo,» dando a entender que se comportaron como los hijos de las naciones en derredor en lugar de hijos de Dios.

Josías destruyó las casas de los sodomitas. Estos eran los sacerdotes mutilados que servían como «sacerdotes» para aquellos que venían a las licenciosas prácticas de adoración de Asera. Las mujeres tejieron colgandejos para dividir secciones donde se practicaba la fornicación ritual. ¡Qué ultrajante que tales cosas hubiesen sido hechas en la casa de Dios, donde Dios había escogido poner Su nombre!

Se cree que el valle de Tofet estaba ubicado justo en las afueras del muro de Jerusalén, donde el valle del hijo de Hinom y el valle de Cedrón se unían. Aquí, Acaz y Manasés habían ofrecido a sus hijos a Moloc, haciéndolos «pasar por el fuego» (2 Reyes 16:3; 21:6). Josías holló el lugar de modo que no pudiera ser utilizado en tal tipo de adoración.

Josías retiró los caballos dedicados al sol y quemó los carros del sol con fuego. Los idolátricos altares hechos por Acaz y Manasés fueron destruidos.  Incluso los lugares altos que Salomón había construido para sus esposas - holló también los de Astoret, la abominación de los Fenicios, los de Quemos la abominación de Moab, los de Milcom la abominación de los hijos de Amón.

Josías fue a Bet-el donde Jeroboam el hijo de Nabat había erigido los becerros de oro. Rompió el altar y el lugar alto y quemó las imágenes de Asera. Cuando el rey se volvió vio los sepulcros que estaban en el monte. Hizo sacar los huesos de los sepulcros y los quemó sobre el altar.

Luego dijo el rey: «¿Qué monumento es este que veo?

Los hombres de la ciudad replicaron: «Este es el sepulcro del varón de Dios que vino de Judá, y profetizó estas cosas que tú has hecho sobre el altar de Bet-el.»

Josías dijo: « ninguno mueva sus huesos.» De modo que dejaron sus huesos y los huesos del antiguo profeta de Samaria que había engañado al hombre de Dios y causado su muerte. Así, en su celo por el Señor, Josías cumplió una profecía sobre sí mismo que había sido hecha trescientos años antes (Ver 1 Reyes 13).

Aun entre las ciudades de Samaria, Josías llevó a cabo sus reformas, destruyendo altares y lugares altos y matando sacerdotes. Hizo que quitaran todos los hechiceros, los videntes, los ídolos y a aquellos que tenían espíritus de adivinación. 


Judá Sólo

Josías Celebra la Pascua

(2 Reyes 23:21-23; 2 Crón.  35:1-19):

El mismo año en que el templo fue reparado, Josías ordenó que se celebrase la pascua. La Biblia dice: «No había sido hecha tal pascua desde los tiempos en que los jueces gobernaban a Israel, ni en todos los tiempos de los reyes de Israel y de los reyes de Judá» (2 Reyes 23:22). El cronista dice que no hubo pascua como ésta desde los días de Samuel el profeta (2 Crón.  35-18).

El cordero pascual era sacrificado en el décimo cuarto día del primer mes como lo exigía la ley (Éxodo 12:3 , 6). En ese entonces la tierra y la casa de Dios habían sido purificadas de ídolos; la copia de la ley había sido hallada; el pueblo había renovado su pacto con el Señor; y la casa de Dios había sido reparada. Josías  estableció a los sacerdotes en sus debidos turnos y les animó  en su labor.

Luego Josías dijo a los Levitas: «Poned el arca santa en la casa que edificó Salomón hijo de David, rey de Israel, para que no la carguéis más sobre los hombros.»

No hay manera de saber el por qué el arca no estaba ya en el templo o dónde había estado. Quizá algunos fieles levitas la habían escondido para salvaguardarla,  o posiblemente fue movida en algún momento para hacer lugar para artículos idólatras que pusieron en el templo.

Sin embargo, observe que el arca todavía existía en ese entonces. Esta es la última vez que se menciona el arca del pacto como existente. Casi con seguridad fue tomada por los babilonios cuando destruyeron el templo y se llevaron toda su riqueza a Babilonia. No hay manera de saber qué le pasó allí, y es inútil especular sobre ello.

Josías mismo dio 30.000 corderos y 3.000 novillos para ser sacrificados en la celebración de la pascua. Varios líderes dieron 2.600 ovejas y 300 bueyes. Los jefes de los levitas dieron 5.000 ovejas y 500 bueyes. La fiesta fue celebrada en escrupulosa obediencia a la ley. Parece ser que hubo una gran cantidad de gente del Israel antiguo incluida entre los presentes en esta fiesta.

Esta pascua es lo último que se dijo sobre Josías antes de la historia de su muerte, aunque él vivió durante unos años más.

Nota Histórica — Egipto Trata de Ayudar a Asiria:

Como mencionamos en una nota anterior, un caldeo de nombre Nabopolasar estableció su dinastía en Babilonia en el 625 a. de C. Invadió el territorio Asirio en el 616 a. de C., pero al principio no pudo vencer a Asiria. Asiria había recibido ayuda de una fuente inesperada. Los egipcios habían odiado a los asirios, pero vieron que Babilonia se crecía en poder y temieron que hubiera otro imperio vigoroso en Mesopotamia. Decidieron que preferían una débil Asiria entre ellos y Babilonia, y por tanto, decidieron ayudar a Asiria a resistir este nuevo poder.

Los medas se unieron a los babilonios y tomaron a Nínive en el 612 a. de C. Los asirios apoyados por Egipto, se movieron al oeste a Harán. Fueron vencidos allí el 610 a. de C. En el verano del 609 el rey asirio intentó recapturar a Harán con la ayuda del nuevo rey Egipcio, el Faraón Necao.

En su camino, Necao necesitaba pasar a través del reino de Josías. Josías no quería que Egipto ayudara a Asiria, de modo que marchó a batallar contra los Egipcios y fue muerto en el intento.

     

Muerte de Josías

(2 Reyes 23:29-30; 2 Crón.  35:20-27):

Cuando el ejército del Faraón Necao se acercó al reino de Josías, Necao envió embajadores diciendo: «¿Qué tengo yo contigo, rey de Judá? Yo no vengo contra ti hoy, sino contra la casa que me hace guerra; y Dios me ha dicho que me apresure. Deja de oponerte a Dios, quien está conmigo, no sea que él te destruya.»


Judá Sólo

    Josías no prestó atención. Se disfrazó y marchó a la batalla en el valle de Meguido, y no escuchó a las palabras de Necao de la boca de Dios. Los arqueros egipcios asaetaron a Josías e hicieron que su carro se alejase. Josías fue herido mortalmente y murió. Fue sepultado en los sepulcros de sus padres y todo Judá y Jerusalén lloró por él. Jeremías hizo un lamento especial por él. Era el 609 a. de C., y Josías sólo tenía 39 años.

La Biblia hace de Josías el más alto encomio- «No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual» (2 Reyes 23:25).

Nota Histórica — Necao Establece el Control Egipcio:

Necao fracasó en su esfuerzo por ayudar a los asirios a retomar Harán. De modo que en lugar de ello, buscó establecer el control egipcio en Carquemis. Estableció una esfera de influencia egipcia que alcanzó hasta el río Eufrates. De esa manera, detuvo temporalmente cualquier avance adicional de los babilonios hacia el oeste.

Ya que el Faraón Necao y sus fuerzas egipcias tomaron control  total desde Egipto hasta el río Eufrates (mire en el mapa),  era quien tenía suficiente control para interferir en los asuntos de Judá. Estaba airado con Judá y con la familia de Josías, de modo que se introdujo en sus asuntos, como nos lo muestra la historia que sigue. Ciertamente Judá no estaba lo suficientemente fuerte para oponerse a las acciones de Necao (y por supuesto, Dios ya no estaba con Judá). Era todavía el 609 a. de C. cuando, primero Joacaz y después Joacim llegaron a ser reyes de Judá.

Joacaz (Salum) — 3 meses (malo)

(2 Reyes 23:30-34; 2 Crón.  36:1-4) 

Cuando el pueblo de la tierra vio que Josías murió, hicieron rey a su hijo Joacaz. Tenía veintitrés años. Joacaz hizo lo malo ante los ojos de Dios.

¿Recuerda la profecía de Hulda? Ella dijo que definitivamente el juicio se acercaba sobre la tierra de Judá, pero que Dios esperaría hasta la muerte de Josías. Ahora Josías está muerto; un rey malvado ha llegado al trono; y las reformas de Josías se evaporan.

Después de un reinado de sólo tres meses, Joacaz es removido del trono. El Faraón Necao de Egipto lo hizo poner en cadenas, lo trajo delante de él en Ribla en Hamat y luego lo llevó a Egipto. Luego Necao impuso un enorme tributo sobre Judá - casi tres y tres cuartos de tonelada de plata y aproximadamente setenta y cinco libras de oro. Tomó a Eliaquim, el hermano de Joacaz y lo hizo rey. Como prueba adicional de su autoridad sobre el nuevo rey y su país, le cambió el nombre de Eliaquim a Joacim.

Ya que Joacaz demostró ser tan malvado, Jeremías dio este mensaje del Señor: «No lloréis al muerto, ni de él os condoláis; llorad amargamente por el que se va (Joacaz), porque no volverá jamás, ni verá la tierra donde nació. Porque así ha dicho Jehová acerca de Salum (otro nombre para Joacaz) hijo de Josías, rey de Judá, el cual reinó en lugar de Josías su padre, y que salió de este lugar: No volverá más aquí, sino que morirá en el lugar adonde lo llevaron cautivo, y no verá más esta tierra» (Jer. 22:10-12). Exactamente como lo predijo Jeremías, Joacaz murió en Egipto, sin regresar nunca a su tierra.

Esta es la primera vez que el linaje de David pasa de hermano a hermano, en vez de que de padre a hijo. Tres hijos de Josías le siguieron en el trono: primero Joacaz, después Joacim, y finalmente Sedequías. Joacim fue el mayor (2 Reyes 24:36); Joacaz fue el siguiente (2 Re. 23:31); y Sedequías fue el menor (2 Reyes 24:18).

La promesa a David de que su trono sería establecido y que su simiente reinaría por siempre, apuntaba finalmente a la venida del Mesías, el Cristo. Por tanto, Jesús fue un descendiente directo de los reyes de Judá (ver Mateo 1). Pero la línea se hace un poco confusa en  este  punto.

Judá Sólo

Cuando Joacaz fue quitado por Necao y llevado a Egipto donde murió, su linaje no continuó. Joacim subió al trono, y fue sucedido por su hijo Joaquín. Joaquín a su vez se rindió a Babilonia, y Sedequías fue puesto en el trono como un rey títere. Los judíos continuaron contando a Joacim y sus herederos como los indicados en la línea de mandato, y a través de ese linaje vino Jesús (ver Mateo 1:11).

Pero antes de continuar la historia con la de Joaquín, miremos un profeta más que vino apareció más o menos en este tiempo.

 

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