Conversión, Rom. 6

I. Es necesario ser convertidos para ser el pueblo de Dios

          A. Nos escogió en Cristo para que fuésemos santos y sin mancha delante de El, Efes. 1:4.

          B. Nos predestinó para que fuésemos hechos conformes a la imagen de su Hijo, Rom. 8:29.

          C. Somos transformados por la renovación de la mente en la semejanza de Cristo, Rom. 12:1, 2; 2 Cor. 3:18

II. La conversión, según Rom. 6, es una muerte, una sepultura y una resurrección.

          A. Hemos sido bautizados en su muerte, v. 3. Se debe sepultar no sólo el cuerpo, sino el ser entero.

          B. Somos sepultados con El para muerte, v. 4 (para separarnos del pecado.

          C. Resucitamos en la semejanza de su resurrección, v. 5. Resucitamos para andar en vida nueva. La persona que fue sepultada ya no vive; otra persona (la "nueva criatura") resucita "para andar en vida nueva".

III. La conversión significa un cambio de maestros y de servicio.

          A. Es necesario salir del dominio del amo llamado pecado.

          B. ¿Perseveraremos en el pecado? En ninguna manera, (5:20; 6:1, 2), porque hemos muerto al pecado.

          C. El esclavo muerto ya no sirve al amo a quién servía antes. Quedó justificado (liberado) de ese maestro (el pecado).

          D. Por eso, dice Pablo, "Consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios", v. 11; y "No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo", v. 12; "ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado", v. 13.

          E. Todos son esclavos de algún maestro, v. 16.

          F. Eramos esclavos del pecado, ahora somos siervos de la justicia, v. 17, 18.

          G. En la vida pasada llevamos fruto vergonzoso, pero ahora llevamos el fruto de santificación y de vida eterna, v. 21, 22.

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