El Tabernáculo verdadero

      Dice Hebreos 8:1, 2, "Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hom­bre". Otra referencia al tabernáculo se halla en Heb. 9:11, "Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no he­cho de manos, es decir, no de esta creación".

El significado del tabernáculo

      La idea básica de la palabra es "morada de Dios". Se llama en varios textos el "santuario" (naos), lugar apartado, dedicado para ser habitación de Dios. (Esta palabra se traduce

"templo" en algunos textos).

El tabernáculo de Israel

      La primera referencia al tabernáculo es Ex. 15:17, 18, "Tú los introducirás y los plan­tarás en el monte de tu heredad, en el lugar de tu morada, que tú has preparado, oh Jehová, en el santuario que tus manos, oh Jehová, han afirmado. Jehová reinará eternamente y para siempre". Los israelitas eran pueblo plantado en la casa de Dios, Sal. 92:12-14, para tener comunión con El, para llevar fruto por medio de sus servicios y sacrificios continuos. "Plantados en la casa de Jehová ... aun en la vejez fructificarán".

      Ex. 25:8, "Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos"; 29:43-46, "Allí me reuniré con los hijos de Israel; y el lugar será santificado con mi gloria. Y santificaré el tabernáculo de reunión y el altar; santificaré asimismo a Aarón y a sus hijos, para que sean mis sacerdotes. Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que yo soy Jehová su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto, para habitar en medio de ellos. Yo Jehová su Dios". Dios los apartó del paganismo de Egipto, y los plantó en su propia tierra, se­parados de las otras naciones, para habitar El en medio de ellos. El santuario era el lugar sagrado para ofrecer sacrificios y ofrendas a Dios, para poder tener comunión con El.

      Dice David (1 Crón. 28:2), "Oídme, her­manos míos, y pueblo mío. Yo tenía el propósito de edificar una casa en la cual re­posara el arca del pacto de Jehová, y para el estrado de los pies de nuestro Dios;" es decir, el lugar santísimo que contenía el arca del pacto se consideraba "el estrado de los pies de nuestro Dios". Estaba entronado sobre los querubines que cubrían el propiciatorio (la cu­bierta del arca del pacto).

      El tabernáculo fue construido por medio de ofrendas voluntarias. Véanse Ex. 25:1-9; 35:4-9, 21, 29.

      Dios escogió a los trabajadores que con­struyeron el tabernáculo y los llenó con Su Es­píritu. Véanse Ex. 35:30; 36:1-7.

Dios no estaba limitado a permanecer solamente en el tabernáculo.

      Desde luego, la Biblia enseña claramente que Dios no se puede limitar a un solo lugar, aunque sea lugar sagrado. Su presencia llena el universo, y no puede ser contenida en un tabernáculo o templo terrenal. El Salmo 139 es el salmo clásico sobre este tema. El rey Sa­lomón expresó en forma elegante esta gran verdad en su oración cuando dedicó el templo (1 Reyes 8:27-29).

      El profeta Isaías (66:1, 2) enseña una lec­ción valiosa con respecto al uso propio del templo: "Jehová dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies; ¿dónde está la casa que habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas fueron, dice Jehová; pero mi­raré a aquel que es pobre y humilde de es­píritu, y que tiembla a mi palabra". Este texto indica que el tabernáculo o el templo servía su propósito solamente si el pueblo seguía fiel a Dios. Cuando los israelitas no tenían a Dios en su corazón y en su vida, tampoco El habitaba en el templo. El templo que Dios quiere es el corazón humilde y obediente, el corazón "que tiembla a mi palabra".

Los israelitas profanaron la casa de Dios

      A. Lev. 10:1-2, la desobediencia de Nadab y Abiú. Es difícil entender cómo estos hombres que eran sacerdotes -- hijos de Aarón, hombres que habían subido con Moisés al monte de Sinaí (Ex. 24:9, 10) -- podían cometer este acto de desobediencia. ¿Por qué no temieron ha­cerlo? ¿Por qué no pudieron reconocer lo serio de lo que pensaron hacer?

      B. 1 Sam. 2:22, las prácticas abominables de los hijos de Elí. Dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión, profanando así el santuario, el lugar donde Dios se reunía con Su pueblo, el lugar donde había registrado Su Nombre. En verdad "los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová".

      También "menospreciaban las ofrendas de Jehová", pecando y haciendo pecar al pueblo de Jehová (v. 17, 24), porque demandaron del pueblo la parte de ellos primero, aun antes de quemar la grosura como sacrificio a Dios. La ley especificó la parte de los sacerdotes (Lev. 7:34), pero no estando contentos con esto los hijos de Elí, robaron a Dios y robaron a los adoradores de Dios, porque sus sacrificios no eran aceptables.

      C. 2 Reyes 21:7, Manasés "puso una ima­gen de Asera que él había hecho, en la casa de la cual Jehová había dicho a David y a Salomón su hijo: Yo pondré mi nombre para siempre en esta casa, y en Jerusalén, a la cual escogí de to­das las tribus de Israel". Los v. 10-13 describen la reacción de Dios: "He aquí yo traigo tal mal sobre Jerusalén y sobre Judá que al que lo oyere le retiñirán ambos oídos ... Y limpiaré a Jerusalén como se limpia un plato".

      D. Neh. 13:7, 8. Al volver Nehemías a Jerusalén, después del cautiverio del pueblo en Babilonia, dice, "supe del mal que había hecho Eliasib por consideración a Tobías (un amonita), haciendo para él una cámara en los atrios de la casa de Dios. Y me dolió en gran manera; y arrojé todos los muebles de la casa de Tobías fuera de la cámara". Parece que al­gunos no querían aprender; habían sufrido como cautivos en Babilonia durante setenta años por haber profanado la casa de Dios, pero al volver y construir el segundo templo, lo pro­fanan.

      E. Lamen. 2:6, 7, lamentación que dice que cuando Israel menospreció el santuario, "Desechó el Señor su altar, menospreció su santuario; ha entregado en mano del enemigo los muros de sus palacios". Lo destruyó porque el pueblo lo profanó.

Los israelitas confiaban en lo físico del templo

      Los israelitas manifestaron repetidas veces que para ellos lo importante era el tabernáculo mismo o el templo mismo, sin poner énfasis en la presencia de Dios y en hacer Su voluntad. No querían ser espirituales, ni someterse a Sus enseñanzas.

      A. Jer. 7:4-7, 11, "No fiéis en palabras de mentira, diciendo: Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es este. Pero si mejorareis cumplidamente vuestros caminos y vuestras obras; si con verdad hiciereis justicia entre el hombre y su prójimo, y no oprimiereis al extranjero, al huérfano y a la viuda, ni en este lugar derramareis la sangre inocente, ni anduviereis en pos de dioses ajenos para mal vuestro, os haré morar en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres para siempre ... ¿Es cueva de ladrones delante de vuestros ojos esta casa sobre la cual es invocado mi nombre? He aquí que también yo lo veo, dice Jehová".

      Muchos israelitas creían que la mera exis­tencia del templo entre ellos era garantía de la presencia de Dios, aunque ellos fueran infieles a El. Dios les dice a través de Jeremías que tal esperanza era vana.

      Este texto nos recuerda de otro semejante (Mat. 21:12, 13), cuando Jesús limpió el templo, acusando a los judíos otra vez de haber hecho "cueva de ladrones" de la casa de Dios.

      B. 1 Sam. 4, la guerra entre Israel y los filis­teos. Reconociendo que fueron vencidos por los filisteos, los "ancianos de Israel dijeron: ¿Por qué nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos? Traigamos a nosotros de Silo el arca del pacto de Jehová, para que viniendo entre nosotros nos salve de la mano de nuestros enemigos" (v. 3). "Cuando el arca llegó al campamento todo Israel gritó con tan gran júbilo que la tierra tembló" (v. 5). "Y los filisteos tuvieron miedo, porque decían: Ha venido Dios al campamento. Y dijeron: ¡Ay de nosotros! pues antes de ahora no fue así". Pero Israel fue vencido. "El arca del pacto de Jehová de los ejércitos, que moraba entre los queru­bines" sí era símbolo de la presencia de Dios, pero el lugar apropiado para el arca era el Lu­gar Santísimo en el tabernáculo. Nadie la veía excepto el sumo sacerdote, y él solamente una vez por año en el día de expiación. Era sacrile­gio sacar el arca de su lugar y llevarlo como ídolo al campo de guerra. Era acto profano. El problema fue que el pueblo tenía confianza en el arca misma, aparte de lo que simbolizó (la presencia de Dios). Dios no estaba con ellos cuando no eran fieles. El arca sola no tenía poder. Su confianza en ella sola, aparte de la voluntad de Dios, era confianza falsa y vana.

      C. Miqueas 6:6-8, la vanidad de los sacrifi­cios sin la piedad.

      D. Malaquías 1:10, "¡Oh, si hubiera entre vosotros quien cerrara las puertas para que no encendierais mi altar en vano! No me com­plazco en vosotros -- dice el Señor de los ejérci­tos -- ni de vuestra mano aceptaré ofrenda" (BAS).

Cristo el Santuario Verdadero

      Recuérdese que la idea básica del san­tuario era la presencia de Dios con el pueblo. Ahora no tenemos tabernáculo o templo mate­rial como el de los israelitas. Dios está con su pueblo ahora a través de Cristo. El es nuestro Verdadero Tabernáculo.

      Mat. 1:21, Jesús es llamado Emanuel, Dios con nosotros.

      Juan 1:14, "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros". La palabra "habitó" es la palabra eskenosen, forma de la palabra "tabernáculo". (En inglés la palabra "tabernacle" es tanto verbo como sustantivo; se puede decir que Jesús "tabernacled" entre nosotros).

      Juan 2:19-21, "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré ... hablaba del templo (naos, santuario) de su cuerpo".

      Es obvio en el Nuevo Testamento que Jesucristo se identificó personalmente con el tabernáculo o templo. En Cristo nos reunimos con Dios, la humanidad con la deidad. El Hijo de Dios también se llama en muchos textos el Hijo del Hombre. Dice Pablo (Col. 2:9), "Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la deidad".

      Con razón, pues, Cristo -- nuestro Perfecto Santuario -- se disgustó con los que profanaron el templo (Mat. 21:12-17).

Identificados con Cristo

      Considerando esta verdad vemos, pues, la importancia de estar "en Cristo", porque en Cristo tenemos comunión con Dios.

      Por causa de esta relación con Cristo, el cristiano también se considera como templo de Dios (1 Cor. 3:16, 17; 2 Cor. 6:19, 20; Efes. 2:20, 21; 1 Ped. 2:5).

      Recordemos siempre que la idea básica de la palabra "santuario" es la presencia de Dios con su pueblo, o la comunión con Dios. Somos su templo, su morada, su santa habitación, su casa. Todos estos conceptos se aplican  a la igle­sia.

      Por eso, se da mucho énfasis a la necesidad de separarnos del mundo (1 Cor. 10:16-22; 2 Cor. 6:14-7:1).

Lecciones valiosas

      1. Desde luego el “santuario” es santo (sagrado a Dios). El hombre que no quiere apartarse del mundo no debe llevar el nombre de cristiano o miembro de la iglesia de Cristo, porque somos templo de Dios.

      2. El sitio donde la iglesia se reúne no es el templo, no es santuario, porque Heb. 3:6 dice "La cual casa somos nosotros". Somos una casa espiritual, 1 Ped. 2:5.

      3. Los judíos rehusaron reconocer lo sagrado del santuario; lo profanaron repetidas veces. Podemos cometer la misma falta, pro­fanando y corrompiendo el templo de Dios, su iglesia.

      4. Somos el templo de Dios todos los días, y no solamente en las reuniones de la iglesia.

      5. El culto debe ser espiritual, "en espíritu y en verdad". El culto tiene que ser bíblico (según la verdad), y también espiritual (no so­lamente los actos físicos).

      6. Dios rechaza el templo profanado o co­rrompido. Cristo quitará el candelero de su lu­gar (Apoc. 2:5).

      7. El templo que Dios acepta es el corazón humilde y que tiembla a su palabra (Isa. 66:1, 2).

      En el cielo no habrá templo: "Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo en ella, y el Cordero" (Apoc. 21:22), y ¡estaremos siempre en su presencia!

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