El enfermo de Betesda

Juan 5:1-18

Introducción:

          A. Esta es la tercera de las siete señales registradas por Juan.

          B. Las señales "Se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis en su nombre" (Jn. 20:31).

          C. Pero hay otras lecciones valiosas en este texto.

          D. Jesús sanó el cuerpo para que la gente creyera que podía sanar el alma. Les dio pan para que creyera que El es el pan de vida.

I. En Jerusalén había muchos descuidados.

          A. En los cinco pórticos "yacía una multitud de enfermos" (5:3).

          B. Este enfermo no tenía quién le ayudara (5:7).

          C. En una ocasión "al ver las multitudes" Jesús "tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor" (Mat. 9:36).

  D. A los tales Jesús dice, "Venid a mí... trabajados y cargados"

(Mat. 11:28-30).

          E. Jesús habló de un hombre que "cayó en manos de ladrones" que le dejaron "medio muerto", pero que un sacerdote y un levita "llegando cerca de aquel lugar y viéndole" pasaron de largo (Luc. 10:31, 32).

II. Jesús pregunta al enfermo, "¿Quieres ser sano?" (5:6).

          A. Jesús no puede ayudar a los que no quieren su ayuda.

          B. Cuando el ciego Bartimeo pidió misericordia, Jesús le dijo, "¿Qué quieres que te haga?" (Mar. 10: 46-52).

          C. Zaqueo quería ver a Jesús; por eso, siendo pequeño de estatura "subió a un árbol sicómoro para verle" (Luc. 19:4).

          D. Muchos son indiferentes hacia Cristo; no puede ayudar a los tales.

          E. En la predicación debemos hacer todo lo posible por animar a la gente para que busque la ayuda de Jesús. Siempre explicamos que la palabra evangelio significa buenas nuevas (Luc. 4:18, 19). Nos conviene predicar el evangelio con ánimo para que la gente entienda que en realidad se trata de buenas nuevas.

          F. El reino es un tesoro, una perla de gran precio (Mat. 13:44-46).

          G. Parece que para mucha gente la religión es una carga insoportable porque no quieren el gozo del evangelio (Hech. 8:39; 16:34).

          H. La vida obediente adorna la doctrina de Cristo (Tito 2:10).

III. Jesús le dijo, "Levántate toma tu lecho, y anda" (5:8).

          A. Hizo esto por su propia autoridad. Compárese Mar. 2:5; por su propia autoridad El dijo, "Tus pecados te son perdonados". En el Sermón del Monte Jesús dijo, "Yo os digo" (Mat. 5:22, 28, 34, 39, 44).

          B. Le dijo que tomara su lecho y que anduviera para demostrar que estaba sano, que en realidad Jesús hizo un milagro.

               1. Compárese el mandamiento de Jesús cuando convirtió el agua en vino, "Llevadlo al maestresala" (2:8). "Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era", confirmó que era "buen vino".

               2. Cuando Jesús limpió a un leproso, le dijo, "Muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés" (Mat. 8:4). Al hacerlo, no solamente obedeció la ley sino que también de esa manera el sacerdote confirmaría que era limpio de la lepra (y, por eso, que en realidad Jesús había hecho un milagro).

IV. "Después le halló Jesús en el templo" (5:14).

          A. El Salmo 66 era leído por el pueblo para alabar a Dios por sus maravillosas obras.

          B. Cuando Pedro y Juan sanaron al cojo, "entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios" (Hech. 3:8).

          C. "¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?" (Luc. 17:17, 18).

V. "Y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor" (5:14).

          A. Al perdonarnos Jesús nos dice, "no peques más". Léase con cuidado Rom. 6:1-7.

          B. También Col. 3:1-6, "Haced morir... lo terrenal en vosotros".

Conclusión:

          A. Con esta señal Jesús demostró que El era "igual a Dios" (5:18, 23).

          B. Al perdonar nuestros pecados, Jesús hace una obra aun más maravillosa que el sanar este enfermo, porque no aflicción física que sea peor que la enfermedad espiritual.

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