La ascensión de Cristo al cielo

      En Hechos 1:9-11 leemos de la gloriosa as­censión de Cristo en estas palabras: "Y ha­biendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado; y una nube le recibió y le quitó de sus ojos. Y estando con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él iba, he aquí dos varones se pusieron junto a ellos en vestidos blancos; los cuales también les dijeron: Varones Galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? este mismo Jesús que ha sido tomado desde vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo".

Evidencia de dos eventos

      No es afirmado en el Nuevo Testamento que los apóstoles vieron a Jesús salir del sepul­cro, pero la evidencia de aquel hecho fue es­tablecido con las apariciones de Jesús durante cuarenta días. Pero fueron testigos oculares de su ascensión al cielo. El ascendió en pleno día en la presencia de sus apóstoles. No estuvieron dormidos, sino estuvieron con Jesús, conver­sando con El, cara a cara. Tuvieron los ojos fi­jos en El. Fueron los apóstoles testigos de este gran evento. Dice el texto, "Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado".

"¿Dónde está Cristo?"

      La ascensión de Cristo fue otra confirma­ción de la verdad de la religión de Cristo. Los apóstoles podían decir con certeza que Jesús está en el cielo, porque le vieron ascender al cielo. Podían decir: "Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra", Col. 3:1, 2. ¡Cristo está en los cie­los! Ellos tenían confianza en su predicación; le habían visto ascender.

Su reino no de este mundo

      Cuando Cristo ascendió al cielo, dio evi­dencia conclusiva de que su reino no es de este mundo. Se contestó la pregunta de los discípu­los en Hech. 1:6, "Señor, ¿restituirás el reino a Israel en este tiempo?" Es claro que si Cristo es Rey en los cielos, habiendo recibido toda potestad en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18) El es mucho más que un rey terrenal como lo eran David y Salomón. Su reino era y es espiri­tual.

Cristo glorificado

      Cristo había acabado su misión, su obra en la tierra, la obra que Dios le había dado. Juan 17:4, "Yo te he glorificado en la tierra: he acabado la obra que me diste que hiciese". So­bre la cruz, habiendo tomado el vinagre, dijo Jesús (Juan 19:30), "Consumado es. Y ha­biendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu". Fue muy apropiado que El recibiera otra vez la gloria que tenía con el Padre antes de la fun­dación del mundo. Juan 17:5, "Ahora pues, Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella gloria que tuve cerca de ti antes que el mundo fuese".

      Fil. 2:5-11, "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre". Así pues, Cristo as­cendió al Padre para ser glorificado, para recibir la gloria que tenía antes de la fundación del mundo.

La venida del Espíritu Santo

      También fue apropiado y aun necesario que Cristo volviera al Padre para que el Es­píritu Santo viniese para comenzar su obra. En Juan 14:25, 26 dice Cristo, "Estas cosas os he hablado estando con vosotros. Mas el Conso­lador, el Espíritu Santo, al cual el Padre en­viará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho". El Espíritu Santo vendría para enseñar, y para recordarles las enseñanzas de Jesús. La misión del Espíritu Santo era enseñar.

      Juan 16:26 dice "Pero cuando viniere el Consolador, el cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio de mí". Y otra vez en Juan 16:7-13, "Pero yo os digo la verdad: Os es nece­sario que yo vaya: porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os le enviaré. Y cuando él venga, con­vencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio ... Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad; porque no hablará de su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir". Jesús dijo que fue necesario que El ascendiera al Padre para que el Espíritu Santo hiciera su obra de guiarles a toda verdad. A través de las páginas del libro de Hechos de los Apóstoles notamos la obra del Espíritu Santo. Compa­rando aquellas cosas con las llamadas obras del Espíritu Santo ahora, es bien evidente que El no es el autor de las actividades (las llamadas "lenguas", "sanidades", etc.) de los carismáticos de tiempos modernos. La verdadera religión de Cristo sufre mucho por la conducta vergonzosa de estas sectas, que en lugar de promover la fe, han producido mucha incredulidad.

Ascendió para interceder

      Aunque Cristo había acabado su obra en la tierra, El entró en otra obra importantísima en el cielo, la de interceder por nosotros. El sumo sacerdote de los judíos entraba en el lugar san­tísimo una vez por año y rociaba la sangre del sacrificio hacia el propiciatorio (la cubierta del arca del pacto), Lev. 16:11-14. Esto fue hecho para ser tipo de la entrada del "Sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús" en el "Lugar santísimo", o sea el cielo mismo. Heb. 9:11, 12, "Mas estando ya presente Cristo, sumo sacer­dote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación; y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una sola vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención".

      En Heb. 7:25, 26 vemos la obra que El hace. "Por lo cual puede también salvar per­petuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos". Así Cristo es nuestro único mediador. Dice Pablo en 1 Tim. 2:5, "Porque hay un Dios, asimismo un me­diador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre".

¿Es María mediadora?

      La enseñanza de que María intercede por la gente es un ataque contra la persona de Cristo. Esta doctrina niega que Cristo es nuestro único mediador. Las muchas tradi­ciones acerca de María que salen de la imagi­nación humana; no honran a María, y son so­lamente locuras. María, la madre de Jesús, era virgen antes del nacimiento de Jesús, pero después ella y José tuvieron varios hijos.

      Dicen las tradiciones, por ejemplo, que María nunca se reía, que ella evitaba la conver­sación con sus propios padres, que ella evitaba la vista de los hombres. En cuanto a su poder para ayudar a los cristianos, se afirma que so­lamente ella puede obtener el perdón, que ella es la llave de la puerta del cielo, que ella es el puente de la salvación, la esperanza de todos. Se ha afirmado que es tan vano procurar sal­varse sin María como lo es tratar de volar sin alas. Estas imaginaciones humanas se hallan en varias obras católicas. Afirman que todos obe­decen la voz de María, que aun Dios mismo le obedece, y que María es omnipotente.

      Dicen todo esto a pesar de que la Biblia dice que Cristo ascendió al Padre para ser nuestro único mediador.

Conclusión

      Hechos 1 describe la ascensión de Jesús. Dice que los apóstoles estuvieron con El. Fueron mandados a esperar en Jerusalén para recibir el poder de lo alto (el Espíritu Santo) (Luc. 24:46-49). Ellos preguntan acerca del reino y El les dice: "No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado" Hech. 1:7-9.

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