Propósitos del matrimonio

      En Gén. 1:28 Dios dice, "Fructificad y mul­tiplicaos; llenad la tierra". En este versículo vemos uno de los propósitos del matrimonio: la procreación. Los hijos nos son dados por Dios, como dice Sal. 127:3", "He aquí,. herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre" y Gén. 33:5, "¿Quiénes son estos? Y él respondió: Son los niños que Dios ha dado a tu siervo". Dios nos favorece grandemente en darnos el poder de la procreación. Es seme­jante al poder creativo de Dios, y es una gran bendición.

      Pero a veces parece que Gén. 1:28 se con­sidera solamente como mandamiento y no se recuerda que es un gran privilegio y bendición también. Los decretos católicos casi convierten este texto en una función estrictamente biológica. Sus dogmas prácticamente requieren de cada matrimonio el número máximo de hi­jos, según su capacidad biológica, sin tomar en cuenta otros factores.

      Pero el texto no enseña tal cosa. No somos animales de instinto, sino somos hechos a la imagen de Dios (v. 27), con inteligencia. Esta inteligencia tiene que considerar muchos fac­tores con respecto al número de hijos que debemos tener.

      El matrimonio no es un sacramento, como enseñan los católicos. No es asunto eclesiástico. El matrimonio es un arreglo de Dios dado al hombre muchos siglos antes del estable­cimiento de la iglesia. El hogar es la primera institución establecida por Dios, y es muy sagrado. El hogar debe ser dirigido por la ley Dios. La iglesia no puede formular leyes para gobernarlo, ni aun la iglesia de Cristo, mucho menos alguna iglesia apóstata.

      El clero romano quiere controlar la vida entera de sus feligreses. Los sacramentos son muy útiles para este propósito. A través de ellos los líderes católicos pueden controlar la vida de la gente desde el nacimiento hasta la muerte. Prohiben el control de natalidad para que toda familia católica tenga muchos hijos; cada niño es llevado al seno de la iglesia por medio del bautizo infantil; el matrimonio es controlado en todo sentido por la iglesia por medio de los sacramentos (la misa, la confesión auricular, la penitencia) que se consideran como canales de gracia -- y todo, desde luego, administrado y controlado por el cura -- y, por último, viene en la muerte la Extrema Unción. Así el control es completo.

      Hay poder en números. Entre más católi­cos, más poder político habrá en cualquier país. ¿Se preocupan los líderes católicos por el pueblo? ¿Dónde está la misericordia de la Igle­sia Católica hacia los pobres y destituidos? A los sacerdotes les conviene que toda familia católica tenga muchos hijos, pero ¿les conviene a las familias mismas tener tantos hijos? ¿hijos que no pueden alimentar bien? ¿hijos que no pueden llevar con el médico y dentista? ¿hijos que no pueden educar? ¿hijos que muchas ve­ces se crían solos en la calle?

      Es obvio que los líderes católicos son egoís­tas, y que no buscan el bienestar de la gente. En todos los países católicos hay mucha po­breza y mucho sufrimiento, porque este sis­tema promueve la ignorancia. Pero los grandes números de gente, aunque sean pobres y mi­serables, sirven a la jerarquía católicoromana.

Una proposición falsa

      Todo argumento hecho por el clero ro­mano en contra del control de la natalidad se basa en la proposición falsa de que el matri­monio es principalmente para la procreación. La Biblia no afirma esto. Antes de hablar de la procreación -- aun antes de la creación de la mujer -- Dios dijo, "No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él" (Gén. 2:18). El hombre necesitaba de una com­pañera. El hombre todavía necesita com­pañera. 1 Cor. 7:2, "a causa de las fornica­ciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido". El primer propósito del matrimonio es el compañerismo, como Gén. 2:18 y 1 Cor. 7:2 indican clara­mente. Es el plan sagrado de Dios.

      Mat. 19:4-6, "¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo se­pare el hombre". El hombre se une a su mujer "y serán una sola carne". El matrimonio es una preciosa unión de dos personas, dos vidas, dos corazones, dos mentes y dos cuerpos. Dos per­sonas llegan a ser una unidad. ¿Quién puede leer estos textos sin entender que el com­pañerismo es un propósito primordial del ma­trimonio?

      ¿Cuándo llegan a ser "una carne" el hom­bre y la mujer? Cuando se unen en la relación conyugal (sexual). (Obsérvese en 1 Cor. 6:16 que la expresión "una carne" se refiere al acto sexual). Por lo tanto, la expresión "una carne" no se refiere al fruto (hijo) de su relación; es decir, ya son "una carne" mucho antes de tener un hijo.

      Es incorrecto, pues, enseñar que el único propósito verdadero del matrimonio es la pro­creación, y que la relación sexual es secundaria. La Biblia no afirma esto, sino que es una de las teologías torcidas de la iglesia católica romana, como también lo es su teología con respecto al "celibato del clero". De estos teólogos habla Pablo en 1 Tim. 4:1-5, texto que nos hace ver claramente que la Iglesia Católica es la iglesia apóstata.

      La verdad es que Dios formó al hombre con ciertos apetitos, y uno de ellos es el apetito sexual. Este apetito debe satisfacerse en el matrimonio (1 Cor. 7:2,9). "Honroso sea en to­dos el matrimonio y el lecho sin mancilla", Heb. 13:4.

1 Corintios 7

      El matrimonio no es meramente para la gratificación del apetito sexual. Si una pareja se casa solamente para la gratificación física sin aceptar la  responsabilidad de padres, abusan del matrimonio. Pero este texto dice en térmi­nos sencillos y claros que los cónyuges deben satisfacer el deseo sexual el uno del otro para evitar la fornicación.

      Muchos cometen adulterio porque sus compañeros desobedecen este mandamiento. A veces rehusan cumplir con el deber conyugal por estar enojados, disgustados o resentidos. En tal caso el acto sexual se convierte en arma para castigar al compañero o para vengarse. Este comportamiento es pecado. La relación sexual sirve para fortalecer el lazo matrimonial. Recuérdese que en este acto las dos personas llegan a ser una sola carne.

      El matrimonio es compañerismo muy ín­timo. Es una unión tan sagrada que merece ser comparada con la unión entre Cristo y la iglesia (Efes. 5:22-32).

      La Iglesia Romana prohibe el control de natalidad. Sin embargo, considérese esta cita del Baltimore Catechism, No. 3, p. 271: después de unos comentarios sobre la pro­creación, añade, "Otros propósitos del matri­monio son el amor y la ayuda que el marido y la esposa se dan mutuamente y la oportunidad de satisfacer razonable y legalmente la inclinación hacia la gratificación sexual que es un impulso tan fuerte en la naturaleza humana". Aun después de decir esto, dice en el mismo párrafo que es "pecado grave" el control de natalidad.

      Otro libro ("Father Smith Instructs Jack­son", p. 101) enseña que es "pecado contra el Sexto Mandamiento", y que es pecado "mortal". Los sacerdotes célibes sí saben que el hombre tiene "impulso fuerte", pero no aceptan la en­señanza bíblica. Dice Pablo (1 Cor. 7:9), "pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando". El matrimonio es arreglo de Dios para satisfacer este "impulso fuerte", y le proporciona el com­pañerismo que tanto necesita (Gén. 2:18). Es para evitar la fornicación (1 Cor. 7:2). Así dice Dios Mismo. Estos textos no dicen nada acerca de la procreación. El que añada a la palabra al texto añade a la Biblia. El que dice que el acto sexual es cosa "incidental a la procreación" no cree 1 Cor. 7:1-9. Pablo no habla de la pro­creación, pero sí habla de ciertos propósitos del matrimonio.

Al Estudio Anterior: El Hogar
Sermones Index
Al Siguiente Estudio: Propósitos del matrimonio II