Que estén dispuestos a toda buena obra

Tito 3:1

Introducción.

            A. Tito 2:7, “presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras”; 3:1, “Recuérdeles … que estén dispuestos a toda buena obra”.  2:14, Cristo “se dio a sí mismo para … purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”. 3:8, “Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres”.

            C. Esto es lo que enseña la gracia de Dios, 2:11.

I. Las buenas obras son necesarias para la salvación.

            A. Según los “evangélicos” las buenas obras no son necesarias para obtener la salvación, porque según ellos el hombre es salvo por la fe sola. Dicen que las “obras proceden de la fe”; es decir, afirman que los que creen harán buenas obras, pero enseñan que no es bíblico decirles que tienen que hacer buenas obras para ser salvos. (Esto es precisamente lo que Pablo está diciendo, 2:14; 3:1, 8 y es lo Santiago 2:24 dice). Eso, según los evangélicos, es legalismo; es decir, si enseñamos que las buenas obras son esenciales para la salvación, entonces el hombre podría salvarse solo, que podría salvarse por sus buenas obras y ganar o merecer su salvación. Esto no es cierto. Dios provee la salvación y el hombre la acepta. Los que no obedecen al evangelio y confían más bien en sus buenas obras para salvarse están muy equivocados, pero los que obedecen al evangelio y hacen las buenas obras enseñadas en el Nuevo Testamento serán salvos por la gracia de Dios.

            B. La doctrina falsa de los evangélicos (de que la salvación es por la fe sola) es otro resultado de la herejía de que el hombre nace pecador y que no puede participar en ningún sentido en su salvación, que todo depende de la gracia de Dios y que el hombre no hace nada. Según esa herejía el hombre es salvo por la fe sola y que aun la fe que él tiene es don de Dios. (Esta teología es la base de la Iglesia Católica Romana, como también la de las iglesias “evangélicas” o “protestantes”. No tuvo su origen con Cristo y los apóstoles, ni con los escritores de renombre durante los primeros tres siglos, {tales como Policarpo, Ireneo, Justino-mártir, Cipriano, etc.}, sino con “San Agustín” unos 400 años después de Cristo.)

            C. Por esta razón ya enfatizamos en la lección sobre Tito 2:11 que la gracia nos instruye sobre lo que Dios ha hecho para procurar o proveer la salvación, y también sobre lo que el hombre tiene que hacer para aceptar la salvación. El hombre tiene que obedecer al evangelio y hacer buenas obras para aceptar la salvación. Los que NO obedecen al evangelio y NO hacen las buenas obras enseñadas por el Nuevo Testamento rechazan la gracia (salvación) de Dios.

            D. Si las buenas obras no son esenciales para la salvación, ¿por qué manda Pablo dos veces en el capítulo tres (1, 8) que los cristianos hagan buenas obras? Pablo no dice que los cristianos harán buenas obras; más bien, él dice, “quiero que insistas con firmeza, para que lo que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras”. El no dice, “no se preocupen, porque yo sé que los que creen harán buenas obras”; más bien él dice que Tito debería insistir en que los que creen lo hagan.

            E.  Sant. 2:24 dice, “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe”.

II. Cristo anduvo haciendo bienes, Hech. 10:38.

            A. El dedicó su vida a las buenas obras: Mat. 4:23,24, “sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”; 8:1-4, sana a un leproso; 8:5-13, sana al siervo de un centurión; 8:14-15, sana a la suegra de Pedro; 8:16,17, “con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”;

9:1-8, sana a un paralítico; 18-25, resucitó a la hija de Jairo y sanó a la mujer con flujo de sangre; 9:27-31, dio la vista a dos ciegos; 9:32-34, echó fuera un demonio para que un mudo hablara; 14:13-21, alimentó a los cinco mil; 14:34-36, sanó a los enfermos de Genesaret; 15:21-28, sanó a la hija de la mujer cananea; 15:30, en Galilea “se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó;  31  de manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel”; 15:32, alimentó a los cuatro mil; 17:14-18, sana a un muchacho epiléptico.

            B. El enseña que debemos imitar su ejemplo. No podemos hacer milagros, pero no tenemos que hacer milagros para hacer buenas obras.

                        1. Mat. 25:34, “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.  35  Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;  36  estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.  37  Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?  38  ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?  39  ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?  40  Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. Jesús se identifica con sus discípulos. Si no ayudamos a los hermanos, no ayudamos a Cristo. Este texto habla del juicio final. La salvación no depende solamente del bautismo para remisión de pecados y la asistencia fiel a todos los servicios, sino también depende de las buenas obras. En este texto vemos varias maneras de ayudar a los hermanos: dar de comer, dar de beber, dar hospedaje al extranjero, vestir al “desnudo” (que no tenga ropa adecuada), visitar al enfermo y al encarcelado. El cumplir con todo esto nos cuesta tiempo, servicio, esfuerzo y dinero.

                        2. Luc. 10:30-37, la parábola del buen samaritano nos enseña que debemos usar de misericordia con todos, y esto no requiere poder milagroso, pero sí le costó esfuerzo y dinero.

            C. Mat. 5:7, “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.” Ser misericordioso no es simplemente un sentimiento de compasión, sino que se refiere a ayudar al necesitado.

                        1. Mat. 9:27, “Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!” Pidieron misericordia, pero en realidad querían su vista. Mat. 20:30 y Mar. 10:47 registran otro ejemplos de lo mismo.

                        2. Mat. 15:22, “Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio”. Pidió misericordia, pero en realidad quería que Jesús sanara a su hija.

            D. Luc. 6:30, “A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.  31  Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos … 35  Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos … 38 Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”; Hech. 20:35, “En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir”.

            E. Lo que Pablo dice a los tesalonicenses no está en conflicto con esta enseñanza de Jesús. 2 Tes. 3:10, “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.  11  Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno.  12  A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan”. No conviene, pues, ayudar a los irresponsables, desobligados, perezosos que son puros parásitos. Es importante reconocer que muchos mendigantes son profesionales; es decir, el mendigar es su empleo (su profesión). De esto viven. Muchos llegan con las iglesias con su historia de mala suerte y mucha necesidad y reciben ayuda. Se aprovechan de la benevolencia de la gente religiosa. Abusan de su bondad. No es correcto ayudarles (2 Tes. 3:10). Muchos aun profesan ser hermanos, diciendo que son miembros de la iglesia de tal o cual lugar, pero los mismos llegan con los bautistas diciendo que son bautistas.

III. Las iglesias primitivas practicaban la benevolencia.

            A. Hech. 2:45; 4:34, “vendían sus propiedades y sus bienes” para ayudar a los hermanos necesitados.

            B. Hech. 11:27-30, “una gran hambre … los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea”.

            C. 1 Cor. 16:1-4; 2 Cor. 8:1-5, los macedonios dieron “más allá de sus fuerzas” para suplir la necesidad de los hermanos pobres de Jerusalén.

            D. Las iglesias no practicaban la “benevolencia general” (no dieron el dinero de la ofrenda a los incrédulos), pero con mucho sacrificio ministraban a las necesidades de los santos.

III. “Buenas obras” es doctrina apostólica, Hech. 2:42; 1 Jn. 4:6, y es tan importante como la enseñanza apostólica sobre el bautismo, la cena del Señor y la ofrenda.

            A. Rom. 12:13, “compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad”.

            B. Gál. 2:10, “Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo cual también procuré con diligencia hacer”.

            C. Efes. 4:28, “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad”. Aparte de la ofrenda, debemos estar listos a ayudar a los necesitados.

            D. Sant. 2:14, “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?  15  Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día,  16  y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?  17  Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”.

            E. 1 Jn. 3:17, “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?” Una de las maneras principales de ayudar a muchos hermanos es con dinero. Así fue en el primer siglo, y aun más ahora. Para muchos hermanos los gastos médicos son insoportables. A veces tienen que escoger entre el comprar comida o comprar medicina. También los arriendos son caros, y aun para los que tengan casas propias todo cuesta (el mantenimiento, el seguro, los impuestos, etc.). Además, hay muchos hermanos que viven lejos de nosotros, y desde luego, no podemos estar a su lado en persona, pero con ayuda económica podemos compartir con sus necesidades (Efes. 4:28).

            F. Recuerde siempre “la regla de oro”: Mat. 7:12, “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”.

Conclusión.

            A. En este estudio hemos enfatizado las buenas obras de benevolencia, pero hay muchas buenas obras aparte de las de benevolencia. El enseñar es buena obra. El evangelizar es buena obra. El exhortar es buena obra. El visitar a los hermanos débiles es buena obra (1 Tes. 5:14; Heb. 12:12, 13). El restaurar a los apartados es buena obra (Gál. 6:1), etc.

            B. 1 Tes. 2:13, “que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan;  13  y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra”. El presidir es buena obra. 1 Tim. 3:1, “Si alguno anhela obispado, buena obra desea”.

            C. Pero al hablar de “buenas obras” hay mucho énfasis sobre la benevolencia.

            D. Se predica mucho sobre la obra personal y sobre la necesidad de evangelizar a la gente. Nos gusta encontrar gente dispuesta a oír. Uno de los medios muy efectivos de tener más “contactos” o candidatos para estudios es que los miembros hagan más buenas obras entre la gente, porque de esa manera somos la luz del mundo. Las buenas obras abren puertas para la palabra.

            E. Así, pues, procuremos ocuparnos en toda buena obra.

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