No quieren soluciones

          Los diarios y noticieros de radio y televisión publican toda clase de noticias malas -- crímenes, asaltos, robos, actividades de pandillas -- y todos lamentan la triste condición del país.

          Pero, lamentablemente, pocos buscan verdaderas soluciones. Dicen, "¡Hay que hacer algo!" y hay juntas y más juntas, y discusiones de toda clase para analizar y discutir los problemas, para proponer soluciones superficiales, para hacer más leyes y ordenanzas y sobre todo, arrojar más dinero al problema.

          En sesiones interminables los congresistas de Washington y de Austin, y el City Council de San Antonio (como también en otras ciudades de otros países) "atacan" el problema. Hay múltiples "soluciones", menos la única verdadera solución.

          El gobierno -- sea nacional, estatal o municipal -- simplemente no tiene la honestidad, la humildad y el valor para decir con toda franqueza que el país se está destruyendo por rechazar a Dios y la moralidad bíblica. Todo gobernante de este país debe leer -- y tomar muy en serio -- el capítulo 9 del libro de Esdras.

          Parece que los siervos públicos de nuestra nación "cristiana" que profesan creer en Dios tienen miedo de los incrédulos, y se esconden detrás de la supuesta "garantía" constitucional de la separación entre el estado y la iglesia. Insultan a los fundadores del país los que les acusan de querer botar a Dios y la Biblia de todo aspecto de la vida pública de la nación.

          Muchísimos gobernantes saben la causa de la decadencia moral del país. Entienden perfectamente que a la medida que nos alejamos de Dios y la Biblia vamos hacia la ruina total. Nuestro gobierno se dedica a defender las prácticas más corruptas, diciendo que son protegidas por la constitución, pero los firmantes de la constitución nunca pensaban escribir un documento para proteger prácticas que son abominables ante los ojos de Dios y que seguramente destruirán la nación.

          Nuestros gobernantes saben, pero no se atreven a hablar. Dirán, "Pero no somos líderes religiosos sino civiles". ¿Y eso, qué significa? ¿Niegan que "el Altísimo gobierna el reino de los hombres"? (Daniel 4:17). ¿No creen que debemos orar por los gobernantes (1 Timoteo 2:2)? Y si debemos orar por ellos, ¿no debemos insistir en que ellos busquen los caminos de Dios?

          No son líderes religiosos pero darán cuenta a Dios. Saben que la única solución de los problemas que más nos afligen se encuentra en el retorno a Dios y la Biblia. ¿Por qué no lo admiten? ¿Por qué no tienen el valor de decir la verdad? Por qué no dicen con toda humildad, "Estamos en esta condición desesperada porque nos hemos alejado de Dios y es tiempo de que volvamos"?

          ¿Acaso tienen vergüenza de decir la verdad? ¿Por qué ser insinceros? ¿Por qué hablar de soluciones superficiales? ¿Por qué usar "vendas" cuando se necesita intervención quirúrgica?

          La triste verdad es que ni Washington, ni Austin, ni San Antonio quieren soluciones. Solamente quieren llorar y hablar de los problemas gravísimos del país, pero no quieren hablar de Dios porque temen a los humanistas y otros cuya agenda es la destrucción del país.

          Entonces, por lo menos dejemos de lamentar la triste condición del país. No seamos hipócritas. Si no queremos a Dios, aceptemos las consecuencias inevitables.

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