LUCAS 5

 
 


LA PESCA MILAGROSA Y LLAMAMIENTO DE LOS PRIMEROS APÓSTOLES

(MAT. 4:18-22; MAR. 1:16-20).

5:1 Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret (Galilea), el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. 2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. - Su trabajo de pescar se había terminado para esa noche.

5:3 Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. - Jesús predicaba en la sinagoga, en el templo, en la montaña, en las casas, en el desierto, en el cementerio y aquí desde una barca.

5:4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro (Sal a la parte más profunda, LBLA), y echad vuestras redes (plural) para pescar. - Siendo el omnisciente y omnipotente Creador y Sostén de los mares y peces, El juntó la multitud de peces en ese sitio en ese momento. En otra ocasión no solamente proveyó un pez para Pedro, sino que también proveyó un pez con moneda en la boca. Mat. 17:27, “vé al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti”. Mar. 14:13; Jn. 1:47-49; 2:24, 25; Luc. 5:22, y muchos otros textos demuestran la omnisciencia de Jesús. Bien dicen los apóstoles (Jn. 16:30; 21:17), “Sabes todas las cosas”; “Señor, tú lo sabes todo”.

5:5 Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; -- Jn. 21:3. Probablemente Pedro pensaba, “Si no hemos podido pescar nada de noche cerca de la costa, mucho menos lo haremos de día en agua más profunda; además, ya hemos lavado las redes”. La experiencia de Pedro durante muchos años estaba en contra de lo que Jesús decía.

¿Qué habrán pensado los demás pescadores al ver a Pedro y los otros alejándose de la costa hacia el agua más profunda y en pleno día para echar sus redes? Probablemente hubo el mismo escepticismo que Noé confrontaba cuando hacía el arca.

-- mas en tu palabra echaré la red. - Lit., “a tu palabra”. Aceptó la palabra de Jesús. Esta es la única razón por la cual lo hizo, porque iba en contra de su experiencia práctica como pescador. Esta es una muestra de la fe verdadera de Pedro. Es actuar en contra de los razonamientos y sentimientos humanos. Es actuar simplemente porque el Señor lo dice. Cuando Jesús le dio este mandamiento, la fe de Pedro en Jesús fue probada severamente. Pedro era pescador profesional y Jesús no era pescador sino carpintero. Además, ya habían trabajado en vano toda la noche. Trabajaban duro en el lugar apropiado (cerca de la costa) y de noche (el tiempo apropiado para pescar). Sin embargo, Pedro no rehusó obedecer al Señor. Entonces, ¿cómo sería posible que Jesús sabía mejor que Pedro dónde pescar? Porque era el Creador de los peces. Era omnisciente y, por eso, sabía dónde estaban todos los peces del mundo y tenía pleno poder sobre ellos.

5: 6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, -- Los incrédulos (“racionalistas”) dicen que Jesús vio esos peces jugando en esa área y que no había milagro, pero aquí como también en otra ocasión registrada en Jn. 21:6, Jesús exhibió su poder absoluto en el dominio de la naturaleza ordinaria (RCHL).

Como Pedro dice “en (a) tu palabra echaré la red”, de la misma manera a la palabra de Cristo (o sea, por su voluntad, expresada o no en palabras) los peces se reunieron en ese lugar. “Encerraron gran cantidad de peces” y no hubiera sido nada difícil en ese momento para Jesús reunir a todos los peces del mar a ese mismo sitio para ser capturados en redes.

-- y su red se rompía. - Desde luego, porque redes terrenales no pueden contener las abundantes bendiciones de Dios. Compárese Mal. 3:10, “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”.

El Señor siempre da en abundancia. Mat. 14:20,21; 15:37, 38. Como dice Jn. 1:16, “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia”.

5:7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. - Este milagro se repitió después de la resurrección de Jesús. Jn. 21:3-6. Usaron las mismas barcas y las mismas redes que habían usado la noche anterior sin éxito, pero ahora sus esfuerzos son exitosos porque están bajo el poder del Señor. La obediencia convierte fracasos en éxitos (FLC).

5:8 Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús (acto de adoración), diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. - Algunos hermanos leen este texto que describe la pesca milagrosa en la cual Jesús usa su omnisciencia y omnipotencia pero siguen insistiendo en que Jesús nunca usó ningún atributo divino, sino que solamente usó “atributos humanos”. En tal caso no deberían imitar a Pedro, cayendo de rodillas ante Jesús porque el uso de puros atributos humanos no merece tal adoración. Pedro vio la gloria del Mesías en la pesca milagrosa. Jn. 1:14, “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Cuando Jesús convirtió el agua en vino en Caná de Galilea, Juan dice, “Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él” (Juan 2:11). Pedro dijo “Apártate”, no por despreciar a Cristo, sino a sí mismo como indigno de estar en la presencia de Jesús (Dios).

Este lenguaje de Pedro indica que él reconoció que estaba en la presencia de Dios. Compárese Isa. 6:1, “En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. 2 Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. 4 Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. 5 Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”. (También Job 42:5, “De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. 6 Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza”).

Podríamos preguntar, ¿por qué Pedro no reaccionó de la misma manera cuando Jesús sanó a su suegra? Esto demuestra que la pesca milagrosa era sumamente impresionante, mayormente para estos pescadores.

5:9 Porque por la pesca (la redada de peces, LBLA) que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, 10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. - Eran competentes para juzgar la naturaleza de la pesca milagrosa, pues ésta tenía que ver que su oficio (eran pescadores profesionales), estaban en sus propias barcas, y estaban pescando en aguas bien conocidas (JSL).

-- Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. -- En todos los milagros de Jesús había propósitos divinos, aparte del beneficio físico. El evento de ese día no solamente demostraba la omnisciencia y omnipotencia de Jesús, sino que también sirvió como

ilustración de la “pesca” de hombres que efectuarían comenzando el día de Pentecostés (Hech. 2:41; 4:4, etc.)

Como Pedro y los otros habían estudiado los peces, ahora deberían estudiar a los hombres que pescarían con otra clase de red, el evangelio de Cristo. Su oficio había requerido sabiduría, destreza y paciencia y ahora necesitarían esas mismas cualidades para pescar a los hombres. Como había dificultades y peligros en su trabajo como pescadores, ahora habría peligros más graves en la obra de pescar a los hombres.

5:11 Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron. - Mat. 19:27, “Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido”. ¿Cuánto valían las barcas y redes? No sabemos, pero no importa, porque todo es todo. Cuando el pobre abandona su “todo”, él hace el mismo sacrificio que el rico hace cuando abandona su “todo”.

A los tales Jesús promete grandes bendiciones. Mar. 10:29, “Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, 30 que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna”.

JESÚS LIMPIA (SANA) A UN LEPROSO (Mat. 8:1-4; Marcos 1:40-45)

5:12 Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, -- Según el comentario de William Barclay, "En la antigüedad la lepra era la más terrible de todas las enfermedades. E. W. G. Masterman escribe: 'Ninguna otra enfermedad convierte el ser humano en una ruina tan total y horrible a la vista, y durante tanto tiempo'. Puede comenzar por pequeños nódulos que terminan ulcerándose. Estas úlceras producen un líquido de aspecto desagradable y se van agrandando. Se caen las cejas. Los ojos asumen un aspecto fantasmal, como si nunca dejaran de mirar fijamente a los demás. Se ulceran las cuerdas vocales y la voz se vuelve afónica y la respiración sibilante. Poco a poco el enfermo se convierte en una sola masa de excrecencias ulcerosas. Este tipo de lepra, termina con el enfermo en unos nueve años, al final de los cuales se pierde la razón, el paciente entra en coma y finalmente muere. La lepra puede comenzar con la pérdida de la sensibilidad en cualquier parte del cuerpo. En este caso la afección ha atacado los nervios. Poco a poco los músculos del cuerpo se desintegran, los tendones se contraen hasta que las manos adquieren el aspecto de garras o pezuñas. Siguen las ulceraciones en las manos y en los pies y la pérdida progresiva de los dedos de ambos. Por último van perdiéndose las manos y los pies enteros, hasta que sobreviene la muerte. La duración de esta clase de lepra, es entre veinte y treinta años. Es una especie de muerte horrenda, en la cual el hombre muere pulgada a pulgada”.

Ejemplos de la lepra. (1). Núm. 12:1,2,9-13, "María y Aarón hablaron contra Moisés ... y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová". Dios le castigó con la lepra por siete días. En los v. 13-15, Moisés ruega por María, diciendo, "No quede ella ahora como el que nace muerto, que al salir del vientre de su madre, tiene ya medio consumida su carne". (2). 2 Sam. 3:29, la maldición pronunciada por David sobre la casa de Joab por haber muerto a Abner. (3). 2 Reyes 5, Naamán el leproso. (4). 2 Reyes 7, los leprosos desesperados que van al campamento de los sirios y descubren que ya había huido. (5). 2 Crón. 26:16-21, el rey Uzías había sido buen rey, "Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar de incienso" (v. 16). "Así el rey Uzías fue leproso hasta el día de su muerte, y habitó leproso en una casa apartada, por lo cual fue excluido de la casa de Jehová". (6). Luc. 17:11-19 Jesús limpió a diez leprosos y sólo uno de ellos volvió para expresar gratitud.

Los leprosos tenían que guardar su distancia de otros. Luc. 17:12, "Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos". Dice Barclay: "La condición física del leproso era terrible. Pero había algo que la hacía peor aun. Josefo dice que los leprosos eran tratados 'como si fueran muertos'. Cuando se diagnosticaba lepra, el enfermo era instantánea y automáticamente excluido de toda sociedad humana. 'Todo el tiempo que la llaga estuviere en él será inmundo; estará impuro y habitará solo; fuera del campamento será su morada' (Lev. 13:46). El leproso debía vestirse con harapos, usar el cabello despeinado, con el labio superior cubierto por una banda, y mientras caminaba debía gritar todo el tiempo 'Impuro, impuro' (Lev. 13:45) ... En Palestina en los tiempos de Jesús, el leproso tenía prohibida la entrada a Jerusalén y todas las ciudades amuralladas. En las sinagogas había una pequeña habitación aislada de tres metros de alto y dos de lado, llamada mechitsah, en la cual podía escuchar el servicio. La ley enumeraba sesenta y un contactos que podían convertir al judío en impuro, y el segundo en importancia era el contacto con leprosos. Con que solamente un leproso introdujera la cabeza en una casa, ésta quedaba contaminada desde los cimientos hasta las vigas del techo. Aun en un lugar abierto era ilegal saludar a un leproso, y nadie podía acercarse a más de cuatro codos (unos dos metros) del leproso; pero si el viento soplaba del lado donde estaba el leproso, éste debía mantenerse a no menos de cien codos de distancia. Un rabí ni siquiera hubiera comido un huevo comprado en una calle por la que había pasado un leproso. Otro rabí se jactaba de que arrojaba piedras a los leprosos para que no se le acercaran. Otros se escondían o salían corriendo cada vez que veían un leproso aun a la distancia. Nunca ha habido una enfermedad que separara a un hombre de sus semejantes como la lepra. Y este hombre fue el que Jesús tocó. Para un judío la frase más extraordinaria de todo el Nuevo Testamento probablemente sea: 'Jesús extendió su mano y tocó' al leproso".

Dice Josefo que los leprosos eran tratados "como si fueran muertos". Sin embargo, este leproso, que nunca se hubiera acercado a ninguno de los rabinos ordinarios, se acercó a Jesús pidiendo limpieza. Se acercó con plena confianza. Para él no había duda en cuanto al poder de Jesús. Todo dependía de la voluntad de Jesús: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Es posible y aun probable de que este leproso hubiera oído de los milagros de sanidad hechos por Jesús (Mat. 4:23,24; Mar. 1:21-32,39; Luc. 4:31-41; Jn. 2:1-11), pero el Nuevo Testamento no registra otro leproso que Jesús hubiera limpiado antes que éste; es decir, la confianza de él no se basaba en que Jesús ya hubiera limpiado a varios leprosos. Se acercó con reverencia: "Se postró ante él". Luc. 5:12, "se postró con el rostro en tierra".

La lepra era Incurable. En aquel entonces no había remedios para sanar la lepra. Cuando el rey de Siria envió a Naamán al rey de Israel para que lo sanara, pero el rey de Israel se enojó y dijo, "¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que este envíe a mí a que sane un hombre de su lepra?" (2 Reyes 5:7). Esto indica que era enfermedad que los hombres no podían curar. Desde luego, esta verdad era obvia también por la mera existencia de tantos leprosos aun en el tiempo de Jesús.

-- el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro (cayó sobre su rostro, LBLA ) en tierra Marcos: “hincada la rodilla”) -- Algunos dicen que este acto podía ser o un acto de adoración o un acto de homenaje, pero Pedro no permitió que Cornelio se postrara a sus pies (Hech. 10:25, 26) no obstante el pensamiento o propósito de Cornelio. No hay conflicto entre “hincada de rodilla” y “se postró con el rostro”. Compárense los relatos de Jesús en Getsemaní. El verbo traducido “se postró” en Mat. 8:2 es el mismo que se traduce “adorar” en 4:10; 28:9, 17; Jn 4:20-24; Heb. 1:6 y muchos otros textos.

--y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

Dios limpió la lepra de Moisés (Ex. 4:6, 7) y la de María (Núm. 12:14), pero el único hombre que había sanado la lepra fue Eliseo (2 Rey. 5:1-19). En aquel tiempo en cuanto al poder humano la lepra era incurable (2 Reyes 5:7 -- y aun ahora los casos más avanzados son incurables). Sin embargo, el leproso de este texto tenía plena confianza en el poder de Jesús. Para él la única cuestión era si El estaba dispuesto a limpiarlo. Sabemos que sin faltar Dios nos dará su gracia y perdón cuando obedecemos al evangelio. Al buscar el perdón de Dios no tenemos que decir, “si es tu voluntad”, porque en cuanto a sanar el alma decimos “puedes” y podemos agregar que sin duda alguna “lo harás”. Sin embargo, cuando oramos a Dios pidiendo la sanidad del cuerpo, lo dejamos en sus manos diciendo, “no sea como yo quiero, sino como tú”.

-- puedes limpiarme -- En todos los textos del Nuevo Testamento que se refieren a la lepra sólo uno usa la palabra sanar (Luc. 17:15). Los demás dicen limpiar. La inmundicia de la lepra causaba mucho sufrimiento porque los leprosos estaban aislados de toda actividad social y religiosa; por eso, la limpieza era una bendición tremenda. Lev. 13:45, 46 dice que el leproso “ … habitará solo; fuera del campamento”. En Luc. 17:12 vemos que los diez leprosos se pararon “de lejos”. Por eso, nos puede extrañar que este leproso se acerque tanto a Jesús.

5:13 Entonces, extendiendo él la mano, le toco, -- La gente no tocaba a los leprosos para no quedar inmundos hasta la tarde (Lev. 13:46), pero la gente no podía ayudarles. Cristo no quedó inmundo por tocar al leproso, porque en lugar de ser afectado por la lepra El la limpió. En cuanto al toque de Jesús, Luc. 7:14, cuando murió el hijo de la viuda de Naín, “acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate”; Luc. 22:51, cuando Pedro “le cortó la oreja derecha” a Malco, el siervo del sumo sacerdote, Jesús, “tocando su oreja, le sanó”; Mat. 9:29, en el caso de los dos ciegos, “Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho. 30 Y los ojos de ellos fueron abiertos” (Mat. 20:29-34 registra la sanidad de otros dos ciegos); Mat. 17:5, cuando Jesús fue transfigurado delante de Pedro, Juan y Jacobo, “he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. 6 Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. 7 Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis”. Luc. 22:51; Mat. 9:29; 17:7; 20:34.

A veces los enfermos tocaban a Jesús (Luc. 8:44-47); Mar. 3:10, “Porque había sanado a muchos; de manera que por tocarle, cuantos tenían plagas caían sobre él; Mar. 6:56, “Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos”. Sin embargo, el poder no estaba en el toque de Jesús, mucho menos en su ropa, sino en El Mismo; es decir, la gente sanaba porque Jesús quería sanarles. El poder estaba en la voluntad de Cristo (el “Yo quiero”).

Mar. 1:41, “Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio”. Es otra muestra de la gran misericordia de Cristo. La misericordia no es simplemente un "sentimiento"; la misericordia actúa, obra, ayuda. Como dice Barclay, "Para un judío la frase más extraordinaria de todo el Nuevo Testamento probablemente sea: 'Jesús extendió su mano y tocó' al leproso". Recuérdese que Lucas 5:12 dice que este hombre estaba "lleno de lepra". Era bien obvio a todos que este hombre sí era leproso.

Entonces, ¿por qué no respetó Jesús la prohibición de la ley de Moisés en cuanto al contacto con leprosos? (Véase Lev. 5:3; 13:45,46). Porque en lugar de ser contaminado Jesús por la inmundicia del leproso, el leproso quedó limpiado por el poder de Jesús. Nadie fue contaminado por el acercamiento del leproso a Jesús.

-- diciendo: quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él. -- thelo: Quiero. Algunos hermanos enseñan que Cristo nunca usó sus propios atributos divinos. Dicen que El era como Pedro y los demás apóstoles que solamente tenían poder delegado, o sea, el poder que recibieron del Padre o del Espíritu Santo. Según esta doctrina, en cuanto al poder para sanar, etc., Cristo hubiera estado en el mismo nivel que los apóstoles. Sin embargo, aquí Jesús dice thelo, “Yo quiero”. Los apóstoles aclaraban que cuando hacían milagros lo hacían en el nombre de Jesucristo (por ej., Hech. 3:6, “en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”). Pero Jesús dijo, “Yo quiero”; es decir, por su propia voluntad -- su propio poder -- El limpió a este leproso. La Deidad (y, por consiguiente, su gloria) se ve en sus milagros (Jn. 1:14; 2:11). Jesús tenía el poder para hacerlo y era su voluntad hacerlo. Aquí se unen el poder y el querer (GH).

Cuando este hombre se acercaba a Jesús estaba lleno de lepra. En ese momento en que él dijo, “si quieres, puedes limpiarme” estaba lleno de lepra. En otro momento no había lepra alguna. Estaba tan limpio como los que nunca habían sufrido este mal.

La expresión al instante se usa de la sanidad efectuada por Cristo. Luc. 4:39, “E inclinándose hacia ella (la suegra de Pedro), reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les servía”. Luc. 5:25, el paralítico “al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios”.

Al instante su lepra desapareció. ¿Qué señal más maravillosa! Sería imposible para nosotros imaginar la transformación física en ese pobre (y luego muy bendecido) hombre. Todo el daño hecho por la lepra fue corregido instantáneamente. Léase otra vez la descripción de Barclay del daño hecho por la lepra. Pero otro daño horrible se corrigió. Ahora podía restablecerse con su familia, con sus semejantes y sobre todo como participante en el culto a Dios. ¿Qué contraste tan grande entre los milagros verdaderos de Jesús y los supuestos "milagros" hechos por los hombres! No podía haber ninguna duda en cuanto a su limpieza porque estaba "lleno de lepra". No dice Mateo que la lepra estaba mejorada, sino que "su lepra desapareció”.

5:14 Y él le mandó que no lo dijese a nadie; -- Mat. 9:27, “Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! 28 Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor. 29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho. 30 Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa. 31 Pero salidos ellos, divulgaron la fama de él por toda aquella tierra”. ¿Por qué dice esto Jesús? Obviamente todos los parientes y amigos que los conocían y sabían que estaban ciegos sabrían que ahora podían ver y que Jesús les había abierto los ojos. Además, hombres ciegos que de repente tenían esta experiencia tan tremenda de recobrar la vista no iban a quedar callados. Entonces, ¿por qué les da este mandamiento? Tal vez el v. 27 sea el punto clave: gritaban los ciegos diciendo, “¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!” Estos hombres creían en Cristo. Creían que El era el Hijo de David, el Mesías que había de venir. En la mente del pueblo el término Mesías estaba asociado con conceptos políticos extravagantes y con gloria terrenal.

¿No quería que el pueblo creyera en El como el Mesías, el Hijo de Dios? ¿No dice Jn. 20:31 que por esa causa El hizo señales? Sí, pero Jesús no quería que el pueblo proclamara esa gran verdad antes del tiempo, porque no estaban preparados para recibirla. Sacaban conclusiones erróneas, pensando que el Mesías sería el Gran Libertador de Israel, quitando de sus cuellos el yugo de Roma y restaurando la nación de Israel a la gloria de los días de David y Salomón cuando las demás naciones les pagaban impuestos y todo judío estaba tranquilo sentado bajo su higuera.

Entre más el pueblo gritaba que Jesús era el Mesías, más oposición habría de parte de los fariseos, escribas, saduceos y otros líderes judíos. Jesús vino al mundo para morir para expiar los pecados del hombre, pero lo haría cuando El quería. La situación en Palestina entre los judíos y los romanos era muy inflamable. El pueblo judío, al ver los milagros de Jesús, se entusiasmaba mucho creyendo que El podría ser el Mesías que quitaría el yugo de Roma (Juan 6:15). El entusiasmo del pueblo causado por sus milagros tenía que ser frenado en lugar de estimulado, porque impedía su obra. Se requería mucho trabajo (enseñanza, tiempo, paciencia) para convencer por lo menos a sus discípulos que su propósito al venir a este mundo no era lo que la gente esperaba (Jn. 18:36). Jesús sabía cuando "su hora" tenía que llegar. Por eso tenía que frenar el entusiasmo del pueblo de acuerdo al plan. No podía llegar "la crisis" ("su hora") antes del tiempo. El exceso de entusiasmo entre la gente provocaría la malicia y envidia de los gobernantes antes del tiempo. Jesús vino al mundo para morir, y sabía que los judíos llevarían a cabo este plan, pero primero le era necesario cumplir su ministerio de enseñanza.

Pero al salir estos hombres que recibieron la vista “divulgaron la fama de él por toda aquella tierra”, pero posiblemente hablaran solamente de la gran bendición de haber recibido la vista, en lugar de propagar conceptos erróneos acerca de Jesús. Sin duda creían que al hablar de Jesús le mostraban su gratitud, pero les convenía ser obedientes.

Mat. 12:16, “le siguió mucha gente, y sanaba a todos, 16 y les encargaba rigurosamente que no le descubriesen; 17 para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: 18 He aquí mi siervo, a quien he escogido; Mi Amado, en quien se agrada mi alma; Pondré mi Espíritu sobre él, Y a los gentiles anunciará juicio. 19 No contenderá, ni voceará, Ni nadie oirá en las calles su voz”. En este texto tenemos otra explicación de esta prohibición. Jesús era “manso y humilde” y no buscaba publicidad. De hecho le sobraba fama.

Mat. 17:9, “Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos”. Jesús andaba humildemente entre los hombres, pero era importante que hubiera tres testigos de su gloria celestial. En esta ocasión Dios abre la cortina brevemente para que Pedro, Jacobo y Juan viera esta gloria, pero no convenía que ellos proclamaran a otros lo que habían visto. Era para ellos, pero no para el pueblo. Luc.9:36, “y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto”. Después, podrían hablar abiertamente de lo que vieron. 2 Ped. 1:16, “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. 17 Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. 18 Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo”.

Mar. 1:45, “Pero ido él (el leproso a quien Jesús limpió), comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes”. En esto vemos por qué Jesús dio esta prohibición. La fama excesiva impedía su obra de enseñar, su obra principal. El no vino al mundo simplemente para obrar milagros, sino para enseñar. Los milagros eran necesarios como evidencia de su Deidad, pero no eran de ninguna manera el propósito principal de su ministerio.

Tanta fama no ayudaba su obra principal de enseñar. Jesús no quería que la gente pensara sólo en los milagros, sino que por este medio se convenciera de que El era el Hijo de Dios (Dios el Hijo) (Jn. 20:31)

Sin embargo, Jesús no siempre prohibió que hablaran de sus milagros. En Luc. 8:38, “Y el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él; pero Jesús le despidió, diciendo: 39 Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él”. Jesús manda que se publique el milagro. ¿Cómo se explica esto? Varias veces prohibió que hablaran del milagro, y aquí le manda que volviera a su casa y que contara “cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo”. La explicación de este aparente conflicto se ve en el lugar donde este milagro ocurrió. No estaba en Judea ni en Galilea, sino entre los gadarenos en una área algo aislada.

Además, entre esos mismos gadarenos en lugar de gozar de gran popularidad y fama, la multitud “le rogó que se marchase de ellos”.

-- sino vé, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés, para testimonio a ellos. - Lev. 14:1-32 da la instrucción sobre la purificación de los leprosos. Jesús denunció las tradiciones de los judíos (Mat. 15:1-9), pero siempre respetaba y guardaba la ley de Moisés. Véase Mat. 5:17-20. Además era muy necesario que el ex leproso tuviera del sacerdote la confirmación de su limpieza (el certificado de limpieza) para que oficialmente él podría volver a su familia, participar en la sinagoga y templo como también en la vida social de su pueblo. Además, esto sería confirmación adicional del milagro hecho por Jesús. Se ha sugerido que había urgencia en este mandamiento de Jesús por el temor de que si el sacerdote (o algún otro de la jerarquía) supiera que Jesús lo había sanado, podía haber rehusado pronunciar totalmente limpio al hombre. Por el otro lado, si todo se llevó a cabo sin demora, entonces después cuando se descubrió que Jesús le había sanado, el certificado daría evidencia de dos cosas: (1) de que el hombre en verdad se había limpiado de su lepra, así confirmando el milagro, y (2) de que Jesús mostró respeto por la ley de Moisés.

Por último debe notarse que en Mat. 12:16-21 esto coincide con la profecía acerca de la obra de Jesús, de que no buscaría gran publicidad.

5:15 Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. - Obsérvese que mucha gente se reunía para oírle. Esto indica que aunque seguramente muchos querían la sanidad, al mismo tiempo había personas deseosas de oír la enseñanza de Jesús.

5:16 Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba. - Este es otro de los textos en el libro de Lucas que enfatiza que Jesús frecuentemente oraba al Padre.

Continúa

 
 

A la segunda parte

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