LUCAS 5

 
 

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JESÚS SANA A UN PARALÍTICO (MAT. 9:1-8; MAR. 2:1-12)

5:17 Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar. - Jn. 5:19, “todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”; Jn. 14:10, “el Padre que mora en mí, él hace las obras”. Jn. 16:15, “Todo lo que tiene el Padre es mío”. Por lo tanto, el poder del Padre y el poder del hijo era el mismo poder. Jn. 10:30, “Yo y el Padre uno somos”.

5:18 Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él. - Esto suena como Mar. 1:33, “y toda la ciudad se había amontonado a la puerta”.

5:19 Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado (“y cuando habían hecho una abertura”, Mar. 2:4) le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús. - La acción de estos hombres demuestra la urgencia del caso. Parece haber sido un caso de “ahora o nunca” (JWM). Estaban resueltos a aprovechar la presencia de Cristo, porque sabían que en cualquier momento El podría salir para otras partes. Con toda urgencia, pues, hicieron una abertura en el techo y le bajaron para ponerle en medio, delante de Jesús.

5:20 Al ver él la fe de ellos, -- Desde luego, el paralítico tenía fe, porque de otro modo Jesús no le habría perdonado, pero Lucas no dice que Jesús vio la fe del paralítico, sino la fe “de ellos”, los que lo traían. Los que profesan sanar enfermos en la actualidad insisten mucho en que los enfermos tengan fe, y cuando no pueden sanar dicen que fue por la falta de fe en los que querían sanar, pero en este caso Jesús observó la fe de los que bajaron al enfermo desde el techo. La fe de éstos se podía “ver” en sus acciones. Véase Sant. 2:14-26.

-- le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados. - El paralítico tuvo dos enfermedades: su cuerpo estaba enfermo, pero también su alma estaba enferma. El pecado es la causa de muchas enfermedades, pero no es la causa de todo pecado (Jn. 9:1-3) ni de toda calamidad (Luc. 13:1-5).

La ley de Moisés todavía estaba en vigor y, por eso, los requisitos para obtener el perdón prescritos por la ley todavía estuvieron de vigencia. Por eso lo que Jesús dice aquí es una expresión sorprendente de su autoridad (JWM).

Al decir, “tus pecados te son perdonados”, Jesús decía, “yo te perdono”. El podía decir esto porque era Dios, uno con el Padre (Juan 10:30). También perdonó a la mujer pecadora en la casa de Simón el fariseo (Luc. 7:48) y dijo al ladrón en la cruz, “hoy estarás conmigo en el paraíso” (Luc. 23:43). Esta es la proclamación más importante del mundo entero: “tus pecados te son perdonados”.

Cristo es el único hombre que podría decir esto. Ningún hombre, antes o después de Cristo, debía o debería pronunciar estas palabras, porque pertenecen exclusivamente a Dios. Los sacerdotes de la Iglesia Católica Romana que dicen “yo te absuelvo” blasfeman contra Dios porque reclaman para sí mismos el poder que pertenece exclusivamente a Dios.

Muchos enseñan que aquí en la tierra nuestro Señor Jesucristo actuaba y obraba como un mero hombre, y que el poder que tenía era poder delegado; es decir, que en cuanto al poder que ejercía, El era igual a los apóstoles que hacían milagros por el poder delegado por Dios (Padre, Hijo o Espíritu Santo), pero ningún apóstol jamás dijo, “tus pecados te son perdonados”. Compárese Hech. 8:21, Pedro dijo a Simón el mago, “No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. 22 Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón”. Aunque Pedro tenía poder delegado para hacer milagros, no tenía poder delegado para perdonar pecados, simplemente porque tal poder no se puede delegar. Solamente Dios puede perdonar pecados. Pedro dijo (Hech. 3:6), “en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”, pero nunca dijo “en el nombre de Jesucristo tus pecados te son perdonados”. Tampoco podían ser adorados los apóstoles. Es muy cierto que Jesús (Mat. 10:1) y el Espíritu Santo (Hech. 2:1-4, etc.) dieron grandes poderes a los apóstoles. Además, éstos podían impartir los dones espirituales a otros (Hech. 8:18; Rom. 1:11). Sin embargo, es necesario hacer una distinción clara entre Cristo y los apóstoles. Los hermanos que borran esta distinción enseñando que aquí en la tierra Jesús, al igual que los apóstoles, usaba solamente poder delegado, niegan la Deidad de Cristo.

Cristo perdonaba pecados porque siempre El era y es Dios. El no dijo, “Hombre, en el nombre del Padre tus pecados te son perdonados”, porque lo que Jesús hizo el Padre hizo. Los atributos, poderes y obras de ambos son idénticos.

Lo que ocurrió en esa ocasión era en extremo impresionante para los judíos. Jesús de Nazaret, el que era conocido como el “carpintero”, el hijo de José, ¡perdonaba pecados! Sin lugar a dudas, el poder o la autoridad para perdonar pecados es atributo divino, atributo de Dios, porque solamente Dios puede perdonar pecados (Isa. 43:25, “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones”). En esta ocasión Cristo hizo lo que solamente Dios puede hacer. De esta manera, mostraba otra vez que El era Emanuel, Dios con nosotros. Lamentablemente algunos, con el propósito de enfatizar la humanidad de Cristo, enseñan que Jesús nunca usó ningún atributo divino, sino que solamente usó atributos humanos, obrando exclusivamente al nivel humano como lo hicieron los apóstoles.

Estos aun van al extremo de enseñar que El “perdonó” pecados como un mero hombre, como lo hicieron los apóstoles, y citan Juan 20:20, “Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. 23 A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” (véase también Mat. 16:19).¿En qué sentido remitieron los apóstoles los pecados de la gente? ¿Hablaron como Jesús, diciendo “tus pecados te son perdonados”? Claro que no. Los apóstoles nunca dijeron a nadie, “Tus pecados te son perdonados”. Sólo Dios habla así y Cristo era Emanuel, Dios con nosotros (1:23). Dijo la misma cosa a una mujer cuando estuvieron en la casa de Simón el fariseo (Luc. 7:48), y lo que dijo al ladrón en la cruz equivalía la misma cosa (Luc. 23:43).

¿Creían los apóstoles que ellos tenían la misma autoridad de Dios que Jesús poseía? ¿Por qué no dijeron, “nosotros, al igual que nuestro Señor Jesucristo tenemos potestad en la tierra para perdonar pecados”? ¿Cómo, pues, remitieron y retuvieron pecados? Como embajadores de Cristo lo hicieron al anunciar lo que Dios requiere del hombre para que le perdone (Hech. 2:38). Sin embargo, Jesús siendo Dios el Hijo, perdonó pecados por su propia autoridad (y con su propia boca), porque “el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados” (Mat. 9:6), la misma potestad o autoridad que el Padre tiene para perdonar pecados.

5:21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar (razonar), diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? - La palabra blasfemar quiere decir calumniar o hablar contra alguien, pero también significa reclamar para sí autoridad, atributos o poder que pertenecen exclusivamente a Dios. Si Jesús hubiera sido - o hubiera actuado como -- un mero hombre, entonces los escribas habrían tenido razón, pues cualquier mero hombre que profese perdonar pecados blasfema contra Dios. Cuando el sacerdote católico dice, “yo te absuelvo”, blasfema contra Dios porque reclama para sí una prerrogativa que pertenece exclusivamente a Dios. Sin embargo, la acusación contra Jesús, “Este blasfema”, era falsa, porque Jesús no era un mero hombre. Por no haber aceptado esta verdad, los escribas erraron en su conclusión.

Después acusaron a Jesús de blasfemar porque decía que era el Hijo de Dios. Mat. 26:63, “Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. 64 Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. 65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado!”

5:22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, -- Mat. 12:25; Luc. 5:22; 11:17; Jn. 2:24, 25.

-- respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones? (Mateo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?) - Jesús puede ver el pecado en el corazón (Mat. 5:28; Col. 3:5; 1 Jn. 3:15). Los escribas no negaron que Jesús conoció sus pensamientos, pero sólo Dios conoce los pensamientos del hombre (1 Crón. 28:9; Jer. 17:10; Ezeq. 11:5; Heb. 4:13). Al conocer los pensamientos de los judíos Jesús demostró que aun aquí en la tierra El era Dios omnisciente. Jn. 2:24, “Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, 25 y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre”.

Dios conoce el corazón del hombre. En el día del Juicio Final Dios juzgará los secretos del corazón del hombre (Rom. 2:16). Con el corazón el hombre piensa (Mat. 9:4), razona (Mar. 2:8), cree (Rom. 10:9, 10), y entiende (Mat. 13:5). El “corazón” bíblico es el intelecto (Rom. 10:9, 10). Son las emociones (Rom. 5:8; 1 Jn. 4:19). Es la voluntad (2 Cor. 9:7). Con todo el corazón - el intelecto, la voluntad y las emociones -- el hombre debe amar a Dios (Mat. 22:37).

5:23 ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? -- El perdonar pecados es un acto que ocurre en la mente de Dios y, por eso, no es visible, pero el sanar al paralítico fue un hecho visible. Jesucristo no sólo habló, sino que actuó. No sólo decía que perdonaba pecados, sino que también hizo este milagro para demostrar que tenía la autoridad para perdonar pecados. Los apóstoles nunca hicieron milagros para probar que podían perdonar pecados; tal pensamiento nunca hubiera entrado en su mente, porque bien sabían que sólo Dios perdona pecados, y sabían y confesaban que Cristo era Dios.

Mateo, Marcos, Lucas y Juan nos han narrado los hechos de Jesús. No se puede discutir con los hechos, porque los hechos hablan por sí solos. Jn. 20:30, 31, “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. 31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”. Señales son hechos. Son actos. Son eventos. Jesucristo no es una teoría. El no es como los “personajes” mitológicos, que no tuvieron ni tienen existencia, sino que fueron inventados por los hombres. Cristo vivió y anduvo sobre esta tierra. La tierra donde El caminaba existe ahora. Cualquiera puede visitar la tierra donde El vivió. El es un Personaje histórico.

Es indispensable que los predicadores y maestros de la Biblia enfaticen cada vez más los hechos de los que habla la Biblia. Es muy cierto que hay mucha enseñanza que estudiar, pero el fundamento de todo son los hechos de los hombres de Dios, y sobre todo los de Jesucristo nuestro Señor. Sus milagros se llaman señales, porque una señal afirma algo. Entrega un mensaje.

El enfermo recibió dos bendiciones muy grandes: la sanidad del cuerpo y el perdón de sus pecados.

Cristo explica que el poder de perdonar pecados equivalía al poder de sanar milagrosamente. Puesto que los apóstoles hacían milagros, ¿qué diferencia había entre los milagros hechos por ellos y los milagros hechos por Cristo? La diferencia muy significativa era que Cristo hizo milagros por su propia autoridad, mientras que los apóstoles hacían milagros en el nombre o por la autoridad de Cristo. Recuérdese que Mateo 10:1 dice, “Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia”. Véase Hech. 3:6, “en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”.

El punto principal en este texto es que, como todos saben, solamente Dios puede perdonar pecados. Por eso, si el Salvador podía probar que El podía perdonar, la inferencia necesaria sería que El era Dios. Por eso, probó que podía perdonar cuando sanó al hombre. El acto visible probó el acto invisible (el de perdonar). Esto bien ilustra el hecho que como Cristo tiene dominio sobre el mundo físico, también tiene dominio sobre el mundo espiritual.

Los sacerdotes católicos profesan perdonar pecados, pero ¿pueden sanar a los paralíticos para probar que tienen esa autoridad?

5:24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad (autoridad LBLA) en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. - Jesús tenía autoridad divina para hacer las dos cosas: perdonar pecados y sanar milagrosamente. Esa autoridad que reside en los cielos ya estaba en la tierra también, porque Dios había llegado a ser hombre (Mat. 1:23, Emanuel, Dios con nosotros).

5:25 Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios. - ¡Qué contraste maravilloso! Ahora él mismo lleva el lecho en el que había sido llevado por otros. Jesús procede a sanar al hombre para mostrar que “el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados”, y los judíos no podían refutar su argumento. Primero, perdonó pecados; segundo, dijo que el sanarlo sería la prueba de que podía perdonar; tercero, lo sanó. Con este hecho, este acto, Jesús comprobó lo que les había dicho; es decir, que en realidad El mismo tenía potestad en la tierra para perdonar pecados. La autoridad para perdonar pecados reside exclusivamente en Dios, pero ahora Dios estaba “en la tierra” en la persona de Jesucristo.

Algunos creen que cuando Cristo “fue hecho carne” (Jn. 1:14), vivió “en la tierra” como un mero hombre, sin usar o mostrar ningún atributo divino ni una sola vez, pero Jesús dice que “el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados”, y en ese momento lo hizo, confirmándolo con un milagro visible. Al hacer esto, pues, El usó o ejercía atributos divinos.

5:26 Y todos (con la excepción de los que decían que Jesús blasfemaba), sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas. (Mat. 9:8 Y la gente, al verlo, se maravilló (sintieron temor, LBLA) y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.) - El pueblo vio a Jesús como un mero hombre, pero ahora se sienten como en la presencia de Dios. Compárese Luc. 5:8. Con el milagro Jesús les convenció que tenía autoridad para perdonar pecados. Por eso, “glorificó a Dios, que había dado tal potestad (autoridad) a los hombres”.

Los que enseñan que Cristo nunca usó atributos divinos sino solamente atributos humanos citan Mat. 9:8 para probar que en realidad Jesús no usó su propia autoridad para perdonar pecados. Dicen que solamente usó la autoridad que recibió del Padre. Los que enseñan así no entienden que autoridad divina es autoridad divina. No hay diferentes clases de autoridad divina. Dios (Padre, Hijo, Espíritu Santo) es omnipotente, omnisciente, es adorado, y tiene autoridad para perdonar pecados, etc. No hay tres clases de omnipotencia o omnisciencia, ni tampoco tres clases de autoridad divina para perdonar pecados. Este lenguaje implica la identidad de Cristo con el Padre. “Yo y el Padre uno somos” (Jn. 10:30).

HOY HEMOS VISTO MARAVILLAS (extraordinarias, LBLA; lit., increíbles), Luc. 5:17-26

1. Un maestro en Israel sin letras, v. 17; Mat. 13:54; Luc. 2:46, 47; Hech. 4:13.

2. Un enfermo bajado desde el techo, v. 19; ¿por qué? V. 20 por la fe. Estaban resueltos. Creían que el caso era “urgente”. Muchos están dispuestos a ayudar a otros si no nos cuesta mucho tiempo, trabajo o sacrificio, pero estos cuatro hombres tuvieron que subir a la azotea, hicieron abertura en el techo y bajaron al hombre. Hay muchos que harían algo semejante para instalar la antena de televisión sobre el techo, pero ¿cuántos harían lo que estos hicieron para ayudar a un hombre enfermo?

3. Un “hombre” que perdonaba pecados v. 20, 21; sólo Dios puede perdonar pecados, Isa. 43:25; por lo tanto, Cristo es Dios.

4. Un “hombre” que conocía los pensamientos de la gente, v. 22; sólo Dios puede hacer esto, 1 Crón. 28:9; Jer. 17:10; Ezeq. 11:5; Heb. 4:13. Un mero hombre no puede hacerlo, pero Jesús no era un mero hombre. Jn. 2:24, 25; Mat. 9:4; 12:25. Si aceptamos, pues, que Dios conoce los pensamientos del hombre, tenemos que reconocer que Cristo es Dios.

5. Un hombre sanado en un momento, v. 22-25. Fue un milagro hecho delante de muchas personas. El hombre mostró que estaba sanado “al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa”. Con razón el hombre sanado glorificaba a Dios.

6. Un hombre que causó temor en todos, v 26; Luc. 7:16; 8:25, 35, 37.

7. Pero otra maravilla: los fariseos y doctores no quedaron convencidos 5:30; 6:7, 11; 11:15, 53; 15:1, 2; 19:47, etc. En esta ocasión muestran otra vez que teniendo ojos no veían y que teniendo oídos no oían. Demostraban repetidas veces que no eran sinceros. No podían refutar a Jesús en el caso de perdonar al paralítico y confirmarlo con sanarlo, pero aun después de tanta evidencia y prueba ellos seguían con su propósito de oponerse a Cristo hasta “acabar” con El.

LLAMAMIENTO DE LEVÍ (MATEO) (MAT. 9:9-13; MAR. 2:13-17)

5:27 Después de estas cosas salió, y vio a un publicano (recaudador de impuestos, LBLA)

llamado Leví, -- Su otro nombre era Mateo. A sí mismo se llama Mateo (Mat. 9:9). La reputación de los publicanos se ve en Mat. 9:10,11; 11:19; 21:31,32; Mar. 2:15,16; Luc. 5:30; 7:34; 15:1; 19:7. Se mencionan juntos con pecadores, porque muchos publicanos se aprovechaban de su oficio para robar al pueblo.

-- sentado al banco de los tributos públicos, -- Este trabajo era legítimo. Luc. 3:12, “Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? 13 El les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado”. No les dijo que dejaran ese empleo como si fuera malo en sí, sino que evitaran la práctica común de los publicanos de exigir más de lo que era ordenado por los romanos.

-- y le dijo: Sígueme. - Estos relatos son muy breves. No hemos de concluir que Mateo no había visto o conocido a Jesús antes de esta ocasión. Sin duda le había conocido por algún tiempo, le había escuchado y había visto sus milagros.

Aquí está otro ejemplo de lo que Juan afirma de Jesús (2:24, 25). El conocía al hombre. Como El conocía, aun de lejos, a Natanael (Jn. 1:47, 48), El veía algo en el publicano Mateo que ningún otro judío hubiera visto. Jesús sabía que este hombre, tan rechazado y despreciado por los judíos, estaba calificado para ser uno de sus testigos y embajadores. Los publicanos eran ricos, pero Jesús sabía que para este hombre el dinero no era lo más importante. Jesús sabía que este hombre no podía ser juzgado por su ambiente y las circunstancias del momento. Reconocía que este hombre estaba dispuesto a calcular gastos y seguirle a pesar de lo que le costara.

5:28 Y dejándolo -- No hemos de concluir que Mateo dejó su negocio de manera desordenada. Siendo hombre responsable tuvo que cerrar sus libros y dejar todo su trabajo en manos competentes.

todo, .. Los publicanos eran odiados por los judíos, pero sin abusar de su puesto podían ganar buen dinero. Con gran sacrificio, pues, Mateo dejó todo para seguir a Cristo, Desde luego, el “todo” de cualquiera es “todo”, pero sin lugar a dudas, el “todo” de Mateo era considerable, pero al escribir este relato Mateo no dice que él había dejado todo. En esto mostraba su humildad.

-- se levantó y le siguió. - Compárese Mat. 4:18-22. El evangelio según Mateo refleja su amplio conocimiento del Antiguo Testamento, pues cita muchas profecías que fueron cumplidas por Cristo. También conocía la jerarquía religiosa de su tiempo. Conocía a fondo a los fariseos, los saduceos, los escribas, los herodianos, etcétera.

5:29 Y Leví le hizo gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos. - Algunos suponen que Mateo hizo este banquete como fiesta de despedida de sus socios, pero es probable que lo hizo para introducirles a su Maestro. El se preocupaba por la salvación de ellos y quería que ellos escucharan las palabras de Jesús. ¡Qué buen ejemplo de la llamada “obra o evangelismo personal”! Obviamente era un hombre de mucha influencia, pues “había mucha compañía de publicanos y otros que estaban a la mesa con ellos”. Esto nos recuerda de Cornelio quien podía juntar buen número de personas para oír a Pedro (Hech. 10:27,33).

También al hacer este “gran banquete” para Jesús, Mateo se comprometió firmemente a la causa de Cristo.

5:30 Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores? - Y ellos, ¿qué hacían allí? ¿por qué estuvieron presentes? Si Jesús estaba tan falso, equivocado y malo como ellos pensaban, ¿por qué tomaban la molestia de siempre estar cerca de El para criticarlo? La respuesta es que Jesús era un Personaje tan importante que los líderes entre los judíos tenían que tomarlo en cuenta. Todo el pueblo tenía mucho interés en las actividades de Jesús. Así era el impacto de su ministerio.

Desde luego, aunque estos escribas y fariseos estuvieron “presentes” en esa ocasión, se quedaron de lejos para no ser “contaminados” por los publicanos. Ellos tenían hambre, pero no para participar de ese “gran banquete”, sino para encontrar ocasión contra Jesús. No les gustó estar cerca de los menospreciados publicanos, pero tenían un fuerte deseo de estar cerca de Jesús para poder condenarle.

5:31 Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. - Lo que Jesús dice es una verdad evidente (axiomática). El basa su argumento, pues, sobre una premisa innegable. Los escribas y fariseos no podían negar que los publicanos estaban “enfermos”; precisamente por eso no querían asociarse con ellos. Profesaban ser los “médicos” del pueblo, pero no querían acercarse a los que ellos mismos consideraban muy enfermos. Muchos evitan la compañía de tales personas para no manchar su reputación. Generalmente se supone que a los del mismo carácter o naturaleza les gusta juntarse. “Dime con quién andas y te diré quién eres” (GH; RCHL), pero este refrán no se puede aplicar a Jesús, ni tampoco a sus discípulos que siguen su ejemplo, porque su asociación con pecadores es la del médico con enfermos. ¿Cómo puede el médico sanar al enfermo sin estar cerca de él? Sería en extremo absurdo que el médico rehusara estar cerca de los enfermos. Eso es su trabajo. De la misma manera, el trabajo de Jesús era sanar a los que estaban enfermos espiritualmente. Exodo 15:26, “Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador”.

Mat. 5:13, “Vosotros sois la sal de la tierra”. La sal no solamente da sabor, sino que también preserva de la corrupción, pero para hacerlo tiene que ser aplicada. Por eso, recordemos Jn. 7:24, “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”. Hay que evitar juicios superficiales.

Jesús y sus discípulos no eran socios o compañeros de pecadores para participar con ellos en sus prácticas malas, sino para salvar su alma.

Hay mucha diferencia entre lo que Jesús hizo y el asociarse con pecadores sin enseñarles. A veces hermanos mundanos dicen que no es malo asistir a un baile, pero ¿qué hace el cristiano en ese lugar? ¿Enseña y exhorta a los que están bailando a arrepentirse? ¿Les enseñan el plan de salvación y les invita a los servicios? Si están presentes, y callados, se identifican con los demás aunque no estén bailando ellos mismos. ¿Por qué ir a la cantina para tomar una limonada?

Los discípulos de Jesús son santos (santificados), separados del mundo, pero ¿en qué sentido?

Heb. 7:26, “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielo”. Aunque Jesús comía con los pecadores, estaba “apartado de los pecadores”, porque no compartía ni su carácter ni su conducta. No compartía sus pensamientos, propósitos, sentimientos y placeres. Estaba con ellos físicamente, pero nada más.

1 Cor. 5:9, “Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; 10 no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. 11 Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis”. La Biblia no prohíbe que los cristianos coman con los del mundo. El comer con ellos no es como la comunión que tenemos con Dios y los fieles. Los cristianos deben imitar a Cristo, comiendo con pecadores, para ganarles a la verdad. Mat. 5:13, “Vosotros sois la sal de la tierra”, y la sal tiene que ser aplicada para preservar de la corrupción.

En la oración intercesora Jesús dice lo siguiente acerca de sus discípulos: “Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. 16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. 18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. 19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Jn. 17:14-19). Los cristianos están en el mundo para ser la luz del mundo (Mat. 5:14-16). Obviamente, pues, es necesario que haya contacto entre los discípulos de Cristo y los del mundo.

Entonces, ¿qué quiere decir Pablo en 2 Cor. 6:17? “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor”. ¿Cómo pueden los discípulos salir de en medio de los del mundo y al mismo tiempo comer con ellos? ¿Puede uno hacer las dos cosas? Pueden y deben hacer las dos cosas. ¿Cómo? Obviamente el cristiano no puede estar con los del mundo cuando éstos hacen mal. Por ejemplo, no puede estar con ellos cuando están tomando y bailando. Lo que Pablo dice en 2 Cor. 6:17 se refiere en parte a lo que dice en 1 Cor. 8:10 acerca del hermano “sentado a la mesa en un lugar de ídolos”. ¿Puede el cristiano hacer obra personal “sentado a la mesa en un lugar de ídolos”? ¿Puede el cristiano hacer “obra personal” en el baile? Si el cristiano asiste a un baile y le invita a su amigo mundano a acompañarle a los servicios de la iglesia, ¿qué dirá el mundano? “Si tú eres cristiano, qué estás haciendo aquí en el baile?” Lo mismo en una cantina o en una docena de otros lugares o actividades. En ese caso el hijo de Dios debe decir a los mundanos, “Apartaos de mí, malignos, Pues yo guardaré los mandamientos de mi Dios” (Sal. 119:115).

Luc. 22:55, “Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos”. En ese momento tan difícil para Pedro, no le convenía sentarse con esas personas. En lugar de predicarles dejó que le provocaran a negar a Cristo. Esta es precisamente la prueba que el cristiano confronta cuando se asocia con los del mundo: ¿les enseñará o será tentado por esos compañeros a negar a Cristo? No es posible ser neutral. Luc. 11:23, “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”.

Entonces, ¿cuál es la conclusión del tema de asociarse con pecadores? Sal. 1:1, “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado”. Obviamente este varón bienaventurado no está en camino de pecadores en el sentido de participar de esos caminos.

Por último, ¿qué diremos del refrán, “Dime con quien andas y te diré quién eres”? Depende de lo que hagan cuando andan juntos. 1 Cor. 15:33, “Las malas compañías corrompen las buenas costumbres”. ¿Por qué? Porque los que tenían buenas costumbres las abandonaron y comenzaron a practicar malas costumbres. Sin embargo, si los discípulos imitan al Maestro, hay esperanza de que cambien las malas costumbres de sus amigos mundanos. Pero lamentablemente algunos que profesan ser cristianos no enseñan a los amigos mundanos, sino que son llevados otra vez al mundo por sus amigos, “siguiendo la corriente de este mundo” (Efes. 2:2).

5:32 No he venido a llamar a justos, -- Jesús trata con estos escribas y fariseos según la opinión que ellos tenía de sí mismos. Desde luego, Jesús no está clasificando a los escribas y fariseos como “justos”. No había en toda la tierra hombres más enfermos espiritualmente que estos líderes de los judíos. En otro texto (Luc. 16:15) Jesús les dice, “Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación”. ¿Cómo podían ser justos ante los ojos de Dios cuando no tenían misericordia alguna para los pecadores?

Sin embargo, en esta ocasión (Luc. 5:30-32), Jesús empleó la misma premisa que ellos aceptaban para exponer la falsedad e hipocresía de sus quejas contra El. Al mismo tiempo las palabras de Jesús son una acusación contra los escribas y fariseos; es decir, les tocaba a ellos asociarse con los perdidos para tratar de sanarlos en lugar de evitarlos.

-- sino a pecadores al arrepentimiento. - Desde luego, el “arrepentimiento” abarca la conversión completa. Primero todos deben creer en Cristo como el Hijo de Dios, luego arrepentirse (tener cambio de corazón, estando resuelto a dejar el pecado y error para ser un fiel hijo de Dios), entonces deben confesar su fe en Cristo (Hech. 8:37) y ser bautizados en agua para perdón de pecados (Hech. 2:38). Habiendo hecho esto son añadidos a la iglesia de Cristo, la que El estableció el día de Pentecostés (Hech. 2:41, 47).

Hay muchos religiosos que trabajan entre los que sufren por causa de sus pecados, sin llamarlos al arrepentimiento. Para ellos el evangelio es un ministerio al sufrimiento físico de los borrachos, drogadictos y prostitutas. Reparten alimentos, proveen dormitorios y les dan la atención médica, pero deben predicarles el evangelio del arrepentimiento para salvar su alma.

Desde luego, tales pecadores sufren física y mentalmente y es necesario ayudarles, pero el evangelio se dirige a su necesidad espiritual. La mayoría de tales personas no quieren la ayuda verdadera, sino solamente limosnas. Cristo se asociaba con los pecadores más menospreciados, pero lo hizo para salvar su alma. No hay gracia sin arrepentimiento. ¿Qué dijo el rey al hombre que vino a la fiesta no vestido de boda? (Mat. 22:11) En esta parábola Jesús nos enseña la necesidad de dejar el pecado y vestir la ropa de justicia. Todos los pecadores, de toda clase, pueden venir a Cristo. El homosexual puede venir a Cristo, pero tiene que arrepentirse de su pecado y dejar de practicarlo. Todos los fornicarios pueden venir a Cristo, pero tienen que arrepentirse y dejar de practicar la fornicación. Todos los pecadores - los mentirosos, los ladrones, los asesinos y todos los demás - tienen que hacer lo mismo. Así también los que cometen adulterio por haberse divorciado de sus esposas no por causa de fornicación y se han vuelto a casar pueden venir a Cristo, pero tienen que dejar de cometer adulterio (abandonar la unión que es adulterio).

PREGUNTA SOBRE EL AYUNO (MAT. 9:14-17; MAR. 2:18-22)

5:33 Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben? -- Esta pregunta implica que Jesús y sus discípulos estaban equivocados por no practicar los ayunos que ellos observaban. Obviamente les extrañaba la diferencia entre la conducta de los discípulos de Jesús y los de Juan quien era el precursor de Cristo. Sin embargo, aunque los discípulos de Juan y otros creían que los ayunos les hacían más piadosos, la ley de Moisés requería que el pueblo ayunara solamente en el día de expiación (Lev. 23:27). “Algunos individuos ayunaban voluntariamente a lo largo de su historia, en emergencias que hicieron al ayuno cosa natural. Los profetas algunas veces llamaron a todo el pueblo al ayuno, con oraciones y actos de humillación, para evitar calamidades” (JAB); es decir, en estos casos el ayunar era para mostrar humildad y arrepentimiento.

El fariseo de la parábola de Luc. 18:12 dijo que ayunaba dos veces a la semana, creyendo que el ayunar era marca de piedad superior. Algunos en la iglesia continuaban esta y otras costumbres judaicas (Hech. 13:2; 14:23). Jesús, sin embargo, ni mandó ni prohibió que sus discípulos ayunaran. Es muy obvio que Jesús y sus apóstoles nunca establecieron ningún ayuno formal para la iglesia. El ayuno no debe ser forzado. Si no es espontáneo no tiene sentido alguno. El habló del ayuno como la consecuencia normal de algún suceso que debe mostrar espontáneamente la aflicción del alma.

Los ayunos de Pablo se incluyen entre sus sufrimientos (2 Cor. 6:5, “en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos”; 11:27).

Los apóstoles enseñaban mucho sobre las obras de la carne, pero al hablar de cómo combatirlas no hablan de ayunar como un remedio.

5:34 El les dijo: ¿Podéis acaso hacer que los que están de bodas (los acompañantes del novio, LBLA) ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos? - Los discípulos de Juan deberían haber recordado las palabras de él: “El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido” (Juan 3:29). Juan mismo decía que Jesús era el esposo y que él (Juan) era el amigo del esposo. Por lo tanto, deberían tomar muy en cuenta esta explicación de Jesús.

Dios habla de sí mismo como el esposo de su pueblo Israel (Isa. 54:5, “Porque tu marido es tu Hacedor”; 62:5; Oseas 2:19, 20). En esto vemos otra prueba de la Deidad de Jesús. Dios era el marido del pueblo de Israel; Cristo es el marido de la iglesia, su esposa. El Nuevo Testamento habla de Cristo como el marido de la iglesia (Efes. 5:23-25; Apoc. 19:7; 21:9). Por eso, la enseñanza de Cristo, tanto en las epístolas como en las parábolas, emplea la figura de la fiesta de bodas para describir el gozo y las bendiciones del evangelio. Juan (2:1-11) no describe la fiesta de bodas como ocasión de luto en la cual la gente debería ayunar. La religión de Jesús no se compara con un funeral, sino con una boda. Aun en medio de persecución severa los apóstoles se regocijaron (Hech. 5:40, 41; 16:25). Fil. 4:4, “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”

La palabra evangelio significa buenas nuevas, y trae al mundo gran gozo. Es cierto que trae conflictos y persecuciones (Mat. 5:10-12; 10:34-37, etc.), pero es el mensaje de salvación del alma del pecado y del castigo eterno.

5:35 Mas vendrán días cuando el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán. - En varias ocasiones y en diferentes maneras Jesús habló de su muerte: 16:21; 17:22; 20:18, 19; Jn. 3:14; 12:32,33. “Ayunarán” porque estarán confusos (Mat. 16:23) y afligidos. Jn. 16:20, “De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. 21 La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. 22 También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo”. Al acontecer esto nadie tendría que prescribir un ayuno para ellos, pues sería la expresión natural de su tristeza y aflicción. “Jesús no quiere considerar el ayunar como arreglo mecánico que meramente está establecido para días fijos. De esa manera es inútil” (RCHL).

El esposo estaba con ellos otra vez cuando resucitó de los muertos. Aunque no estaba con ellos físicamente había prometido estar siempre con ellos (Mat. 28.20).

5:36 Les dijo también una parábola: Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo. - Esto sucede porque al mojarse la nueva tela encoge. “Los discípulos de Juan veían a Jesús como reformador del judaísmo, pero él corrige sus impresiones falsas” (JWM). Los discípulos de Juan no entendían que Jesús estaba estableciendo una religión completamente nueva. No sería remiendo de nada. Jesús estaba cumpliendo la ley, los profetas y salmos (Luc. 24:44), pero no cumplía las tradiciones de los hombres.

Si Cristo hubiera obligado a sus discípulos a conformarse a las tradiciones de los judíos, habría puesto remiendo de paño nuevo en vestido viejo. De esta manera el evangelio no habría ayudado en nada a los judíos. Había mucha rotura en su religión y no tenía sentido hacer mayor la rotura.

Un ejemplo claro de lo desastroso de tratar de poner un remiendo nuevo sobre el vestido viejo era la práctica de los judaizantes de imponer la circuncisión sobre los conversos gentiles (Hech. 15). Esto bien ilustra lo condenable de imponer las tradiciones y leyes humanas sobre la iglesia de Cristo (Mat. 15:8, 9).

5: 37 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán. 38 Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan. - Un odre es “un cuero cosido y empegado que sirve para contener vino, aceite, etc.” Los odres viejos se perderían por causa de la fermentación del vino nuevo. Esta segunda ilustración refuerza la primera. Jesús no obligó a sus discípulos a practicar los ayunos prescritos por la tradición de los judíos. “Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe” (Mat. 11:19). “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (Jn. 15:11).

5:39 Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor (bueno o agradable, LBLA, margen). “El añejo” no es mejor, sino que así pensaban los fariseos y tal vez unos discípulos de Juan. Estaban acostumbrados al “añejo” y les gustaba, pensando que era mejor que la doctrina de Cristo. Es difícil cambiar. Creían que estaban practicando algo piadoso y aceptable ante los ojos de Dios, pero les convenía abrir los ojos para examinar detenidamente la “perfecta ley de la libertad” (Sant. 1:25).

“Estas ilustraciones frecuentemente han sido mal aplicadas. Puesto que ahora la enseñanza de Cristo es antigua, pensadores modernistas la han comparado a antiguos cueros secos y afirman que ya no debe ser combinada con los conceptos religiosos que ellos avanzan” pero “sus ideas nuevas no son nuevas y la enseñanza de Cristo es todavía tan nueva, verdadera y gloriosa como lo era cuando él andaba sobre la tierra” (RCHL).
 

 
 

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