LUCAS 9 |
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Misión de los doce apóstoles (Mat. 10:5-15; Mar. 6:7-13) 9:1 Habiendo reunido a sus doce discípulos, -- Ya hemos notado la selección de los doce (6:12-16). El número “doce” es muy común en las Escrituras: Hubo doce patriarcas, Gén. 35:22; 42:13, 32; y doce tribus de Israel, Ex. 28:21; 24:4; había doce piedras en el pectoral del juicio (Ex. 28:17-21; el pan de la proposición consistía de doce tortas (Lev. 24:5-9); hubo doce columnas en el altar que Moisés edificó al pie del Monte Sinaí (Ex. 24:4); el altar que edificó Elías fue de doce piedras (1 Reyes 18:31); doce espías fueron enviado para ver la tierra de Canaán (Núm. 13:1); doce piedras fueron tomadas del río Jordán como memorial de las aguas divididas (Josué 4:3-8); Apoc. 12:1 describe la mujer que corona con doce estrellas; y Apoc. 21:14, “el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero”. Dice Marcos (3:14), “Y estableció a doce, para que estuviesen con él”. Estarían íntimamente asociados con Jesús por más de tres años y al predicar en Jerusalén daban evidencia del entrenamiento que recibieron de Jesús, Hech. 4:13; véanse 1 Jn. 1:1-3; 2 Ped. 1:16. Ellos eran los verdaderos testigos de Jehová, pues Cristo es Dios (Jn. 1:1; Rom. 9:5; Tito 2:13, etc.) y el nombre “Jehová” se aplica a Cristo también (Isa. 45:23, Jehová dice, “Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua” y en Fil. 2:10, 11 Pablo dice esto de Cristo). Para ser apóstoles tenían que ser testigos de Cristo y su resurrección (Hech. 1:8, 21). ¿Por qué incluye el Nuevo Testamento un libro llamado “Hechos de los apóstoles”? Porque después de ascender Jesús al cielo, los apóstoles llevaron a cabo su obra aquí en la tierra. ¿Por qué dice Lucas (Hech. 2:42), que los primeros que obedecieron al evangelio “perseveraban en la doctrina de los apóstoles”? Porque los apóstoles eran los embajadores de Jesús (2 Cor. 5:20). Jesús había prometido (Jn. 14:26; 16:13), “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho … Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad”. Ellos llevaron este mensaje de salvación (el evangelio) a todas las naciones (Mat. 28:19; Mar. 16:15). Jesús les dijo, “El que a vosotros recibe, a mí me recibe”. Por lo tanto, Jesús les dice (Mat. 19:28), “Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel”. Así pues el ministerio apostólico era y es de gran importancia. Véanse otros textos que enfatizan la autoridad de los apóstoles: Mat. 16:19; 18:18; Jn. 20:21-23; Hech. 2:47; 14:37; Gál. 1:8, 9; Efes. 2:19, 20; 1 Tes. 2:13; 4:8; 2 Tim. 1:13; 1 Jn. 4:6; 2 Ped. 3:2; Judas 3. Es por esta causa que debemos seguir los ejemplos establecidos por los apóstoles (p. ej., Hech. 14:23, “Y constituyeron ancianos en cada iglesia”; Hech. 20:7, “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba”; 1 Cor. 16:2, “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas”). Véanse 1 Cor. 4:16, 17; Fil. 4:9. La diferencia básica entre la iglesia de Cristo y el mundo sectario es ésta: la iglesia de Cristo acepta, respeta y sigue los mandamientos y ejemplos de los apóstoles, mientras que las iglesias establecidas por los hombres hacen sus propios arreglos, ordenanzas y prácticas, diciendo que el N. T. no nos proporciona un patrón que seguir, sino que son “cartas de amor”. -- les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. – Les dio todo lo necesario para que fueran calificados para la obra que les dio. Les dio poder para hacer milagros, y les dio autoridad incluso para echar fuera demonios, la señal que para mucha gente era la más impresionante. Era necesario que tuvieran este poder y esta autoridad para poder confirmar el mensaje que predicaban. Compárese Mar. 16:20, “Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén”. Para despreciar la Deidad de Jesucristo algunos enfatizan los textos que dicen que El recibió poder del Padre y del Espíritu Santo. Desde luego, habiendo aceptado el papel de Siervo Cristo se humilló (Fil. 2:8-11). Sin embargo, vemos en este texto que El mismo dio autoridad a los apóstoles. Vemos lo mismo en Mat. 9:6, “el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados”. En estos casos El usó o mostró atributo divino. El tenía este poder inherente y por eso podía dar poder y autoridad a los apóstoles. Servían como sus credenciales como los embajadores de Cristo dondequiera que predicaban. Sin embargo, aunque sabemos que Jesús y sus apóstoles hicieron milagros para confirmar el mensaje, no debemos minimizar su compasión y preocupación por la gente con respecto a sus dolencias físicas (GRB). El echar fuera los espíritus inmundos era tal vez la señal sobresaliente hecha por Jesús y sus apóstoles. Causaba mucha admiración entre el pueblo. Con este milagro Jesús y sus apóstoles mostraron claramente la superioridad del poder de Dios sobre Satanás. 9:2 Y los envió a predicar el reino de Dios, -- El reino de Dios es el reinado de Dios en el corazón de los que le obedecen. Los que están “en el reino” son los que son descritos por Jesús en las bienaventuranzas de Mat. 5:3-12 y en todo el Sermón del Monte (Mat. 5-7). Por eso, en cuanto a lo que se puede ver, el reino es la iglesia, porque está compuesta de personas que obedecen al evangelio de Cristo (quien es Dios) y permiten que su enseñanza gobierne sus vidas. Los que están “en el reino” han sido crucificados con Cristo y Cristo vive en ellos (Gál. 2:20). V. 6, dice que “saliendo … anunciando el evangelio”. Por eso, el primer mandamiento fue “arrepentirse” (Mat. 4:17); es decir, tener cambio de corazón, cambio de carácter. Este cambio se puede ver en tales textos como Gál. 5:15-21; Efes. 4:17-32; Col. 3:5-15, etc. No habían de predicar un mensaje de palabras florecientes para que la gente “se sintiera bien acerca de sí mismos” (como es el objetivo de mucha predicación moderna, aun entre algunos en la iglesia de Cristo), sino un mensaje que exige un cambio radical de vida, comenzando con el cambio del intelecto, la voluntad y las emociones. Los que rehúsan cambiar no están “en el reino de Dios” aunque sean miembros de alguna iglesia de Cristo. ¿Cuántos miembros de la iglesia siguen con su genio malo (corajes, odio, envidia, etc.) aunque siempre estén presentes para participar de la cena cada domingo? Nos urge predicar más sobre lo que significa estar verdaderamente “en el reino” (bajo el reinado de Cristo). Mat. 10:7, “Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado”, lo mismo que predicaban Juan y Jesús (Mat. 3:2; 4:17). Se estableció el reino de Cristo el primer Pentecostés después de su resurrección (véase 3:2, notas). En efecto, habían de predicar el reino espiritual de Dios que es su iglesia. No les envió para predicar el llamado “evangelio social”, el “evangelio” cuyo propósito es corregir los males e inequidades sociales y políticas. Las iglesias que promueven el “evangelio social” proveen toda clase de actividad social para miembros y visitantes (y especialmente para los jóvenes), escuelas de toda clase (incluyendo escuelas para predicadores), clínicas, asilos para niños y ancianos, etc. Mar. 6:12, “Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen”. No predicaron el “evangelio” de “sentirse bien acerca de sí mismo” aunque sigan viviendo en pecado. Más bien, predicaron que todos deberían sentirse culpables del pecado y arrepentirse. Al leer estos textos que dicen que Juan, Jesús, los doce y los setenta predicaron el arrepentimiento porque el reino se acercaba, me pregunto “¿Y qué tendría el arrepentirse con al venida de un reino como el de David?” ¿Para qué arrepentirse si el reino que llegaba sería para decapitar a los romanos? ¿Por qué arrepentirnos si el reino sería como en los días de Salomón? ( “ Y Judá e Israel vivían seguros, cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera, desde Dan hasta Beerseba, todos los días de Salomón”, 1 Reyes 4:25). Mar. 6:7 dice que Jesús los envió “de dos en dos”. También viajaron juntos Pablo y Bernabé, Pablo y Silas, Bernabé y Marcos. Hay mucha ventaja en este arreglo con el propósito de darse ayuda, fortaleza y consuelo recíprocos. Ecles. 4:9, “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. 10 Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. 11 También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? 12 Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán”. Mat. 10:5, “y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, 6 sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mat. 9:35, 36; 15:24; Jer. 50:6). -- “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mat. 15:24); durante el tiempo que Jesús estaba en la tierra su misión fue para los judíos y así también envió a sus apóstoles (y a los setenta, Luc. 10:1) solamente a los judíos. Debido a esta restricción de no ir a los gentiles ni a los samaritanos hablamos de la “Comisión Limitada” en contraste con la “Gran Comisión” (Mat. 28:19; Mar. 16:15) de ir y predicar a todas las naciones. Jesús es el “Buen Pastor” (Jn. 10:1-16; compárese Ezeq. 34 que describe a los pastores infieles de Israel). ¿Por qué no entrar “en ciudad de samaritanos”? Cuando se dividió el reino de Israel, el reino del norte cayó en apostasía y muchos de ellos fueron llevados cautivos por los asirios. Entonces (2 Reyes 17:24), “trajo el rey de Asiria gente de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim, y los puso en las ciudades de Samaria, en lugar de los hijos de Israel; y poseyeron a Samaria, y habitaron en sus ciudades”. Los israelitas, pues, se casaban con los de otras naciones (Neh. 13:23) y ya no eran “israelitas” sino “samaritanos”, una raza mixta. No eran “ovejas perdidas de la casa de Israel” sino “extranjeros” (Luc. 17:18). -- y a sanar a los enfermos. – Mat. 10:8, “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos”. No hay ejemplos de esto en Mateo, Marcos, Lucas o Juan, pero Hech. 9:40, 41 dice que Pedro resucitó a Dorcas y Hech. 20:9-12 dice que Pablo resucitó a Eutico). Mateo agrega también lo siguiente: “echad fuera demonios; de gracia (gratuitamente, LBLA, margen) recibisteis, dad de gracia”. 9:3 Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bordón (adicional; Mar. 6:8, “solamente bordón”), ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas. – Es decir, ir como están sin hacer maleta, no llevar más de lo necesario, pues iban a depender de la hospitalidad de personas fieles y dignas. Al ir “como están” no llevarían ropa, sandalias ni bordón adicionales. Compárese 10:4-11, instrucciones para los setenta. Este lenguaje indica varias cosas: este ministerio sería relativamente breve, pues era una misión limitada; es decir, no era para todo el mundo y no era para tiempo indefinido. Y también indica la urgencia de su misión. Compárese 10:4, “a nadie saludéis por el camino”. Pero también estas instrucciones tenían el propósito de enseñarles a depender de Dios. Hay lección valiosa en esto para nosotros, porque muchos cristianos están tratando de servir al Señor llevando demasiado equipaje material, lo cual produce toda clase de afanes (Luc. 8:14; 21:34). Dice Mateo 10, “9 No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; 10 ni de alforja (bolsa, mochila) para el camino, ni de dos túnicas (ropa interior), ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento”. – Mat. 10:8, “de gracia recibisteis, dad de gracia”. Desde luego, no cobraban a los que sanaron, sino que “de gracia” daban, pero el obrero tiene que comer y Dios provee esta necesidad con esta regla: el obrero es digno de su salario. Luc. 10:7; 1 Tim. 5:18, 1 Cor. 9:7, “¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta viña y no come de su fruto? ¿O quién apacienta el rebaño y no toma de la leche del rebaño? … 14 Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio”. Compárese Luc. 22:35, “Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada. 36 Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una”. Para llevar a cabo la “Gran Comisión” las circunstancias serían muy diferentes, pues no andarían solamente en Judea entre sus propios hermanos (judíos) que eran hospitalarios. Les esperaba la persecución violenta. 9:4 Y en cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid. – ¿Por qué saldrían? Tal vez por pensar que allá en otra parte hubiera mejores comodidades, mejor comida, etc. Sea lo que pudiera ser la causa, eso sólo impediría la obra. Deberían establecerse en una casa para completar su ministerio en ese pueblo. Mateo 10:11 dice, “Mas en cualquier ciudad o aldea donde entréis, informaos quién en ella sea digno. Debido a la urgencia de su misión los apóstoles habían de tomar la iniciativa y no someterse a las costumbres de la gente con respecto a la manera de recibir huéspedes en sus hogares. Era necesario escoger casas de buena reputación; de otro modo habría estorbo para su obra. Debemos recordar esto cuando arreglamos estudios en los hogares, porque si tenemos estudio bíblico en el hogar de miembros infieles y mundanos ¿qué pensarán del evangelio y de la iglesia los vecinos que son invitados a tal estudio? En Luc. 10:7 (sobre la misión de los setenta), “no os paséis de casa en casa”. Los “testigos” del Atalaya nos reprochan por no ir de casa en casa como ellos suelen hacer, pero el mismo texto que habla de ir de casa en casa lo prohíbe. Además los “testigos” no deben jactarse de ir de casa en casa, porque siendo esclavos de la “Torre de Vigía” ellos están obligados a hacerlo, y no sólo “ir” de casa en casa, sino también a vender la literatura tan llena de herejías publicada en Brooklyn. Desde luego, en este texto el asunto no es el de andar “tocando puertas”, sino el escoger una casa digna para que el mensaje no fuera afectado adversamente. Como dice Jesús (Mateo 10:12), “al entrar en la casa, saludadla. 13 Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros”. 9:5 Y dondequiera que no os recibieren, -- ¿Por qué no los recibirían algunos? Seguramente querían que sus seres queridos fuesen sanados, y en cuanto al reino muchos esperaban un reino terrenal. ¿Los rechazaban porque predicaban el arrepentimiento? Posiblemente, porque la mayoría de la gente no quiere cambiar o no querían saber nada de un reino espiritual (sólo querían oír de un reino como el de David y Salomón). Compárese Mat. 10:16-25. Es imposible exagerar la influencia y fuerza que el prejuicio tiene sobre la mente humana. Hay muy poca esperanza para las personas que ya tienen su concepto del evangelio y de la iglesia y rehúsan abrir sus oídos y corazones para estudiar la verdad del Nuevo Testamento. -- salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos. – Como si fuera tierra inmunda (pagana). Esto lo hacían los judíos al salir del territorio gentil. Compárese Hech. 13:50, “Pero los judíos instigaron a mujeres piadosas y distinguidas, y a los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus límites. 51 Ellos entonces, sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies, llegaron a Iconio”. Hech. 18:6, “ Pero oponiéndose y blasfemando éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles”. Pero véase Hech. 13:46. No podían culpar a Pablo, pues ellos se juzgaban solos. “Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; más puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles”. Los que predican y enseñan la palabra de Dios deben estar conscientes de la dignidad de esta obra. La palabra de Dios merece respeto y los predicadores y maestros deben exigir ese respeto. Si el mensaje de los apóstoles en esa misión limitada fue tan digno de respeto, ¿qué diremos de la importancia del mensaje de la Gran Comisión de Mat. 28:18-19; Mar. 16:15, 16; Luc. 24:47? Este mensaje que los apóstoles llevaron a todo el mundo y que nosotros predicamos ahora es el mensaje de Dios. Debemos respetarlo y también exigir que la gente lo respete. En toda esta instrucción observamos la urgencia de esta misión. No deberían perder tiempo con gente indigna. Habiendo enseñado la palabra los apóstoles cumplieron con su deber y al despedirse no deberían decir, “que el Señor les bendiga”, sino que deberían sacudir el polvo de los pies como testimonio contra ellos. Recordemos lo que Jesús dice en Mat. 7:6, “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen”. El Señor no quiere que “molestemos” a la gente con el evangelio. Hay que predicarles y exhortarles, pero cuando se portan como los de Mat. 7:6; Hech. 13:50; 18:6 debemos explicarles que ya cumplimos con nuestro deber y que su sangre está sobre su propia cabeza. Lo que Jesús dice sobre esto en el siguiente capítulo a los setenta (Luc. 10:11) es muy interesante: “Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros”; es decir, la gente podía rechazar el mensaje, pero sea lo que sea la aceptación o el rechazo del mensaje, seguramente el reino se acercaba. Lo mismo se puede decir del juicio venidero. En Mateo 10:15 Jesús agrega palabras muy alarmantes: “De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad”. Gén. 19:24-28. Los de Sodoma y Gomorra son mencionados como ejemplos de los peores pecadores, Deut. 32:32; Isa. 1:10; Ezeq. 16:46, 48; 2 Ped. 2:6, pero Jesús dice (Mat. 11:23-24; Mar. 6:11; Luc. 10:13-16) que el juicio será más severo para los que oyeron el evangelio y no lo aceptaron que para los de Sodoma, Gomorra y otros pueblos perversos y corruptos, porque estos nunca tuvieron la oportunidad que tenemos ahora de oír el glorioso evangelio de Cristo. Al escuchar el mensaje de los apóstoles el pueblo sería muy bendecido si lo aceptaran, pero si lo rechazaran su castigo sería peor que el de la tierra de Sodoma y Gomorra. Lo muy duro del corazón de tales personas se observa en el hecho de que rechazaron a los apóstoles aunque éstos podían sanar sus enfermos y echar fuera los demonios de sus seres queridos? 9:6 Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes. -- De esta manera Jesús estaba llevando a cabo su ministerio a través de ellos. Lo que ellos hacían era extensión de lo que Jesús hacía (véase Luc. 4:40, 43; 8:1). Como observa Lenski, seis pares de hombres pueden cubrir mucho territorio en poco tiempo.
Muerte de Juan el bautista (Mat. 14:1-12; Mar. 6:14-29) 9:7 Herodes (Herodes Antipas, hijo de Herodes “el Grande” que mató a los niños inocentes) el tetrarca (gobernador sobre la cuarta parte; era el gobernador sobre Galilea, Samaria y Perea; Mateo le llama “tetrarca” y también “rey”, 14:1, 9; era príncipe tributario, gobernador subordinado). -- oyó de todas las cosas que hacía Jesús; (las cosas que hacía Jesús fueron tomadas muy en serio por el rey Herodes; es decir, no las descartaba como puros rumores sin base. Esto es otro testimonio que confirma los milagros de Jesús. -- y estaba (muy) perplejo, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos; -- Qué curioso que algunos pensaran que este gran hombre había resucitado para hacer grandes milagros (sanar enfermos, echar fuera demonios, levantar muertos) que nunca había hecho durante su ministerio (Jn. 10:41), pero así son los supersticiosos. No saben lo que es razonar. Mar. 6:20, “Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana”. Parece que Herodes siempre estaba perplejo acerca de Juan. Estaba perplejo cuando Juan vivía, y ahora está más perplejo ya que Juan está muerto. Este hombre tan eminente, este rey, estaba lleno de inquietud y temor. Estaba perturbado y atormentado por su conciencia por haber muerto a un profeta justo. Herodes bien sabía que Juan era hombre justo; por eso, su conciencia le dice que de alguna manera sería vindicado. La vida pasada vuelve a atormentar al transgresor. Como dice Job 15:20, “Todos sus días, el impío es atormentado de dolor … 21 Estruendos espantosos hay en sus oídos”. 9:8 otros: Elías ha aparecido; (basándose en Malaquías 4:5; no se podía decir que había resucitado, pues no murió, sino que fue arrebatado al cielo en un carro de fuego, 2 Reyes 2:11. -- y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado. – Con mucha razón Herodes estaba muy perplejo porque hizo caso de lo que toda la gente decía. Algunos decían una cosa, otros otra cosa y aun otros otra cosa. Hoy en día hay millones que comparten la perplejidad de Herodes, porque están bajo la influencia de lo que otros dicen. Dios nos ha dado las Escrituras para que cada persona las investigue para aprender la verdad y de esa manera evitar la confusión. “Algunos”, “otros” y “otros pensaban que Jesús era algún HOMBRE importante. Estaban dispuestos a asignarle un lugar prominente, pero no estaban listos a reconocerlo como el Mesías, el Hijo de Dios. Véanse los versículos 18-20. “Nosotros hoy en día podemos regocijarnos grandemente de que esa gente estuviera bien equivocada. Juan, Elías, Jeremías, y otros profetas, eran todos hombres de Dios muy grandes, pero ¡eran hombres, nada más! Si Jesús de Nazaret era sencillamente hombre, y no Dios venido en carne, entonces no hay iglesia de Cristo; es decir, no hay salvación para el pecador y todos estamos destinados a la muerte eterna. El concepto equivocado de la multitud (Luc. 9:18), de que Jesús era nada más que un gran hombre, es el mismo de los modernistas de hoy que niegan la deidad de Jesús” (BHR, Notas Sobre Marcos 8:28). 9:9 Y dijo Herodes: A Juan yo le hice decapitar; -- Mat. 14:3, “Porque Herodes había prendido a Juan, y le había encadenado y metido en la cárcel (en el castillo de Maquero según Josefo), por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; 4 porque Juan le decía: No te es lícito tenerla”. En esto Juan cumplió lo que el ángel Gabriel dijo a Zacarías (Luc. 1:17), que Juan “irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías”. No sólo reprendió a los fariseos y saduceos que venían a su bautismo (Mat. 3:7-10), sino que sin parcialidad también reprendió al rey Herodes (1 Tim. 5:21), aunque entendía que por ese motivo el rey podía matarlo. Le “decía” (no una sola vez, sino repetidas veces) que no era lícito “tenerla” (estar casado con ella) porque la esposa de Herodes y el marido de Herodías todavía vivían (Rom. 7:2, 3), y aparte de eso, la unión de Herodes y Herodías era incesto, Lev. 18:16; 20:21. -- ¿quién, pues, es éste, de quien oigo tales cosas? – Parece que al principio estaba solamente perplejo en cuanto a Juan y también acerca de Jesús. Después, como vemos en Mateo y Marcos Herodes aceptó la idea de que Jesús era Juan resucitado, Mat. 14:2; Mar. 6:14. -- Y procuraba verle. – Quería saber si era Juan, pero si “procuraba verle”, ¿por qué no logró su propósito? El ministerio de Jesús era muy público. Enseñaba y obraba muy abiertamente. Como dijo Pablo al rey Agripa, “no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho en algún rincón” (Hech. 26:26). Que sepamos Herodes no logró su propósito de verle hasta el día de la crucifixión de Cristo, Luc. 23:8-11. “Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal. 9 Y le hacía muchas preguntas, pero él nada le respondió. 10 Y estaban los principales sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia. 11 Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato”. ¿Sólo quería verle para burlarse de El? ¿Qué dirá Herodes cuando comparezca ante el tribunal de Jesús?
Alimentación de los cinco mil (Mat. 14:13-21; Mar. 6:30-44; Jn. 6:1-14) 9:10 Vueltos los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida. – Mar. 6:31, “El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer”. 9:11 Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados. – Se apartaron para descansar y para comer, pero aunque “ni aun tenían tiempo para comer”, Jesús no se quejaba, sino que siempre seguía enseñándoles y sanándoles. 9:12 Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto. – En ese “lugar desierto” Jesús era la única esperanza para los que querían comer. Es el único que podría proveer pan en el desierto. Este es un milagro clave. Es el único que es registrado por los cuatro escritores. Prepara el camino para el sermón sobre el Pan de Vida (Jn. 6:25-59). El milagro tuvo que ver con lo material, pero tuvo mucho significado espiritual. Lamentablemente después de este milagro muchos le seguían no por haber visto esta gran señal que mostraba que Cristo era Dios, sino simplemente porque habían comido y querían seguir comiendo. Jesús quería enseñarles sobre el pan verdadero que no perece (Jn. 6:27), pero ellos sólo querían hablar del maná que “nuestros padres comieron en el desierto” (Jn. 6:31). Véase Mar. 6:52. Este texto indica que si los apóstoles hubieran entendido “lo de los panes” (es decir, el significado verdadero de este milagro), no se habrían asombrado cuando Jesús anduvo sobre el agua y calmó el viento. 9:13 El les dijo: Dadles vosotros de comer. – Mar. 6:34, Jesús “tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor”. Por eso, dijo a los apóstoles, “No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer" (Mat. 14:16). Los discípulos pensaban resolver el problema al despedir a la gente, pero Jesús les mandó que les dieran de comer. -- Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud. -- Jn. 6:6, “dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer”. No hizo la pregunta para que Felipe le diera información (Jn. 2:24, 25), ni para tentarle (Mat. 4:1), sino para probarle. ¿Qué haría para resolver esta crisis? ¿Recordaría que Dios es el que provee el pan? ¿Creería que El que convirtió el agua en vino en Caná podría proveer pan en Betsaida? Jn. 6:7, “Felipe le respondió: Doscientos denarios (el denario representa el salario que se paga a un obrero por un día de trabajo, Mat. 20:2, 9, 13) de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco. Este comentario de Felipe no se encuentra en los otros registros. "Felipe contempla la enorme multitud, e inmediatamente empieza a calcular, olvidando completamente que el poder de Jesús sobrepasa todo cálculo" (GH). No tomaba en cuenta que en ese momento él hablaba con el Creador del mundo (1:3). Jesús dijo a sus apóstoles, "Dadles vosotros de comer" y la reacción de ellos fue como la de Felipe. No dijeron, "Señor, no será necesario comprar pan, porque tú los puedes alimentar", sino que todos pensaban solamente en los recursos humanos y normales. En lugar de ejercer fe en Cristo, hicieron cálculos como si fueran comerciantes. Jn. 6:8, 9, “Uno de sus discípulos, Andrés (1:41; 12:22), hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos”. Jesús había preguntado, "¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo". Parece que ellos mismos no tuvieron pan y que, por eso, buscaron pan entre la gente. Los panes eran muy pequeños y los pececillos eran del tamaño de sardinas, pues esto era simplemente el alimento para el muchacho, pero al multiplicarse, llegó a ser suficiente para alimentar a cinco mil hombres, aparte de las mujeres y los niños. Se han enseñado muchas "lecciones" acerca de este muchacho, pero Juan no da importancia al muchacho sino a Cristo. La lección aquí no es, como algunos han enseñado, que un muchacho compartiera su alimento con otros, sino que Jesús podía multiplicar lo poquito que este muchacho tenía para alimentar a una multitud. Jn. 6:9, “mas ¿qué es esto para tantos?” Núm. 11:21-23, 31; 1 Reyes 17:13-16. Andrés y los otros apóstoles no pensaban en el poder de Cristo, sino solamente en lo imposible de alimentar una multitud con cinco panes y dos pececillos. Dios sabe multiplicar lo poco de los hombres consagrados. 9:14 Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta. 15 Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos. – "Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba" (Mat. 14:19). El recostarse era la postura normal para comer. ¿Qué habrían pensado los apóstoles de este mandamiento? La gente no había comida. ¿Por qué, pues, hacerles recostar? Se requería fe en Cristo para llevar a cabo este mandamiento que no entendían. Por la fe los discípulos obedecen a Cristo aunque no entiendan su mandamiento. Si Jesús les hubiera dicho que subieran árboles, sin duda lo habrían hecho. ¿Qué habría pensado la gente cuando le dijo que se recostara? ¿Recostarnos para qué? Por la fe se recostaron. Sin entender el propósito del mandamiento, obedecieron al Señor. Muchos rehúsan bautizarse, diciendo, "¿Por qué debo bautizarme?" Naamán no entendía y no le gustaba el mandamiento de Eliseo y no quería obedecer (2 Reyes 5:11). "Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba" (Heb. 11:8). Josué y los israelitas habían de rodear la ciudad de Jericó una vez cada día por seis días "y al séptimo día daréis siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las bocinas. Y cuando toquen prolongadamente el cuerno de carnero, así que oigáis el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad caerá". ¿Quién podía entender el por qué de tal mandamiento? ¡Se requería mucha fe, una fe grande, para llevarlo a cabo! -- de cincuenta en cincuenta. -- Como Pablo dijo, "Hágase todo decentemente y con orden" (1 Cor. 14:40). Este buen orden hizo posible la distribución ordenada del alimento. De esa manera podían servir a cada persona, sin omitir a nadie. Nuestro Dios es Dios de orden, como se puede observar en Gén. 1 (la creación del mundo); en Ex. 13:18, "en orden de batalla subieron los hijos de Israel de la tierra de Egipto", LBLA; en Lev. 1:8 (los sacerdotes hijos de Aarón acomodarán las piezas ... sobre la leña que está sobre el fuego que habrá encima del altar"; en Núm. 2 (los campamentos de las doce tribus alrededor del tabernáculo); en Josué 1:14, "vosotros, todos los valientes guerreros, pasaréis en orden de batalla delante de vuestros hermanos, y los ayudaréis" (LBLA); en la participación de la cena del Señor (1 Cor. 11:20-34); y en el uso de los dones del Espíritu Santo (1 Cor. 14:40). 9:16 Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, -- Mat. 14:19, “bendijo”; Mar. 6:41, “bendijo”, pero Jn. 6:11, “Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias”. ¿Qué hizo, bendijo o dio gracias? Es la misma cosa. Al instituir la cena del Señor Jesús, según Mateo 26:26, 27 y Mar. 14:22, 23 bendijo el pan y dio gracias por la copa; según Lucas (22:17, 19) Jesús dio gracias por el pan y por la copa; según Pablo (1 Cor. 11:24) Jesús dio gracias por el pan y él habla (1 Cor. 10:16) de la copa que bendecimos. Estos textos revelan claramente que al dar gracias por el pan lo bendecimos, y que al dar gracias por la copa la bendecimos. Antes de participar del pan debemos dar gracias y antes de participar de la copa debemos dar gracias. Muchos hermanos dan gracias por este día o por este privilegio o por esta oportunidad de participar, pero primero debemos dar gracias por el pan y por la copa. 1 Cor. 10:16 enseña claramente que nosotros mismos bendecimos la copa. Está muy bien decir, “Bendice este pan, bendice esta copa”, pero nosotros mismos debemos hacerlo también, y no simplemente pedir que Dios lo haga. Además, sin faltar, antes de comer debemos dar gracias por los alimentos. Los judíos creían que "el que participa de algo sin dar gracias actúa como si estuviera robando a Dios" (BWJ). -- y los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente. – El Señor Jesús es el Proveedor, pero reparte sus bendiciones a través de sus apóstoles (2 Ped. 3:2) 9:17 Y comieron todos, y se saciaron; -- Felipe dijo que si compraran "doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco" (6:7), pero ¿se limitaron a un poco? Dice Juan que Jesús y los discípulos les dieron todo lo que querían. Dios usa las cosas pequeñas y de poca importancia para hacer maravillas. Recuérdese como Dios usó la vara de Moisés, la honda de David, y la quijada de un asno en manos de Sansón. Dios pone un cheque en blanco en manos de sus siervos y nos dice que llenemos la cantidad de recursos celestiales que queramos (AWP). Dice Pablo, "todo es vuestro" (1 Cor. 3:21). -- y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos. – Después de alimentar la multitud, no tenían cinco panes y dos pececillos, sino doce cestas llenas de comida. Dice Jn. 6:12, “Y cuando se hubieron saciado (no un poco para cada uno, sino saciado), dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada”. Cristo podía haber alimentado cada día a multitudes, pero "los recursos infinitos, no obstante, no son una excusa para desperdiciar" (GH). Dios no desperdicia nada. Aun los cadáveres de animales y aves son alimento para otras de sus criaturas. Este texto es una lección clara sobre la necesidad de no desperdiciar las bendiciones de Dios. No somos dueños de nuestros recursos, sino simplemente mayordomos, que darán cuenta a Dios por la administración de ellos. ¿Qué significa el término pródigo? ¿Qué hizo el hijo pródigo? Dice Luc. 15:14, "Cuando todo lo hubo malgastado" (15:30). Compárense Luc. 16:1, "disipador"; Mat. 25:30, "inútil" porque desperdició su talento; Efes. 5:16, aprovechar el tiempo, no desperdiciarlo, no malgastarlo. Dios no quiere que el hombre desperdicie su tiempo, su energía, sus talentos, su dinero, su vida. Si Jesús no quería que los pedazos de pan se perdieran, ¿cuánto menos querrá que algún alma se pierda? (1 Tim. 2:4; 2 Ped. 3:9). ¿Cómo explican este milagro los modernistas (incrédulos)? Dicen que la lección aquí es que un muchacho pobre compartió su comida con otros y que su falta de egoísmo y su espíritu benévolo provocaba a los demás a hacer lo mismo para que hubiera suficiente comida para todos. Si esto hubiera sido lo que en realidad sucediera, nadie habría pensado que Jesús era el Profeta. Dice el modernista William Barclay, "Nunca sabremos con exactitud qué fue lo que sucedió en esa verde planicie de Betsaida Julia. Podemos verlo en tres formas. (a) Podemos verlo simplemente como un milagro ... (b) Puede ser que en realidad se haya tratado de una comida sacramental ... lo que cada persona recibió no fue más que un fragmento, como en el sacramento ... (c) Puede haber otra explicación, muy hermosa. No se debe pensar que la multitud emprendió una expedición de catorce kilómetros sin hacer ningún preparativo. Si entre ellos había peregrinos, sin duda tendrían provisiones para el viaje. Pero puede ser que ninguno de ellos haya querido ofrecer lo que tenía, porque con todo egoísmo -- y muy humanamente -- querían guardar todo para sí. Puede ser que Jesús, con su extraña sonrisa, sacó la pequeña provisión que tenía con sus discípulos, con una fe radiante dio gracias a Dios por ella y la compartió con todos. Conmovidos por su ejemplo, todos los que tenían algo lo imitaron; y al final hubo comida suficiente, y más que suficiente, para todos". Esta "explicación" es pura incredulidad. Barclay admite que "podemos verlo como milagro", pero así hablan los modernistas (incrédulos): para ellos, esta explicación es aceptable, pero luego dan otras dos explicaciones que son incorrectas. De esta manera, rechazan la verdad.
La Confesión de Pedro (Mat. 16:13-20; Mar. 8:27-30) 9:18 Aconteció que mientras Jesús oraba aparte (cerca de Cesarea de Filipo, Mat. 16:13), estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo? – El relato de Mateo es más amplio (Mat. 16:13-17), pero sólo Lucas menciona que en esta ocasión Jesús oraba. Esta es la pregunta de las edades. ¿Quién es Jesús? 6:19 Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado. – Los “unos … otros …otros” simplemente creían que Jesús era un HOMBRE, un importante hombre (como profeta), pero un mero hombre. Si hubieran tenido razón todavía estaríamos condenados en los pecados y sin esperanza de la salvación. Sabemos que algunos no querían confesar que El era el Cristo por causa de las amenazas de la jerarquía judaica (Jn. 9:22: 12:42). Estos (los principales sacerdotes, escribas, fariseos, ancianos) decían que Jesús era Belcebú (Mat. 10:25), glotón y bebedor de vino (Mat. 11.18, 19), que quebrantaba el día de reposo (Jn. 5:18), que tenía espíritu inmundo (Mar. 3:30), que prohibió dar tributo a César (Luc. 23:2), que era pecador (Jn. 9:24), que era malhechor (Jn. 18:30), etc. Sin lugar a dudas lo que decían estos líderes carnales tenía influencia sobre la gente. Los que decían que Jesús era un profeta o aun EL Profeta (Deut. 18:18; Jn. 6:14, 15) no tenían excusa, porque si Jesús era profeta, seguramente decía la verdad acerca de sí mismo. Además, si Jesús no era Dios, era falso profeta. 9:20 El les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? – Esto es lo más importante de todo, porque estos apóstoles serían sus testigos, sus representantes, sus embajadores; por eso, era imprescindible que ellos tuvieran el concepto correcto en cuanto a la identidad de Jesús. Ellos habían estado con El, vivían con El, le escuchaban diariamente en conversaciones privadas como en los discursos públicos; por eso, deberían conocerle. -- Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios. – Juan también registra la confesión de Pedro después de la alimentación de los cinco mil (Jn. 6:69, “tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”; Mat. 16:16 registra la misma confesión). 3:22, “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”. Jesús aprobó esta confesión (Mat. 16:17) y dijo que era revelación de Dios El Cristo o Mesías del cual Moisés y los profetas hablaron (Deut. 18:18; Isa. 9:6; Jer. 23:5, 6; Miq. 5:2). “Hijo de Dios” significa “igual a Dios” (Jn. 5:18), porque varios textos dicen que Cristo es Dios (Jn. 1:1; Rom. 9:5; Tito 2:13; 2 Ped. 1:1; 1 Jn. 5:20); por eso, si Cristo es Dios y también es Hijo de Dios, entonces Hijo de Dios tiene que significar lo mismo que Dios; Jn. 10, “33 Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios”; Heb. 1, “3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia”; Col. 2, “9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. Natanael, Jn. 1, “49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel”; Jn. 4, “41 sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo”; Marta, Jn. 11, “27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”; el eunuco Hech. 8, “36 Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? 37 Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”. Véanse Mat. 10:32,33; Rom. 10:10; Jn. 6:68-69. Con razón, pues, Jesús aprobó la confesión de Pedro (Mat. 16:17). Todos los que hacen esta confesión, no sólo en palabra sino también en hecho, son bendecidos. Mat. 10:32, 33; Rom. 10:9, 10. Esta gran verdad no es el fruto de enseñanza humana, sino que ha sido revelado por el Padre (Mat. 16:17). Sobre esta verdad confesada por Pedro Jesús edificó su iglesia (Mat. 16:18), porque siendo el Cristo, el Hijo de Dios, El compró su iglesia con su sangre (Hech. 20:28). Esto significa que en virtud de su muerte en la cruz El puede salvar a los que obedecen al evangelio y estos constituyen su iglesia (Hech. 2:47) o su reino (Col. 1:13). 9:21 Pero él les mandó que a nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente, -- Debido al concepto equivocado que el pueblo tenía del Mesías venidero, no convenía proclamar que Jesús era el Mesías. Además, los apóstoles todavía no estaban calificados para proclamarlo porque ni ellos entendían su significado verdadero. Por ejemplo, ellos no comprendían lo que Jesús dice en el siguiente versículo. Aun cuando Jesús resucitó y fue visto por algunas mujeres piadosas y “dieron nuevas de todas estas cosas a los once y a todos los demás”, “a los apóstoles les parecían locuras las palabras de ellas” (24:11). Comenzando el día de Pentecostés ellos sí podían proclamar a todas las naciones que Jesús de Nazaret era el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Continúa |
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