LUCAS 9

 
 

Continúa

Jesús anuncia su muerte

       9:22  y diciendo: Es necesario (véanse Jn. 2:19; 3:14) que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día. – Ya había hablado de su muerte pero de manera figurada. Jn. 2:19; Mar. 2:20), pero ahora dice explícitamente que padecería y sería muerto por los líderes de los judíos (Mar. 8:32). Esto se repite en 17:25; 24:7. Compárese Mat. 16:21-23. Pedro no estaba dispuesto a aceptar esta realidad. Para él era increíble. Le confesó como el Cristo, el Hijo de Dios, pero no comprendió que el Cristo sería un Mesías que tendría que sufrir, mucho menos morir. Sin embargo, lo que Jesús dice en el v. 22 da el significado verdadero de la confesión que Pedro hizo.

       Era necesario porque era la voluntad del Padre (Jn. 3:16; Rom. 8:32), como también de Jesús mismo (Jn 10:11; 2 Cor. 8:9). Para cumplir el plan de Dios para la redención del hombre, Jesús debería ser el sacrificio por el pecado (2 Cor. 5:21; 1 Pet. 2:24). Era necesario para cumplir la profecía (Isa.  53).  Por eso, dice “es necesario”.

       Jesús dijo “es necesario” varias veces (2:49; 4:43; 13:33) pero el “es necesario” de este texto es el más importante de todos.

       -- al tercer día. “hasta el tercer día” (Mat. 27:64) equivale a  “después de tres días” (Mat. 27:63).

       9:23  Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo – Pedro no quería que Jesús se negara a sí mismo. Mat. 16:21, 22, cuando Jesús dijo que iba a ser muerto, Pedro le dijo, “en ninguna manera esto te acontezca”, pero como dice Pablo en Rom. 15:2, “ni aun Cristo se agradó a sí mismo”. Véase Fil. 2:5-11. Además les dice que no sólo El sino ellos y todos sus discípulos deben negarse a sí mismo. Este coincide con lo que dice en Mat. 7:13, “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella;  14  porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”. Luc. 13:23, “Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:  24  Esforzaos a entrar por la puerta angosta”. Obviamente el entrar por la puerta angosta equivale a negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguir a Cristo.

       Los santos tienen que aprender a decir “no” a todos los deseos carnales (Rom. 13:14; Tito 2:12; 1 Ped. 2:11).       El negarse a sí mismo significa el rechazo de la vida pasada (pecaminosa), lo que Pablo llama el “viejo hombre” en Rom. 6:7. Significa despojarse del viejo hombre. Efes. 4:22, “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,  23  y renovaos en el espíritu de vuestra mente,  24  y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.

       Pero hay otro mal igualmente serio. Heb. 6:11, “Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza,  12  a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”. Muchos, incluyendo a algunos miembros de la iglesia, no practican los vicios comunes (fornicación, borrachera, etc.), pero su problema es que son espiritualmente “perezosos”. La indiferencia, la desidia y la negligencia destruirán más almas que los vicios comunes. Véanse Apoc. 2:5; 3:17.

       Sea lo que sea aquello que nos interesaba o fascinaba, cualquier obstáculo o impedimento al discipulado se debe considerar como “basura” ya que hemos encontrado a Cristo, Fil. 3:4-8.

       Significa que vendemos todo para poseer el tesoro o la perla de gran precio (Mat. 13:44-46).

       Significa rendir nuestra voluntad a la voluntad de Cristo. Significa hacer lo que El quiere en lugar de lo que nosotros queremos hacer.

       Significa obedecer los mandamientos de Jesús (Jn. 15:14), sometiéndonos a su enseñanza.

       El relato paralelo de Jn. 6 dice que en ese tiempo (después del milagro de alimentar a los cinco mil y el sermón sobre el pan de vida, muchos de los discípulos de Jesús volvieron atrás y ya no andaban en El (v. 66), porque ellos no querían el pan espiritual sino el pan para el estómago (Jn. 6:26). Es cuando Jesús les pregunta a los apóstoles si ellos también querían volver atrás y Pedro respondió, “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras (enseñanza) de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. (6:68, 69).       

       -- tome su cruz cada día, y sígame. – El apóstol Pablo dijo, Rom. 8:36 “Como está escrito:  Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;  Somos contados como ovejas de matadero. 37  Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (véase también 1 Cor. 15:31). Los apóstoles aprendieron el significado de esta enseñanza.

       Como hombres condenados cargamos nuestra cruz hacia el lugar de ejecución, porque tenemos que ser crucificados con Cristo (Rom. 6:6, 7) para ser justificados del pecado. Luego debemos cargar la cruz “cada día” cumpliendo con los deberes del discipulado, cueste lo que cueste. Jesús no dice “tome su cruz” una sola vez, sino cada día. El discipulado tiene que ser diario. Es lo que significa “perseverar”; es decir, sufrir con gozo cada día la oposición, los conflictos, la persecución que son el resultado de nuestra fidelidad a Cristo y su enseñanza. Cuando Pedro habla de “seguir sus pisadas” ¿a qué se refiere? 1 Ped. 2:21, “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;  22  el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; 23  quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente”. Hablaba de imitar a Jesús cuando el mundo nos maltrata, nos amenaza y nos persigue. Mat. 5:10-12.

       Hay que cargar la cruz cuando los seres queridos se nos oponen. 14:26, 27; Mat. 10:34-37. Muchos padres se sienten muy ofendidos cuando sus hijos obedecen al evangelio verdadero, porque al hacerlo están abandonando la religión de sus padres. Les exhortan y les ruegan y les quieren avergonzar por esta “ofensa” contra sus padres. Sin duda muchas personas no obedecen a Cristo porque no quieren ofender a sus padres y otros parientes.

       Una cruz común para mujeres cristianas es la cruz del marido incrédulo que le estorba y la impide en su servicio al señor. Esto se debe al deseo del marido de que él sea primero en la vida de su esposa. Para tales maridos mundanos Cristo no importa nada,  y no quiere que su esposa ponga a Cristo primero en su vida. Tales hermanas tienen que recordar “cada día” que de acuerdo a 1 Ped. 3:1-4 ellas deben estar sujetas a sus maridos, pero que su primera lealtad se debe a Cristo y no a su marido. En el día final su marido no será ni su juez ni mucho menos su salvador.

       Significa compromiso. Al tomar la decisión de seguir a Jesús nos comprometemos a serle fieles y servirle no obstante los problemas o dificultades que nos vengan encima. Cristo tiene que ser primero en nuestra vida (9:57-62). Es necesario buscar primeramente el reino de Dios y su justicia (Mat. 6:33).

       El cristiano no lleva su cruz cada día por la pura fuerza de voluntad propia, pues Cristo nos fortalece. Nos da la fuerza necesaria para llevar la cruz, Fil. 4:13. Lo hace por medio su enseñanza (y por eso por el estudio bíblico), por medio de la oración,  por medio de la comunión de la iglesia y toda actividad espiritual.

       Esta enseñanza era y es para todos los discípulos de Jesús pero especialmente en ese momento era para los apóstoles. Ellos ambicionaban puestos altos en el reino (22:24), pero Jesús habla de llevar una cruz (sufrir oposición, persecución de toda clase).

       9:24  Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; -- Obsérvese la palabra “porque”. Lo que dice ahora se pone en contraste con lo que acaba de decir (GH). Negarse a sí mismo, tomar su cruz cada día, seguirme porque “Todo el que quiera salvar su vida” (la persona que no quiere negarse a sí mismo, no quiere tomar su cruz y no quiere seguir a Cristo) la perderá. Tal persona quiere “salvar” – usar, aprovechar -- su vida para sí misma, pero al hacerlo no la salva sino que la pierde.

       ¿Cómo “salvan” su vida los que no quieren negarse a sí mismos, tomar su cruz y seguir a Cristo? (1) Algunos son como el rico de Luc. 12:16-21. Viven para ganar más posesiones materiales; (2) otros se aferran al placer de toda clase; (3) otros se dedican a sus familias; su vida es su familia; (4) otros no se niegan a sí mismos porque no quieren llevar “la cruz tan pesada” de asistir a los servicios (para los tales la religión es pura carga pesada y el pensamiento de “tener que” levantarse el domingo y alistarse para ir al culto es un pensamiento nada placentero; quieren el día para sí mismos: para dormir o descansar, para pasearse, para visitar parientes y amigos o para una variedad de otras actividades; (5) otros no se niegan a sí mismos porque no quieren llevar la cruz de dejar de tomar una que otra cerveza con los amigos, o no quieren preocuparse si quieren de vez en cuando echar maldiciones, contar chistes sucios, en fin, no quieren tener que cuidar su habla; (7) a otros no les gusta la idea de controlar los corajes, pues les gusta enojarse y decir cosas o arrojar cosas para desahogarse un poco. En fin, “el que quiera salvar su vida” es la persona que quiere “estar libre” para hacer su propia voluntad. Estos no saben que en lugar de “estar libres” en realidad son esclavos del pecado (Jn. 8:34).

       Hay docenas de otros objetivos, razones y metas, pero lo que todos tienen en común es que substituyen a Cristo en la vida. Todos los que rehúsan negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguir en pos de Cristo quieren salvar su vida, es decir, usarla como ellos mismos la quieren usar. Quieren hacer su propia voluntad en lugar de hacer la voluntad de Cristo. (La misma actitud prevalece entre las iglesias establecidas por los hombres: quieren adorar y servir a Dios según sus propias ideas, siguiendo su propia voluntad, y luego esperan que el Señor les reciba como fieles seguidores).

       La consecuencia muy triste es que todos estos que “salvan su vida” (la usan para sí mismos)  la van a perder. Quieren usar su vida como ellos quieren por unos cuantos años, y luego tendrán que sufrir la consecuencia en el fuego del infierno no por cien años, ni por mil años, sino eternamente.

       -- y todo el que pierda su vida por causa de mí (la causa mía), éste la salvará. – 17:33;  Mat. 10:39. Véase la figura de Jn. 12:24, “si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.  25  El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará”. Como grano de trigo Jesús murió para llevar mucho fruto. Nosotros también debemos “caer en la tierra y morir” para llevar fruto.

       Perder la vida por la causa de Cristo significa dedicarse a su servicio, buscando primeramente su reino y su justicia (Mat. 6:33), trabajando en la obra de la evangelización (Hech. 8:4), edificación (1 Tes. 5:11) y benevolencia (Mat. 25:35-40). Según Marcos 8:35, Jesús dice, “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará”. ¿Estamos perdiendo nuestra vida por causa de Cristo y del evangelio?

       De hecho salvamos la vida ahora. Aunque tengamos que llevar una cruz en esta vida, todas las pruebas obran a favor nuestro. Léanse con cuidado Rom. 5:3-5; 8:28; 2 Cor. 4:15-18; 12:8-10; Sant. 1:2-4, etc.

       Pero sobre todo si somos fieles hasta la muerte, Dios nos dará la vida eterna con El en el cielo. De esta manera verdaderamente salvamos la vida.

       9:25  Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo? – La palabra “pues” implica lo siguiente: No rehúse negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme porque ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?” Esta es la consecuencia de no negarse a sí mismo, etc. Es el otro lado de la moneda. Lo que Jesús requiere (negarse … tomar … seguir) es el único camino razonable, el único curso sensato, porque al no negarse … tomar … seguir uno escoge la destrucción de sí mismo.

       En realidad ¿cuál es la ganancia de los que rehúsan negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguir a Cristo? Estos están vendiendo su alma a Satanás, y aun esta vida ¿qué es lo que ganan? Porque ellos también sufren en esta vida. Si para los que rehúsan seguir a Cristo la vida fuera puro paraíso, una vida verdadera dichosa, maravillosa, sin problemas, sin sufrimiento – todo pura alegría – aun así estarían perdiendo sus almas por ¿cuántos años? Aunque vivieran cien años así, ¿qué es eso si lo compara con la eternidad? Pero en realidad los que rehúsan obedecer al evangelio se enferman, se accidentan, contraen enfermedades graves, sufren quiebras, el desempleo y toda clase de contratiempos y reveses; es decir, esta vida no es de ninguna manera pura felicidad y alegría para ellos. Además en todo esta miseria no tienen la ayuda de Dios. No pueden decir, “Padre, ayúdame” si El no es su Padre. Y no pueden decir que sus sufrimientos están obrando algún bien en su vida.

       ¿Cuánto vale el alma? Mucha gente saca muy poco provecho de esta vida. No hallan mucha felicidad. La vida está llena de problemas, dificultades y tristeza, pero aun sin embargo, aceptan que esta pobre vida miserable que están llevando tiene más valor que el alma. No quieren cambiar la vida que llevan por la salvación de su alma eterna. La vida que el hombre perdido lleva le está costando mucho. Es una vida cara, carísima. Lo que está ganando le está costando la vida eterna. Si no cambia – si no obedece al evangelio para salvar su alma – habrá otro costo horrible: el sufrir eternamente en el fuego llamado infierno.

        Así pues, todos los desobedientes están pagando un precio elevadísimo por la vida que llevan; es decir, les está costando la buena vida, la vida abundante, ahora (1 Ped. 3:10), y después de esta muy corta vida, pagará el precio terrible de perder su alma en el infierno para siempre.

Están vendiendo su alma al diablo ¿para obtener qué? De veras, ¿la vida mundana e indiferente que llevan es de tanto valor? ¿De veras “vale la pena”? ¿No está vendiendo su alma por un precio muy bajo? ¿Es un buen trato? Define Larousse la palabra “ganga” como “cosa que se adquiere a poca costa”. Se dice que “a ese precio el auto era una ganga”.  Si alguien cree que está consiguiendo su vida mundana “a poca costa” – si cree que es una “ganga” -- se está engañando a sí mismo de la manera más horrible, porque al morir será como el hombre de Luc. 16:23 que “alzó sus ojos, estando en tormentos”. Estará gritando al igual que éste: “Ten misericordia de mí… porque estoy atormentado en esta llama” (v. 24).

       El contador sensato calcula ganancias y pérdidas. Recuerde Fil. 3:8, 9.

       Imagínese el ganar “todo el mundo”. No podemos comprender el ganar una pequeña porción del pueblo donde vivimos. Es impensable que algún hombre fuera el dueño de un territorio extenso (estado como Texas o Chihuahua), mucho menos de un país, por pequeño que sea. Pero si pudiera ser dueño no sólo de un país, sino de todos los tesoros de la tierra, ¿cuánto valdrían si se perdiera a sí mismo?

       Lucas habla de perder a sí mismo en lugar de perder el alma (Mat. 16:26). Es lo mismo, pues Lucas no habla meramente de la vida física, sino el ser (sí mismo).  El verdadero ser del hombre es su alma o espíritu. El que pierde su alma pierde a sí mismo.

       Mat. 16:26, “¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” La pérdida material sí se puede recuperar, pero si el hombre pierde su alma, ¿con qué podría recuperar su pérdida? Será totalmente  imposible, porque al perder el alma se pierde todo. Todos perderemos el cuerpo. Eso es ineludible, pero al perder el cuerpo el cristiano todavía es riquísimo porque no pierde su alma, su posesión eterna.

       9:26  Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras (mi enseñanza), de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles. –  (Mar. 8:38). Obsérvese “porque” otra vez. No rehúse negarse … tomar su cruz … seguir a Cristo, porque los que rehúsan negarse … tomar su cruz … seguir a Cristo se avergüenzan de El y de su enseñanza. La palabra “avergonzarse” significa “tener un sentimiento de temor o de vergüenza que impiden que lleve algo a cabo” (WEV). La palabra “vergüenza” significa la turbación del ánimo causada por el miedo a la deshonra, al ridículo, etc.” (Larousse). Muchísimas personas no obedecen al evangelio porque temen lo que los familiares, amigos y conocidos piensen y digan. Estos simplemente tienen vergüenza de Cristo y del evangelio. Al obedecer al evangelio uno debe sentirse orgulloso de ser hijo de Dios, de ser seguidor de Cristo, de ser miembro de su iglesia, pero no es así con muchos. Más bien se sienten avergonzados y miedosos. Temen a sus familiares y amigos más que a Dios.

       Cuando El venga en su gloria tendrá vergüenza de los tales. Cristo no se avergüenza de sus discípulos fieles (Heb. 2:16; 11:16). Nos promete que no seremos avergonzados por creer en El (1 Ped. 2:6). También promete que las pruebas producen la paciencia, carácter aprobado y esperanza que no avergüenza (Rom. 5:3-5). Sin embargo, El sí tendrá vergüenza de los que rehúsan negarse a sí mismos, tomar su cruz y seguirle o de sus discípulos que vuelven atrás y no se arrepienten.

       Rom. 1:16, “no me avergüenzo del evangelio”. 2 Tim. 1:8, “no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor” (este consejo divino es muy necesario no solamente para evangelistas, sino también para todos los miembros de la iglesia). En lugar de ser avergonzado el cristiano, éste debe imitar a Cristo en la defensa de la verdad para avergonzar a los adversarios (Luc. 13:17; 1 Ped. 3:15, 16). Para no ser avergonzados debemos usar bien la palabra, 2 Tim. 2:15.

       Debemos sentir vergüenza por los pecados. Jer. 2:26 dice que el ladrón se avergüenza cuando es descubierto. Ezeq. 6:9, “se avergonzarán de sí mismos, a causa de los males que hicieron”. Salmo 119:78,  “Sean avergonzados los soberbios”. Pero no debemos nunca tener vergüenza de ser cristianos, miembros de la iglesia de Cristo, aunque tengamos que sufrir persecución, 1 Ped. 4:16

       Una iglesia tibia (indiferente) debe sentir vergüenza.. Apoc. 3:17, 18, “te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que … no se descubra la vergüenza de tu desnudez”.

       El miembro disciplinado debe sentir vergüenza. 2 Tes. 3:14. Pablo no fue avergonzado por los corintios porque ellos disciplinaron al hermano pecador,  2 Cor. 7:11, 14.

       En este texto vemos claramente que Jesús se identifica con sus palabras (su enseñanza). El que rechace cualquier enseñanza de Jesús rechaza a Jesús mismo. ¿Cuántos millones ignoran esta verdad, pensando que aman y honran a Cristo aunque no tomen en serio su enseñanza? Hay millones que profesan devoción a Cristo, pero creen que sus propios pensamientos, ideas, opiniones y preferencias en cuanto a la doctrina y práctica, en cuanto a la adoración a Dios y en cuanto a la iglesia, etc. son tan buenas o mejores que la enseñanza de Cristo y los apóstoles. Obviamente se avergüenzan de las palabras (la enseñanza) de Cristo en el Nuevo Testamento, pero se sienten orgullosos de sus propias ideas.

        Muchísimas personas se avergüenzan de la enseñanza de Cristo sobre el bautismo (que el único bautismo bíblico es la inmersión en agua para perdón de pecados), sobre la iglesia (que Cristo tiene solamente una iglesia), sobre el culto espiritual y sencillo de la iglesia (p. ej., cantar sin instrumentos de música), sobre la obra de la iglesia, sobre el matrimonio, el repudio y segundas nupcias, etc.

       9:27  Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios. – Mat. 16:28, “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino”. Mar. 9:1 dice que el reino vendría con poder. Lo que dijo acerca de su muerte les causó tristeza, pero estas palabras son de mucho aliento. “Venir” en su reino significa que formalmente entraría en poder, o que establecería su reino. Esto ocurrió el día de Pentecostés, como Pedro explica en Hech. 2:33-36. No habló explícitamente de “los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad” (Hech. 1:7). Lo que dice aquí (Luc. 9:27) en cuanto al tiempo corresponde al mensaje que El y Juan anunciaban: que “el reino se ha acercado”. Así pues, lo dejó indefinido, pero sí indicó que vendría durante la vida de “algunos de los que están aquí”.

       No se refiere a la transfiguración (como afirman los “testigos” de El Atalaya), porque este evento sucedió seis días después y obviamente Jesús no vino en su reino en esa ocasión. Los “testigos” obstinadamente rechazan la verdad acerca del tiempo del establecimiento del reino de Cristo, porque tienen que sostener la enseñanza de sus fundadores que sin base alguna han afirmado que Cristo vino invisiblemente para establecer su reino en el año 1914.

       Es fácil seguir la línea de predicciones acerca de la venida del reino: (1) Mat. 3:2, “se ha acercado”; (2) Mar. 9:1, el reino vendría “con poder”; (3) Luc. 24:49, los apóstoles recibirían poder poco después de la ascensión de Cristo; (4) Hech. 1, “4  Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.  5  Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”. (5) Hech. 2, el poder, el Espíritu Santo vino; por eso, el reino vino el día de Pentecostés; (6) Hech. 11, “15  Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio”. ¿Principio de qué? Obviamente el principio del reino (iglesia).  Después del día de Pentecostés el reino se menciona como ya existente, Col. 1:13; Heb. 12:28; Apoc. 1:9.

       Estos textos refutan la teoría falsa de un reino terrenal de mil años. Los que propagan esta doctrina creen que el reino no se ha establecido. Creen que Jesús no estableció su reino porque los judíos lo rechazaron y como substituto estableció la iglesia, pero que cuando venga la segunda vez sin faltar establecer su reino. Todo esto es el sueño de los que, al igual a los judíos, están resueltos que haya un reino terrenal como el de David. Cuando Cristo venga la tierra será quemada (2 Ped. 3:10).
 

 
 

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