Mateo 9

 

          9:1  Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad. La ciudad de Jesús era Capernaúm (4:13; 8:5; 11:20-24; 17:24). 

          9:2  Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos (no la fe del paralítico mismo, sino la fe de ellos), dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados. Este hombre tuvo dos enfermedades: su cuerpo estaba enfermo, pero también su alma estaba enferma. El pecado es la causa de muchas enfermedades, pero no es la causa de todo pecado (Jn. 9:1-3) ni de toda calamidad (Luc. 13:1-5).

          La ley de Moisés todavía estaba en vigor y, por eso, los requisitos para obtener el perdón prescritos por la ley todavía estuvieron de vigencia. Por eso lo que Jesús dice aquí es una expresión sorprendente de su autoridad (JWM).

          ¡Jesús, el carpintero de Nazaret, perdonaba pecados! Sin lugar a dudas, este es atributo divino, atributo de Dios, porque solamente Dios puede perdonar pecados (Isa. 43:25, “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones”). Por lo tanto, de esta manera, Jesucristo mostraba que era Emanuel, Dios con nosotros. Lamentablemente algunos, con el propósito de enfatizar la humanidad de Cristo, enseñan que Jesús nunca usó ningún atributo divino, sino que obraba solamente al nivel humano como los apóstoles. Estos enseñan que El “perdonó” pecados como un mero hombre, como lo hicieron los apóstoles, y citan Juan 20:20, “Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.  23  A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos”, pero ¿en qué sentido remitieron los apóstoles los pecados de la gente? ¿Hablaron como Jesús, diciendo “tus pecados te son perdonados”? Claro que no. Los apóstoles nunca dijeron a nadie, “Tus pecados te son perdonados”. Sólo Dios habla así y Cristo era Emanuel, Dios con nosotros (1:23). Dijo la misma cosa a una mujer cuando estuvieron en la casa de Simón el fariseo (Luc. 7:48).

          ¿Creían los apóstoles que ellos tenían la misma autoridad que Jesús poseía? ¿Por qué no dijeron, “nosotros, al igual que nuestro Señor Jesucristo tenemos potestad en la tierra para perdonar pecados”? ¿Cómo, pues, remitieron y retuvieron pecados? Como embajadores de Cristo lo hicieron al anunciar lo que Dios requiere del hombre para que le perdone (Hech. 2:38). Sin embargo, Jesús siendo Dios el Hijo, perdonó pecados por su propia autoridad porque “el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados”, 9:6.

          Los sacerdotes católicos profesan perdonar pecados, pero ¿pueden sanar a los paralíticos para probar que tienen esa autoridad?

          Los que profesan sanar enfermos en la actualidad insisten mucho en que los enfermos tengan fe, pero en este caso Jesús observó la fe de los bajaron al enfermo desde el techo. Desde luego, la fe se puede “ver” en sus acciones. Véase Sant. 2:14-26:

          9:3  Entonces algunos de los escribas decían (no en voz alta, sino) dentro de sí: Este blasfema.  Si Jesús hubiera sido un mero hombre, entonces los escribas habrían tenido razón, pues cualquier mero hombre que profese perdonar pecados blasfema contra Dios. Cuando el sacerdote católico dice, “yo te absuelvo”, blasfema contra Dios. Sin embargo, la acusación, “Este blasfema”, es falsa, porque Jesús no era un mero hombre. Por no haber aceptado esta verdad, los escribas erraron en su conclusión.

          Después acusaron a Jesús de blasfemar porque decía que era el Hijo de Dios. Mat. 26:63, “Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.  64  Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. 65  Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado!”

          9:4  Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, (12:25; Luc. 5:22; 11:17) dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? Los escribas no negaron que Jesús conoció sus pensamientos, pero sólo Dios conoce los pensamientos del hombre (1 Crón. 28:9; Jer. 17:10; Ezeq. 11:5; Heb. 4:13). Al conocer los pensamientos de los judíos Jesús demostró que aun aquí en la tierra El era Dios omnisciente. Jn. 2:24, “Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos,  25  y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre”.

          9:5  Porque ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?  El perdonar pecados es un acto que ocurre en la mente de Dios y, por eso, no es visible, pero el sanar al paralítico fue un hecho visible. Jesucristo no sólo habló, sino que actuó. No sólo decía que perdonaba pecados, sino que también hizo este milagro por su propia autoridad para demostrar que tenía la autoridad para perdonar pecados. Los apóstoles nunca hicieron milagros para probar que podían perdonar pecados; tal pensamiento nunca hubiera entrado en su mente, porque bien sabían que sólo Dios perdona pecados, y sabían y confesaban la Deidad de Jesucristo.

          Mateo, Marcos, Lucas y Juan nos han narrado los hechos de Jesús. No se puede discutir con los hechos, porque los hechos hablan por sí solos. Jn. 20:30, 31, “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.  31  Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”. Señales son hechos. Son actos. Son eventos. Jesucristo no es una teoría. El no es como los “personajes” mitológicos, que no tuvieron ni tienen existencia, sino que fueron inventados por los hombres. Cristo vivió y anduvo sobre esta tierra. La tierra donde El caminaba existe ahora. Cualquiera puede visitar la tierra donde El vivió. El es un Personaje histórico.

          Es indispensable que los predicadores y maestros de la Biblia enfaticen cada vez más los hechos de los que habla la Biblia. Es muy cierto que hay mucha enseñanza que estudiar, pero el fundamento de todo son los hechos de los hombres de Dios, y sobre todo los de Jesucristo nuestro Señor. Sus milagros se llaman señales, porque una señal afirma algo. Entrega un mensaje.

          El enfermo recibió dos bendiciones muy grandes: la sanidad del cuerpo y el perdón de sus pecados.

          9:6, 7  Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. Entonces él se levantó y se fue a su casa. Los escribas no refutaron su argumento y El, por lo tanto, procede a sanar al hombre para mostrar que “el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados”. Primero, perdonó pecados; segundo, dijo que el sanarlo sería la prueba de que podía perdonar; tercero, lo sanó. Con este hecho, este acto, Jesús comprobó lo que les había dicho; es decir, que en realidad El mismo tenía potestad en la tierra para perdonar pecados. Los escribas no lo negaron, pero hay personas que profesan ser cristianos que sí lo niegan. Estos creen que “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn. 1:1), pero creen que cuando “fue hecho carne” (Jn. 1:14), vivió “en la tierra” como un mero hombre, sin usar o mostrar ningún atributo divino ni una sola vez, pero Jesús dice que “el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados”, y en ese momento lo hizo.

          9:8  Y la gente, al verlo, se maravilló (sintieron temor, LBLA) y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres. Por no poder comprender que Cristo era Dios encarnado, la gente sólo lo veía como un hombre que había recibido potestad de Dios. Según Lucas 5:26 dijeron, “Hoy hemos visto maravillas”. Vieron cosas “extraordinarias” (LBLA), cosas increíbles.

 

HOY HEMOS VISTO MARAVILLAS, Luc. 5:17-26

          1. Un maestro en Israel sin letras, v. 17; Mat. 13:54; Jn. 17:15; Luc. 2:46, 47; Hech. 4:13.

          2. Un enfermo bajado desde el techo, v. 19; ¿por qué? V. 20 por la fe. Estaban resueltos.

          3. Un hombre que perdonaba pecados v. 20, 21; sólo Dios puede perdonar pecados, Isa. 43:25; por lo tanto, Cristo es Dios. Algunos citan Jn. 20:23 para probar que los apóstoles podían perdonar pecados, pero lo hicieron solamente por el evangelio; es decir, predicaron los requisitos del evangelio. Mat. 16:19; 28:19; Hech. 2:38. (Que los sacerdotes católicos sanen a los paralíticos para probar que pueden perdonar pecados.)

          4. Un hombre que leía los pensamientos, v. 22; sólo Dios puede hacer esto, 1 Crón. 28:9; Jer. 17:10; Ezeq. 11:5; Heb. 4:13. Un mero hombre no puede hacerlo, pero Jesús no era un mero hombre. Jn. 2:24, 25; Mat. 9:4; 12:25. Si aceptamos, pues, que Dios puede leer los pensamientos del hombre, tenemos que reconocer que Cristo es Dios.

          5. Un hombre sanado en un momento, v. 22-25. Fue un milagro hecho delante de muchas personas. El hombre mostró que estaba sanado “al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa”.  Con razón el hombre sanado glorificaba a Dios.

          6. Un hombre que causó temor en todos, v 26; Luc. 7:16; 8:25, 35, 37.

          7. Pero otra maravilla: los fariseos y doctores no quedaron convencidos 5:30; 6:7, 11; 11:15, 53; 13:17; 15:1, 2; 19:47, etc. En esta ocasión muestran otra vez que teniendo ojos no veían y que teniendo oídos no oían.

          9:9  Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo (Leví, Mar. 2:14) que estaba sentado al banco de los tributos públicos, -- Los que cobraban los tributos se llamaban publicanos. Tenían la reputación de ser avaros, fraudulentos y no patrióticos (pues trabajaban por los romanos). Luc. 3:12, “Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?  13  El les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado”. Socialmente los publicanos fueron rechazados y no podían participar en la sinagoga. Sin embargo, este publicano en particular dejó este puesto que rendía tanto dinero para seguir a Jesús. A través de su ministerio Cristo invitó a los que fueron rechazados por los judíos a seguirle. Zaqueo, otro publicano, dijo lo siguiente a Jesús: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (Luc. 19:8).

          -- y le dijo: Sígueme (4:18-22; Luc. 9:59; Jn. 1:43; Mat. 19:21). Los hombres escogidos por Jesús para ser sus apóstoles eran hombres calificados, pero siendo ellos pescadores, publicanos, hombres sin letras, etc. la gloria de su ministerio sería para Dios. 1 Cor. 1:26, “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles;  27  sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte;  28  y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es,  29  a fin de que nadie se jacte en su presencia”.

          -- Y dejándolo todo, (Luc. 5:28; Mat. 19:27) se levantó y le siguió. Es obvio que Mateo ya era discípulo de Jesús. Ahora Jesús le llama para formar parte del grupo de apóstoles que le acompañarán en la predicación del evangelio (10:5). Desde luego, al dejar su puesto, tuvo que hacerlo de una manera responsable.

          Aquí está otro ejemplo de lo que Juan afirma de Jesús (2:24, 25). El conocía al hombre. Como El conocía, aun de lejos, a Natanael (Jn. 1:47, 48), El veía algo en el publicano Mateo que ningún otro judío hubiera visto. Jesús sabía que este hombre, tan rechazado y despreciado por los judíos, estaba calificado para ser uno de sus testigos y embajadores. Los publicanos eran ricos, pero Jesús sabía que para este hombre el dinero no era lo más importante. Jesús sabía que este hombre no podía ser juzgado por su ambiente y las circunstancias del momento. Reconocía que este hombre estaba dispuesto a calcular gastos y seguirle a pesar de lo que le costara.

          Así, pues, la vida de este hombre llamado Mateo o Leví sería transformado. Ahora su vida sería caracterizada por el amor por los perdidos, y el servicio y sacrificio necesarios para rescatarlos de la perdición.

          Recuérdese que este libro que estamos estudiando fue escrito por este mismo Mateo quien había sido publicano.

          9:10  Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa (de Mateo, Luc.5:29, “Y Leví le hizo gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos”, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos. -- Mateo no rechazó a sus compañeros, sino que quería que ellos también conocieran a Jesús, el Amigo de los pecadores. Cristo tenía mucho interés en el alma de estos publicanos, como también en el alma de la mujer samaritana que había tenido cinco maridos y que vivía con otro hombre que no era su marido. Cristo nos ha dejado el ejemplo de ver el valor del alma de los perdidos, pues todos “están hechos a la semejanza de Dios” (Sant. 3:9).

          9:11, 12  Cuando vieron esto los fariseos – Su nombre quiere decir los “separados”. Ellos nunca comían con los publicanos y “pecadores”. Y ellos, ¿qué hacían allí? ¿por qué estuvieron presentes? Si Jesús estaba tan falso, equivocado y malo como ellos pensaban, ¿por qué tomaban la molestia de siempre estar cerca de El para criticarlo? La respuesta es que Jesús era un Personaje tan importante que los líderes entre los judíos no podían ignorarlo. Todo el pueblo tenía mucho interés en las actividades de Jesús. Así era el impacto de su ministerio.

          -- dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores? (11:19; Luc. 15:1,2). 1 Cor. 5:9, “Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios;  10  no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo.  11  Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis”.

          -- Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Los fariseos eran capaces de hacerle mucho daño con esta crítica; por eso, Jesús les hizo caso y se vindicó a sí mismo, refutando  lo que decían con una afirmación sencilla e innegable. Es cierto que el que come con alguno indica que se identifica con él, pero ¿cómo se identificó Jesús con los “publicanos y pecadores”? Estuvo con ellos como el médico está con los enfermos. ¿Puede el médico evitar la compañía de los enfermos? A pesar del peligro de contraer alguna enfermedad, es el trabajo del médico atender a los enfermos para sanarlos. Así también Cristo “el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Luc. 19:10; 1 Tim. 1:15).

          Los fariseos también estaban muy enfermos (véase Mat. 23; Rom. 3:23). No hay pecadores sanos. Ellos, sin embargo, como los de Laodicea (Apoc. 3:17), no querían darse cuenta de su condición. Jesucristo es el Buen Médico del alma. El vino al mundo para morir por el alma del hombre. Es muy cierto que El sanó a muchos enfermos, pero lo hizo para producir fe en El como el Médico del alma.

          Pero hay mucha diferencia entre lo que Jesús hizo y el asociarse con pecadores sin enseñarles. A veces hermanos mundanos dicen que no es malo asistir a un baile, pero ¿qué hace el cristiano en ese lugar? ¿Enseña y exhorta a los que están bailando a arrepentirse? ¿Les enseñan el plan de salvación y les invitan a los servicios? Si están presentes, y callados, se identifican con los demás aunque no estén bailando ellos mismos. ¿Por qué ir a la cantina para tomar una limonada?

          9:13  Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Jesús dijo esto a los fariseos que creían que eran muy conocedores de la ley, pero Jesús, el Maestro perfecto, les dice que deberían aprender el significado de este texto (Oseas 6:6). Lo repite en 12:7. Desde luego, Dios requería muchos sacrificios de los que vivían bajo la ley de Moisés y Jesús no lo está negando. El insistió en que sus discípulos guardaran toda la ley (5:17-20). Al limpiar a los leprosos, los enviaba al sacerdote para cumplir con los requisitos de la ley (Luc. 17:14). ¿Por qué dice, pues, “Misericordia quiero, y no sacrificio”? Compárese Jn. 6:27, “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece”. ¿Prohíbe Jesús que trabajemos por la comida que perece? No, sino que emplea una figura común entre los judíos de prohibir una cosa para dar énfasis a otra cosa más importante. Así pues, Jesús no menosprecia el sacrificio, pero sí da más importancia a la misericordia, no como un sentimiento, sino a los actos de misericordia. Cuando la gente gritaba “Ten misericordia”, pedía ayuda. Por ejemplo, 9:27, “Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!” (Véanse también 15:22; 20:30; Mar. 10:47; Luc. 18:38).

          Los profetas enfatizaron esto: Miq. 6:6, “¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año?  7  ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma?  8  Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”.

          -- Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento. Si Cristo vino al mundo para llamar a los pecadores, ¿cómo podría hacerlo sin asociarse con ellos?

          Hay muchos religiosos que trabajan entre los que sufren por causa de sus pecados, sin llamarlos al arrepentimiento. Para ellos el evangelio es un ministerio al sufrimiento físico de los borrachos, drogadictos y prostitutas. Reparten alimentos, proveen dormitorios y les dan la atención médica, pero deben predicarles el evangelio puro para salvar su alma.

          Desde luego, tales pecadores sufren física y mentalmente y es necesario ayudarles, pero el evangelio se dirige a su necesidad espiritual. La mayoría de tales personas no quieren la ayuda verdadera, sino solamente limosnas. Cristo se asociaba con los pecadores más menospreciados, pero lo hizo para salvar su alma. No hay gracia sin arrepentimiento. ¿Qué dijo el rey al hombre que vino a la fiesta no vestido de boda? (Mat. 22:11) En esta parábola Jesús nos enseña la necesidad de dejar el pecado y vestir la ropa de justicia. Todos los pecadores, de toda clase, pueden venir a Cristo. El homosexual puede venir a Cristo, pero tiene que arrepentirse de su pecado y dejar de practicarlo. Todos los fornicarios pueden venir a Cristo, pero tienen que arrepentirse y dejar de practicar la fornicación. Todos los pecadores – los mentirosos, los ladrones, los asesinos y todos los demás – tienen que hacer lo mismo. Así también los que cometen adulterio por haberse divorciado de sus esposas no por causa de fornicación y se han vuelto a casar pueden venir a Cristo, pero tienen que dejar de cometer adulterio.

          ¿Cuál es, pues, el llamado del evangelio? Es el llamado al arrepentimiento. Todos pueden nacer otra vez. 1 Cor. 6:9, “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones,  10  ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.  11  Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”.

          9:14  Entonces vinieron a él los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan? Esta pregunta fue hecha con sinceridad; no fue como las preguntas de los fariseos, saduceos y escribas que sólo querían atrapar a Jesús.

          La ley de Moisés requería que el pueblo ayunara en el día de expiación (Lev. 23:27), pero los judíos habían agregado otros ayunos para conmemorar ciertos eventos. La dieta de Juan indicaba que él vivía ayunando. El fariseo de la parábola de Luc. 18:12 dijo que ayunaba dos veces a la semana, creyendo que el ayunar era marca de piedad superior. Algunos en la iglesia continuaban esta y otras costumbres judaicas (Hech. 13:2; 14:23). Jesús, sin embargo, ni mandó ni prohibió que sus discípulos ayunaran. Es muy obvio que ni Jesús ni los apóstoles establecieron ningún ayuno formal para la iglesia. Jesús insistió en que los que ayunaran no lo hicieran con hipocresía. El habló del ayuno como la consecuencia normal de algún suceso (véase el ver. 15). Debe mostrar la aflicción del alma.

          Los ayunos de Pablo se incluyen entre sus sufrimientos (2 Cor. 6:5, “en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos”; 11:27).

          Los apóstoles enseñaban mucho sobre las obras de la carne, pero al hablar de cómo combatirlas no hablan de ayunar.

          9:15  Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Juan (2:1-11) no describe la fiesta de bodas como ocasión de luto en la cual la gente ayunara. Dios habla de sí mismo como el esposo de su pueblo Israel (Isa. 54:5, “Porque tu marido es tu Hacedor”; 62:5; Oseas 2:19, 20). El Nuevo Testamento habla de Cristo como el marido de la iglesia (Efes. 5:23-25; Apoc. 19:7; 21:9). Por eso, la enseñanza de Cristo, tanto en las epístolas como en las parábolas, emplea la figura de la fiesta de bodas para describir el gozo y las bendiciones del evangelio.

          -- Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. -- En varias ocasiones y en diferentes maneras Jesús habló de su muerte: 16:21; 17:22; 20:18, 19; Jn. 3:14; 12:32,33. “Ayunarán” porque estarán confusos (Mat. 16:23) y afligidos como ovejas sin pastor. Jn. 16:20, “De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.  21  La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.  22  También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo”. El esposo estaba con ellos otra vez cuando resucitó de los muertos.

          9:16  Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Esto sucede porque al mojarse la nueva tela encoge. Si Cristo hubiera obligado a sus discípulos a conformarse a las tradiciones de los judíos, habría puesto remiendo de paño nuevo en vestido viejo. De esta manera el evangelio no habría ayudado en nada a los judíos. Había mucha rotura en su religión y no tenía sentido hacer mayor la rotura.

          9:17  Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente.  Un odre es “un cuero cosido y empegado que sirve para contener vino, aceite, etc.” Los odres viejos se perderían por causa de la fermentación del vino nuevo. Esta segunda ilustración refuerza la primera. Al usar estas dos figuras Jesús no se refiere a agregar el evangelio a la ley de Moisés, porque Lucas 5:39 dice, “Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor”; así pues, si esta figura se aplicara de esa manera, la conclusión sería que la ley de Moisés era mejor que la ley de Cristo. Lo que enseñan estas figuras es que Jesús no obligó a sus discípulos a practicar los ayunos prescritos por la tradición de los judíos. “Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe” (Mat. 11:19). “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (Jn. 15:11). La religión de Jesús no se compara con un funeral, sino con una boda. Aun en medio de persecución severa los apóstoles se regocijaron (Hech. 5:40, 41; 16:25). Fil. 4:4, “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”

          La palabra evangelio significa buenas nuevas, y trae al mundo gran gozo. Es cierto que trae conflictos y persecuciones (Mat. 5:10-12; 10:34-37, etc.), pero es el mensaje de salvación del alma del pecado y del castigo eterno.

          9:18  Mientras él les decía estas cosas, vino un hombre principal (Jairo, uno de los principales de la sinagoga, Mar. 5:22) y se postró ante él, diciendo: Mi hija acaba de morir; mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá. Este hombre tuvo una fe “grande”, pues creía que Jesús podía levantar a su hija de entre los muertos. La fe del centurión (8:7) dejó una impresión muy favorable sobre Jesús porque no sólo creía que Jesús podía sanar a su siervo, sino que dijo, “no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente dí la palabra, y mi criado sanará”. 19  Y se levantó Jesús, y le siguió con sus discípulos. 

          9:20  Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, (por eso, según la ley estaba inmunda y a cualquiera que ella tocara estaría inmundo, Lev. 15:19) se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto;  21  porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva. La palabra sozo se traduce salvar o sanar, porque significa la “liberación material y temporal de peligros, sufrimientos, etc.” y también de “la salvación espiritual y eterna”. En realidad esto nos hace ver más claramente la relación entre los milagros de sanidad que Jesús realizó y la salvación del alma; es decir, Jesús sanó el cuerpo para que la gente creyera que El podía salvar su alma.

          9:22  Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora.  Esta interrupción no causó ninguna molestia para Jesús, pues El se ve plenamente listo y dispuesto a sanarla. El tocar a las personas inmundas para sanarles no causó que Cristo estuviera inmundo. Otro detalle importante en este relato es que la fe de esta mujer fue una fe activa, pues “vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto” (Mar. 5:27).

          9:23  Al entrar Jesús en la casa del principal, viendo a los que tocaban flautas, y la gente que hacía alboroto, .. Aun la gente más pobre ocupaba a mujeres (llamadas plañideras) para acompañar llorando en los entierros. Jer. 9:17, “Así dice Jehová de los ejércitos: Considerad, y llamad plañideras que vengan; buscad a las hábiles en su oficio;  18  y dense prisa, y levanten llanto por nosotros, y desháganse nuestros ojos en lágrimas, y nuestros párpados se destilen en aguas” (véase también Amós 5:16).

          9:24  les dijo: Apartaos, porque la niña no está muerta, sino duerme. Al decir que la niña no estaba muerta sino dormida Jesús dio hincapié a la naturaleza verdadera de la muerte; es decir, no es el fin, sino un período breve de transición de un estado a otro de nuestra existencia, y enfatiza la certeza de la resurrección. (Desde luego, en realidad estaba muerta, 9:18; Luc. 8:53, y cuando Jesús dijo, “la niña no está muerta, sino duerme,” sin duda esto causó que la gente afirmara que sí estaba muerta). Dan. 12:2, “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua”; 1 Tes. 5:10, “quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él”; véanse también 25:52; Jn. 11:11; Hech. 7:60; 1 Cor. 15:6; 1 Tes. 4:13-15.

          -- Y se burlaban de él.  25  Pero cuando la gente había sido echada fuera, entró, y tomó de la mano a la niña, y ella se levantó.  26  Y se difundió la fama de esto por toda aquella tierra.  También Cristo resucitó a Lázaro (Jn. 11:43, 44) y al hijo de la viuda de Naín (Luc. 7:14, 15). Otros ejemplos de levantar muertos fueron: Elías (1 Reyes 17:17-24), Eliseo (2 Reyes 4:17-37), Pedro (Hech. 9:36-42) y Pablo (Hech. 20:9-12).

          9:27  Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! (título mesiánico, 2 Sam. 7:12, 13; Mat.12:23; 15:22; 20:30; 21:9, 15). Los judíos bien sabían que el Mesías sería el hijo de David (22:42), y aun los ciegos se dieron cuenta de que Jesús de Nazaret era el Mesías, y así lo confesaron.

          9:28  Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor. Aunque los ciegos presenciaran los milagros de Jesús, no los pudieron ver; la fe de ellos vino, pues, por medio de oír (Rom. 10:17).

          9:29  Entonces les tocó los ojos (compárense 20:34; Mar. 8:25; de esta manera se cumplió la profecía de Isaías 35:5, “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán 6  Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad”; 42:7, “para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas”), diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho.  Mateo no habla de la fe del paralítico (9:1-8), sino de la fe de los hombres que lo cargaron.

          9:30  Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa. Dio esta orden porque la mucha fama impidió su trabajo de enseñar. Mar. 1:45, “Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes”.

          9:31  Pero salidos ellos, divulgaron la fama de él por toda aquella tierra.  El callar hubiera sido muy difícil para ellos (o para cualquiera).

          9:32  Mientras salían ellos, he aquí, le trajeron un mudo, (no desde el nacimiento, sino por ser endemoniado, pues habló cuando Jesús echó fuera el demonio) endemoniado (compárese 12:22-24). Los demonios afligían a la gente de varias maneras: algunos quedaron mudos (como aquí); Mar. 9:25, “Espíritu mudo y sordo”; Mat.12:22, “un endemoniado, ciego y mudo”; Mat. 8:28, “dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino”; Mar. 5:4, “Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar”; Mat. 17:15, “muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua”; Mar.1:26, “sacudiéndole con violencia”; Mar. 9:18, “le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando”; Luc. 9:39, 42, “da voces, y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de él”. Los demonios tenían conocimiento sobrehumano (Luc. 4:41).

          En cuanto a los demonios (o espíritus inmundos) es indispensable que se recuerde que la Biblia nunca dice que los pecadores estaban endemoniados. La Biblia no habla de los endemoniados como borrachos, ladrones, asesinos, etc. Más bien, se pueden comparar con personas afligidas física y mentalmente.        Jesús mostró poder absoluto sobre los demonios. Los echó fuera con su palabra (Mat. 8:16). Los reprendió y salieron (Mar. 1:25; Luc. 4:35). La Biblia dice que en varias ocasiones los demonios fueron echados fuera por Cristo y los apóstoles, pero nunca usa la palabra exorcismo con respecto a lo que ellos hicieron.

          9:33  Y echado fuera el demonio, el mudo habló; y la gente se maravillaba, y decía: Nunca se ha visto cosa semejante en Israel. Ya habían visto muchos milagros de sanidad, pero parece que el milagro de echar fuera los demonios les fue uno de los milagros más impresionantes. Al ver este milagro diferente “se maravillaba”, pero al continuar viendo las mismas clases de milagro, pronto habrían dejado de maravillarse, porque ya no serían “diferentes” sino comunes. Este detalle sencillo y obvio basta para convencernos de la naturaleza temporánea de los milagros (JWM).

          Mateo y los otros autores presentan los relatos de las señales hechas por Jesús para convencer al lector que El es el Cristo, el Hijo de Dios (Jn. 20:30, 31). Jesús vino al mundo como el Maestro de maestros. Enseñaba todos los días, y las señales que hizo demostró que El enseñaba con autoridad divina. Como Jesús dijo (9:6), “Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa”.

          Lo muy significativo es que Jesús había mostrado su poder sobre la lepra, la parálisis, la fiebre, la hemorragia crónica, la ceguera, y la mudez. Echó fuera los demonios, calmó la tempestad, caminó sobre el agua y levantó a los muertos. ¡Con razón la gente se maravillaba!

          9:34  Pero los fariseos decían: Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios. -- No negaron que Jesús echó fuera los demonios, pero dijeron que lo hizo por el poder de Satanás. Cristo refuta este cargo en el cap. 12:23-32.

          9:35  Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo (compárese 4:23). 36  Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas (14:14; 15:32; 20:34); porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor (Ezeq. 34:5)Por eso, Jesús habla de “las ovejas perdidas de la casa de Israel” (10:6). La figura de ovejas y pastores se usa a través del Nuevo Testamento (Luc.15:1-7; Jn. 10:7-16; 1 Ped. 2:25; 5:4; Efes. 4:11), como también en el Antiguo Testamento (Sal. 23; Isa. 40:11). Cuando Jesús estuvo aquí en la tierra, sobraron “pastores” (sacerdotes, levitas, ancianos, escribas, etc.), pero en realidad no hubo líderes responsables.

          9:37  Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. 

          9:38  Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies. Jesús empleó muchas figuras. En Samaria la mies fue mucha: “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Jn. 4:35). Esto se confirma también en Hech. 8:12, “Pero cuando (los samaritanos) creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres”. La abundancia de la cosecha se ve a través de Hechos de los Apóstoles.

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