IV. Posiciones modernistas respecto a la Biblia y a lo que ésta dice de sí misma:

            A. Revelación. El modernista habla de "revelación" e "inspiración", pero en sentido limitado. Para él la revelación es nada más el desarrollo necesario y espontáneo de fuerzas inherentes en la naturaleza humana. Afirma que el hombre habla a Dios, y Dios a éste, subjetivamente, pero que Dios no le habla directamente o por medio de experiencias de naciones o de individuos. Afirma que Dios no habla al hombre proposicionalmente; es decir, para él no existe ninguna escritura que de por sí revele ciertas proposiciones o afirmaciones positivas de parte de Dios.

            Enfatiza la revelación general, expresada por los fundadores de religiones mundiales. Rechaza terminantemente que esta revelación sea simplemente el contenido de las Escrituras por medio de inspiración verbal. Para él la verdad no es proposicional (la afirmación de verdades específicas y objetivas), sino que es personal (subjetiva y relativa).

            B. La fuente de la verdad. La verdad de Dios es absoluta; queda descrita en las Sagradas Escrituras. Así afirmó Jesucristo (Jn. 17:17). El modernista hace de la experiencia de la mente filosofadora la fuente de la verdad. Por eso no cita las Escrituras como prueba de posiciones, porque para él la verdadera prueba consiste en la experiencia humana (prueba empírica).

            C. El pecado y la responsabilidad del hombre. El modernista tiende a negar la existencia del pecado, llamándolo "enfermedades" del hombre, y habla de la necesidad de que la sociedad simpatice con los "enfermos" y procure lograr su restauración. Cree que el hombre solo puede desarrollar su estado mejor. No necesita ningún "redentor", ninguna expiación de pecado de parte de algún "dios encarnado". Ya que no cree en la Biblia como el libro perfecto y de origen divino, no se siente responsable a Dios por sus hechos. Y para él los que parecen ser defectos, en realidad son "enfermedades" que con el tiempo los hombres podrán controlar.

            D. La persona de Cristo. El modernista, guiado por su filosofía de pragmatismo (que dice que el único criterio por el cual juzgar los méritos de una dada doctrina es por medio de los efectos prácticos de ella), no puede aceptar nada de naturaleza sobrenatural. Por eso rechaza la doctrina de la Deidad de Jesús, de su resurrección literal de los muertos y de su sacerdocio y reinado en el cielo. Para él Jesús era solamente hombre, nada más. Afirma que era hombre sobresaliente y un gran maestro religioso, pero cuando murió, ¡murió hombre! Dice que está "resucitado", pero solamente en el sentido de que todavía tienen influencia sus enseñanzas en las vidas de los hombres. Pero rechaza lo que la Biblia afirma respecto a Jesús de Nazaret. Rechaza toda enseñanza bíblica acerca de ser Jesucristo el Juez de todos en el Día Final.

            Cree en el "Cristo de la historia", pero no en Jesucristo. Critica mucho las narraciones de Mateo, Marcos, Lucas y Juan tocante a Jesús. Afirma que Jesús no era nada diferente a nosotros hoy en día, y nunca fue más allá de lo puramente humano. Siendo maestro, nos dejó algunas declaraciones algo inocentes y nada ofensivas, como por ejemplo, "Más bienaventurado es dar que recibir" (Hech. 20:35).

            E. La regeneración, la redención. Las Escrituras hablan de ser regenerado el pecador; de nacer de nuevo; de ser redimido del pecado. Todo esto es por la gracia de Dios, manifestada en el sacrificio de su Hijo, Jesucristo. Pero el modernista mira al cristianismo como una clase de ética natural. La regeneración para él es una reforma lograda por el hombre solo, mediante sus propias fuerzas. Para él no hay "fin del mundo" ni "juicio final".

            Con razón rechaza la autoridad de la Biblia; con razón es enemigo de la Biblia. ¡La Biblia le condena!

 

 

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