El estudio cuidadoso de la Palabra

 

I. El entendimiento de la Palabra.

 

    A. Todos pueden entender la palabra de Dios. Es razonable que Dios, habiéndonos hablado por su Hijo, nos hable en forma comprensible. A través de los siglos los hombres han entendido las instrucciones de Dios. Desde Adán hasta Abraham le en­tendieron. El pueblo de Israel entendió la ley de Moisés. Diaria­mente Cristo enseñaba al pueblo común y los sinceros le entendían. Cristo murió para salvarnos; ¿cómo, pues, nos daría una revelación de su voluntad ininteligible, habiendo sufrido tanto para lograr nuestra salvación?

        1. Dice Pablo en Efes. 3:4, "... leyendo lo cual podéis en­tender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo".

        2. Dice en la misma carta (5:17), "Por tanto, no seáis in­sensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor".

        3. Lo necesario, pues, es que todos imitemos a los de Berea, "pues recibieron la palabra con toda solicitud, escu­driñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así", (Hechos 17:11).

 

    B. Todos pueden entender la palabra de la misma manera. Desde luego, si todos entendemos la palabra, la entenderemos de la misma manera. No es lógico decir que entendemos la pa­labra y luego agregar que la entendemos de distintas maneras. O la entendemos, o no la entendemos, pero no la entendemos de distintas maneras. No es posible que alguno la entienda de una manera y otro de otra. Insultan a Dios los que dicen que cada persona tiene el derecho de entender, creer y enseñar la palabra a su modo. Nos conviene hacer todo lo posible por estar de acuerdo en nuestro entendimiento y uso de cada texto, porque si no estamos de acuerdo, entonces a alguien le falta en­tendimiento. En tal caso tal vez nadie entiende y todos estamos equivocados, pero si no estamos de acuerdo, es obvio que a al­guien le falta comprensión del texto. Cuando sucede esto, debemos estar dispuestos a seguir estudiando el texto con toda diligencia para que lleguemos a un acuerdo. Desde luego, el hecho de que todos estemos de acuerdo en nuestro uso de cierto texto no es prueba de que tengamos razón, pero si no es­tamos de acuerdo, sabemos que no todos entendemos el texto bajo consideración.

        1. Hay diferentes niveles de comprensión. Debemos re­conocer que los miembros más nuevos no tendrán la misma comprensión de la Palabra que los miembros maduros tienen. Dice Pedro, hablando de los escritos de Pablo, "casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e in­constantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición" (2 Ped. 3:16). Es necesario estudiar la Biblia, porque la verdad no es siempre obvia, sino que es como las piedras preciosas que no siempre están en la superficie de la tierra y, por eso, tienen que ser minadas. La Biblia es una mina de piedras preciosas y todos deben estar dispuestos a "minar" sus tesoros. Por lo tanto, no todos llegan a entender toda en­señanza bíblica al mismo tiempo. Este estudio tendrá mucho que ver con los distintos niveles de comprensión de los hijos de Dios. Si la iglesia crece, siempre habrá hermanos nuevos, recién nacidos, que necesitan de la leche de la palabra (Heb. 5:12, 13), pero al crecer éstos pueden digerir el alimento sólido (Heb. 5:14). Hay hermanos que en cierta forma son "débiles" y de ellos Pablo dice, "Recibid al débil en la fe, pero no para con­tender sobre opiniones" (Rom. 14:1). Debe haber respeto mu­tuo entre hermanos.

        2. Es necesario quitar los impedimentos a la comprensión. Este tratado examina algunos de los impedimentos que es­torban y aun evitan la comprensión de la palabra. La Biblia re­quiere que todos seamos humildes, reconociendo que somos falibles. Ningún hermano debe exaltarse a sí mismo como si fuera un maestro infalible de la palabra. En la actualidad no hay en la iglesia intérpretes infalibles. El "Papa" de Roma no es infalible ni mucho menos cuando habla oficialmente. Al decir que lo es, "se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto" (2 Tes. 2:4). Nuestra súplica es que ningún hermano caiga en semejante error, pensando que su opinión es infalible (Rom. 12:3, 16). "Antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso" (Rom. 3:4).

 

    C. Debemos entender la Palabra. No debemos ser indife­rentes hacia el estudio de toda la Biblia. Todo texto bíblico es importante, porque es la palabra de Dios y, por lo tanto, debe­mos estudiarlo para entenderlo, creerlo y enseñarlo. No hay textos bíblicos que no sean importantes.

 

II. Debemos estudiar con buena actitud.

 

    A. Es necesario que todos tengamos la actitud correcta hacia la Palabra, para poder entenderla y aplicarla correctamente. ¡Cuántos textos bíblicos hablan de la actitud correcta! Los que enseñamos debemos leer frecuentemente las cartas que hablan del ministerio de la Palabra, tales como 1 y 2 Timoteo, Tito y 2 Corintios.

 

    B. Al hablar de la buena actitud, solamente nos referimos a los conceptos bíblicos de la buena actitud. La actitud de cada her­mano debe ser medida por la descripción de la buena actitud en las Escrituras. No tenemos el derecho de condenar la actitud de algún hermano simplemente porque no esté de acuerdo con nosotros. Hay hermanos fieles que no están de acuerdo con otros hermanos fieles en algunas cuestiones de opinión, y no por esto se debe afectar la comunión entre ellos.

        1. Si algún hermano no puede convencerme que la creen­cia de él es la correcta, esto no prueba necesariamente que la actitud mía es mala y la suya es buena. Dos hermanos o varios hermanos podemos estudiar varias cuestiones (por ejemplo, el velo, el atavío de la mujer, el silencio de la mujer en la clase bíblica, la asistencia, etc.) y la actitud de todos puede ser buena, aunque no lleguemos a un acuerdo en estos asuntos.

        2. La buena actitud requiere que sigamos estudiando de manera hermanable, sin juzgar el corazón de los que no están de acuerdo con nosotros en asuntos que no son de "la fe", sino de opinión.

        3. Es posible que algún hermano tenga buena actitud con respecto a algunos asuntos y mala actitud con respecto a otros. Es posible ser sincero y al mismo tiempo estar equivocado.

 

    C. Todo ser humano es el "producto" de muchas influencias que han afectado su modo de razonar y pensar. La opinión que cada hermano tenga acerca de cierto asunto es el resultado de varias cosas que han influido en su vida: la cultura, la educación (tanto en el hogar como en la escuela; también la falta de edu­cación), las amistades, etcétera. Cada individuo es el producto de lo que pensaron sus padres, parientes, amigos y por con­siguiente, de lo que él piensa. Sus pensamientos y su modo de pensar se han forjado a través de los años, y por medio de muchas influencias.

        1. Algún hermano que dice ser "fuerte" tendrá a veces un prejuicio "fuerte" y a la vez negará que lo tenga. Este caso es como la broma del hombre que dice con mucho énfasis, "Hay dos cosas que no aguanto: los (nombrando cierta raza) y el prejuicio".

        2. El corazón es engañoso. Cada persona puede con­vencerse de que su actitud es sana y que su corazón es puro, pero es necesario recordar que cualquier persona se puede en­gañar sola. Dice Jer. 17:9, 10, "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras".

        3. Uno de los impedimentos más serios de la obra del Señor es que algunos hermanos no quieren reconocer que tienen prejuicios. Creen que están defendiendo la verdad cuando en realidad están defendiendo sus opiniones, pre­juicios de cultura, conceptos que tenían cuando estaban en el pentecostalismo, etcétera.

 

    D. Por lo tanto, es necesario ser humilde y objetivo. Para es­tar seguro que el corazón es puro y que la actitud es buena, es necesario examinar el corazón a la luz de las Escrituras. Este tratado tiene que ver con el entendimiento y el uso correcto de las Escrituras, pero es imposible entender la Palabra y usarla bien si el corazón no es limpio. Los que no son humildes y obje­tivos no vencerán sus prejuicios, y no podrán entender y usar bien la Palabra, sino que seguirán usándola mal para promover sus prejuicios y para sembrar discordia entre her­manos. El entendimiento y el uso correctos de la Palabra re­quieren una mente abierta, una actitud objetiva -- libre de pre­juicios -- y también una actitud correcta hacia los hermanos. Esto requiere la crucifixión del egoísmo. El hermano que tiene un concepto más alto de sí mismo que el que debe tener (Rom. 12:3), debe arrepentirse y abandonar esa actitud y reconocer que también otros hermanos fieles y conservadores son capaces de entender la Palabra.

 

    E. Según el texto ya citado (Jer. 17:9, 10), la verdadera condi­ción del corazón es "según el fruto de sus obras". Si algún her­mano cree que tiene buena actitud, su práctica debe manifes­tarla. Debe haber consecuencia entre la profesión y la práctica. Si alguno causa inquietudes en la congregación por causa de cuestiones de opinión, "el fruto de sus obras" dice que su corazón le ha engañado, y que su actitud no es buena como se supone. No debe haber nada de división o desavenencia en congregación alguna por causa de asuntos de opinión.

        1. Si algún hermano (o algún grupo de hermanos) impone requisitos y prohibiciones humanos sobre las hermanas, (por ejemplo, que no se puede usar nada de joyería, que no se puede usar nada de maquillaje, que no se puede cortar y arreglar el cabello, que nunca puede llevar pantalón de ninguna clase, que no se puede hablar en la clase bíblica si hay varones presentes, que se tiene que cubrirse al orar, que no se puede trabajar fuera de la casa, que peca si se casa con incrédulo, etc.), entonces "el fruto de sus obras" será la desavenencia, la división y el distanciamiento de her­manos.

        2. Desde luego, tal predicador o maestro no tiene buena actitud, porque la persona que promueve la división no tiene buena actitud. Tampoco tienen buena actitud los miembros que se someten a tales reglamentos humanos. Los que se sujetan a tales maestros "para evitar problemas" ("porque de otro modo el hermano se enoja") no tienen buena actitud, porque Pablo dice, "Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres" (1 Cor. 7:23). Tal actitud es puro conformismo, y es sujeción a la regimentación humana.

        3. Tener buena actitud significa tener la disposición de es­cudriñar las Escrituras como los de Berea, para aprender la voluntad de Dios (Hech. 17:11), y no la voluntad de los hombres. Todos reconocemos que los de afuera, los que todavía no han obedecido al evangelio, deben tener esta actitud, pero parece que algunos hermanos creen que después de bautizarse, en lu­gar de estudiar la Biblia y pensar por sí mismos, deben sujetarse a las opiniones del predicador de la congregación de la cual son miembros.

 

III. El verdadero significado del texto.

 

    A. Nuestra tarea inicial siempre es la de estudiar detenida­mente el texto bajo consideración para entender precisamente lo que significa. Debemos estudiar cada palabra, cada frase, el contexto, textos paralelos y relacionados, para comprender su verdadero significado.

 

    B. El contexto.

        1. Muchísimos textos no se pueden entender si no se estu­dian en su contexto, porque aislados o sacados fuera de su con­texto, pueden tener otro significado que no sea su significado dentro de su contexto. La comprensión de cualquier documento requiere que el lector examine toda palabra y toda frase a la luz de las palabras anteriores y subsecuentes. Cada palabra y cada frase debe estudiarse en su contexto o conjunto. Los críticos de la Biblia se burlan diciendo que todos pueden "probar" su doc­trina con la Biblia, por más que se contradigan. Esta acusación es correcta si la interpretación de cada quien hace caso omiso del contexto. De esta manera todos pueden llegar a la con­clusión que está de acuerdo con su prejuicio.

        2. Esto es precisamente lo que hacen los sectarios. Por ejemplo, dicen que Hech. 16:30, 31 enseña la salvación por la fe sola (sin tomar en cuenta los vers. 32-34); dicen que 1 Cor. 1:17 no es parte alguna del evangelio (sin tomar en cuenta 1 Cor. 12:13; Hech. 18:8; Rom. 6:4, etc.); dicen que 1 Cor. 15:29 en­seña que se puede bautizar por el ser querido que murió sin bautizarse (sin observar que todo el capítulo trata de la re­surrección y de las consecuencias de negarla); citan Mat. 24:6, 7 sin tomar en cuenta la destrucción de Jerusalén; citan Apoc. 20:4 para probar que Cristo reinará mil años sobre la tierra (sin tomar en cuenta que Apoc. 20 no menciona la segunda venida de Cristo, la resurrección del cuerpo, un reino terrenal, un trono literal, Jerusalén, Palestina, nosotros ni otros esenciales de la teoría); la explicación sectaria de Hech. 3:21 no toma en cuenta los versículos 18, 24 y 26 que enseñan claramente que todos los profetas hablaron de los eventos de "estos días" (en que los apóstoles predicaban); muchos sectarios (y hasta her­manos) hablan del "hombre natural" de 1 Cor. 2:14 sin tomar en cuenta el contexto en que Pablo nos hace ver que el hombre natural es el hombre sin revelación y que el hombre espiritual es el hombre con revelación. El que no toma en cuenta el contexto comete sui­cidio espiritual.

        3. La palabra "fe" tiene que estudiarse en su contexto, porque tiene varias definiciones: (1) confianza, 1 Cor. 2:5; (2) fidelidad, Rom. 3:3; (3) lo que es creído, el evangelio, Gál. 1:23; 3:25; Judas 3, etc.; (4) certeza, Hech. 17:31; (5) una prenda de fidelidad, 1 Tim. 5:12; (5) conciencia, Rom. 14:23. Esta palabra y muchas otras tienen que estudiarse en su contexto para saber su significado.

        4. Mat. 5:48, "sed, pues, vosotros perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto". Ha habido mucha dis­cusión de este texto y muchas "explicaciones" se han dado sin tomar en cuenta el contexto. ¿De qué habla Jesús? Del amor imperfecto (amar y saludar solamente a los que le aman y salu­dan) contrastado con el perfecto amor de Dios. Debemos ser perfectos en amor, es decir, nuestro amor debe ser completo; debemos amar aun a los enemigos.

        5. El único libro de la Biblia que tiene versículos des­conectados los unos de los otros es el de Proverbios, porque la naturaleza de proverbios requiere que cada proverbio sea in­dependiente. Pero es indispensable que dejemos que la Biblia se explique sola y, por lo tanto, el contexto es de suma impor­tancia.

 

    C. Textos paralelos o relacionados (el contexto remoto).

        1. Se puede considerar que son el contexto remoto de cierto pasaje todos los textos que hablan del mismo tema. Los versículos antecedentes y siguientes de un texto son el contexto inmediato o contiguo, pero todos los textos de la Biblia que hablan del mismo tema son el contexto remoto. Por ejemplo, todo texto que habla del bautismo es una parte del contexto de Mar. 16:16. No se debe formular una creencia acerca del bautismo sin leer y estudiar todos los textos sobre el tema. Es necesario comparar texto con texto, dejando que la Biblia se in­terprete sola. No es posible entender la carta a los Hebreos sin estudiar el libro de Levítico. El estudio de los libros apocalípti­cos del Antiguo Testamento (tales como Ezequiel, Daniel y Zacarías) ayuda mucho para que se comprenda el Apocalipsis. Si se quiere entender mejor algún texto difícil en el Nuevo Testamento, se debe recordar que el conocimiento ge­neral de la Biblia puede ayudar.

        2. Algunos ejemplos de textos paralelos: Efes. 5:19 - Col. 3:16; 2 Cor. 6:14 - Efes. 5:11; Mat. 24- Mar. 13 - Luc. 17:20-37 - Luc. 21; Mat. 28:18-20 - Mar. 16: 15,16 - Luc. 24:46,47, etc.

 

    D. El significado de palabras.

        1. Dios nos reveló su divina voluntad para que la en­tendiéramos y no para confundirnos. El quiere que seamos salvos (1 Tim. 2:4; 2 Ped. 3:9), y nos manda que no seamos "insensatos sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor" (Efes. 5:17). Pero es necesario estudiar. Los traductores fieles de la Biblia nos han hecho un servicio sumamente valioso al darnos la palabra de Dios en nuestro propio idioma. Han tra­bajado diligentemente para traducir las palabras hebreas y grie­gas al castellano. También podemos valernos de léxicos, gramáticas, etc., para consultas adicionales. No hay una sola versión española o inglesa sino varias, y es importante com­pararlas unas con otras en el estudio. Debemos determinar el significado de una palabra, no solamente por su etimología (significado radical), sino también por su uso. Los "testigos" y otros insisten en usar varios términos solamente en su forma radical; por ejemplo, las palabras "espíritu", "alma", "presencia", etc.

        2. Pero el significado de una palabra no se determina so­lamente por su origen, sino también por su uso, es decir, por el desarrollo de su significado a través de los años. Debemos pre­guntar, "¿qué significaba esta palabra que estudiamos cuando Jesús y los apóstoles la usaban?" Esto es muy importante. Según su uso en el Nuevo Testamento, vemos que la palabra "fe" puede significar la fe subjetiva (la fe o la creencia de al­guno), la fe objetiva (el evangelio, la cosa creída), la fidelidad, la convicción (Rom. 14:22), y la confirmación (Hech. 17:31). El contexto dirá cuál es su significado en el versículo bajo consi­deración. Originalmente la palabra psallo abarcaba la idea tanto de tocar como de cantar, pero tuvo cambio de significado, y cuando se usó en el Nuevo Testamento ya había perdido el significado de tocar y solamente significaba "cantar". Con estos ejemplos ilustramos la necesidad de estudiar a fondo el significado verdadero de las palabras. La versión Valera revisada (de 1960) es una versión muy buena, y se puede usar con confianza, pero no es infalible. El prejuicio de los traductores se puede observar a veces en cualquier versión, mayormente en los encabezados (por ejem­plo, Rom. 11:25, "La restauración de Israel"; Tito 1:5, "Requisitos de ancianos y obispos"). También hay variación en­tre los manuscritos y, por eso, es recomendable que siempre se comparen las varias versiones. La versión hispano-ameri­cana y La Biblia de las Américas" son versiones muy con­fiables.

        3. El griego del Nuevo Testamento se llama el "koiné". Gracias a Dios que aunque las palabras del Nuevo Testamento tienen que estudiarse a la luz de su uso, tomando en cuenta el proceso de su desarrollo, el lenguaje en que fue escrito no siguió usándose a través de los siglos y, por lo tanto, no siguió desarrollando cambios. Las palabras del Nuevo Testamento significan hoy lo que significaron en el siglo primero, porque el griego "koiné" (el griego común del pueblo de aquel entonces) es idioma "muerto". Fue conservado ("congelado") en su forma original. Nosotros y todos hasta el fin del mundo podemos es­tudiar el lenguaje del Nuevo Testamento sin ningún temor, pues no tuvo ni tendrá cambios de año en año. Existe en nues­tros días el griego clásico, pero debe entenderse que el griego clásico moderno no es el griego del Nuevo Testamento.

 

    E. El orden de las palabras. Véase Juan 1:1.

        1. Los "testigos" enseñan que Cristo es un ser creado, "un dios" (un ángel). La versión del nuevo mundo, una versión totalmente sectaria publicada por los "testigos", dice en Jn. 1:1, "Y el verbo era un dios", en lugar de "y el Verbo era Dios". El griego dice, "Y Dios era el Verbo", poniendo el predicado nomi­nativo primero para darle mas énfasis. Este orden de palabras es una característica del griego y es importante observarlo para captar su significado. Por ejemplo, en 1 Cor. 3:9 la palabra "Dios" es la primera palabra de las tres frases de este texto; este orden de palabras tiene el propósito de dar énfasis al pen­samiento de que los apóstoles y sus ayudantes no eran "señores", sino simplemente ministros.

        2. Los "testigos" enseñan que hay dos dioses, un Dios Todopoderoso (Jehová), y un  dios inferior (Cristo). Esto es politeísmo, cosa considerada sumamente blasfema por los judíos y por los cristianos. Dicen los "testigos" que la ausencia del artículo definido prueba que la palabra theos debe tra­ducirse "un dios"; pero en el mismo capítulo, en los versículos 6 y 12, aparece la palabra theos sin artículo definido y no la tra­ducen "un dios". Son inconsecuentes y arbitrarios. Ellos son un buen ejemplo de los que tuercen las Escrituras por no estudiar los modismos, las formas gramaticales, etc., del lenguaje origi­nal, o habiéndolos estudiado, los ignoran.

        3. Juan 1:1 es paralelo con Jn. 19:21, "Rey de los judíos soy". La versión del nuevo mundo no lo traduce, "soy un rey de los judíos". Dicen que Jn. 1:1 es paralelo con Hech. 28:6, "dijeron que era un dios", pero no son paralelos porque el or­den de las palabras no es igual, es decir, la posición del predi­cado nominativo, que hace tanta diferencia en la frase, no es la misma en los dos textos.

 

    F. El estudio subjetivo.

        1. Uno de los peligros mas grandes que confrontamos como estudiantes de la palabra es el de no ser guiados por la palabra objetiva, sino por las impresiones subjetivas. El estudio bíblico tiene como su fin o propósito el descubrimiento de la mente revelada de Dios. Dice Pablo en 1 Cor. 2:9-13, "Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual". Esto sig­nifica que la mente humana nunca hubiera originado el evan­gelio. Es exclusivamente la revelación de Dios, entregada a la humanidad por los apóstoles inspirados. Es totalmente imposi­ble conocer la mente de Dios por medio de la intuición hu­mana. No hay conocimiento infuso que proceda de Dios, aunque hay gran difusión de esta enseñanza que procede del diablo. El "hombre natural" (ver. 14) es el hombre sin re­velación que no puede comprender las cosas de Dios, mientras que el espiritual es el conoce a Dios por medio de la revelación.

        2. Me parece. Tengamos siempre cuidado de los "me parece", "yo creo", "yo pienso", "se me hace", etc. Lo que a nosotros nos parece correcto o incorrecto no es necesariamente lo que la Biblia enseña. Muchas veces las cosas no son lo que parecen ser. Bien aplicamos Isa. 55:8, 9 a los sectarios, pero Dios habló a su propio pueblo cuando dijo, "Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos ..." No debemos acercarnos al estudio de ningún texto con ideas preconcebidas, ya sabiendo de antemano "mas o menos" lo que significa. Los conceptos nuestros de la justicia, la santidad, la piedad como también de la mundanalidad, los adquirimos no solamente a través de la Biblia sino también los heredamos de los padres (y parientes), y cada día nuestra asociación con una variedad de personas que nos rodean puede afectar estos con­ceptos. Las costumbres, las ideas populares de las religiones prevalecientes, lo que se tolera o no, lo que se permite o no, in­fluyen mucho en el proceso de nuestro razonamiento. Es muy fácil confundir esta multiplicidad de pensamientos con lo que en realidad la Biblia enseña. La Biblia se lee todos los días a través de los lentes de estos conceptos. Es muy difícil ser obje­tivos en nuestro estudio bíblico. Es muy fácil ser subjetivos y dar más énfasis a nuestro parecer que a lo que la palabra de Dios dice.

        3. De pasta a pasta la Biblia enseña ... A veces algún her­mano estará demasiado seguro de su creencia, afirmando que la Biblia la enseña "de pasta a pasta", que es un "principio bíblico", o un "principio eterno", que esto es algo "conocido por todos", etcétera. Algunos están demasiado confiados en sus creencias; las pueden ver en casi cada página de la Biblia. Di­cen que "el tenor" de las Escrituras las enseña. Esta actitud ilus­tra el peligro de generalizar la verdad. Es otra expresión de la "religión subjetiva". Este concepto es "primo hermano" del otro que dice que la Biblia es un libro que revela verdades generales, y que cada quien tiene la libertad de llegar a sus propias creen­cias y aplicar la palabra a su modo.

        4. ¿Cómo revela Dios su voluntad? Conviene repetir lo que ya se explicó: (1) por medio de una declaración clara y ex­plícita; (2) por medio de mandamientos explícitos; (3) por medio de ejemplos apostólicos aprobados; y (4) por medio de la implicación, de la cual se saca una inferencia necesaria. Además, se debe respetar el silencio de las Escrituras. Si alguna creencia o enseñanza es bíblica, se revela en una o más de estas formas y podemos encontrarla en ciertos libros, capítulos y ver­sículos bíblicos. Si algo es un "principio bíblico", si coincide "con el tenor de la Biblia", si se enseña "de pasta a pasta" en la Bi­blia, entonces podemos concretarlo con citas bíblicas. La verdad no es abstracta o vaga. ¡Toda verdad que proviene de Dios se puede presentar en una proposición clara!


 

    F. ¿Qué "dice" la Biblia, pues? "Dice" lo que concuerda con el significado de las palabras y expresiones usadas como se usa­ban y se entendían en aquel tiempo. No siempre "dice" la Biblia lo que las palabras dicen cuando se traducen literalmente al idioma nuestro. Por ejemplo, "Si alguno viene a mí, y no abo­rrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y her­manas, y aun también su propia vida, no puede ser mi dis­cípulo" (Luc. 14:26). ¿"Dice" la Biblia que debemos aborrecer a la familia? Lo "dice", pero según el significado de la palabra "aborrecer" según el entendimiento de los judíos, y como se ex­plica en Mat. 10:37: que el que ama a su familia más que a Cristo, no puede ser su discípulo.

 

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