Clases bíblicas (2)

La necesidad de enseñar la palabra a los niños

I. Repaso

      A. En la otra clase: Más atención a las clases bíblicas … Agradecer a los que fielmente han enseñado y enseñan … Mayoría de los bautismos, los que han estudiado en las clases … Obra de la iglesia: edificación … Propósito de esta clase: todo aspecto del programa … Preparación de maestros competentes … Métodos más efectivos … Qué materiales … Cómo arreglar la sala de clase … Cómo enseñar a los niños y jóvenes de diferentes niveles … Cómo enseñar a los estudiantes a prestar atención … Qué problemas han tenido o tienen …

      B. Recordemos siempre el objetivo: Todo esto es para ayudarles a ir al cielo … Para esto es necesario la fe en Dios (Heb. 11:6) y la fe viene por el oír la palabra (Rom. 10:17) … Debemos estar seguros que nuestros hijos aprendan el primer mandamiento: Mat. 22:37, “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38  Este es el primero y grande mandamiento” … Una de las mejores maneras de producir esta fe y este amor (y casi la única manera para los pequeños) es la historia bíblica narrada efectivamente; es decir, con conocimiento, con convicción, con emoción, de manera vívida, para que los personajes bíblicos cobren vida, que sean personas históricas, personas que verdaderamente vivieron, en cierta época, en cierto lugar (para esto debe usarse el mapa).

      C. Que toda historia, toda clase , todo texto memorizado, etc. se relacionen con el tema central de la Biblia, el plan de Dios para la redención del hombre. Tener en mente todo el programa de redención, de principio a fin, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Al contar las historias bíblicas, explicar en qué dispensación vivió, y qué tuvo que ver con el plan de Dios para salvarnos. Por ejemplo, todos saben la historia de Daniel, pero ¿quién era? ¿cuándo vivió? ¿cómo encaja él en el plan de Dios? O ¿Moisés? ¿José? ¿Samuel? ¿Nehemías?

      D. Siempre recordemos Jueces 2:7, “Y el pueblo había servido a Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué, los cuales habían visto todas las grandes obras de Jehová, que él había hecho por Israel.  8  Pero murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová … 10  Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel”. Enseñamos estas clases (y sobre todo, enseñamos a nuestros hijos en casa) para que la siguiente generación también conozca a Jehová. No estamos enseñando sólo para nosotros, sino también para los hijos de nuestros hijos. Dice Oseas 4:6, “Mi pueblo fue destruido porque les faltó conocimiento”. Deut. 6:6, 7, “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón;  7  y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”. 2 Tim. 3:14, “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido;  15  y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”.

II. ¿Cómo enseñamos efectivamente la historia bíblica?

      A. ¿La historia de Noé? ¿de qué hablamos? ¿qué enfatizamos? ¿cuáles son lecciones más importantes en esta historia?

          1. El castigo de los desobedientes.

          2. La bendición de los obedientes.

          3. La importancia de la obediencia a todo detalle de las instrucciones de Dios?

          4. Dios no enviará otro diluvio, pero ¿qué hará? 2 Ped. 3:6, “por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; 7  pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos”.

          5. ¿Hay otras lecciones que debemos enseñar?

      B. ¿La historia de Abraham?

          1. Salió sin saber a dónde iba.

          2. Edificó altares para adorar a Dios.

          3. Estaba dispuesto a ofrecer a su hijo porque Dios así lo mandó.

          4. Era hombre de fe, pero por la fe obedeció. Sant. 2:21, “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22  ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?”

      C. ¿La historia de José?

          1. Que el favoritismo es malo.

          2. La envidia de sus hermanos.

          3. Que por odiarle, le vendieron como esclavo. ¿Nos apenamos con él al ver esto? ¿Puede narrar esta historia sin emoción? ¿Es nada más una historia o en realidad vivió un joven llamado José?

          4. Que Dios estuvo con él y fue elevado a lo más alto en la casa de Potifar. ¿Nos regocijamos con él?

          5. ¿Nos apenamos de nuevo con él cuando, aun siendo inocente, fue calumniado? ¿Enfatizamos mucho que él siguió fiel durante esta prueba? Gén. 39:9, “No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?”

          6. ¿Nos regocijamos con él cuando por fin Dios lo exalta y lo lleva al poder en Egipto? ¿Que por ser fiel a Dios en medio de tantos problemas y aflicciones Dios le hizo gobernador sobre todo Egipto?

          7. ¿Cómo relatamos la historia de la venida de sus hermanos a Egipto para comprar alimentos? ¿Con indiferencia o con mucha emoción? La actitud de los niños hacia esa historia dependerá casi enteramente de la actitud de la maestra que la narre? ¡Esos hermanos que le vendieron unos veinte años atrás, ahora vienen ante José sin saber quién es y se inclinan a sus pies rogando por alimento! ¡Imagínese!

          8. ¿Por qué se pone José tan duro con ellos? Tiene que probarlos para saber si todavía eran como antes. Seguramente fue una experiencia muy angustiada para José.

          9. Pero, por fin, la historia llega a su clímax: José se da cuenta que ya no son los hombres de antes, pues Judá se ofrece a sí mismo como esclavo para que Benjamín vuelva a su padre, y en un momento muy emocionante se da a conocer a sus hermanos: Gén. 45:1, “No podía ya José contenerse delante de todos los que estaban al lado suyo, y clamó: Haced salir de mi presencia a todos. Y no quedó nadie con él, al darse a conocer José a sus hermanos. 2  Entonces se dio a llorar a gritos; y oyeron los egipcios, y oyó también la casa de Faraón.  3  Y dijo José a sus hermanos: Yo soy José; ¿vive aún mi padre?”

          10. ¿Puede describir las expresiones de asombro y agitación en las caras de los hermanos? ¿Qué les dijo José? “Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él.  4  Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto.  5  Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros”.

      D. ¿Cuál es el objetivo al contar estas historias? Para que conozcan a Dios por medio de los hombres de fe que le servían. Estos hombres tenían estas buenas cualidades porque hacían la voluntad de Dios. ¿Qué esperamos de los niños? Que ellos piensen: Yo quiero ser como Noé, Abraham y José.

      E. Pero ¿qué pasará si la maestra (o la madre) les dice una de estas historias de manera aburrida e indiferente? Enseñar la historia efectivamente significa que los personajes bíblicos cobren vida. Tienen nombres, vivieron en cierta época, en cierto lugar que se puede ubicar en el mapa.

      F. Otro ejemplo: Josué 4:1-6, “Cuando toda la gente hubo acabado de pasar el Jordán, Jehová habló a Josué, diciendo:  2  Tomad del pueblo doce hombres, uno de cada tribu,  3  y mandadles, diciendo: Tomad de aquí de en medio del Jordán, del lugar donde están firmes los pies de los sacerdotes, doce piedras, las cuales pasaréis con vosotros, y levantadlas en el lugar donde habéis de pasar la noche.  4  Entonces Josué llamó a los doce hombres a los cuales él había designado de entre los hijos de Israel, uno de cada tribu.  5  Y les dijo Josué: Pasad delante del arca de Jehová vuestro Dios a la mitad del Jordán, y cada uno de vosotros tome una piedra sobre su hombro, conforme al número de las tribus de los hijos de Israel,  6  para que esto sea señal entre vosotros; y cuando vuestros hijos preguntaren a sus padres mañana, diciendo: ¿Qué significan estas piedras?  7  les responderéis: Que las aguas del Jordán fueron divididas delante del arca del pacto de Jehová; cuando ella pasó el Jordán, las aguas del Jordán se dividieron; y estas piedras servirán de monumento conmemorativo a los hijos de Israel para siempre”.

La generación a la cual Moisés estaba hablando en el libro de Deuteronomio fue tal vez la mejor generación de israelitas que haya vivido. Ellos invadieron Canaán bajo el liderazgo de Josué y conquistaron la tierra. Israel fue fiel todos los días de Josué y todo el tiempo de los ancianos que le sobrevivieron (Jueces 2:7). E1 énfasis aquí se da a los ancianos quienes habían visto todas las grandes obras que Dios había hecho.

Siguiendo a esa generación, sin embargo, fue una que no conoció a Dios ni las grandes obras que é1 había hecho (Jueces 2:10). Preguntamos ¿por qué? ¿por qué no conoció a Dios esa generación siguiente? Probablemente todos estamos de acuerdo que fue porque los padres no enseñaron a sus hijos acerca de las grandes obras de Dios, pero ¡probablemente nadie estaría más sorprendido al escuchar esta acusación que esa generación fiel contra quien la hacemos! Como pueden ver, nosotros nos estamos engañando solos, es lo que se llama desprendernos del anzuelo. ¡Pensamos que hubiésemos hecho mucho mejor!

Tomemos por ejemplo a un padre de aquella generación fiel que invadió Canaán. Supongamos que é1 era un hombre joven y fuerte cuando Israel cruzó el Jordán por tierra seca. Traigamos a este hombre ante una corte formada por sus compañeros y preguntémosle, "Señor, ¿por qué usted no enseñó a sus hijos?" Estaríamos sorprendidos de escucharle responder en tonos angustiosos, "Pero yo les enseñé a ellos. Yo no sé por qué ellos erraron". E1 dice que é1 sí les enseño. Entonces, ¿cómo explicamos la infidelidad de la siguiente generación?

La verdadera explicación no es que los  israelitas no enseñaban. Probablemente la verdad es que ellos no enseñaban efectivamente. Continuemos nuestra ilustración.

Nacido durante la peregrinación en el desierto, durante todos sus años nuestro hombre  joven ha conocido a Moisés como el gran líder de Israel. E1 ha visto muchos de los  milagros en el desierto. Finalmente é1 está en la audiencia y escucha al anciano Moisés predicar. Luego Moisés deja el grupo, subiendo rumbo al Monte Nebo, para morir allí y ser sepultado por la mano de Dios. Josué llega a ser el nuevo líder; é1 hará un buen trabajo. E1 mandamiento pasa a través del campamento: "Preparen los alimentos, porque al tercer día partiremos para cruzar el Jordán".

Mirando a través de la planicie del Valle del Jordán, nuestro amigo pudo ver al crecido río precipitándose hasta entrar al Mar Muerto justo al sur. Los  espías, recién llegados de Jericó, reportan que sólo con gran dificultad podían cruzar la rápida corriente del río porque era la estación de diluvio. Los reportes se oyen a través del campamento que Jehová estaba a punto de hacer una gran obra. Todo el campamento de Israel se moviliza, siguiendo a los sacerdotes quienes llevan el arca santa sobre sus hombros.

Los ruidos de esta gran compañía se escuchan por doquier mientras ellos siguen su camino bajándose por el largo valle desde Abel‑Sitim hacia la ribera del río. La emoción llena el aire. De veras, al llegar los sacerdotes a la orilla del correntoso Jordán, Dios detiene la corriente del río. Las aguas se detienen río arriba y pronto el lecho del río seco aparece a la vista. La multitud comienza a cruzar. Toda la muchedumbre de hombres, mujeres, niños, carros y sus manadas y hatos cruzan. Entonces Josué manda que un hombre de cada tribu tome una piedra y la traiga al sitio de su campamento al cual ellos llaman Gilgal. Allí una columna es levantada por amontonar las rocas. Josué les dice a ellos: "en los años que vienen, sus hijos verán estas rocas y preguntarán, ‘Padre ¿qué significan estas piedras?’ Y ustedes les dirán, ‘Hijo mío, estas piedras son una señal para hacernos recordar la poderosa proeza de Dios la cual é1 hizo por nosotros al detener el Río Jordán y traernos hasta esta tierra a través de su lecho seco’”. Los acontecimientos de ese día dejaron una profunda y perpetua impresión en el hombre joven de nuestra historia, trayendo fortaleza a su ya firme determinación de servir al Señor.

Quince años pasan, nuestro hombre joven está ahora en la edad viril. Supongamos que para ahora é1 tiene un hijo de diez años. Supongamos que estas personas son de la tribu de Efraín. En cierto día, padre e hijo han bajado desde la región montañosa hacia el Jordán, pensando cruzar para visitar amigos del lado oriental del río. Es el medio día del segundo día de su viaje cuando escuchamos su conversación. Están saliendo de la ciudad de las palmeras, donde Jericó estuvo no hacía muchos años, y están yendo hacia los vados del Jordán.

La tarde va cayendo rápidamente cuando ellos llegan a la columna de piedras en Gilgal. Cuando el padre ve las piedras, ¡un torrente de memorias pasa por encima de su corazón! Toda sensación que é1 sintió ese día, quince años atrás, inunda su mente. En turno aquellos recuerdos despiertan otros recuerdos de aquellos largos años en el desierto, de los milagros que Dios hizo ante Israel. ¡Oh, la gloria de aquellas memorias!

E1 hijo no ha estado por aquí antes. E1 tiene curiosidad y pregunta a su padre, ¿por qué están estas piedras aquí?

La pregunta despierta a su padre de sus recuerdos. E1 mira alrededor y se da cuenta que la tarde se va rápido. E1 sol se pone temprano aquí en la profunda hendidura del Valle Jordán, y é1 quiere estar ascendiendo las laderas orientales antes que el sol se ponga. Así que el padre responde al hijo: "Estas piedras están allí para recordarnos del tiempo en que Dios causó que el Jordán dejara de fluir y que todos nosotros cruzáramos al otro lado sobre tierra seca. Ahora apresurémonos porque no queremos que las tinieblas nos sorprendan aquí ".

Allí está. E1 padre contó a su hijo lo que las piedras significaban, ¿no es cierto? ¡E1 obedeció el mandamiento de Josué de contar a sus hijos acerca de las  piedras! Sí, técnicamente, el padre enseñó a su hijo. Pero él no le enseñó lo suficientemente vívido como para dejar una profunda impresión en el muchacho. E1 no logró que el muchacho viera los hechos que é1 había visto. E1 no compartió la rica experiencia que tanto había afectado su propio corazón. Por lo tanto, el muchacho creció "conociendo" estas cosas pero nunca quedaron impresas en su mente..

      Por eso, no sólo debemos enseñar estas historias, sino que también debemos enseñarlas efectivamente. La Biblia ha dejado una impresión sobre la mente de nosotros, pues de otro modo no estaríamos aquí en esta reunión, pero ¿qué impresión está dejando nuestra enseñanza sobre el corazón de nuestros hijos?

Conclusión:

      A. En cuanto a la enseñanza de los niños y jóvenes,  los más responsables son los padres. Efes. 6:4; Deut. 4:9; 6:6, 7, 20-24.

      B. Pero la iglesia es columna y baluarte de la verdad, 1 Tim. 3:15. Es su deber enseñar y edificar. (Sin embargo, si algún hijo mío no persevera en la fe, los padres no deben culpar a los maestros de las clases bíblicas de la iglesia). Sin embargo, cada maestro o maestra debe enseñar cada clase como si la salvación del alma de cada estudiante en la clase dependiera de él o ella. Muchas veces, es así. Muchas veces no hay ayuda en el hogar y los niños no prestan atención a los sermones; así pues, todo depende del maestro o la maestra de la clase bíblica.

      C. La tarea es difícil por causa de los factores negativos (es decir, todo aquello que obra en contra de los padres y la iglesia): la televisión, la escuela y la presión de ser iguales a los amigos mundanos.

      D. Por último, recuerden que estas historias bíblicas son la herencia de nuestros hijos. Tienen el derecho de conocerlas. Merecen oírlas una y otra vez. Es nuestro deber enseñárselas, y hacerlo de la manera más efectiva, para que ellos tengan fe en Dios y amor hacia Dios para obedecerle y servirle toda su vida, para que se salven y vayan al cielo.

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