Sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo

2 Tim 2:3

Introducción.

            A. El verbo usado aquí es sunkakopatheo, literalmente, sufrir penalidades con; es decir, compartirlas.

            B. 1:8, “participa de las aflicciones por el evangelio”; dice el Interlineal  Lacueva, “comparte el soportar sufrimientos por el evangelio”.

            C. 2:3, dice Lacueva, “Comparte el soportar sufrimientos”.

            D. Pablo exhortó a Timoteo a unirse con él y con Cristo en aceptar su parte del sufrimiento que le tocaba como cristiano y evangelista. Dios nos da el poder para hacerlo (1:7). 4:5, “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”.

I. ¿Qué son penalidades?

            A. Sufrimientos, trabajos, males, dificultades, molestias, inconveniencias, contratiempos.

            B. 2:8, 9, “conforme a mi evangelio, en el cual sufro penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor”.

            C. Al leer estos textos es fácil pensar que el sufrimiento se limita a las aflicciones que Pablo sufría como preso, pero hay muchos otros textos que describen el sufrimiento que el cristiano debe soportar por Cristo y el evangelio.

            D. Pablo no habla de soldados literales, ni de guerras literales, sino de todo conflicto, sacrificio, lucha, trabajo, dificultad, etc. del cristiano.

II. Varias clases del sufrimiento que el cristiano debe soportar por Cristo.

            A. 1 Ped. 2:20, “Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios.  21  Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;  22  el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; 23  quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente”. Este es el sufrimiento causado por la persecución de parte de los oponentes de Cristo. Como El sufrió, así también sus discípulos sufren.

            B. 1 Cor. 6:7, “Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados?” Debemos sufrir agravios en lugar de hacer demandas ante la ley civil contra hermanos.

            C. Rom. 12:12, “sufridos en la tribulación”.

            D. 1 Cor. 10:13, “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”.

            E. 1 Tim. 4:10, “Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios” (injurias; somos vituperados).

            F. Heb. 10:34, “el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos”.

            G. Mat. 10:34-39 habla de conflictos familiares causados por el evangelio. Esta es, sin duda, una de las pruebas más grandes que tenemos que enfrentar, pero ¿qué dice Jesús al concluir esta enseñanza? “El que halla su vida, la perderá, y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará”.

            H. Mat. 19:9, “Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera”. Muchísimas parejas están mal en su matrimonio (en segundas nupcias), y de vez en cuando alguna de estas parejas toma la decisión de obedecer al evangelio. Luego surge la pregunta con respecto a su matrimonio, ¿pueden continuar como están o tendrán que separarse?

                        1. Es una prueba severa. Muchos hermanos han torcido varios textos para tratar de probar que tales parejas pueden seguir como están, pero aunque la separación sería causa de mucho sufrimiento, vale la pena, porque se trata de la salvación del alma.

                        2. Mat. 5:29, “Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30  Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”. En seguida (v. 31, 32) habla del divorcio.

III.  Parece que para muchos el arrepentirse del pecado y el cambiar son puro sufrimiento, puro sacrificio.

            A. Parece que lo consideran pura pérdida. Dicen, “¡Oh, cuántas cosas dejé por Cristo!” dejando la impresión de que en verdad su corazón todavía está en el mundo.

            A. 2 Cor. 7:9, “Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte”.

                        1. ¿Qué perdieron los corintios al arrepentirse? No sufrieron ninguna pérdida. Por el contrario, todo fue pura ganancia.

                        2. Pero si Pablo no les hubiera exhortado en la primera carta, sí habrían sufrido mucha pérdida. Si Pablo hubiera pensado como muchos hoy en día que mejor no molestarles, no ofenderles, para no hacerles tristes, habrían sostenido una pérdida terrible, porque de esa manera los habría dejado en el pecado y sin el favor de Dios.

                        3. Pero muchos creen que si dejaran una práctica mala, perderían mucho, pero en realidad al practicarla no están ganando sino perdiendo y al dejarla no pierden sino ganan.

            B. Fil. 3:7, 8, “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.  8  Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”. Si Pablo hubiera rechazado la visión celestial, ¿qué habría perdido?

                        1. Este texto bien ilustra Mat. 16:24.

                        2. También nos hace preguntar: Mat. 16:26, “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”

                        3. ¿Cuánto vale el alma? Si fuera posible comprar la salvación con dinero, ¿cuánto pagaríamos para salvarla?

                        4. Aunque nos cueste mucho obedecer y seguir a Cristo, aunque haya sacrificios que hacer, nunca vamos a sufrir como Cristo sufrió por nosotros. Además de eso, podemos agregar que nunca vamos a sufrir en este mundo lo que tendríamos que sufrir en el infierno si perdemos el alma.

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