No os engañéis

      "Amados hermanos míos, no erréis" (Santiago 1:16). ¡Buen consejo! La Biblia declara que la obediencia a la voluntad de Dios es esencial. "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y en­tonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad" (Mateo 7:21-23). Si uno es engañado, no puede rendir obedien­cia aceptable. La importancia de esta lección se ve además en tales pasajes como 2 Timoteo 3:l3, "mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados".

      1. La decepción no es inevitable. "El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta" (Juan 7:17). Asimismo, "el que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doc­trina es de" los hombres también. La Biblia es la regla para medir toda doctrina. Por lo tanto, dice Pablo (Filipenses 3:16), "sigamos una misma regla".

      2. ¿Cómo se engaña el hombre?

      a. Por el pecado, Hebreos 3:13, "antes ex­hortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado". Romanos 7:11, "porque el pecado ... me engañó". Dice Apocalipsis 12:9 que "Satanás ... engaña al mundo entero".

      b. Por las riquezas. Mateo 13:22, "El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el en­gaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa". Marcos 10:24, "Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas". 1 Timoteo 6:17, "A los ricos de este siglo manda que no sean al­tivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos". Lo significante aquí es que Mamón (riquezas o cosas materiales) hace las mismas promesas que Dios nos hace con respecto a bendiciones en esta vida. Por eso, la confianza en las riquezas destruye la confianza en Dios. Son engañosas las promesas de cosas materiales. Léase Mateo 6:24-34.

      c. Por la sabiduría humana. "Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y hue­cas sutilezas, según las tradiciones de los hom­bres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo" (Colosenses 2:8). "Y esto lo digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas ... Nadie os prive de vuestro pre­mio" (Colosenses 2:4, 18). "Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia" (Efesios 5:6). "Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesu­cristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos" (Romanos 16:17,18). Estos textos demuestran claramente que muchos son engañados por la falsa doctrina, por las tradi­ciones religiosas de falsos maestros, por las doctrinas y prácticas que nada concuerdan con las de nuestro Señor Jesucristo. Con estas doc­trinas privan y despojan a sus seguidores; les roban.

      d. Por no usar bien las Escrituras. 2 Corin­tios 2:17; 4:2, algunos corrompen la palabra, adulterándola, mezclando lo ajeno con la en­señanza pura para engañar.

      En conclusión: "Nadie os engañe en ninguna manera" (2 Tesalon. 2:3).

El bautismo del Espíritu Santo

      Mateo 3:11 registra las palabras de Juan el bautista (bautizador), "Yo a la verdad os bau­tizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego". En Hechos 1:4, 5 aprendemos que después de la resurrección de Jesús, "Y estando juntos, les mandó que no se fuera de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días".

      Habla a los apóstoles; esta promesa sería cumplida en seguida como está registrada en Hechos 2:1-4: "Cuando llegó el día de Pente­costés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen".

      Este bautismo en el Espíritu Santo no tuvo que ver con la salvación de los apóstoles, pues éstos ya eran seguidores de Cristo. El propósito de la venida del Espíritu Santo se explica en detalle en Juan 14:26; 15:26; 16:13, 14. El vendría para guiarles a toda verdad para que la predicara y escribiera (2 Timoteo 3:16, 17; 2 Pedro 1:20, 21).

      Este bautismo nunca fue prometido a todo creyente. Los únicos dos casos son éste del día de Pentecostés y el de Cornelio y su casa; en este último el propósito fue para convencer a los judíos que ahora tanto los gentiles como los judíos podrían ser salvos (estúdiense Hechos 10 y 11). Hechos 11:18 registra la reacción de los hermanos judíos: "Glorificaron a Dios, di­ciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!"

      Recuérdese que el bautismo en el Espíritu Santo fue cosa prometida, y no cosa mandada. En Hechos 2:38 Pedro manda el bautismo en agua para perdón de pecados y para recibir el don del Espíritu Santo el cual mora en los cris­tianos (Hechos 5:32; 1 Cor. 3:16; Efesios 5:18) para que lleven los frutos del Espíritu (Gálatas 5:22, 23).

      El "fuego" (Mat. 3:11, 12) significa el castigo eterno (Mateo 18:8; 25:46).

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